O1
Advertencia: violencia, sangre.
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Entre las muchas cosas imprudentes que Taehyung podría haber hecho salir solo cerca de la medianoche debía de ser, probablemente, la peor de todas. Caminar por las calles frías y solitarias de Seúl a comienzos de diciembre, durante los últimos vestigios del otoño, no era lo más inteligente por hacer y sin embargo eso era exactamente lo que hacía. Claro que no había salido de la comodidad de su hogar sin razón (no era un chiflado, después de todo), sino que tenía un muy buen y válido motivo para haber dejado su libro a medio leer y su té sin beber, tomar un abrigo y salir rápidamente de la casa para dirigirse a la dirección en la que, según le habían indicado, alguien había abandonado a un cachorrito esa misma tarde. Taehyung nunca dejaría desamparado a un animal que necesitara ayuda.
Por esa sencilla razón era que Taehyung ahora se encontraba caminando de regreso a su casa, luciendo como un pordiosero con su pijama a rayas, calzado a medio poner y un suéter un poco demasiado grande, cargando un bolso medio abierto en el cual llevaba al pequeño animal. Sí, definitivamente era algo imprudente, pero Taehyung sabía muy bien que salvarle la vida a un perrito era algo de lo que nunca se arrepentiría; si acaso le quedaba alguna duda, confirmaba una vez más que valía la pena al mirar hacia abajo y encontrarse con aquella naricita húmeda sobresaliendo del bolso, olisqueando con curiosidad el viento fresco de la noche.
—Ya casi llegamos, ángel —le iba diciendo al perro—, mi casa está muy cerca de aquí. ¿Tienes hambre? —preguntó en cuanto el can soltó un quejido—. No te preocupes por eso, te daré unas croquetas deliciosas apenas lleguemos, ¿de acuerdo?
A pesar de la loca hazaña, en verdad se encontraba a menos de cuatro calles de su casa y una vez que llegaran podría asegurar con total confianza que la operación de rescate había sido un completo éxito... o eso pensaba, el tonto idealista, hasta que llegó al restaurante chino que quedaba a dos calles de su casa y del que se decían ciertas cosas que le helarían la sangre a cualquiera. Pasando por el callejón que se encontraba justo al lado de dicho restaurante, el estruendo de algo chocando contra la persiana trasera interrumpió el silencio nocturno y, en efecto, a Taehyung se le heló la sangre.
Taehyung era bastante conocido por tomar decisiones estúpidas siguiendo sus impulsos y esa vez no sería diferente: en lugar de acelerar el paso y correr a la seguridad de su hogar como la razón le dictaba que hiciera, se adentró en el callejón y se escondió detrás de un contenedor de basura, dejando el bolso por un momento en el suelo mientras escuchaba la conversación que se desarrollaba en aquel lugar infame. Incluso sin tener la historia completa, logró adivinar que alguien estaba en problemas y lo confirmó al asomarse a mirar, encontrándose en la escena a dos encapuchados del tamaño de gorilas arrinconando a un chico que no era ni la mitad de grande.
—¿Nos crees idiotas, niño? —gruñó uno de los encapuchados, tomando al chico del cuello de la camiseta—. No hagas locuras, podría costarte caro.
—Ya les dije que no tengo el dinero —escupió el chico, removiéndose hasta librarse de su agarre—. Además, no debería tenerlo hasta final de mes.
—Realmente te crees valiente, ¿eh? —farfulló el segundo encapuchado—. No debiste decir eso.
La persiana volvió a crujir estruendosa cuando el sujeto tomó al chico de los brazos y lo arrojó con violencia contra ella, aunque ese fue apenas el comienzo de la pelea. Taehyung contuvo el aliento al observar cómo los dos encapuchados comenzaron a empujar y golpear al chico, que, a pesar de dar fiera batalla para defenderse, se encontraba en clara desventaja y estaba recibiendo una horrible paliza. Viendo aquel lío de patadas, puñetazos e insultos, su mente se puso a toda velocidad a idear un plan para ayudarlo a escapar y detener esa injusticia; aunque no conocía a aquel chico y no tenía idea de por qué estaba metido en ese problema, no podía permitir que esos dos bravucones se salieran con la suya.
En cuanto el encapuchado #1 estrelló su puño contra la mejilla del chico, Taehyung decidió que no podría idear un plan con lo asustado que estaba y con el poco tiempo del que disponía, y ya había descartado llamar a la policía o salir en busca de ayuda: el chico que estaba siendo golpeado no podía darse el lujo de esperar a que alguien más llegara. Siendo así, lo único que Taehyung podía hacer en ese momento era actuar sin un plan e intervenir él mismo, porque aunque sabía que eso iba a salir muy mal, confiaba en lo que su instinto le dictaba que hiciera. Luego de tomar una profunda bocanada de aire y tras asegurarse de que el cachorro estuviera bien oculto y sin posibilidades de escaparse del bolso, se armó de valor y abandonó la seguridad de su escondite, corriendo hacia los matones.
—¡Oigan, ustedes dos! —gritó, colgándose de la espalda de uno de los tipos—. ¡Déjenlo en paz!
La escena parecía haberse congelado por un instante, el tiempo que le tomó a los dos sujetos reaccionar y dirigir su ira hacia Taehyung. Él se aferró al gigante pasándole un brazo alrededor del cuello y comenzando a golpearle la cabeza con la mano libre a la vez que intentaba patearle los costados en un intento desesperado por causarle algo de daño, todo eso mientras el otro encapuchado se había asignado la tarea de bajarlo de la espalda de su compañero y jalaba de su ropa, su cabello, sus brazos o lo que pudiera alcanzar. Ambos gruñían y maldecían a Taehyung en el proceso. Entonces, el tipo del que se sujetaba arremetió contra la pared de espaldas, haciendo que él se golpeara contra esta y quedara sin aliento. Aunque había pensado que duraría más de diez segundos, eso fue todo lo que Taehyung aguantó antes de aflojar el agarre y finalmente caer al suelo.
—¿Quién demonios eres? —vociferó el sujeto, sobándose el cuello—. ¿Estás loco?
—¡Jeon desapareció! —exclamó el otro tipo, llamando la atención de ambos—. ¡El maldito niño escapó!
Taehyung sabía que estaba a punto de recibir la golpiza de su vida, pero en su corazón supo que valdría la pena si el chico había logrado escapar. Aprovechó esos pocos segundos de confusión para recuperar el aliento, sentándose contra la pared mientras se llevaba una mano a un costado, donde más le dolía, y caía en la cuenta de que ahora no tenía oportunidad de escapar. Resignado, deseó que sólo lo golpearan un poco y lo dejaran ir, aunque no era tan iluso como para creer que la sacaría tan fácil.
—Tú —gruñó el encapuchado #2, tomándolo del cuello del suéter—, vas a pagar.
Con un movimiento rápido, el sujeto levantó a Taehyung del suelo como si pesara lo mismo que una pluma y tal como habían hecho con el chico de antes, lo empujó contra la pared. Taehyung cerró los ojos a la espera del primer puñetazo que nunca llegó, sino que de repente el agarre sobre su ropa desaparecía al mismo tiempo que algo caía a sus pies. Cuando volvió a abrir los ojos se encontró con el chico —Jeon, asumía— parado frente a él, sosteniendo una botella rota, y en el suelo entre ambos estaba el encapuchado aparentemente inconsciente. Detrás del chico estaba el otro encapuchado, que se encontraba también tirado en el suelo soltando quejidos de dolor mientras se sostenía sus partes.
—¿Acaso los golpeast-
—Vete —ordenó Jeon, sin darle tiempo a hablar—. Vete ahora mismo.
—¿Tú no vien-
—¡Rápido, antes de que se levanten! —insistió el contrario—. ¿Quieres morir o algo así? ¡Tienes que irte!
Taehyung asintió frenético con la cabeza, aunque permaneció parado ahí como todo un tonto, mirando al chico con incredulidad. El muchacho parecía estar a punto de insistir una vez más, pero no hizo falta pues en ese momento Taehyung desvió la mirada y notó que uno de los matones intentaba incorporarse y bien sabía que si eso pasaba ya no podrían salvarse, ni él ni el tal Jeon. Entonces, en un acto de pánico, tomó la mano ajena y se apresuró a salir del callejón, arrastrando al chico con él. El otro forcejeó para soltarse pero Taehyung se aferró a su muñeca mientras recuperaba el bolso con el perrito y sin importarle mucho lo que el castaño quisiera empezó a correr a toda prisa hacia su casa. No acababa de arriesgar la vida por ese chico de esa manera para luego simplemente abandonarlo a una muerte segura, pensaba sacarlo de allí a la fuerza si hacía falta.
—¡Vivo cerca de aquí, sígueme! —le gritó mientras doblaban la esquina—. ¡Y aguanta, te curaré las heridas!
✿✿✿
Cuando decían que todavía quedaba gente buena en el mundo Jungkook no solía creerlo, pero en ese momento ya no estaba tan seguro, se encontraba dudando de si acaso no sería cierto. Unos minutos atrás estaba a punto de recibir la paliza del siglo y ahora, de repente, estaba corriendo junto a un desconocido que acababa de salvarle la vida sin una verdadera razón. Si eso no era bondad, sólo podía ser locura... y en el fondo, quería creer que era la primera; le gustaba pensar que existía alguien así de amable como parecía serlo ese chico. Sin importar lo que su experiencia del pasado le decía, la posibilidad de haberse topado con alguien bueno de corazón era esperanzadora.
De todas maneras, no quería ni podía bajar la guardia tan rápido. El muchacho bien podía ser su ángel guardián recién caído del cielo para protegerlo del mismísimo diablo, Jungkook sabía que confiar en cualquier persona sería imprudente, especialmente si esa persona era un extraño que se metía en peleas callejeras entre matones y salvaba a tontos como pasatiempo. Por lo que sabía, aquel chico podía trabajar para los tipos de antes, o podía ser un ladrón, un lunático o cualquier cosa. Para el caso, no podía confiarse.
—Es aquí, ya llegamos —anunció entonces el chico, deteniéndose frente a la única puerta de toda la calle que tenía un ornamento navideño, mientras sacaba la llave de un bolsillo—. Y perdona el desorden, pero te imaginarás que no esperaba visitas.
Jungkook le restó importancia sacudiendo una mano y mientras el chico abría la puerta se apoyó contra la pared para recuperar el aliento y hacer un recuento de daños, que no eran pocos. Sabía a ciencia cierta que tenía el rostro hinchado, le habían dado debajo del ojo y sobre el labio, también en la nariz, y le dolían como el infierno el estómago, los costados y la espalda. Aún así, no era tan malo y definitivamente podría haber sido mucho peor, no creía tener nada roto, al menos.
Por un momento contempló la idea de seguir corriendo, escaparse y ponerse a salvo, porque él no conocía a ese chico y entrar a su casa sería estúpido. Sin embargo, no tuvo tiempo de intentarlo pues el contrario volvió a tomarlo de la mano y lo obligó a entrar ni bien abrió la puerta, poniendo llave ni bien estuvieron los dos adentro, encerrándolo allí en un santiamén. Y aunque Jungkook sabía que debía ser cauteloso, estaba tan cansado y adolorido que no tuvo la fuerza de voluntad para rechazar la ayuda del chico, que en ese momento abría el bolso y... ¿y dejaba salir a un perro de él?
—¡Bienvenido a la familia! —exclamó el chico, acariciando detrás de la oreja al animal—. Esta será tu hogar a partir de ahora, ¿te gusta? —El perro, por supuesto, no respondió; él igualmente lo dejó en el suelo antes de girarse hacia Jungkook—. No tengo mucho para ofrecerte, pero... ¿quieres un vaso de agua o de leche? ¿Algunos snacks, galletas, algo?
—Estoy bien —murmuró Jungkook tras negar con la cabeza—. Pero puedo... uh, ¿dónde está el baño?
—Por allá, la puerta sin dibujos —le indicó el chico, señalando un pequeño pasillo pasando la sala—. Buscaré el botiquín mientras tanto.
Jungkook asintió fugazmente con la cabeza e hizo una leve reverencia antes de dirigirse al baño, la menor muestra de respeto que podía ofrecerle al chico que acababa de salvarle la vida. Una vez en el pasillo divisó la puerta sin dibujos enfrentada a otra llena de garabatos, entonces entró al baño y se encontró consigo mismo en el espejo. No le gustó lo que vio. El feo tono morado creciendo alrededor de su ojo, una mejilla hinchada y el labio partido, marcas horribles como trofeos que no quería exhibir, pero poco podía hacer además de resignarse ante la imagen que le devolvía el reflejo. Afortunadamente su imagen mejoró un poco luego de enjuagarse la cara con agua fría y se sintió mejor, aunque las heridas todavía le ardían, porque sacarse toda esa sangre seca del rostro lo hizo sentirse más como un humano y menos como un monstruo. No se atrevió a quitarse la chaqueta y la camiseta para revisar su abdomen pero se imaginaba los varios hematomas incipientes que encontraría en caso de hacerlo; en cambio, salió del baño para chocarse en el pasillo con el dueño de casa saliendo de la otra habitación.
—Lo siento —pronunciaron al mismo tiempo, Jungkook bajando la vista y el chico soltando una risita antes de volver a hablar—. Volvamos a la sala, ya encontré el botiquín.
Jungkook asintió y se hizo a un lado para dejar pasar al muchacho, luego lo siguió hasta la sala y tras recibir su orden se sentó en el sillón, donde ya se había acomodado para dormir el perro que venía en el bolso. Había decidido que se dejaría curar y luego pediría un taxi, porque todavía no confiaba del todo en el muchacho pero negarse sería grosero después de lo que había hecho el desconocido por él. Ante el hecho, tampoco le vendría mal la ayuda.
—No parece tan malo ahora que te lavaste —dijo el contrario, sentándose junto a él con una caja blanca en el regazo—. Permiso, ¿sí?
Por instinto, Jungkook se echó hacia atrás en cuanto el chico se aproximó demasiado a su rostro y lo tomó de la mandíbula para examinarlo de cerca.
—Tranquilo, cariño —se apresuró a decir el muchacho, aflojando el agarre hasta ser apenas un débil roce—. Lo haré con cuidado, pero avísame si te hago daño.
Una vez más, Jungkook asintió con la cabeza. Sabía que había enrojecido, sentía las mejillas y las orejas calientes, pero eso era porque no estaba acostumbrado a tener a nadie tan cerca, sobretodo a nadie tan bonito como aquel chico. Estaban tan cerca que podía sentir el rastro débil de su perfume frutal y notó todas sus facciones delicadas y masculinas, desde las pestañas largas hasta el lunar en la nariz, pero antes de que pudiera seguir escudriñándole el rostro el chico (que también estaba haciendo lo mismo, probablemente examinando sus heridas) se apartó para tomar algo del botiquín. Jungkook tragó saliva, regresando de aquel extraño trance en el que había entrado sin notarlo. Ante la mirada atenta de Jungkook, su anfitrión sacó una pomada de la caja y se colocó un poco en una mano, luego pasó el índice y lo acercó al rostro de Jungkook.
—Creo que con esto y hielo estarás bien —anunció entonces—. Te voy a pasar la pomada ahora, tal vez te arda un poco.
Tal como había dicho, se dispuso a esparcir la crema algo fría sobre el labio de Jungkook. No le resultó tan malo, apenas ardía un poco, pues el chico tenía manos suaves y un tacto delicado; por un momento Jungkook se preguntó si acaso ya habría hecho algo así antes. Cuando el muchacho terminó y murmuró algo sobre ir a buscar hielo, el teléfono de Jungkook comenzó a vibrar en su bolsillo.
—Mi teléfono —balbuceó, la voz un poco ahogada, ante lo cual se aclaró la garganta antes de volver a hablar—. Mi teléfono está sonando.
—Oh, por supuesto, sí. Yo iré a la cocina por el hielo —dijo entonces el chico, poniéndose en pie y perdiéndose de vista a la vista que Jungkook atendía.
—¿Hola?
—Jeon Jungkook, ¿dónde rayos estás? —gruñó la voz de su mejor amigo al otro lado, sonaba molesto—. Me dijiste que venías antes de medianoche.
—Yoongi hyung —murmuró él, maldiciendo mentalmente—. Lo siento. Estaba yendo, pero... uh, algo pasó en el camino.
—¿Qué pasó? —preguntó Yoongi, sonando ahora más preocupado que otra cosa—. ¿Estás bien?
—Es complicado de explicar —se oyó decir, dudando de qué tan honesto ser por teléfono y en casa ajena—. Mh, querían... dinero...
—Dios, Jungkook, ¿estás bien? —inquirió el mayor, sin darle tiempo a terminar de armar el concepto, la angustia vibrando en su voz—. ¿Dónde estás? Iré a buscarte enseguida.
Jungkook suspiró, lamentándose por molestar más de la cuenta a Yoongi. Tras acercarse a la cocina donde el dueño de casa permanecía, claramente dándole privacidad para hablar por teléfono, para preguntarle su dirección, le indicó la misma a su amigo, quien prometió estar allí en menos de diez minutos antes de cortar la llamada. Luego de esto, el muchacho le dio a Jungkook una bolsa congelada para que se la colocara en el rostro.
—Esos tipos quisieron robarte, ¿verdad? —soltó de repente el chico, interrumpiendo el silencio, a lo que Jungkook lo miró culposo—. Dicen que ese callejón es peligroso, parece que es cierto.
—Parece que sí.
Era más simple dejarlo creer eso, en verdad.
—¿Puedo preguntar qué hacías solo por ahí a estas horas?
—¿Qué hacías tú solo por ahí a estas horas?
—Touché —dijo el chico, sonriendo sin enseñar los dientes—. Una pregunta menos personal entonces, ¿cómo te llamas? Yo soy Kim Taehyung, por cierto.
Jungkook dudó antes de responder, no sabía si quería decirle su nombre al desconocido, ni si quería saber el suyo. Estaba bastante seguro de que, aunque el tal Kim Taehyung acababa de salvar su vida, nunca más volverían a verse. ¿Qué sentido tenía? Justo cuando estaba por decirle cualquier cosa, el timbre de la casa sonó, anunciando la llegada de Yoongi. Kim Taehyung sonrió nuevamente y se dirigió a la puerta, seguido de cerca por Jungkook, en cuanto la abrió reveló la figura menuda de Yoongi, que apenas le prestó atención por buscar a Jungkook con la mirada. Él se apresuró en llegar a su lado, odiando la angustia que reflejaban los ojos de su amigo, pero igualmente se mantuvo el silencio al salir junto a él, caminando hasta la scooter del mayor.
No supo bien por qué, pero antes de colocarse el casco se volteó a mirar. Kim Taehyung seguía parado en la puerta, mirando con ojos curiosos y los labios ligeramente abiertos con el perro de antes parado entre sus piernas, asomándose a mirar también.
—Espera, hyung —murmuró Jungkook, regresando sobre sus pasos hasta quedar frente a Kim Taehyung—. Jeon Jungkook, así me llamo. Gracias por todo.
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