3
Melek respiró hondo mientras observaba su reflejo. Sabía que ver a Mehmed no sería fácil, pero intentaba entenderlo, justificándolo en su mente para calmar sus propios nervios. Había escuchado cómo había tomado decisiones terribles, cómo el peso del poder lo había obligado a elegir entre su vida y la de sus hermanos. "No es maldad", pensaba, "es el destino de un sultán". En su posición, cualquiera habría hecho lo mismo.
Mehmed no era simplemente "El Cruel" por deseo propio, sino porque la corona lo exigía. Para mantenerse en el trono y evitar el caos, debía cortar cualquier raíz que amenazara su autoridad. Había sacrificado lo más querido por la estabilidad del imperio. "Es un hombre que lleva una carga pesada, una que pocos entenderían", se repetía, buscando en esos pensamientos una razón para no temerle, para verlo más allá de su reputación.
Ella sabía que esa noche no solo debía ofrecerle compañía, sino también consuelo, mostrarle que, aunque sus manos estuvieran manchadas de sangre, aún había redención para su corazón.
—Atención, la madre sultana.
Las mujeres, temerosas, inclinaron la cabeza en señal de respeto, la presencia imponente de la sultana dominaba la estancia, y su silencio era más elocuente que cualquier palabra. Desde su posición, sus ojos recorrieron a Melek de arriba abajo.
—Te ves hermosa —repitió Hurrem, pero esta vez su tono fue más suave, casi maternal.
Melek bajó la cabeza en señal de respeto.
—Gracias, mi sultana.
Hurrem la observó con una mezcla de expectativa y cautela. Había puesto mucho en juego con esta joven, pero sabía que la belleza por sí sola no sería suficiente para conquistar a Mehmed.
—Escúchame bien, Melek —dijo Hurrem, acercándose un poco más.—Debes ser inteligente, no solo hermosa. A veces, es mejor ser silenciosa, observar sus reacciones, entender lo que realmente necesita. Mehmed desconfía de todos... pero si logras hacerle creer que eres su refugio, su confidente, quizás empieces a ablandarlo.
Hurrem hizo una pausa, midiendo sus siguientes palabras.
—No intentes desafiarlo ni corregirlo de inmediato. Hazlo creer que todas las decisiones que tome son suyas, aunque tú las guíes. Los hombres poderosos no soportan sentir que los controlan... pero un buen consejo en el momento adecuado puede cambiarlo todo.
Melek asintió lentamente.
—¿Y si se cierra a mí, sultana? ¿Si no me deja acercarme?
Hurrem esbozó una leve sonrisa, llena de sabiduría y experiencia.
—Es un hombre, Melek. Y todos los hombres, incluso los más crueles, tienen debilidades. Encuentra las suyas, ya sea su soledad, su deseo, o su nostalgia. Si puedes ofrecerle lo que le falta, estarás un paso más cerca de ganártelo.
Melek se mordió el labio, sintiendo la responsabilidad que Hurrem había depositado en ella.
—Recuerda esto: no te limites a ser otra concubina en su cama. Sé la que lo comprenda, la que lo apoye, la que vea más allá del sultán que todos temen.
Melek fue guiada por las criadas a través de los largos pasillos del palacio, cada paso que daba la acercaba más al destino que la sultana Allah había dispuesto para ella. Sentía su corazón latir con fuerza, no de emoción, sino de un temor que crecía conforme se aproximaba a los aposentos del sultán Mehmed. Las luces de los candelabros proyectaban sombras temblorosas en las paredes, y con cada crujido de sus sandalias, sus pensamientos se volvían más oscuros.
Había escuchado las historias. Mehmed, el Cruel, le llamaban algunos. Un hombre que había llegado al trono sacrificando todo, incluso a su propia sangre. Recordó la advertencia de Hurrem: "Si fallas, conoces tu destino." Pero Melek no podía permitir que el miedo la dominara, no ahora. Esto era su única oportunidad para destacar, para no ser otra sombra más entre las mujeres del palacio.
Al llegar a las puertas de sus aposentos, las criadas la ayudaron a acomodarse. La fragancia del incienso era intensa, casi sofocante. Sabía el protocolo; debía arrodillarse y esperar pacientemente a que el sultán llegara. Sus rodillas tocaron el frío suelo, y bajó la mirada, tal como le habían enseñado. El silencio de la habitación la envolvía, amplificando el eco de su propia respiración.
Mientras esperaba, sus pensamientos no cesaban. ¿Qué tipo de hombre enfrentaría esta noche? Se repitió las palabras de Hurrem, intentando encontrar algo de seguridad en ellas. "Encuentra sus debilidades." Pero, ¿cómo hacerlo cuando el hombre ante ella había matado a sus propios hermanos sin pestañear?
De repente, las pisadas del sultán se hicieron más próximas, y el aire en la habitación pareció volverse más denso. Mehmed había llegado. Sintió su presencia incluso antes de verlo. Sus pasos resonaron firmes en el suelo de piedra, y aunque no podía verlo, sabía que su mirada la observaba detenidamente.
—Levanta la cabeza —ordenó Mehmed, su voz profunda y firme, cargada de autoridad.
Melek tragó saliva y obedeció lentamente, elevando su rostro hasta que sus ojos se encontraron con los de él. Y lo vio.
Mehmed era un hombre de rostro hermoso, con rasgos definidos y una barba bien cuidada, pero había algo en su mirada que helaba la sangre. Sus ojos, oscuros y penetrantes, estaban llenos de furia contenida, como si cada momento fuese una lucha para no desatar la tormenta que llevaba dentro. Su ceño fruncido le daba un aspecto amenazante, y aunque su belleza era innegable, había en él una intensidad que aterrorizaba.
No se movió, solo la observó desde su posición imponente, su rostro una mezcla de nobleza y crueldad. El silencio entre ellos era ensordecedor, y Melek sintió que cada segundo bajo su mirada se alargaba una eternidad.
—Majestad.—Habló sin pensarlo, quizás los nervios la habían impulsado o la indignación de que Mehmed no parecía fascinado por su belleza.
—He visto muchos rostros arrodillarse ante mí.—comenzó.—No te sientas especial por compartir mi cama esta noche, no eres especial entre todas mis mujeres en el harem.
Melek podía sentir la intensidad de su presencia, el peligro latente en cada uno de sus movimientos. Finalmente se levantó quedando cara a cara con aquel hombre.
—Si haz venido aquí como cómplice de la sultana, déjame decirte que he visto a mujeres más inteligentes y hermosas que tú fracasar, a hombres más fuertes arrodillarse antes de morir. —Se inclinó un poco, acercando su rostro al de ella, sus ojos perforando los suyos—. Todos creían poder ganarme, y todos cayeron.
Melek escuchó y analizó cada palabra, quizás su respuesta podría costarle el cuello en aquella situación. ¿El sultán estaba desquitando la ira que tenía en contra de su madre con ella?
—Mi sultán, mi única intención al estar aquí con usted es darle mi compañía...—Habló cuidadosa en cada palabra.—Solo quiero hacerlo feliz esta noche... Que olvide todo lo que lo molesta, incluso las personas que lo rodean.
Mehmed no dijo una sola palabra más, aquella noche fue la primera vez en la que Melek estaría con un hombre y lo que alguna vez pensó que sería algo hermoso. Se convirtió en una tortura recordándole que en aquel palacio no era más que una simple esclava que solo estaba ahí para complacer al sultán y darle hijos. Lo que imagino sería algo lleno de amor, ternura se marchitó cuando Mehmed se adueñó de su cuerpo sin compasión alguna, aún así Melek no emitió ningún ruido, sus lágrimas fueron la única evidencia del inicio de su martirio e historia con el sultán cruel.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top