O4

De todas las falsas acusaciones que circulaban de vez en cuando sobre su persona, para Taehyung la más ofensiva era que lo llamasen impuntual. Tal vez no era de los que llegaban con tiempo de sobra a cada lugar, pero decir que llegaba tarde sería una vil y cruel mentira porque él siempre llegaba justo a tiempo a todas partes. Esa tarde, por ejemplo, ni bien terminó de atender a Dojo, el más anciano de los inquilinos del refugio (y también su favorito porque le recordaba a su perrita de Daegu, Soonshim), salió a toda prisa rumbo a la pastelería para cumplir con su turno... ¡y llegó con apenas cinco minutos de retraso, a pesar de la locura que era el tránsito un viernes durante la hora punta!

—Llegas tarde —se burló Minjae al verlo entrar, mirando la hora en su teléfono—. Cinco minutos tarde, para ser exactos. ¡Abominable!

—Calla, calla —ordenó él, todavía agitado por haber corrido las dos calles que separaban el paradero de autobús donde bajaba y su trabajo, dirigiéndose a la parte trasera para ponerse el uniforme—. Dojo sigue enfermo, estaba tratando de convencerlo de tomar su remedio.

—¿Lo lograste? —preguntó Minjae, su voz llegándole amortiguada al encontrarse en habitaciones diferentes.

—¡No me iba a ir de ahí hasta lograrlo!

Tras aquel breve intercambio que finalizó con una risilla apenas audible de parte del menor, Taehyung procedió a ponerse su uniforme de camisa blanca y pantalón negro y fue en ese momento que notó que no traía su teléfono encima. Tras examinar cada lugar posible entre los bolsillos de la chaqueta y del pantalón y en su mochila en vano, comenzó a preocuparse. Decidió que terminaría de vestirse y ya cambiado regresó al mostrador, donde se encontraba Minjae acomodando los adornos navideños.

—No encuentro mi teléfono —anunció, llegando a su lado—. No está en ninguno de mis bolsillos, ni en mi mochila.

—Tal vez se te cayó cuando entraste, o cuando venías.

—¿Te molesta si salgo a buscarlo?

—Yo me fijaré por aquí —ofreció el menor luego de negar con la cabeza, echando un vistazo rápido hacia la entrada—. Apresúrate, tal vez lo encuentres en el camino.

Sin perder tiempo, Taehyung salió de la pastelería para rehacer su camino de regreso hasta el paradero, escudriñando cada centímetro del suelo sin éxito. Al cabo de unos minutos regresó a la tienda y encontró a Minjae buscando minuciosamente en cada rincón, también en vano porque el local estaba tan limpio y ordenado que el aparato, grande casi como su mano y con una llamativa funda blanca que resaltaría en el suelo de madera, no podría pasar desapercibido. No quedaba más que rendirse y hacerse a la idea de que acababa de perder su teléfono.

—Tal vez lo dejaste en el refugio —sugirió Minjae, con un tono esperanzado—. ¿Por qué no llamas a alguno de tus amigos de allá y preguntas?

—Lo tenía en el autobús —dijo él, resignado, recordando la última vez que lo usó—. Estaba hablando con mi primo, viene de visita esta noche.

—Entonces se te habrá caído antes de bajarte —terminó por asimilar el menor, suspirando—. Qué pena, ¿crees que puedas recuperarlo?

Taehyung nada más se encogió de hombros, restándole importancia. En verdad no era la clase de persona que pensaba que estar sin su celular sería el fin del mundo ni nada parecido, aunque sí lamentaba todos los archivos más recientes que no había logrado respaldar. Tenía algunas de sus clases grabadas que todavía no había pasado a papel para estudiar, algunas fotos de Yeontan que no había enviado a nadie, contactos que no había pasado a su agenda...

—¡Oh, no! ¡Jungkook! —soltó de repente, recordando que había guardado su número la noche anterior—. Perdí su número...

—¿El número de quién? —preguntó Minjae, sobresaltándolo al recordarle su presencia.

—Jeon Jungkook, el chico que conocí la semana pasada —explicó Taehyung, soltando un resoplido—. Anoche lo vi y guardé su número, y ya lo perdí hoy.

—¿Qué chico? No me suena su nombre.

—El del callejón, ¿te acuerdas que te conté? —le recordó a su amigo.

El rostro atractivo de Minjae pasó de la duda y la curiosidad a una mueca pensativa, entonces pareció recordar a Jeon Jungkook y su desacuerdo con lo sucedido porque su expresión se tornó seria de repente.

—Sí, no te había gustado mucho mi historia.

—Ya me acordé, sí —confirmó el chico, rascándose detrás de la oreja—. ¿De verdad le pediste su número?

—Sí, ¿por qué no?

—¿Porque no lo conoces, tal vez? —ironizó Minjae—. No sabes nada sobre él además de que estaba peleando por dinero en un callejón.

—¿Y qué mejor manera de conocerlo que hablando con él? —respondió él a su vez, empleando el mismo tono irónico e ignorando el resto de sus palabras—. En verdad quiero ser su amigo, tengo una corazonada sobre esto.

—Sí tú lo dices...

Minjae no parecía convencido, y aunque Taehyung estaba dispuesto a insistir en la defensa de Jeon Jungkook, la campanita de la puerta tintineó anunciando que acababa de entrar un cliente y Minjae se alejó de él para ir a atender. De todas maneras, tras pensárselo dos veces, Taehyung se dio cuenta de que no estaba muy seguro de querer seguir teniendo esa conversación; intuía el camino que tomaría y no estaba interesado en volver a escuchar todo sobre lo "demasiado bueno" que era. "No todo el mundo es bueno como tú", "nunca piensas mal de nadie", "siempre ayudas a todo el mundo, luego se aprovechan de ti" y cosas como esas, un millón más. Minjae no era el único que se lo decía, aunque sí era el que más insistía con el tema pues parecía no entender que a pesar de ser amable, Taehyung no era tan ingenuo como para confiar ciegamente en las personas. A veces sospechaba que Minjae lo creía tan bueno que lo veía incapaz de tomar esa clase de decisiones por su cuenta, con lo que lo hacía sentirse como todo un tonto.

Durante el resto de la jornada ya no volvieron a tocar el tema y cuando las cuatro horas del turno finalmente terminaron Taehyung se apresuró en cambiarse y tomar sus cosas, listo para irse. Lo deprimió un poco no poder revisar su teléfono, ver los mensajes nuevos que seguro tendría de Jimin, que se encontraba cuidando a Yeontan, o de cualquier otra persona. Tal vez un mensaje de Jeon Jungkook, algo que le hubiera gustado. Su mente divagaba en esa posibilidad cuando Minjae entró a buscar sus cosas también y le dedicó una breve sonrisa.

—Tu primo acaba de mandarme un mensaje preguntando por ti —le informó el chico, pasándole su teléfono—. ¿Quieres escribirle algo?

—Gracias.

—Vi las fotos que subió el otro día —siguió hablando Minjae mientras él ponía al tanto de la situación a su familiar—. Parece que le está yendo muy bien.

—Está trabajando con un grupo de conservación de vida salvaje en Yeosu ahora, sí —confirmó Taehyung, sonriendo con orgullo mientras le devolvía su teléfono—. Y está escribiendo su tesis sobre los factores de riesgo para las marsopas, de paso.

—Kim Namjoon y su cerebro galáctico —bromeó el menor, tomando el aparato y guardándolo—. ¿Te acompaño a tomar el autobús?

—Tomaré un taxi para encontrarme con Namjoonie hyung —dijo él tras negar con la cabeza, colocándose su abrigo—. Nos vemos mañana.

Una vez que se despidió de Minjae salió de la pastelería y subió al taxi que lo dejó en la puerta del restaurante en el que se reuniría con su primo; el viaje no duró más de quince minutos, llegó incluso antes que Namjoon, por lo que entró al pequeño local de comida y reservó una mesa en lo que llegaba el otro. La espera se le estaba haciendo larga sin la distracción de su teléfono, pero Taehyung se rehusaba a ser una víctima de la adicción a la tecnología, por lo que se obligó a ocupar la mente en otra cosa. Curiosamente, su primer pensamiento fue Jeon Jungkook. Más que nada, se sentía fatal por haber perdido su número, aunque se le ocurría que no sería muy difícil recuperarlo dado que sus caminos parecían estar destinados a cruzarse una y otra vez. Pero incluso luego de decidir que intentaría toparse con él en los días siguientes para pedirle su número una vez más, siguió pensando en aquel chico de ojos tristes y sonrisa de conejo, con su torpeza y timidez eternas y el respeto y admiración con los que lo había mirado las dos veces que se habían visto después de su primer encuentro. Antes de darse cuenta, estaba sonriendo.

—¡Ya estoy aquí! —dijo una voz familiar a su espalda, regresándolo al presente—. Perdón por la demora, me equivoqué de autobús...

—Kim Namjoon, gran tonto —se burló él, levantándose para saludar a su primo con un abrazo—. ¿Caminaste mucho?

—Mi app cuenta pasos está felicitándome ahora mismo —bromeó Namjoon, riéndose apenado por su error—. ¿Esperaste demasiado?

—Descuida, encontré algo en lo que entretenerme.

Ambos primos se sonrieron al separarse, luego tomaron asiento y no tardaron en ordenar lo que iban a comer. Pasaron unos cuantos minutos hablando sobre sus clases y demás, poniéndose al día luego de pasar varias semanas sin verse debido al proyecto en el que estaba participando Namjoon, hasta que los interrumpió la llegada de la tan ansiada comida. La cena transcurrió amena y tranquila entre risas y anécdotas del mayor, el ambiente era como siempre agradable y la conversación más que interesante. Incluso cuando terminaron de comer, pagaron y salieron a caminar cerca del río Han, seguían hablando sobre todas las cosas tan fascinantes que Namjoon tenía para contar sobre su proyecto en Yeosu.

—... por eso, ahora todo el mundo me conoce como "Don Cangrejo" —terminaba de contar Namjoon, causándoles carcajadas a ambos—. Pero ya, suficiente de mí. ¿Qué hay de ti, primito?

—Bueno, ¿por dónde debería empezar? —soltó él, frotándose la barbilla—. No estoy en nada tan importante como una misión para salvar a los delfines y las marsopas como tú, pero hago lo que puedo...

—¿Cómo va todo en el refugio? —preguntó entonces el mayor—. Eso es igual de noble que tratar de salvar a la fauna marina.

—Me halagas.

—Esa era mi intención —dijo con tono burlón el contrario, y luego negó con la cabeza—. Estaba hablando en serio, aunque no lo creas. Pero dime, he visto fotos de un cierto cachorrito...

—¡Ah, Yeontan! —exclamó Taehyung, sin poder luchar contra la sonrisa enorme que se formaba en su rostro cada vez que pensaba en su cachorrito—. En realidad estaba esperando el momento adecuado para contarte la historia.

—Oh, ¿hay una historia?

—No tienes idea —presumió él con tono dramático—. Mira, sentémonos en aquel banco y más te vale ponerte cómodo, porque esta historia hará que te explote el cerebro.

Namjoon nada más se rió, tal vez pensando que exageraba, pero aún así se dejó caer en el banco y miró a Taehyung expectante, esperando a que comenzara con su relato. Y así lo hizo Taehyung, le contó todo lo que había ocurrido aquella noche en la que había encontrado a Yeontan, Jeon Jungkook y  la hazaña de rescatarlo de dos criminales y llevarlo a casa para curarle las heridas incluida. Más allá de estar en claro desacuerdo con la necesidad de Taehyung de hacer algo tan estúpidamente peligroso como salir solo durante la medianoche y meterse en una pelea en un callejón oscuro para salvar a un desconocido a quien luego llevaría a su casa, su primo elogió la doble buena acción de salvar tanto al cachorro como al chico, además no lo juzgó tanto como Minjae o Jimin lo hicieron cuando le comunicó su intención por forjar una amistad con dicho desconocido.

—¿No te parece una mala idea? —quiso saber.

—¿Debería parecerme una mala idea? —preguntó a su vez Namjoon, rascándose la cabeza con mueca confundida—. Quiero decir, suena un poco sospechoso por cómo lo conociste, pero...

—.... pero también crees que no era lo que parecía, ¿verdad? —finalizó Taehyung, sonriendo cuando Namjoon asintió—. Tengo un buen presentimiento sobre él.

—Supongo que sabes lo que haces.

—La mayoría de las veces, sí —bromeó él.

Después de eso se pusieron de pie para dejar el parque y emprendieron la marcha hacia el paradero. Namjoon pasaría el fin de semana con Taehyung, de modo que subieron juntos al autobús y fueron hablando todo el camino de regreso a casa sobre los planes que tenían para los próximos tres días y para la siguiente visita de Namjoon, para las fechas de navidad y año nuevo. No fue hasta bien entrada la madrugada que ambos se acostaron, Namjoon en el sillón y Taehyung en su propia cama donde Jimin dormía plácidamente con Yeontan (no tuvo el valor de despertar al chico y mandarlo a su casa cuando llegaron y lo encontró dormido, tan lindo abrazando a Yeontan). Luego de hacerse un lugar al lado de su mejor amigo y cubrirse con las mantas, por fin se durmió.

✿✿✿

Estando ya a mediados de diciembre y faltando pocos días para que comenzara oficialmente el invierno, la temperatura bajaba cada vez más. En aquella noche fría de lunes Taehyung regresaba a casa luego de su turno en la pastelería, caminando hacia el paradero a paso lento por las calles nevadas de Seúl y disfrutando la vista de aquella manta blanca que parecía cubrir toda la ciudad, embellecida por las luces navideñas. El viaje de regreso a casa igualmente lo disfrutó mirando por la ventanilla del autobús hacia las casas y negocios decorados, aunque conforme se alejaba de la zona céntrica el espíritu navideño parecía disminuir un poco.

Estaba ya a pocas calles de su parada cuando, todavía mirando hacia afuera, algo llamó su atención. El autobús pasaba por el 7-Eleven cerca de su casa, ese en el que sospechaba que Jeon Jungkook trabajaba, y fue en ese momento que una idea impulsiva (como todas sus ideas, en realidad) se disparó en su cabeza. Luego de haber pasado el fin de semana lamentándose por haber perdido el número del chico, se le ocurrió que tal vez no sería una mala idea simplemente buscar a Jungkook una vez que saliera del trabajo e invitarlo a comer. Todavía estaba más que empeñado en forjar una amistad con él, y lo que quería era ser su amigo, ¿qué mejor manera para lograrlo que pasar tiempo juntos?

Para cuando bajó del autobús estaba más que decidido a llevar a cabo el plan. Fue así que, luego de buscar a Yeontan en la casa de su vecina que muy amablemente lo cuidaba cuando Jimin no podía, entró a su casa y tomó una ducha rápida, se puso ropa abrigada y pronto volvió a salir con su cachorro en brazos rumbo a la tienda. En lo que se hacía la hora dejó que Yeontan jugara un poco en el parque, entonces se acercó al 7-Eleven y aguardó en la puerta, sonriendo cuando divisó a Jungkook en la caja registradora. En ese momento parecía muy concentrado en contar el dinero de la caja, por lo que Taehyung prefirió quedarse afuera para no perturbar al chico mientras terminaba con sus tareas, no fue hasta que lo vio salir del local que se acercó para saludarlo.

—¡Jeon Jungkook-ssi! —exclamó, sonriendo mientras agitaba una mano para llamar su atención.

Le tocó reírse por cómo el castaño se sobresaltó al escucharlo, evidentemente sorprendido. Al notar quién era, Jeon Jungkook se apresuró en dedicarle una respetuosa inclinación de cabeza a modo de saludo.

—No esperabas verme por aquí, ¿eh? —preguntó él con tono juguetón, dándole una suave palmada en el hombro—. ¿Cómo estás?

—Sorprendido —logró decir el chico—. ¿Qué haces aquí? No... eso sonó grosero, no... no era mi intención...

—¿Tienes planes para la cena? —preguntó Taehyung a modo de respuesta, interrumpiendo los balbuceos del contrario—. Vine a invitarte a cenar.

—¿Todavía no cenaste?

—Quería cenar contigo, te hubiera avisado antes pero perdí mi teléfono el viernes —explicó tras negar con la cabeza—. Aún así, me gustaría que pasemos tiempo juntos... ¿a ti no? Se me ocurrió que invitarte a cenar era la excusa perfecta.

Jungkook miró a Taehyung con una expresión en blanco por unos largos segundos, confundido, casi como si no entendiera el hecho de que Taehyung quisiera pasar tiempo con él. A Taehyung le pareció adorable, decidió entonces que ese era el momento de poner su mejor sonrisa para enfatizar lo que acababa de decir y darle confianza a Jungkook, si eso era lo que necesitaba para responder. Después de todo, estaba más que al tanto de que su nuevo amigo era un poco tímido, no le costaba imaginar lo conflictuado que se sentiría ante la propuesta tan repentina y la efusividad habitual de Taehyung.

—¿De verdad no comiste nada todavía? —preguntó Jungkook luego de parpadear varias veces, sorprendido—. ¿Esperaste hasta esta hora?

—Para que veas lo comprometido que estoy con la causa de ser tu amigo, Jungkook-ssi —dijo él, solemne, aunque luego empalideció al darse cuenta de algo—. No me digas que tú ya... ¿comiste algo en la tienda? Ya cenaste, ¿verdad? Debí pensar en eso antes, qué tont-

En ese instante Taehyung había dejado de hablar de repente, porque acababa de suceder lo impensado: Jungkook estaba riendo. Su risita burlona, dulce, incluso contagiosa había interrumpido las palabras de Taehyung, aparentemente muy graciosas a juzgar por el efecto que estaban causando en el contrario. Aunque no terminaba de entender qué tenía de divertido pensar en la posibilidad de que hubiera estado esperando para comer con él, a Taehyung le causó una sensación bonita ver el rostro de Jeon Jungkook iluminándose de esa manera, sobretodo porque tenía una sonrisa muy bonita y porque por un momento sus ojos habían dejado de lucir tan apagados y sin vida.

—No comí nada —dijo entonces Jungkook, todavía sonriendo—. Cenar juntos suena bien.

—Tendré en cuenta que estabas burlándote de mí, Jeon Jungkook.

—No era eso, lo prometo —se defendió el chico, levantando las manos en señal de rendición—. ¿Me das un minuto para avisarle a Yoongi hyung que me demoraré un poco?

Taehyung asintió con la cabeza y, mientras el castaño hacía una llamada, se encontró pensando que todas las advertencias de Minjae sobre no confiar en alguien que apenas conocía no podían aplicarse a Jeon Jungkook, sonaba ridículo incluso pensarlo. Era incapaz de concebir un mundo en el que el castaño no fuera digno de confianza. Al contrario, aquel chico con sus enormes ojos de venado y su simpática sonrisa de conejo no podía ser una mala persona, era imposible. Y si por alguna razón Taehyung llegaba a dudar de eso, apenas Jungkook terminó de hablar se giró hacia él y, todavía sonriente, levantó los dos pulgares para indicarle que estaba todo en orden, un gesto devastadoramente adorable con el que logró derretir un poco el corazón de Taehyung. Luego de aquella muestra gratis de ternura, Jungkook entrelazó las manos y las llevó a su nuca.

—¿Dónde vamos a comer? —preguntó entonces—. No hay muchos lugares abiertos a esta hora...

—Hay una hamburguesería cerca de la residencia universitaria que cierra a medianoche, si te gustan las hamburguesas podemos ir ahí.

—Suena bien.

Con eso decidido, Taehyung bajó a Yeontan (esta vez lo llevaba con una correa) y comenzó a caminar rumbo a la hamburguesería, pronto Jungkook siguió sus pasos sin preguntar nada. Era algo tonto, pero a Taehyung le gustó pensar que Jungkook confiaba en él lo suficiente como para seguirlo por las calles poco transitadas de Gwangjin sin cuestionarlo a pesar de que no se conocían demasiado. No podía negar que le encantaba pensar en la posibilidad de que el tímido Jeon Jungkook confiara en él.

—¿Cómo estuvo el trabajo hoy? —preguntó unos segundos después para no ir en silencio.

—Cansador —contestó Jungkook en un suspiro—. Como todos los días, en realidad.

—Mira el lado bueno, ya casi es navidad —intentó animarlo él—. Imagino que tendrás libre el fin de semana, ¿no?

—No exactamente...

—¿Cómo que no? —preguntó entonces—. ¡Cuando trabajaba en el 7-Eleven tenía libres los días festivos!

—La verdad es que tengo dos trabajos más —admitió el chico—, y me toca trabajar en uno de ellos el lunes por la tarde.

—¿Dos trabajos más? —volvió a preguntar Taehyung, sorprendido—. ¿Dónde trabajas además de la tienda?

—En una cafetería por la mañana y en una gasolinera por la tarde, cuatro horas cada turno.

—¡Vaya! Eso es... mucho.

Jungkook nada más se encogió de hombros, sin agregar nada. Taehyung, a pesar de ser curioso, sabía cuándo debía parar de hablar y supo que ese momento no era el más apropiado para hacer preguntas sobre el horario tan cargado de su acompañante, podría generar una situación incómoda. De todas maneras faltaba solamente una calle para llegar a la hamburguesería, por lo que podía soportar finalizar el trayecto en silencio. No quería incomodar a Jungkook, y estaba seguro de que lo haría si preguntaba demasiado. Sin embargo, para su sorpresa, el silencio no duró mucho y no por falta de voluntad de su parte, sino porque fue Jungkook quien habló a los pocos segundos.

—¿A ti cómo te fue hoy? —preguntó—. ¿Trabajas?

—En una pastelería, sí —respondió él—. ¡Me fue bien! Un poco atareado, tenemos mucho trabajo en estas fechas...

—¿Pasteles de crema para celebrar navidad?

—Una cantidad ridícula de pasteles de crema, sí —confirmó Taehyung, y abrió la puerta de la hamburguesería cuando llegaron.

Jungkook agradeció el gesto inclinando levemente la cabeza y entró al local, seguido de cerca por Taehyung. No había mucha gente además de unos pocos estudiantes aquí y allá, de modo que los atendieron enseguida y no tardaron mucho en entregarles sus respectivas órdenes, además de que los dejaron entrar con Yeontan (siempre y cuando no molestara a los demás clientes). Taehyung se ofreció a pagar por los dos y aunque Jungkook al principio se mantuvo firme en su negativa, logró convencerlo después de insistir un poco y de, muy ingeniosamente, adelantarse y entregarle el dinero a la chica que los había atendido. De camino a la mesa Jungkook protestó por el engaño, ya después de eso empezaron a comer.

—¿Tienes planes para navidad? —preguntó Taehyung, nada más para tener algo de qué hablar.

—Todavía no —contestó Jungkook, llevándose unas cuantas papas a la boca—. No es una fecha que me emocione mucho, honestamente.

—Típico síntoma de adultez, que dejen de gustarte las fiestas —se mofó Taehyung, bebiendo un sorbo de su refresco—. ¿Qué edad tienes?

—Veinte.

—¡Oh!

A Taehyung le sorprendió el dato. No era que Jungkook pareciera mucho mayor ni mucho menor que eso, de hecho aparentaba tener más o menos la misma edad que él si juzgaba su rostro de facciones un poco aniñadas todavía, pero siempre se sorprendía gratamente al encontrarse con alguien menor. Si de por sí Jungkook le causaba ternura y le despertaba ese instinto de querer cuidarlo desde el comienzo, tal vez por la forma tan inusual en la que se habían conocido y por lo tímido que se mostraba en su presencia, ahora que sabía que tenían dos años de diferencia aquel deseo se intensificó a niveles intergalácticos.

—¿No los aparento? —preguntó con timidez Jungkook ante la falta de respuesta.

—Bueno... sí, en realidad sí. Reacciono así porque eres menor que yo, Jungkookie.

—¿Qué edad tienes tú? —inquirió el menor, ahora él era el sorprendido.

—¿De cuántos parezco? —quiso saber—. Pregunta incómoda, ¿verdad?

—Me pones en un aprieto —bromeó Jungkook—. No pareces mucho mayor, en realidad.

—No lo soy —lo tranquilizó él, sonriendo—. Tengo veintidós. Bueno, todavía no, pero los cumpliré el 30.

Jungkook nada más asintió, llevándose más papas a la boca en el proceso. De repente, Taehyung lo veía bajo una nueva luz: todos sus movimientos, sus facciones y gestos le parecían tiernos. Que fuera tímido y torpe ahora le resultaba encantador, porque se imaginaba que al saberse menor su timidez y torpeza aumentarían también a niveles intergalácticos, y la idea era adorable. Pero por el momento no quería torturar al pobre chico, por lo que cambió de tema.

—¿A qué universidad vas, Jungkookie? —preguntó, apoyando los codos en la mesa y acunándose el rostro con las manos—. Imagino que no vas a la Konkuk si no conocías este lugar, todo el mundo en la Konkuk ha comido aquí alguna vez.

Aquello que pensó era un tema ameno para charlar, comprobó rápidamente que no lo era al ver la mueca extraña en el rostro de Jungkook. Supuso entonces que acababa de preguntar algo que no debía. Si desde el primer momento le había parecido percibir el aura azul del menor, como si siempre estuviera triste, en ese instante estaba seguro de que era así, viendo cómo se había transformado la expresión de Jungkook, como si se hubiera desinflado de repente. Y, aunque no miraba directamente a Taehyung, el sonrojo en sus mejillas era evidente.

—A la Sejong —dijo al fin el castaño, su voz mucho más baja que antes, y se aclaró la garganta—. Estaba estudiando diseño gráfico, pero ya no voy... no estoy yendo a clases.

—Oh.

Taehyung se sintió fatal, sobretodo porque notó la profunda tristeza y vergüenza en cada una de las palabras que salieron de la boca del castaño. Por primera vez en su vida, no supo qué decir: se había quedado sin palabras. No era porque a él le pareciera malo el hecho de que Jungkook abandonase los estudios, no era asunto suyo y sabía que a veces las circunstancias podían cambiar, pero algo en la forma en la que el menor había dicho aquello con tanto dolor había dejado a Taehyung paralizado. 

La escena se había congelado más allá de las manos inquietas de Jungkook sobre la mesa. Ninguno de los dos parecía tener intenciones de seguir comiendo y Taehyung no sabía cómo enmendar su error. Sin embargo, Jungkook levantó la vista en ese momento y le dedicó una sonrisa muy sutil, casi invisible, pero reconfortante, como si fuera Taehyung el que necesitaba consuelo y no viceversa.

—Supongo que tú vas a la Konkuk, entonces —dijo de repente—. ¿Qué estás estudiando?

—Medicina... medicina veterinaria —respondió él, la voz ahogada—. En la Konkuk, sí.

—Eso explica mucho —murmuró Jungkook, asintiendo lentamente con la cabeza, y volvió a sonreír.

Antes de que alguno de los dos volviera a hablar, un empleado del local se acercó para avisarles que estaban a punto de cerrar. Al ver que Taehyung no parecía estar en ese lugar realmente, Jungkook se encargó de tirar la basura y pedir una bolsa para guardar lo que había sobrado; recién entonces Taehyung, como un autómata, se levantó y siguió al menor hacia afuera, todo en el más profundo silencio. Una vez afuera se quedaron en la puerta del establecimiento sin mirarse, cada uno en su propio mundo. Taehyung se obligó a regresar a la realidad y romper aquel silencio ensordecedor, no tanto para recuperar el ambiente agradable de antes, sino porque en verdad se sentía mal por causarle tristeza al contrario y arruinar por completo la cena.

—Jungkookie —lo llamó en un susurro tímido, apenas audible—. Lo siento...

—¿Por qué lo sientes? —preguntó el menor, su confusión era evidente.

—Por mencionar el tema de la universidad antes —logró decir Taehyung tras pensárselo por unos segundos, apenado—. No quería incomodarte, fui demasiado curioso.

Jungkook no respondió de inmediato, sino que resopló por la nariz en lo que parecía ser un intento por reprimir una risa. Sus labios se habían fruncido de una forma simpática al ocultar la sonrisa, y aunque ésta no llegó a formarse del todo, había hecho que sus ojos adquirieran un brillo muy particular. Taehyung no entendía qué había de gracioso en esa situación.

—¿Alguna vez te han dicho que eres demasiado amable, Kim Taehyung? —preguntó entonces el chico—. Me imagino que sí —agregó antes de darle tiempo de responder, entonces revisó la hora en su teléfono y se acercó hacia la calle, parando un taxi que se dirigía hacia ellos—. Ya es tarde, deberíamos irnos... podemos pasar por tu casa primero.

Aturdido, Taehyung nada más asintió con la cabeza y agradeció en un patético susurro al menor cuando éste le abrió la puerta del vehículo antes de subirse. Pasados unos pocos minutos, luego de un viaje silencioso que a Taehyung le pareció eterno, el auto se detenía en la puerta de su casa.

—Déjame pagarlo —medio pidió medio ordenó Jungkook al notar que Taehyung se llevaba la mano al bolsillo, en busca de la billetera—. Ya pagaste por la comida, me toca a mí ahora.

Normalmente Taehyung ignoraría aquello y le dejaría el dinero a mano, pero en ese momento se sentía incapaz de contradecir a Jungkook o de negarse a cualquier cosa que el menor pudiera decir. Después de haberlo avergonzado al mencionar todo el asunto de la universidad, sabía que no dejarlo pagar podría herir aún más su orgullo y eso era lo último que quería. Fue por eso que decidió resignarse y concederle eso, al menos. Aún así, no perdió el tiempo y le dedicó una sonrisa, la más sincera y cariñosa que tenía, porque empezaba a sospechar que ese chico de mirada triste merecía y necesitaba toda la sinceridad y cariño del mundo.

—De verdad lamento el comentario tan desafortunado que hice hoy —insistió, inclinando levemente la cabeza—. No sé muy bien cómo, pero prometo compensarte.

—No tienes que...

—¡Buenas noches, Jungkookie! —se apresuró en decir, bajándose del taxi e inclinándose para saludarlo—. ¡Espero verte pronto!

Y así, dejando al menor con las protestas atoradas en la garganta, corrió hacia su puerta y se metió rápidamente a casa. Ahora entendía, al menos un poco, por qué Jungkook tenía siempre esa mirada tan triste. Aunque no lo sabía, no le costaba imaginarse que el menor estaría pasando por un momento difícil: la paliza de la otra vez, los tres trabajos, la imposibilidad de estudiar... algo sucedía y Taehyung acababa de decidir que no podía quedarse de brazos cruzados. Fuera lo que fuera que estaba sucediéndole a Jungkook, Taehyung estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible para ayudarlo a solucionarlo. 

—Tenemos una misión muy importante ahora, Tannie —le dijo a su mascota mientras le quitaba el collar, dejándolo libre para correr por la casa—. Jeon Jungkookie nos necesita...

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