O8

Advertencia: muerte de un animal.

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Normalmente, Jungkook siempre anticipaba que llegara el fin de semana con ansias. Trabajaba tanto a lo largo de la semana que lo único que lo mantenía esperanzado durante esos días de mucho esfuerzo era saber que al salir de la gasolinera el viernes al fin podría descansar un poco, no tenía que ir de prisa a la tienda sino que podía permitirse ver a Yoongi, dormir, dibujar (ahora que su inspiración para hacerlo había regresado), o simplemente comer algo por ahí y llegar a recostarse sin preocuparse por nada por unas cuantas horas. Sí, siempre le habían emocionado los fines de semana, pero esa segunda semana de enero se encontró contando las horas, minuto a minuto, anhelando ese merecidísimo descanso que se estaba haciendo mucho de rogar con lo lento que pasaban los días. 

Tal vez eso se debía a que había tenido una semana terrible. Primero había amanecido con gripe el lunes, por lo que la cabeza y todos los músculos del cuerpo le dolían, le costaba respirar y no le sentía sabor a la comida, y tener que andar sin parar a descansar nunca fue una tortura todos esos días. El martes por la mañana, en la cafetería, discutió con un cliente que había maltratado a la madre de Yugyeom. La noche del miércoles, tal vez alucinando por la paranoia, creyó ver a los tipos que lo habían golpeado rondando la tienda, por lo que tuvo que llamar a Yoongi para que fuera a buscarlo y lo llevara a casa, entonces el mayor descubrió sus heridas más recientes y tuvieron una pelea. Por último, cuando llegó a casa el jueves cerca de la medianoche, descubrió que le faltaba dinero, y todo parecía indicar que Junghoon había pasado por la casa a juzgar por la ropa tirada y la botella de jugo vacía, por lo que no le costó mucho adivinar qué había pasado con el dinero. Y como si todo eso fuera poco, no veía a Taehyung desde el domingo porque Dojo, el perro más anciano del refugio, estaba muy enfermo y Taehyung no se apartaba de su lado. 

En definitiva, esa fue una pésima semana. 

Por eso, ese viernes por la tarde Jungkook salió casi con miedo de la gasolinera, esperando que algo saliera mal, o que algo terrible pasara en cualquier momento. Como el día anterior, Hoseok y Yoongi lo estaban esperando en la entrada para llevarlo a casa porque, aunque Yoongi todavía estuviera muy molesto con él, estaban los dos preocupados pensando que aquellos dos sujetos podrían intentar hacerle daño de nuevo. Además, debido a los ruegos de Hoseok, ambos habían accedido a reunirse esa noche para limar asperezas y pasar un buen rato, algo que Jungkook en verdad necesitaba. El plan iba viento en popa: Yoongi ya no parecía estar tan enojado, no habían tenido ningún problema o accidente trágico en el camino, ya casi estaban en su casa; Jungkook comenzaba a creer que su mala racha se había terminado, pero cuando bajaron del auto, notó algo... curioso en la entrada del edificio.

—¿Ese es Kim Taehyung? —preguntó Hoseok, sacándole las palabras de la boca.

—¿Tae? —pronunció Jungkook al ver al chico sentado en la entrada del edificio, acercándose rápidamente.

—Jungkookie —soltó Taehyung, levantándose de golpe, delatando enseguida que algo andaba mal por su tono de voz lleno de angustia—. Lo siento, debí avisar que venía pero... pero Dojo... en realidad ni siquiera sé qué pretendía viniendo hasta aquí, yo no... no... ni siquiera sé por qué estoy aquí...

—Está bien, hyung, está bien. No tienes que decirme nada, yo no pregunté —susurró Jungkook, tomando a Taehyung por los brazos y acariciando de arriba a abajo, tratando de confortarlo—. Tranquilo. ¿Quieres que entremos?

—Tenías compañía —dijo Taehyung, mortificado, mirando por encima de su hombro—. Dios, tenías planes con tus amigos, ¿verdad? Y yo llegando aquí sin avisarte y-

—Hyung, no —lo interrumpió él, dedicándole una sonrisa que no llegaba a sentir pero que sabía que Taehyung necesitaba—. Está bien, no te preocupes por eso.

—Nosotros dos sólo lo fuimos a buscar al trabajo para que no volviera caminando, Taehyung-ssi —intervino Yoongi con una sonrisa amable—. Ya nos íbamos.

Jungkook se dio vuelta para mirar a Yoongi, cuestionándolo con la mirada. Hoseok le guiñó un ojo en medio de la confusión, quizá aún convencido de que había algo más que amistad entre Jungkook y Taehyung porque Jungkook no le había aclarado ese asunto, y en ese momento le parecía algo insignificante en verdad. Fuera como fuera, tanto Hoseok como Yoongi parecían estar dispuestos a irse así, sin más, y por un instante Jungkook dudó. De verdad quería arreglar las cosas con Yoongi, pasar tiempo con Hoseok y simplemente distraerse, pasarla bien después de la semana tan dura que había tenido... pero no quería dejar a Taehyung solo. No podía dejar a Taehyung solo. No tardó mucho en darse cuenta de qué era lo que tenía que hacer.

—Gracias por traerme a casa, chicos —dijo entonces, indicando su gratitud por lo comprensivos que eran sus amigos con un gesto silencioso, haciendo una reverencia—. ¿Nos vemos mañana?

—Llámame más tarde —pidió Yoongi, dirigiéndole la palabra por primera vez desde la pelea.

Jungkook sonrió, complacido al saber que ya no estaban enojados entre sí, gesto que Yoongi le devolvió con el mismo alivio pintado en el rostro. Tras despedirse una vez más de sus amigos, los dos mayores finalmente se fueron, dejándolo solo con Taehyung. El pelinegro, por su parte, ya se había calmado un poco y aceptó entrar para tomar algo y explicarle lo que había sucedido. Una vez dentro del departamento de Jungkook se dirigieron a la sala, donde Taehyung se dejó caer en el sillón con la vista fija en la nada, la mirada vacía mientras Jungkook le preparaba un poco de té, todo en un muy extraño e incómodo silencio, algo inusual entre ellos. Taehyung rara vez se quedaba callado por tanto tiempo, aunque su silencio no era eso lo que preocupaba más a Jungkook, sino la falta de brillo en los ojos ajenos, que no le estuviera sonriendo o haciéndole caricias, la forma en la que su energía parecía haberse evaporado por completo desde la última vez que se habían visto. Sobretodo, le provocaba una nudo en la garganta y una fea presión en el pecho el notar el esfuerzo que Taehyung estaba haciendo por no llorar.

—Bebe esto, hyung —indicó, colocando una taza de té en las manos del mayor y sentándose junto a él.

—Gracias, Kookie. Y de verdad, perdón por venir sin avisar y arruinar tus planes.

—No tenía planes.

—No hace falta que me mientas para hacerme sentir mejor —reclamó Taehyung, demasiado astuto para dejarse engañar.

—Lo siento.

—Pero gracias por cancelarlo, sea lo que sea que ibas a hacer. 

Taehyung entonces le dedicó una sonrisa pequeña, ínfima pero honesta, que logró tranquilizar un poco el corazón inquieto de Jungkook y ameritó que él le devolviera el gesto. Tras beber de a poco de a sorbos pequeños la infusión, Taehyung por fin volvió a mirar a Jungkook, sin poder disimular lo mucho que le temblaban las manos al sostener la taza ya media vacía. Luego de lo que le pareció una eternidad a Jungkook, el mayor suspiró y empezó a hablar.

—Vengo del refugio —anunció, relamiéndose los labios con nerviosismo—. Creo que Dojo no va a... no va a sobrevivir esta noche.

—Oh, eso es... muy triste —murmuró Jungkook, afligido, comprendiendo el motivo detrás del extraño comportamiento del contrario—. Lo siento mucho, hyung.

—Es un anciano terco, me costó mucho darle la medicina todos estos días —siguió hablando el pelinegro, esbozando una sonrisa triste y llena de melancolía—. Me dijeron que me debía irme preparando para tener que ponerlo a dormir, pero... creí que no era tan grave, tenía la esperanza de salvarlo.

—Lo salvaste cuando lo encontraste y lo llevaste al refugio —le recordó él, tomando las manos ajenas entre las suyas y sujetándolas con suavidad—. Le diste una vida muy feliz sus últimos años, lo cuidaste muy bien.

—Supongo que sí —aceptó Taehyung, derrotado, asintiendo con la cabeza—. De verdad yo... voy a extrañarlo mucho.

De un momento a otro el labio inferior de Taehyung comenzó a temblar, haciendo que la débil sonrisa finalmente se desvaneciera para dejar salir un sollozo que caló profundo en el pecho de Jungkook, como una puñalada. Antes de que pudiera reaccionar, Taehyung había empezado a llorar y algo se activó dentro de Jungkook, que actuó llevado por un impulso y sin pensárselo dos veces rodeó el cuerpo ajeno con los brazos, acunando a Taehyung en un abrazo fuerte que, se daba cuenta, los dos necesitaban con la misma intensidad. Taehyung entonces se permitió llorar, aferrándose a Jungkook, pasando los brazos alrededor de su cintura mientras hundía el rostro en su pecho. Mientras las lágrimas del contrario le mojaban la camiseta, Jungkook respiró profundo y le acarició la espalda con dulzura, subiendo lentamente hasta su nuca, enredando las manos en los mechones del suave cabello negro. 

Estuvieron así, abrazados, por lo que pudo bien ser un segundo o una eternidad, Taehyung sollozando mientras Jungkook trataba de consolarlo sin palabras, derramando unas cuantas lágrimas también. Le partía el corazón oír el llanto de Taehyung, un sonido que no quería volver a oír nunca más en su vida. Kim Taehyung, la persona más brillante y feliz que conocía, verlo tan triste... no podía soportarlo, Taehyung nunca tendría que sufrir de esa manera. Tal vez llevado por ese incipiente deseo desesperado de protegerlo, de sanar ese dolor y llevárselo bien lejos, había hundido la cabeza en el cabello ajeno y besaba con cariño su cuero cabelludo, tal como lo hacía su madre cuando era muy pequeño y lloraba en sus brazos. No fue hasta que Taehyung paró de llorar que se separó un poco, apenas lo suficiente para poder mirarlo, al mismo tiempo que Taehyung levantaba la vista y le enseñaba el rostro húmedo y los ojos enrojecidos, todavía aguados.

—¿Te sientes un poco mejor? —se atrevió a preguntar, sin cesar las caricias en la nuca del mayor—. ¿Qué puedo hacer para ayudarte?

—Sé que es mucho pedir, está bien si dices que no, pero me gustaría ir al refugio y quedarme con Dojo hasta que... eso pase —empezó a decir Taehyung, la voz ronca y ahogada por el llanto—. No quiero estar solo.

—Vamos ahora mismo si eso quieres, hyung.

—¿Puedo ducharme primero?

—Por supuesto. Te dejaré ropa bien abrigada y cómoda, ¿está bien?

—Gracias, Jungkookie.

A pesar de todo, Taehyung sonrió en ese momento con esa sonrisa tan bonita que, incluso en circunstancias así, lograba iluminar la habitación entera. Jungkook, de repente movido por una fuerza mayor desconocida, se atrevió a besarle la frente. Al darse cuenta de lo que había hecho, abrió mucho los ojos y empezó a balbucear disculpas mientras se levantaba y se alejaba del sillón como si tuviera espinas, pero Taehyung soltó una risita burlona y se acercó de nuevo para besarle la mejilla, alejándose para entrar a la ducha. Le tomó unos cuantos minutos a Jungkook salir del trance; se había quedado parado, acariciándose con una mano ahí donde Taehyung lo había besado, sintiendo todavía el calor y el cosquilleo que aquel simple gesto le había causado. Una vez que pudo despertar del hechizo se apresuró en buscar ropa para dejarla en la puerta del baño, y en lo que Taehyung terminaba de ducharse y vestirse, Jungkook se cambió la camiseta húmeda. 

—Jungkookie, ¿por qué usas ropa tan grande? —preguntó Taehyung al salir del baño con su hoodie puesto—. Siento que estoy nadando en esto.

En efecto, al verlo Jungkook se encontró luchando contra el impulso de sonreír por lo ridículo y tierno que se veía Taehyung perdido dentro de su ropa. La prenda le iba larga en las mangas, de las que se asomaban apenas sus manos como pequeñas garras, y hasta la mitad de los muslos; sumando a eso su apariencia de por sí frágil y vulnerable por el llanto reciente y su aura triste, Taehyung se veía tan indefenso que Jungkook sintió una urgencia irracional por abrazarlo una vez más. El pelinegro reía débilmente mientras sacudía las mangas, como si hiciera falta aquella prueba de que el buzo le iba demasiado grande, y Jungkook sentía cómo su corazón se encogía un poco dentro de su pecho. Al menos estaba sonriendo, apenas y por una razón tan tonta, pero sonreía y eso era lo que importaba.

—Te ves tan tonto—se burló, incapaz de ocultar la sonrisa.

—Tú eres el tonto, es tu ropa —se defendió Taehyung, dándole un golpe en el rostro con una de las mangas.

Los dos rieron juntos, olvidándose por un breve instante feliz de lo que realmente sucedía, pero no tardaron en regresar a la realidad cuando uno de los ayudantes del refugio llamó a Taehyung para avisarle que Dojo ya se había acurrucado en un rincón y no quería salir de allí. Tal como si le hubieran dado una bofetada, la poca comicidad se esfumó del rostro bonito de Taehyung, que otra vez volvía a apagarse y le pidió a Jungkook que fueran rápido con Dojo. Sin demorar ni un minuto más, salieron de la casa y pararon al primer taxi que vieron. 

El viaje fue silencioso, muy distinto a como lo sería en circunstancias normales. Taehyung iba ausente mirando por la ventanilla, aunque en ningún momento dejó ir la mano de Jungkook, a la que se aferró con las dos manos mientras dejaba caricias erráticas con los pulgares. Jungkook había decidido dejarlo hacer cualquier cosa que quisiera, dispuesto a ayudarlo como le fuera posible. Pasados unos minutos llegaron, Taehyung bajó del auto y entró con prisa al edificio, siendo recibido por algunos de sus compañeros que lo miraban con tristeza, todo el ambiente muy distinto a las otras veces que Jungkook había estado allí. Él los saludó a todos sin querer imaginarse qué estarían pensando todos al verlos entrar de la mano, aunque creía que en una situación así era lo último por lo que debía preocuparse; pocos segundos después entraban a la habitación apartada en la que tenían a Dojo. 

Cuando abrieron la puerta, el animal se encontraba acurrucado en una esquina, cabizbajo y débil. A pesar de eso, al notar la presencia de Taehyung, Dojo movió la cola e hizo un intento por levantarse y acercarse a saludar, caminando con dificultad con las patitas que ya no resistían mantenerse de pie. Taehyung se apresuró en llegar junto a Dojo, agachándose para poder rodearlo con los brazos, acariciándolo y besándolo con ternura. Jungkook temió que el chico comenzara a llorar de nuevo, pero eso no sucedió, sino que se quedó sentado allí mismo donde estaba y el perro no tardó en recostarse a su lado, apoyando la cabeza sobre su regazo.

—Siéntate conmigo, Kookie —pidió entonces Taehyung.

Obediente, Jungkook se dejó caer en el suelo junto a Taehyung, quien no demoró en apoyar la cabeza sobre su hombro, suspirando. Con la misma simpleza y naturalidad con la que siempre solía abrazarlo y demás, Taehyung entrelazó su mano libre con la de Jungkook, enredando sus brazos también, mientras que con la otra mano acariciaba a Dojo, que ahora se veía mucho más en paz por tener a Taehyung cerca. Jungkook lo entendía completamente. Y se quedaron así por un tiempo indefinido, el silencio interrumpido nada más por algunos quejidos de Dojo seguidos por suspiros de frustración de Taehyung, por lo que Jungkook decidió que tenía que intervenir de alguna manera.

—Yoongi hyung se volvió muy tonto ahora que tiene a Holly —dijo de repente—. Hasta tiene un libro de esos que los padres suelen tener para sus bebés.

—¿Un álbum de bebé, en serio? —preguntó Taehyung con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Eso es adorable.

—Hay una foto de Holly durmiendo sobre él —comenzó a explicar, burlón—, escribió "en el estómago de papi" debajo de la foto.

—Mi percepción de Min Yoongi nunca será la misma —se burló Taehyung, un poco más animado—. Parece tan serio e intimidante...

—En realidad sólo es tímido, pero es todo lo contrario cuando lo conoces mejor.

—Igual que tú.

—Algo así, supongo.

—¿Cómo se hicieron amigos, de todas formas?

Bien, Taehyung estaba distrayéndose un poco, eso era bueno. Además, Dojo dormitaba sobre su regazo ya sin quejarse, un poco más tranquilo, casi como si sentir la energía de Taehyung menos apagada pudiera calmar su ánimo también.

—Él y mi hermano eran compañeros en la universidad, tienen la misma edad —explicó al mayor, recordando aquellos tiempos con nostalgia—. Cuando vine a vivir a Seúl lo conocí y me agradó de inmediato, lo admiraba mucho... eran muy buenos amigos en esa época, así que pasé mucho tiempo con él.

—¿Eran?

—Cuando mi relación con mi hermano empezó a complicarse, Yoongi hyung se puso de mi lado. Un día tuvieron una pelea muy grande y nunca volvieron a hablarse... 

—¿La pelea tuvo algo que ver contigo? —preguntó Taehyung, visiblemente dudando, a lo que él asintió con la cabeza—. Se nota que Min Yoongi te quiere mucho. 

—Es como mi hermano...

—¿Cuándo fue todo esto?

—Lo conocí cuando ellos estaban en su primer año, hace cinco años, pero nos volvimos muy cercanos durante mi último año de escuela, hace tres. Y la pelea fue hace un poco más de un año...

—Entiendo —murmuró el pelinegro, asintiendo con la cabeza con esa expresión que ponía cada vez que sabía que debía cambiar de tema, siempre tan comprensivo—. No me sorprende que Min Yoongi te cuide tanto, entonces. Literalmente te vio crecer.

—Qué tontería es esa —balbuceó Jungkook, aunque lo que decía el contrario era cierto.

Taehyung soltó una risita, como siempre disfrutando de sonrojar o avergonzar a Jungkook. De esa forma, contándole historias sobre Yoongi, algunas no muy comprometedoras de Junghoon, incluso algunas anécdotas de cuando era un niño eléctrico e incanzable o un adolescente tímido y enojado, logró mantener a Taehyung distraído y tal vez hasta un poco reconfortado. Además, y aunque por supuesto que su motivo principal era mantener la mente de Taehyung despejada de cualquier pensamiento triste, no podía negar que estaba disfrutando el dejar que el mayor lo conociera más y aprendiera cosas de su pasado. Pensar que Kim Taehyung estaba comenzando a saber su historia y que, a pesar de eso, parecía seguir interesado en él se sentía bien.

Habían pasado dos o tres horas así, hablando y compartiendo historias, Taehyung ya se había calmado. Serían alrededor de las nueve de la noche, calculaba Jungkook, lo cual confirmó al revisar su teléfono unos segundos más tarde. Dojo no se había movido de su lugar más que para pegarse más a Taehyung, acurrucándose casi por completo encima de él, apoyando una de sus patitas sobre Jungkook también. Por un momento se quedaron los dos en silencio, nada más acariciando a Dojo, hasta que el estómago de Taehyung crujió.

—Dios, tengo hambre —se quejó entonces—. Eso fue vergonzoso.

—¿Comiste algo hoy? —preguntó Jungkook, alarmado.

—Almorcé al salir de clase...

—¿Y no comiste nada desde el mediodía? —inquirió él, acusatorio, a lo que Taehyung asintió—. ¡Hyung!

—Lo sé, lo sé, muy mal —se apresuró a defenderse Taehyung, bufando—. Pero no puedes culparme.

—Iré a comprar comida ahora mismo —anunció Jungkook, comenzando a incorporarse.

—¡No! —rogó Taehyung, aferrándose a su brazo y jalando de él hasta sentarlo de nuevo—. No puedo quedarme solo, Kookie.

—Pero tienes que comer algo, hyung.

—Por favor, Jungkookie. No puedes irte —insistió Taehyung sin soltarlo—. Tengo miedo de estar solo cuando...

Derrotado, Jungkook desisitió de levantarse e irse, aunque logró convencer a Taehyung de pedir comida a domicilio. También logró convencerlo de que tenía que levantarse y salir para buscar la comida en la puerta del refugio, lo cual sucedió unos veinte minutos después de hacer el pedido. Tras tomar la caja de pizza y los refrescos regresó a la habitación, dejando que Taehyung comiera primero, acción que realizó con ganas, para el alivio de Jungkook. Apenas terminaron de comer, justo en el momento en el que Jungkook se disponía a tirar la basura, el animal hizo por levantarse de golpe y empezó a toser y temblar. Taehyung se alarmó y extendió rápidamente su preocupación a Jungkook, porque los dos sabían lo que eso significaba.

—Tal vez quieras apartar la vista, Kookie —aconsejó Taehyung, increíblemente tranquilo a pesar de lo que estaba a punto de suceder—. No creo que quieras ver esto.

Jungkook ignoró la advertencia, aunque bien que deseaba irse cuanto antes de allí para no tener que presenciar aquello. Pero no iba a irse, no podía. En lugar de ceder a sus temores, se armó de valor y se acomodó junto a Taehyung, que se había puesto en cuclillas frente a Dojo, acariciándole el lomo y susurrando despedidas llenas de cariño, e imitó al mayor. Con la mano sacudiéndose por los nervios, también se dedicó a mimar a Dojo y a darle palabras de aliento, tal vez más para sí mismo que para el perro. No se detuvo hasta que sucedió, pocos segundos después, y finalmente suspiró, apartando la vista tras darle una última caricia. 

—Todo está bien ahora —susurró.

Para su sorpresa, Taehyung no lloró hasta después, cuando ya había terminado todo y habían avisado a los demás colaboradores, en el instante en el que Jungkook pudo abrazarlo. Pero no fue el mismo llanto de antes, tan desesperanzado y desgarrador. Taehyung estaba mucho más tranquilo y resignado. Triste, por supuesto, pero calmado.

—Fuiste muy valiente, Kook —pronunció Taehyung en el abrazo—. Gracias por eso. Y por todo.

—No fue nada, hyung —dijo él, abrazándolo más fuerte.

—De verdad, significó mucho que te quedaras conmigo —agregó el mayor, separándose del abrazo lo suficiente para sonreírle—. Además, estoy seguro de que Dojo se fue tranquilo gracias a ti y a tus palabras tan bonitas.

—Y yo creo que se fue feliz gracias a ti, también.

—Eso espero.

Después de eso, Jungkook al fin convenció a Taehyung de salir a tomar un poco de aire fresco. Se encontraban sentados en silencio en el borde de la calle, viendo algunos pocos autos pasar. Era una noche nublada y fría, oscura por la ausencia de la luna y las estrellas, triste, como si el cielo se lamentara también por la muerte de Dojo.

—¿Ahora qué pasa? —preguntó Jungkook entonces.

—¿A qué te refieres? —preguntó a su vez Taehyung, confundido—. ¿Qué pasa con qué?

—Con Dojo, con el refugio. No lo sé, ¿nada más hacen algo de papeleo y ya? —intentó explicarse él, dudando de cómo ponerlo en palabras—. ¿No hacen alguna especie de ceremonia en honor de los animales que... que se van?

—Eres tan precioso, Jeon Jungkook-ssi —murmuró Taehyung al entender su punto, sonriendo mientras le acunaba el rostro con las manos, apretándole las mejillas—. ¿Estás preguntando si hacemos funerales para nuestros animales?

—Sí —murmuró él, sonrojándose como un estúpido por la cercanía y el cumplido.

—Pues no, en realidad no —admitió Taehyung, todavía sonriendo luego de soltarlo—. Pero me gusta la idea, voy a proponérselo a Seojoon hyung mañana. ¿Vendrías conmigo si hiciéramos una ceremonia?

—Si quieres que esté ahí, claro.

—Por supuesto que quiero —dijo Taehyung sin dudar—. No te das una idea de lo mucho que me ayudó tenerte hoy aquí, Kook.

—Entonces estaré aquí para la ceremonia, también.

Taehyung sonrió con su respuesta, buscándole las manos una vez más para darle un suave apretón. Jungkook devolvió el gesto y por un largo rato se quedaron así, mirando el cielo oscuro sin decir nada. Luego de esa noche tan intensa, las palabras sobraban. Se mantuvieron en aquel silencio reconfortante incluso hasta pasada la medianoche, cuando Jungkook finalmente se las ingenió para convencer a Taehyung de volver a su casa, donde lo esperaba Jimin, que se había quedado para cuidar de Yeontan en esos días en los que Taehyung estaba ocupado atendiendo a Dojo. Tanto Taehyung como Jimin le insistieron para que se quedara pero Jungkook declinó la oferta, sentía que a Taehyung le vendría bien pasar tiempo a solas con su mejor amigo.

Cuando por fin regresó a su casa, era bien entrada la madrugada. Estaba tan agotado que apenas alcanzó a quitarse los zapatos y el abrigo en la puerta, llegando nada más hasta el sillón; se dejó caer allí y no tardó mucho en dormirse. Su último pensamiento antes de dejarse vencer en los brazos de Morfeo fue sobre Taehyung y lo mucho que deseaba no tener que volver a verlo así de deprimido nunca más. Más dormido que despierto, se juró hacer hasta lo imposible por proteger a Kim Taehyung y evitar que volviera a sufrir de esa manera de nuevo.

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