1/No quiero decepcionarte...
『𝐈』
https://youtu.be/-Z8xVQ8u8Rc
El reloj proyectado en sus retinas desvelaba su estado en decadencia, transformándose en una desesperada carrera contra el reloj. A medida que esperaba el momento a descender hacia el imponente edificio de renombre en Night City, la torre Arasaka, su entorno se volvía difuso, como si una neblina se apoderara lentamente de su cabeza.
El tiempo se acababa, y su cometido era entrar (Por la fuerza) a ese lugar que, en breves instantes se convertiría en un infierno en la tierra.
El helicóptero llegó finalmente, nadie tomó esto como una intrusión hostil, al contrario, lo consideraron de lo más monótono.
—Confirmando llegada del señor Tanaka —habló un guardia por la red mientras sus pupilas brillaban. Avistó al mencionado por medio de un ventanal en uno de los pisos inferiores—. Oye viejo, ya que es tu ultimo día, ve y recibe al jefe, no estoy de humor para besarle los zapatos a un puto Corpo.
—Son todos unos ineptos —contestó «El viejo»— Sigo aquí porque pusieron mi nombre en el turno de medianoche antes de que marcara mi hora de salida ¡Solo los corpos le daría doble turno a alguien que está por jubilarse! —Cambió su ruta hacia el ascensor—. Me invitaras una neuro luego de esto. Estoy en el penúltimo piso, voy en camino.
El pasajero del helicóptero sacó su cuerpo por la compuerta con solo un pie dentro y la mano sujeta al techo.
—¡Aún hay tiempo de dar marcha atrás! —gritó el conductor, Crispin Weyland—. Rogue ya recibió el dinero, a nadie le importaría perder unos miles por conservar la vida en lugar de caer en las manos Arasaka.
El sujeto parecía hablar con una ilusión, una que no contestó ni con un simple gesto.
—De acuerdo, es tu funeral, me encargaré de que tu trago lleve bien escrito tu nombre, amigo.
La hélices giraban sobre su cabeza casi cortando su cabello; por su parte, estaba ansioso por poner el pie en el suelo, así que se dejó caer desde antes de tiempo. El concreto se cuarteó bajo su inhumano peso.
Observó el firmamento sin habla, unas palabras se escucharon en su oído, inentendibles, distantes, sin importancia, nada lo tenía, a fin de cuentas, todo lo había perdido en aquel instante.
La ciudad por la noche era hermosa, llena de luz y una fantasiosa utopía para alguien que ha perdido la cabeza ante la ciudad de los sueños, por un momento, se vio a sí mismo en la carretera, era de día, caluroso, quiso dar un paso tras de sí mismo, pero se detuvo volviendo a sus cabales, dándose cuenta de que estaba precipitado a una caída desde el rascacielos. Agachando su cabeza tras sentirse desilusionado.
Debajo de sus pies está el edificio Saka (Como algunos rencorosos le llamaban), todo Arasaka a sus pies, lo volvían tan omnipotente. Las personas ahí dentro, desde civiles, investigadores, corpos y la seguridad misma, nadie se imaginaba de su intromisión en aquel lugar. La llegada de un invitado especial en el helipuerto lo había hecho pasar desapercibido por unos instantes, ya que el verdadero Tanaka, llevaba varios días muerto.
—Por desgracia es solo otra noche aburrida en la gran Corpo, viejo —otro de los guardias se refirió al hombre jubilado, cuando este estaba por llegar al ascensor—. Lástima que tu última noche no tenga ni una pizca de emoción, no pasa nada de otro mundo desde lo de Silverhand.
—Me dijeron que podía renunciar a la mitad de mis regalías si quería irme a casa a escuchar a mi mujer hablar sobre sus compras en línea. —Se echó a reír—. ¡Adivinen que elegí! Una noche en la torre Saka es más tranquila que escuchar a esa bruja.
—¡Ey, ey! ¡Así es la vida! Si quisiéramos «emoción» —se unió a la conversación otro de ellos—habríamos preferido ser uno de esos mercs que estiran la pata antes del almuerzo.
—Correcto, es lo que pasa por elegir la vida de un guardia asalariado.
El viejo para mañana estaría jubilado, por lo general el trabajo era la misma mierda de siempre; en todo caso, hoy venia una persona conocida por sus generosas propinas. Pensaba cumplir con su rutina de revisar el helipuerto, inclinar la cabeza y quizás recibir unos edis (La moneda de este mundo) por ser el primero en recibirlo.
Absorto en las ganas de dejar ese trabajo lo antes posible, subió en el ascensor, hasta que el ding dio apertura a las puertas, avanzó apenas cuatro pasos fuera del ascensor, hasta notar a un enorme sujeto viendo a la nada, a medio pasillo de distancia.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo has llegado aquí?! —exigió olvidando apagar las comunicaciones.
—¿Otra de tus bromas? —inquirió un guardia—. Todos sabemos que ni siquiera un ciberpsicópata vendría hasta...
Entre ellos era una broma usual, «Ey, tengo un ciberpsicópata con una escopeta saliéndole del culo», «Un ciberpsicópata me ha traído una zorra» y cosas por el estilo. El primer compañero en reaccionar se rascaba la mandíbula con la boca de su arma pensando en ello, hasta que la señal del viejo captó algo más que solo su voz.
Con los años encima, llevaba implantes que dejaría en ridículo a un atleta de clase mundial en el apogeo de su carrera. Pestañeó y al otro instante lo tenía enfrente, el intruso levantó su mano hasta quedar con la boquilla de su implante de cañón de su antebrazo en la clavícula del guardia.
—Fin del camino.
Ese no era Tanaka.
Un segundo bastó, no hubo tiempo para desenfundar, correr o rezar, al otro instante, el ascensor chisporroteó debido al daño recibido en el sistema; dentro, todos se había cubierto de un rojo tal si fuese pintura abstracta. El gran hombre entró aplastando al cadáver con una bota y un ojo con la otra. Oprimió un botón, y al hacerlo, el ascensor hizo ruido y cayó.
El sistema lo redirigió automáticamente hasta el piso de la arboleda bajo techo de Arasaka, no de la forma convencional, una plancha de metal recibió al ascensor para evitar que terminara en el subsuelo, los que estuvieron presentes, casi sufren un infarto al escuchar el estruendoso impacto y la nube de polvo que se propagó alrededor. La iluminación cambió al instante que las alarmas se dispararon.
«Se ha colado un ciberpsicópata en las instalaciones», Anunciaban las alarmas «Todo el personal dirigirse a la jungla y aniquilen al intruso».
—¡¿Qué demonios ha sido eso?! —gritó a punto de cagarse encima un guardia que apenas llevaba dos días trabajando en la Torre Saka—. ¡El trabajo más fácil del mundo mis pelotas! —Desenfundó su arma, corrió hasta la fuente del alboroto y antes de adentrarse en el polvo se aproximó lentamente. Pronto, más de los suyos se unieron a él.
—Esto es malo, muy malo —afirmó uno de ellos, el grupo comenzó a rodear el área escondida tras la estela de polvo.
—Es solo un loquito —reafirmó el novato— estoy seguro de que entre todos podemos someterlo.
—No lo entiendes novato... para que un ciberpsicópata logre llegar hasta aquí, es porque... —sin darse cuenta, una luz ascendió, y luego descendió en un destello veloz hasta impactar con el guardia que hablaba. Era una granada incendiaria. Al instante se prendió en llamas, el pobre diablo se sacudía desesperadamente sin poder liberarse de los químicos inflamables.
El novato regresó la mirada hasta la nube de polvo, nada, hubo cero movimiento, era una lástima que no tuviera ojos en la espalda, ya que el intruso se movió a tal velocidad que rápidamente se posicionó detrás de ellos y les reventó la cabeza de un tiro a cada uno.
A sobra de tiempo del efecto de su implante, el Sandevistan, recargó su arma sin mayores preocupaciones. Pasado de eso, todo el piso en el que estaba, que era un bosque bajo techo, se llenó de agentes especializados de Arasaka.
El primero en dar con el intruso se llevó el primer conteo de asesinatos, a manos de una garra mantis que sobresalió de su antebrazo, fue tal que atravesó medio tronco hasta llegar al guardia y dividirlo en dos.
De esta forma se adentró en el bosque siendo llevado de forma inconsciente hasta las escaleras, de donde salían más y más guardias como si fuese una colonia de hormigas. Arrasó hasta llegar al penúltimo piso a nueva cuenta, habiendo dejado una masacre a su espalda.
Un hombre de mucho valor y estupidez de sobra se le plantó en cara con un revolver, logrando que solo lo arrastrara hasta la puerta indicada para utilizar su cabeza como llave electrónica ante el lector de retinas.
—¡A-RA-SA-KA! —Su mente se convirtió en un torbellino, solo quedaba dos instrucciones en su subconsciente, primero, matar a quien se le pusiera en frente que representara un obstáculo en su búsqueda; segundo, localizar a Saburo Arasaka antes de perder la cabeza por completo.
La puerta se abrió revelando un pasillo de estética japonesa (al menos ese aire daba) se extendió hasta el otro lado del lugar, donde un anciano de ojos caídos y ropa tradicional japonesa residía tras su escritorio. ¿Cómo era posible que un ciberpsicópata titubeara ante la presencia de un anciano? La respuesta era más sutil que el miedo; era la certeza de que la verdadera amenaza no se mostraba a simple vista.
—Los perros sin correa y adiestramiento adecuado, tienden a morder a sus amos... —dijo el anciano antes de girarse en su silla a la ventana—. Encárgate de él, Smasher.
El mencionado, se levantó con una calma perturbadora de un mueble largo y grande, que parecía hecho para enanos comparado con la monstruosidad que era Adam Smasher. El intruso flaqueó al verlo, dio un paso atrás, la barrera del miedo poco importa cuando has perdido la razón: lanzó un proyectil apuntando a Saburo.
Smasher, tal si fuese un juego, intercepto el proyectil con su mano al moverse tan rápido, y recibió la explosión de lleno, protegiendo a su empleador.
—Así que este es el rumoreado rinoceronte del Afterlife —gruño, decepcionado—. Eres una hormiga aún más pequeña que último pedazo de mierda que se metió aquí.
Luego de esto, todo se volvió una estática intermitente, la imagen se distorsiona entre pequeños destellos de lo que sucedió luego de ese encuentro. El final del camino llegó, sostenía un subfusil automático de mira con inteligencia artificial, de todas formas, su visión no era apta para dar en el blanco, aun cuando Smasher estaba parado al frente.
—¡Una mosca que apenas soporta un implante rudimentario como el Sandevistan! —Lo tomó del brazo mecánico izquierdo, y se lo arrancó con facilidad, mientras que lo arrojaba a la distancia jalándolo con el derecho—. ¡¿TE CREISTE EL NUEVO SILVERHAND?!
De un pisotón le aplastó le destrozó el abdomen.
—¡¿UN BLACKHAND?! —Una explosión que dejó solo de la cintura para arriba del intruso, calmó el ambiente—. Tus implantes insignificantes ¡No son dignos ni de estar en mi presencia!
El sujeto mantuvo una expresión fuera de sus cabales, tomando la osadía de apuntar al cuerpo de Smasher y disparar una sucesión de balas de bajo calibre, que solo le arañaba la lata del cuerpo.
—No eres nadie —sentenció Smasher en un tono cargado de repudio. Levantó su mano, sacando un implante del antebrazo, y disparó.
La imagen se distorsionó, sacándolo de la neuro danza.
『𝑰𝑰』
David volvió a la realidad soltando un potente grito, como si acabara de ser herido de muerte. Su cuerpo se sacudió violentamente, una mano aun sosteniendo un objeto invisible, mientras que la otra colgaba inerte a su lado. La sensación era indescriptible: una mezcla de disociación de la identidad y una adrenalina que le hacía temblar.
Acababa de concluir la neurodanza, y lo que experimentó fue más que una simple simulación. Había estado en una violenta batalla con Adam Smasher, el superhombre, quien finalmente le había vencido, reventando su cabeza con brutalidad, sin ningún atisbo de humanidad al ejecutarlo.
Para alguien como David, que llevaba una vida medianamente simple y ordinaria, este tipo de experiencias virtuales despertaban en él una emoción eufórica, única. Se carcajeó recuperando el control de su cuerpo. Se limpió la frente perlada con una mano, dando una sonrisa.
Se sentó en el borde de la cama, tratando de recuperar el aliento y asimilar lo que acababa de experimentar. A pesar de la intensidad y el peligro de la situación, David se sentía vivo de una manera que rara vez experimentaba en su vida cotidiana. Era como si, por un breve momento, hubiera sido más que un hombre ordinario: había sido un merc capaz de hacer temblar a los corpos.
Mejor aún, uno capaz de estar frente a frente con la muerte de hierro.
—¿Y... que piensas? —El matasanos habló a través de la red—. Esta preciosura está fresca, apenas tiene dos horas de ser fabricado. El desgraciado que la hizo es un puto artista, utilizó diferentes puntos de vista para armarla.
Soltó una risa, preso de la emoción residual de la neuro.
—¡Que buen viaje, Doc! ¡¿Quién te da estas joyitas?! —David se retiró el equipo de neurodanza.
—¡¿Quién más?! ¡Judaz es el chef por excelencia estos días! —Soltó una carcajada, con una pizca de nostalgia—. Si te soy sincero, es raro toparse con cosas de tan buena calidad desde que le dieron cuello a Kurosaki, solo Judaz ha sido capaz de llenar la silla.
—Tenía que ser, solo ellos podrían hacer esta mierda ¡Aun siento que me falta el jodido brazo! Siento que puedo ir a la calle y darme un tiro con los Maelstrom.
—Oye oye, tranquilo velocista, trata de darte un respiro. Acabas de salir de la cabeza de un adicto drogado con chromo, la cyberpsicosis no es un juego, no quiero perder a mi vendedor estrella.
—Vamos, Doc, estoy bien —reafirmó David en un tono relajado—. Ya deja los sermones, dame una de esas neuros extras, de preferencia cabello blanco.
Colocó las manos detrás de su cabeza al recostarse, confiado, al contrario de lo que esperaba, el matasanos dio una respuesta poco común luego de dar un suspiro.
—No puedo creer que diré esto, pero no, esta vez no hay neuro extra, y las que te dé para la venta tendrán un cifrado que solo podrá pasar el cliente, has estado utilizando demasiadas estos días.
David se levantó, sintiéndose como un niño al que le han quitado su juguete.
—¡Espera no puedes hacerme esto!
—Ya, límpiate el culo que ya eres mayorcito —replicó el matasanos—, Hablo en serio. No quiero perder a mi mejor vendedor. Además, ¿no es esta la hora en la que siempre dices que estás ocupado?
Justo en ese momento, la alarma empezó a sonar, recordándole a David que tenía que hacer su rutina matutina. Este era el turno de David para que su cuerpo reaccionara subconsciente con un suspiro y una bajada de energía.
—Claro. Hablamos luego, Doc. Tengo que lavar la ropa e irme al trabajo.
La comunicación se cortó, dejando a David viendo la pared, con un rostro que de forma progresiva se fue apagando. Se dejó caer hacia atrás en la cama, el techo tenía una mancha de humedad en él.
—Yo le ganaría, estoy seguro. —dijo, al instante que una segunda alarma le recordó que el tiempo del que podría prescindir había terminado.
Minutos luego se encontraba viendo perdidamente la ropa en la lavadora, girando y girando. Todas las mañanas, se encargaba de la totalidad de las tareas del apartamento, el lunes se sentaba ahí, asi como el martes lo hacia y luego de haber estado embobado esperando por la ropa, soltaba un suspiro, lo mismo sucedía los miércoles, los jueves, y toda la semana.
A tal punto, que sin una señal previa que le avisara, se puso de pie y dio unos pasos atrás. Luego el aparato hizo ruido, diciendo «Ciclos suspendido por fondos insuficientes, y abrió el compartimiento dejando salir unas prendas del mismo color, con ellas, una cantidad de agua que empapó todo el suelo, sin llegar a sus pies.
—Si, lo que digas, esto se puede secar al sol —dijo tomando un par de camisas y pantalones, las colgó en una cuerda en la que les llegaría la luz solar a través de la ventana—. Tu lavadora es un desastre, mamá.
El técnico capaz de repararla cobraba una suma que difícilmente se la podría permitir, por lo que se decidió posponerla hasta hoy; asimismo, el sujeto opinaba que David era un tacaño.
Se puso el uniforme, tragando lo que restaba de una rebanada de pan con mantequilla, le gustaba el pan tostado, pero ese estaba blando, húmedo, lo pasó con agua al terminar de abotonarse la camisa.
https://youtu.be/JVTS3fyoAEQ
En tres minutos, David habría salido de su apartamento, encontrándose con unas escaleras repletas de basura; en todo caso, nadie se tomaba la molestia de levantarla, en cuanto a él, le pesaban las manos lo suficiente para posponer limpiar algo tan tedioso.
Con el camino bloqueado, utilizaría una soga que amarró a una tubería para ayudarlo a bajar al siguiente piso. Al menos la señora Yenkis se tomaba la molestia de abrir paso en el nivel de abajo, la vieja cascarrabias siempre que veía a David le gritaba «Vago» con todas sus fuerzas y le arrojaba cualquier cosa a la mano.
Fue al estacionamiento del edificio, donde pasaron frente a él dos sujetos empujando a otro hasta estamparlo contra un auto, el suyo. Lo tenían inmóvil al sujetarlo de las muñecas y hombros. Los agresores eran idénticos, gemelos, aunque hoy día cualquiera podría parecerse a cualquiera con los edis suficientes.
—¡Les pagaré el lunes, el lunes, lo juro! —gritó el pobre diablo.
—Eso me dijiste la semana pasada —dijo uno de los hermanos.
—¿No fue a él? —preguntó viendo al otro gemelo.
—Somo la misma persona imbécil. —Lo levantaron y volvieron a golpear contra la lata del auto—. Te gané justamente, ahora te toca pagar.
—¡Era yo contra ustedes dos! ¡Eso no es justo par de pendejos!
—¡¿Qué parte no entiendes de que somos la misma persona?! —Le dieron otra sacudida, hasta que notaron a David caminando hacia ellos—. Oh, hola David, ¿No vas tarde? Son las once, amigo.
Los hermanos veían a David como un luchador con potencial, que desperdiciaba su vida pretendiendo ser un Corpo.
—Si lo saben, abran paso, —viendo al pobre tipo que cayó en su trampa, se dignó en darle un poco de mérito—. Ustedes dos deben aprender a turnarse en sus peleas, ¿saben? Perderán público si siguen así —respondió con las llaves en la mano.
—¡Que somos la misma persona! —respondió el otro—, y si, perdona viejo, ahora nos movemos, aunque no creo que cambie algo si nos quitamos.
Al instante que David dirigió la mirada hacia lo que apuntaba, su rostro se contorsionó a punto de dejarse más arrugas que un abuelo de cien años. Su mano se movió tomando el invisible cuello de quien quiera que sea el responsable de haberle robado las llantas de su auto.
No era el mas extravagante, todo lo contrario, era un vehículo capaz de mover a persona y media solamente, hablando de que si se amontonaban en el asiento del conductor (el único) y que el desafortunado que fuera el pasajero sacara de la cintura para arriba por la ventana.
Tuvo que dejar al Martínez-Mobile en su lugar, resignado a tener que usar el jodido metro. El camino usualmente es igual de raro independientemente del día. Al salir del edificio había un anciano con sombrero, botas y testículos en la quijada, hablando lo más literal posible.
Cruzando la calle que conducía a la estación de metro, los instintos de supervivencia de David se activaron de inmediato al sentir una presión en su muñeca. Atrapó al sujeto que intentaba hurgar en su bolsillo, Ante la mirada de David, el carterista se dio a la fuga gritando «Corpo de mierda»; pero antes de que pudiera reaccionar, el carterista se escabulló entre la multitud, lanzando insultos a su paso. David bufó por la falta de emoción, esperando un poco más de acción después de la decepción con su automóvil.
Dando siquiera un paso en el asfalto, se regresó a la acera al ver un hombre en motocicleta usando una botarga de pájaro emplumado verde, siendo perseguido por los maelstrom.
—Buena suerte, amigo. Si fuera tú, volaría lejos; al menos podrías ser recordado como el pollo gigante que escapó de Night City.
Al llegar a las puertas del metro, se encontró con una amalgama de personas de todo tipo. Intentó ignorar a los más excéntricos, pero se vio obligado a esquivar a una mujer que, al ver su uniforme, decidió que sería gracioso vomitarle encima. Los problemas con su uniforme eran constantes; los dos que poseía debían ser lavados sin falta al día siguiente.
El trayecto en el metro transcurrió de manera tranquila y pasiva, todos evitaban conflictos por temor a las consecuencias. David, por su parte, buscó un asiento cerca de la salida, al igual que otros dos individuos que llevaban el uniforme de Arasaka, en la fila contraria, al parecer, pensaban de la misma forma.
De alguna forma se sentían identificados al ver a alguien como David en el metro, tampoco perdían nada al intentar socializar con el otro, ¿Quién sabe? Inclusive podrían volverse un buen contacto en el futuro.
—Vaya, David, hace rato que no te veíamos, comenzamos a pensar que te habías ganado el premio gordo y olvidado de los pobres.
—Jessica, Dan —contestó—, siguen soñando despiertos, par de idiotas.
—Pensé que vivíamos en Night City —dijo Dan—, la ciudad de los sueños. Espera a que Arasaka reconozca nuestros méritos y verás como llegaremos a lo más alto.
Para estos dos, David era parte de ese pequeño grupo de afortunados que reciben el apoyo de los copos que buscan nuevos talentos, así como ellos, había esa fantasiosa posibilidad de ser tan importante en el futuro como cualquier alto mando de corporaciones semejantes a Arasaka.
—¿Lo más alto? Besa la fotografía de Saburo todo lo que quieras, yo me conformo con sacar a mamá de este agujero en el que vivimos y seré feliz para la vida.
—Eso no suena mal. Es más de lo que puedo imaginar —murmuró David, encontrando difícil seguir el juego de fantasías de estos chicos.
『𝑰𝑰𝑰』
Se encontraba en la recepción del edificio, tan concurrido como cualquier otro de su calibre. Las personas con trajes e implantes sofisticados iban y venían, a David le sofocaba ese tipo de ambiente. Revisó la hora, dándose cuenta de que, pese a todos los contratiempos, ha llegado temprano; sin embargo, de llegar al taller, lo pondrían a trabajar si bien pusiera un pie en sus dominios. Debía quitarse el olor a su complejo departamental antes de eso.
A su derecha se halló con un pequeño grupo de nuevos estudiantes, estos eran dirigidos por esa chica, de la que siempre que la veía, recordaba su primera impresión «No conozco muchas personas con estilo de mandarina», había visto gente con cabello verde, rojo, azul y sin contar los extraños peinados: su imagen sobresale incluso entre las apariencias adornadas de las personas de Night City, en eso que quienes la rodean son niños de mami y papi con estatus alto.
¿Había alguna razón externa para que a sus ojos resaltara tanto?
—Así que ustedes son las posibles futuras manos que muevan la industria, pueden llamarme Jade, hoy seré su guía por las instalaciones —dijo una chica que utilizaba una bata blanca, un gafete colgaba de su cuello y tenia la suficiente autoridad como para dirigirse de forma casual ante este tipo de público: hijos de gente importante.
—Jade, cariño, —llamó un descarado tipo que le hacía caritas—, me prometieron ver implantes de ultima tecnología, no me interesa ver lo limpio que está tu pequeño escritorio.
—¿Es así? Esto es raro, cuando estuve en su lugar, me dijeron todo lo contrario —se llevó un dedo a su barbilla, fingiendo que lo pensaba—. Mi madre es Kaede Matsuda, me dijo explícitamente que la principal regla es que no se separen de su guía, o cosas malas pueden suceder.
El idiota agachó la cabeza, dándose cuenta del estatus de a quien acaba de llamar «Cariño».
David ya conocía a donde se dirigía el grupo, por lo que se decidió anexarse sin que nadie lo notara, guardando su gafete en su bolsillo. Claro estaba, que solo esos mocosos lograrían ser tan ignorantes al grado de no enterarse de tener a un compañero extra; de cualquier forma, Jade lo avistó al segundo en el que David se apresuró a unirse al final del grupo.
«¿Qué demonios?» ella seguía con la visita guiada, sin que su grupo se diera cuenta comenzó a comunicarse con David por medio de la Red. «Martínez, sea lo que fuera que estás pensando, te saldrá caro».
«Vamos, pienso que exageras morena, además tu sentido de "caro" es absurdo», respondió David. «Tengo un poco de tiempo antes de ir al taller del doc, quiero ver a quienes puedo explotar laboralmente si les gusta tu guía por el edificio, MJ»
Con un macabro disimulo, lo fulminó con la mirada esbozando una agradable sonrisa, una combinación perturbadora. Fuera como fuese, ella consideraba a David la única persona que le caía bien en todo el edificio.
Llegó a sorprenderles que logró pasar inadvertido hasta llegar a su destino, o bueno, un punto en el que sus caminos se dividían; en cualquier caso, persistió esa picazón en las manos de David por darle un nuevo estilo al sacarle canas verdes a la chica de cabello naranja.
—Y con eso, concluimos con la visita. —Jade se detuvo en el pasillo—. Y si pusieron atención, se habrán dado cuenta que somos una buena opción para realizar sus estudios, si el futuro es prometedor, incluso trabajar juntos para lograr cosas imposibles.
—Si me lo permite, señorita —dijo el mismo idiota del inicio, esta vez guardando respeto—. ¿No visitaremos algún are de desarrollo? Fuera de cualquier promesa, me hacía ilusión ver algo revolucionario que me convenciera de mi decisión.
Jade apenas y pudo mover los labios con la intención de explicarle las obvias razones por las que eso no pasaría, cuando una voz profunda llegó a espaldas de la chica.
—Si quieres conocer los inventos, es fácil hijo —dijo un hombre mayor con una bata y gafete igual al de MJ—. Necesitaremos que te anotes como estudiante y firmes un acuerdo de confidencialidad, nada más.
Y de nuevo, el idiota se limitó a agachar la cabeza ante una persona con mayor estatus dentro de la compañía.
—En todo caso, puedo presentarme, así pueden darse una idea de lo que podrán ver si son asignados a mi equipo. Soy el doctor Octa Graham, ciego de nacimiento, sin embargo, en la actualidad tengo una vista aguda gracias al implante que me proporcionó uno de los sentidos básicos del ser humano.
»Quiero crear un mundo sin debilidades, así como este implante que llevo insertado en la cabeza, —proclamó el hombre con convicción, sus palabras resonando en el frío pasillo del instituto.
»Mi objetivo es ayudar a las personas a superar estos errores naturales. Por ello, me dedico a la biotecnología, creo fervientemente que los implante que logran alterarnos para parecernos a los animales, son el futuro de los implante, no como las garras mantis o los brazos de gorila, esos burdos pedazos de chatarra son un insulto. —Bufó antes de expresar una sonrisa confiada.
»Ahora bien, eso es todo lo que puedo decirles, debo regresar al taller; las personas que pierden el tiempo no son bien recompensadas —concluyó, su mirada penetrante recorriendo el grupo de estudiantes—. ¿No es así, señor Martínez?
David, sintiendo el peso de esa mirada, asintió nerviosamente.
—Claro, doctor Octa —respondió con cautela, tratando de ocultar su inquietud—. No puedo esperar a poder trabajar con usted.
Así, el hombre se despidió marchándose por aquel otro pasillo. Jade quedó a nueva cuenta con la voz al grupo, quienes se debatían sobre si debían elegir esta como su mejor opción para sus estudios y futuro en la carrera de cyberware.
—Mmm, Militech suena bien, —comentó el mismo chico que había hablado antes—. Hay personas de renombre como el señor Octa, pero Arasaka también tiene gente así.
—Si, bueno, no tengo permitido hacerlo, pero me pondré como ejemplo —Jade señaló su gafete, haciendo énfasis en su apellido—. Mi madre pertenece a Arasaka, y mírame aquí, en la misma corporación que mi padre, personalmente me agrada más Militech.
«Y una mierda», dijo David a través de la red. «¡No le mientas a los pobres niños! ¡Que odias a ambas empresas por igual!»
La respuesta de Jade llegó rápida y sin vacilación.
«Me dan un bono por hablar mal de Arasaka y por cada estudiante que se inscriba, es un ganar-ganar», confesó, revelando una faceta de cinismo que David conocía demasiado bien. «Ahora largo, a menos que quieras ir a tomar un café conmigo».
«Nah, no lo creo».
«Siempre te niegas, ¿te crees el ultimo refresco del desierto?
«Si voy a uno de esos cafés a los que me llevas, terminaré en la calle». David, viendo que faltaba que Jade los condujera a la cafetería, decidió molestarla. Sus ojos portaban un brillo de picardía.
—¡Oiga señorita! —Martínez levantó la mano, confundiendo a Jade—. Ya me ruge la tripa, apurémonos por la pizza que nos dijeron que nos debe invitar a todos.
—¿De qué hablas? Ahora mismo pasaremos por... —Jade intentó mantener su compostura, pero David percibió la fisura en su fachada.
—¿No hay pizza? En Arasaka por lo menos nos daban una pizza al final del recorrido. Si no es igual aquí, me hace dudar mucho —soltó, provocando un revuelo entre el grupo mientras las miradas se dirigían a Jade en busca de una respuesta.
Su sonrisa amigable se transformó en una mueca tensa, y la mirada que dirigió a David parecía contener una amenaza oculta bajo la apariencia de cordialidad. David, sin embargo, tenía hambre.
Echó un vistazo al taller, con un desorden ordenado, hoy el equipo se conformaba del doctor Octa y dos ayudantes, así que poco podían hacer por mantener las cosas en su lugar sin perder tiempo en el proceso. El zumbido constante de las máquinas y el olor a productos químicos llenaban el aire, creando una atmósfera opresiva que lo hacía sentir atrapado.
—De acuerdo, David, lleva el implante a la mesa, hay que programarlo para afinar detalles. —El doctor Octa Graham se conocía por su contrastante actitud en comparación a otros ingenieros de grandes corporaciones. Octa consideraba a David un chico talentoso con un futuro prometedor.
—A la orden —dijo David—. Otro implante al inventario, doctor Octa, ¿Crees que esta vez funcione?
—¡Tiene que hacerlo, David! —se quejó Oliver, el otro integrante del Taller—. Esto nos ha costado muchas horas de sueño, falta que digas «nada puede salir mal».
—Ya siéntese doña, el único que cree en esas supersticiones eres tú. —David sonrió—. Porque nada puede salir mal.
—Listo, ya pueden llevarlo al almacén, harán las pruebas correspondientes el lunes. —Octa metió el cyberware en una caja de protección y se la entregó a David—. Llévalo con cuidado, ponlo justo al lado del anterior.
—¿Por qué yo? Oliver se anda sacando los mocos por ahí mientras nosotros trabajamos, doc. —Ahí venia de nuevo esa usual bajada de ánimos.
—Disparates, todo el equipo cumple su función, no por nada Militech les paga las horas extra.
—Señor Octa, con todo respeto, esas horas salen de su sueldo.
—¡Con más razón deberías apreciarlo! —Fue a otra mesa, una con un gran monitor—. Oliver y yo nos encargaremos del registro, puedes dar por concluido tu día, Martínez, no te olvides de marcar tu hora de salida.
Quizás podría quejarse con su compañero, y de ser posible, trabajar con palabras para que el trabajo recayera en él, y no en David; en todo caso, David respetaba a Octa, asi que tuvo que silenciar las quejas cuando sintió que comenzaba a cruzar la raya. Salió del taller en camino al almacén del equipo.
«Oye, David», llamó Oliver. «¿Nos vemos en el Afterlife?
«No lo creo, tengo algo que hacer al salir de aquí», contestó David.
«Amigo, te invito un trago Silverhand si quieres, pero tienes que venir. Hay un trabajo que nos vendrá bien si todo sale según el plan».
«¿Neta? Me hacen falta unos edis. ¿De que se trata? ¿Neuros o chatarra? Sea lo que sea, hazme una lista y me haré cargo».
«No no no, esto no se trata de esos trabajos, este es EL TRABAJO».
David detuvo su andar, una mujer chocó con su espalda y se disculpó antes de responder.
«Amigo, sé que nos dedicamos a estas mierdas, y si soy sincero me hace falta mucho dinero. Pero sabes que no voy mas allá que mis típicos encargos».
«¡Ese es el problema! Si sigues haciendo las mismas cosas y nunca te arriesgas, no cambiarás nada. Ya estuve en tus zapatos, y lo he pensado bastante, ¿Crees que puedas mantener la beca hasta que obtengas tu título?»
«...»
«Dime, y no respondas si quieres. ¿Ya has recibido confirmación del siguiente semestre?»
David frunció el ceño, más, hizo uso de su derecho a no responder.
«Es absurdo seguir haciendo lo mismo y que al final el hijo de un puto Corpo nos quite el puesto que nos merecemos. Necesitamos subir un poco de estatus si queremos lograr algo con ese título».
Negarse era tan fácil como pronunciar un simple «no» y seguir con la vida; fuera como fuese, ni una negativa, ni una confirmación, nada salió en respuesta. La mente de David se quedó en blanco, no, pareció haberse cernido bajo estática.
«Piénsalo, no te pido que confíes ciegamente en mí», sugirió Oliver. «Si he decidido hacerlo, es porque ya no puedo posponerlo, tienes hasta mañana para darme una respuesta, estaré esperando con los chicos».
Minutos luego, David llegó al almacén de alta tecnología con prototipos de todo tipo, con una rebanada de pizza en la boca. La fachada es de metal y vidrio reluciente. Las luces azuladas parpadeaban intermitentemente, iluminando el área circundante con destellos fríos y estériles. El silencio que reinaba en el almacén era ensordecedor, interrumpido solo por el suave zumbido de las máquinas y la ocasional ráfaga de aire acondicionado.
David se adentró en el almacén con cautela, sintiendo cómo el ambiente opresivo lo envolvía como una manta pesada. La tensión, esa sensación que lo invadía cada vez que entraba, aumentó con cada paso que daba. A pesar de su odio hacia el almacén y todo lo que representaba, como cualquier ciudadano que viene de lo bajo, detestaba a los corpos, claro que hay excepciones, en todo caso, la mayoría son despreciables.
—Ah, ese de ahí es nuevo, debe ser del equipo A234. —No podía negar su fascinación por el cyberware que se encontraba en su interior.
El lugar estaba lleno de estanterías repletas de prototipos de implantes cibernéticos, cada uno más impresionante que el anterior. David no podía evitar sentirse abrumado por la magnitud de la tecnología que tenía ante él. A medida que avanzaba por los pasillos del almacén, examinando los diversos implantes con ojos ávidos, una sensación de sofocación se apoderaba de él, la idea de tener que recorrer un sinfín de ocasiones más ese pasillo, le desagradaba.
A medida que continuaba explorando el almacén, la línea entre su odio y su interés por el lugar se desdibujaba cada vez más. Puso la caja en su lugar, viendo despreocupado los estantes a su alrededor.
Escuchó un ruido proveniente de una puerta que daba a un almacén de un nivel superior, un lugar al que no tenía permitido acceder. Sin embargo, la puerta había quedado entreabierta. Sin pensarlo dos veces, se adentró en el umbral oscuro, atravesando la entrada con una mezcla de temor y curiosidad.
Tras pasar por otra puerta, David terminó en una sala bañada por luces verdosas que emitían un resplandor sobre las exhibiciones de cyberware que llenaban la estancia. Para su sorpresa, estos implantes no estaban etiquetados con nombres, sino que, con símbolos en sus cajas, lo que solo aumentó su intriga.
A medida que se acercaba a una de las exhibiciones, donde una caja mostraba el dibujo de una araña, una mano lo agarró bruscamente por el hombro y lo jaloneó hacia atrás. David se giró rápidamente para encontrarse con un hombre corpulento, cuyos ojos lo escudriñaban con desconfianza.
—¿Qué estás haciendo aquí? —gruñó el hombre, su tono lleno de autoridad.
David, tratando de mantener la compostura, respondió rápidamente:
—Me perdí. El doctor Octa me envió a dejar un implante al almacén, y me equivoqué de puerta.
—¿Cómo entraste?
—Estaba abierto, por eso pensé que era la salida, ¡Juro que no fue intencional!
El hombre frunció el ceño, escudriñando a David con más detenimiento.
—Conozco a Octa —murmuró para sí mismo—. Muy bien, por esta vez haré la vista gorda. Pero debes irte de inmediato y asegurarte de no volver a entrar aquí sin permiso —advirtió con severidad, su mirada penetrante clavada en la de David.
David asintió antes de largarse para evitar la posibilidad de que cambiara de opinión.
『𝑰𝑽』
https://youtu.be/ggcKt2WtRaA
Había pasado lo que parecían horas en una tediosa fila, observando cómo el número de personas delante de él se reducía lentamente. Lo que comenzó con siete almas cansadas ahora se había disminuido a cuatro, luego a dos, y finalmente, faltaba uno. Cada minuto que pasaba allí dentro le parecía una eternidad, y la desolación del lugar solo aumentaba su impaciencia.
David detestaba estar ahí, con sus paredes descascaradas y su miserable sistema de ventilación (un vetusto ventilador de techo que giraba con pereza cada dos segundos). Las sillas desconchadas y las personas desaliñadas que las ocupaban tampoco eran de ayuda en sentirse cómodo.
A su izquierda, un hombre con una bala incrustada en su hombro, una herida que rezumaba sangre y manchaba su camiseta de un rojo oscuro. A su derecha, una mox con la mirada perdida en el vacío, drogada quizás, y su rostro probablemente marcado por los abusos de sus clientes.
«¿Es requisito ser miserable para vivir en Night City?» pensó.
Finalmente, el doctor emergió de su despacho, despidiendo a la mujer mox con un gesto brusco. El hombre era de mediana edad, con una trenza en la barba que le confería un aspecto de cabra, y su delgadez le daba una imagen clara de dicho animal. Con un cigarro colgando descuidadamente de sus labios, anunció con voz áspera: «Siguiente».
Se levantó con una pesadez que parecía hundirlo en la silla, sus músculos resentidos por el largo tiempo de espera, o algo más allá de eso, de una forma subconsciente que se resistía. El doctor lo recibió con una mirada fría, como si estuviera evaluando cada centavo que David le debía.
—Martínez —murmuró el doctor, su tono áspero y condescendiente a la vez—, veo que aún no has pagado el costo adicional.
David rodó los ojos con frustración antes de transferir los edis correspondientes al doctor. La transacción se llevó a cabo en un silencio tenso, ambos hombres intercambiando miradas que destilaban resentimiento, al menos por parte de David.
No podía evitar sentir un profundo desprecio por el anciano, quien parecía considerarlo únicamente como una fuente de ingresos, una billetera andante que estaba dispuesto a exprimirle hasta el ultimo centavo.
Finalmente, el doctor lo condujo a una habitación apartada, donde varios pacientes aguardaban yacían en camillas. Sin una palabra más, el médico lo dejó solo, permitiéndole que se enfrentara a la tarea que lo había llevado hasta allí.
https://youtu.be/kK8XDyMErOc
David avanzó con cautela entre las filas de camillas ocupadas, evitando voltear a los otros pacientes. Su única preocupación era la figura que descansaba detrás de unas persianas, proyectando una sombra en la tenue luz que se filtraba por la ventana.
Gloria Martínez, su madre, yacía en un sueño profundo que pronto cumpliría cinco años. David la observó con un nudo en la garganta, su cuerpo se volvió el triple de su peso original de un segundo al otro. Su corazón se encogió al verla así, su cuerpo inerte siempre le traía la imagen de aquel día, su cuerpo desplomado en el suelo, el atrapado, Trauma Team ignorándolos, un conjunto de emociones se arremolinaba en su estómago.
Una sensación de irrealidad lo envolvió, un desfase de realidad semejante al que deja las neuro danzas, la diferencia radica que es como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar. Era una pesadilla constante, un dolor que lo consumía con cada respiración.
David inhaló profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones antes de exhalar lentamente. No era la primera vez que enfrentaba esta situación, ni sería la última. Con el tiempo siempre en su contra, se sentó en el banquillo al lado de su madre.
—Hola, mamá —murmuró David en un tono suave, como si esperara que su madre, aún en su estado de coma, pudiera escucharlo y responder—. No te imaginas las cosas que vi mientras esperaba afuera. Es incómodo estar rodeado de personas así, pero a veces puedes presenciar cosas realmente increíbles.
Pero no hubo respuesta. Gloria permanecía inmóvil. Esta rutina se había convertido en la norma desde aquel fatídico incidente en la carretera, un acontecimiento que David nunca podría olvidar.
Ahora era un estudiante «modelo», aunque, fuese un título entre comillas. Una beca de la Academia Militech le había permitido mantener sus calificaciones altas a lo largo de los años. Su día a día estaba marcado por una monótona sucesión de actividades: levantarse temprano, realizar alguna neurodanza matutina para despejarse, lavar el uniforme, conducir o caminar hasta la academia, estudiar, trabajar en el taller del doctor Octa, ganar algunos edis extras por la noche y, finalmente, dormir.
Esa era la agenda predefinida, con pequeñas variaciones en días especiales como este, cuando David lograba reunir suficientes edis para pagar una visita, si, de querer verla, tenía que pagar extra para ello. Era una existencia miserable, pero ese era el precio de la vida en Night City, un requisito del ciudadano promedio de la ciudad de los sueños.
Con su madre en coma, David se había visto obligado a buscar trabajos adicionales para cubrir los gastos médicos mensuales. Desde trabajos ocasionales hasta ayudas de Militech o de Octa, había luchado por mantenerse a flote. Pero cada mes, los costos seguían aumentando, desde el tratamiento médico hasta el equipo de monitoreo necesario para garantizar la seguridad de su madre.
Después de cada visita, David se sentía ligeramente reconfortado. Su único consuelo era la idea de un futuro más brillante, donde trabajaría como ingeniero oficial en Militech y podría proporcionar el tratamiento necesario para despertar a su madre del largo sueño en el que estaba sumida.
—Lamento haber tardado en venir —murmuró David mientras acariciaba la mano inerte de su madre—. Las cosas no han estado yendo bien en el taller del doctor Octa últimamente, y los clientes de mi otro trabajo han sido escasos.
Pasaron diez minutos.
—Deberías haber visto la cara de MJ cuando Oliver nos llevó al Coyote Cojo, —continuó David—, ¡se esperaba una cafetería de Corpos! y cuando entramos en ese bar de mala muerte, casi se le cortaron los circuitos.
Veinte minutos más tarde.
—Te lo juro, mamá, Silverhand estaba completamente loco, —dijo con una sonrisa melancólica—. Voló la torre Saka y se enfrentó a Adam Smasher. Por cosas así, quería ser un merc cuando era joven.
Casi una hora después.
—He estado pensando en qué habría pasado si me hubiera vuelto un Edgerunner —admitió con una mezcla de emoción y tristeza—. Ir por ahí, haciendo trabajos peligrosos por una buena paga, haciéndome un nombre en las calles de Night City... —Se tragó las palabras, el silencio intervino unos segundos, antes de que riera un poco.
»Lo siento, sé que eso no es lo que tú hubieras querido para mí, mamá; por eso me he esforzado por cumplir tu deseo, ¡Prometo aprovechar mi talento y llegar a lo más alto de la torre Arasaka, como siempre has querido!... aunque cada día se vuelve más difícil.
Sujetó a su madre con ambas manos, conteniendo la fuerza, dado que nunca se perdonaría hacerle el mínimo daño. Lo que soportaba dentro suyo, se apilaba sobre si, haciéndolo temblar de la impotencia. Deseaba un consejo, unas palabras de apoyo, un simple «puedes hacerlo» bastaría siempre y cuando viniera de Gloria. En su lugar, el silencio correspondía con el frio de la realidad.
Sujetó a su madre con ambas manos, conteniendo toda su fuerza, consciente de que nunca se perdonaría hacerle el mínimo daño. El peso de lo que soportaba dentro de sí se apilaba sobre él, haciéndolo temblar de impotencia.
Anhelaba un consejo, unas palabras de apoyo, un simple «puedes hacerlo» bastaría siempre y cuando viniera de Gloria. Pero en lugar de eso, solo recibía el silencio frío y desalentador de la realidad.
Gloria yacía frente a él, su rostro sereno pero sus ojos cerrados, como si estuviera durmiendo. El suave murmullo de las máquinas que la mantenían con vida llenaba la habitación, creando una atmósfera de tensa quietud.
Con cuidado, colocó una mano en la frente de su madre, sintiendo el calor de su piel a través de la palma de su mano. Cerró los ojos y se permitió un momento de debilidad, dejando que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas.
Finalmente, se enderezó, limpiando sus lágrimas, respiró, su rostro se acomodó a como si nunca hubiese ocurrido lo de recién, una perfecta mascara. Miró a Gloria una última vez.
—¿Ya has terminado, Martínez? —interrogó el doctor entrando a la sala.
—Si, ya me iba, el equipo está bien y mamá parece estable. —El tono de David denotaba un mensaje distinto, «hazle algo, aunque sea un cabello faltante, y te haré vivir un infierno», claro que no se lo diría—. Debo irme.
—De acuerdo, no te preocupes hijo. Aquí tienes tu estado de cuenta. —Los ojos del viejo brillaron, y David recibió un archivo con todos los datos pertinentes.
—¡¿Pero que es esta mierda?! ¡Ya te he pagado por la visita!
—¿Oh? Pero si ya van corriendo diez minutos desde que se acabó tu tiempo, sabes que la visita es cobrada por hora, independientemente de si la usarás completa o no.
—¡¿Entonces porque no abriste la boca y me has avisado?!
—¿Yo? Lo siento, soy un hombre ocupado; en todo caso, puedes quedarte hasta que concluya tu nuevo paquete de visitas —dijo, a sabiendas de que David no podía permitirse permanecer más tiempo.
—Algún día las cosas serán distintas... —Apretó el puño—. Recuerda eso, Doctor Wagner.
『𝑽』
El día había llegado a su fin con la luz de la noche iluminando toda Night City. David se encontraba agotado después de una jornada extenuante en el laboratorio. Salió de la clínica y se dirigió al metro, esta vez, la ruta iba por una zona poco iluminada de Watson, un lugar que con su atípico silencio solía ser su refugio en medio del caos de la ciudad.
El ambiente estaba envuelto en una penumbra inquietante, solo iluminada por las luces fluorescentes que parpadeaban intermitentemente, dentro y fuera de las ventanas.
David se sentó en uno de los asientos desgastados y dejó que el zumbido monótono del tren lo envolviera, sumergiéndolo en sus propios pensamientos. Se sentía solo en medio de la multitud invisible que lo rodeaba, preguntándose cuánto tiempo más podría soportar la rutina agotadora que ha sobrellevado hasta ahora, pues, nada era seguro, sus objetivos se veían entre el fracaso y un distante éxito.
Llegó a una estación del metro.
De repente, el sonido de botas pesadas resonó en la puerta, mientras un grupo de hombres vestidos con la distintiva indumentaria de los Maelstrom entraba en el vagón. La atmósfera cambió instantáneamente, llenándose de una sensación que causó que Martínez tensara su cuerpo. Cualquiera sabe que estos tipejos significaban problemas, esto hizo que los pocos pasajeros restantes se levantaran apresuradamente y se alejaran de los recién llegados.
https://youtu.be/uGu-ZXoyOBM
David sintió un nudo en el estómago al ver a los Maelstrom acercarse amenazadoramente. Antes de que pudiera reaccionar, uno de los miembros de la banda se detuvo frente a él, con una sonrisa maliciosa en el rostro.
—¿Qué tenemos aquí? —gruñó el líder del grupo, con un tono que dejaba en claro que no estaban allí por casualidad—. Parece que hemos encontrado a un pequeño ratón en nuestro territorio. ¿Tienes algo para nosotros, chico? —preguntó con un brillo siniestro en los ojos.
David tragó saliva nerviosamente. Cualquier banda en Night City arregla las cosas a tiros, por decir lo menos.
—Oigan Chicos, ¿Cuánto ha pasado? ¿Un mes? ¡Se ven en mejor forma! ¿Llevas nuevo brazo, Rick?
Volvieron a tomar velocidad en el vagón.
Uno de ellos lo tomó por el cuello, de un tirón digno de brazos mecánicos, lo levantó sin darle opción a librarse de golpear contra la puerta al lado. Para David, quien tenía el mínimo de implantes, por no decir que unos simples ojos que obsequió Militech el año pasado, el golpe lo sintió tan duro que pudo escuchar el crujir de su clavícula.
—Ya que te hemos encontrado por casualidad —mintió, la clínica está en su nómina después de todo—, pensamos en hacerte un pequeño recordatorio de lo que pasará si no pagas.
Le hizo una seña con la cabeza a uno de los que esperaban detrás de él, algún netrunner a lo mejor, puesto que sus ojos brillaron segundos antes de que la compuerta se abriera, dejando entrar el viento del exterior, y amenazando soltarlo a una muerte segura desde las alturas.
Con una sonrisa mordaz, jugueteó con su agarre en la camisa de David, quien palideció conociendo la sádica naturaleza de los Maelstrom. Si lo quisieran, le costaría menos de un respiro dejarlo caer, su vida seguiría sin más a pesar de matarlo.
—Si no estás dispuesto a pagar, podemos llegar a un acuerdo. —Se relamió los labios, con un sabor que codiciaba desde que era responsable de cobrar la cuota de David—. Tu madre está en coma, lo más probable es que nunca despierte. Te has quebrado la espalda lidiando con peso muerto todo este tiempo, ¿no crees que puedes arreglar todo si... nos dejas encargarnos de ella?
David se olvidó de donde estaba, sacudiéndose un poco al escuchar tal idead asquerosa, por suerte el brazo de Rick era un implante que no lo soltaría fácilmente.
—Las neurodanzas de personas en su estado —dijo Rick—, se venden como pan caliente.
—¡Esto es cruzar la línea, Rick! —farfulló David, colérico—. ¡Aun tengo dos meses para ponerme al día con los pagos!
Con un chasquido de lengua, a regañadientes lo regresó dentro del vagón. Lo devolvió con la fuerza suficiente como para aturdirlo al impacto. David se reincorporó apenas masajeándose la furente debido al dolor.
Al levantar la mirada, uno de ellos se acercó amenazador hacia David, con su arma en mano, pretendía intimidarlo. David por su parte, si hubo un lujo que se dio en estos años, fue uno solo: un chip de pelea.
—¡¿Crees que somos una puta broma?! —gritó golpeteando el cañón del arma en la cabeza de David.
David se levantó rápidamente evitando que el tipo detonara el arma, en tres movimientos se la arrebató y en dos más lo tenia sujetado de forma que ahora, quien corría peligro de morir, no era David. Esto, justo cuando estaban por llegar a la siguiente parada.
—Tenemos un trato, tengo dos meses máximo para pagar, no menos, nada más —señaló David—. Si tu jefe se entera de que estás jodiendo uno de sus tratos, te reventará la cabeza de un tiro.
Empujó al rehén de regreso con los otros dos, y luego le arrojó el arma. Podían meterse con él, pero a la mínima amenaza a su madre, no podía quedarse callado viendo la posibilidad de que intentaran hacerle algo. Rick se dio la vuelta, eso había cruzado algunos cables y ahora, si David les daba la excusa, la aprovecharían para tomar represalias.
Los tres se fueron. David se desplomó en uno de los asientos, callando la desesperación que ahora emergía con más fuerza que nunca.
«Oye, Oliver», se comunicó con alguien por medio dela Red. «Esto es una mierda, diles que estoy dentro».
『Entran créditos con: Let You Down』
https://youtu.be/d4oLHls8wSg
Siente el ritmo de las calles.
Feel the rhythm of the streets
Luces de neón y sueños de neón.
Neon lights and neon dreams
Puños sangrientos, no sienten dolor.
Bloody fists they feel no pain
Cuando hay mucho más que ganar
When there's so much more to gain
Temporada de caza por así decirlo.
Hunting season if you will
Dime dónde preferirías estar
Tell me where'd you'd rather be
Apenas puedo ver la luna
I can hardly see the moon
Espero que lleguemos allí muy pronto.
Hope we'll get there pretty soon
Tratando tan duro de liberar
Trying so hard to release
Tu fuera de la miseria
You out of the misery
Aférrate a tus deseos
Hold on to your wishes
Si no puedes retenerme
If you can't hold on to me
Perdóname por decepcionarte
Forgive me for letting you down
Perdóname por decepcionarte de nuevo
Forgive me for letting you down again
Supongo que no soy lo suficientemente fuerte
I guess I'm not strong enough
Ahora mismo
Right now
Finalmente sentirán las llamas.
They will finally feel the flames
Llamas que corren por mis venas
Flames that run down through my veins
Haré arder esta ciudad
I will make this city burn
No planeamos regresar
We're not planning to returnTratando tan duro de ser libre
Trying so hard to be free
Para hacerte ver lo que yo veo
To make you see what I see
Aférrate a tus deseos
Hold on to your wishes
Si no puedes retenerme
If you can't hold on to mePerdóname por decepcionarte
Forgive me for letting you down
Perdóname por decepcionarte de nuevo
Forgive me for letting you down again
Supongo que no soy lo suficientemente fuerte
I guess I'm not strong enough
Ahora mismo
Right now
Perdóname por decepcionarte
Forgive me for letting you down
Perdóname por decepcionarte de nuevo
Forgive me for letting you down again
Supongo que no soy lo suficientemente fuerte
I guess I'm not strong enough
Ahora mismo
Right now
Oh, mi amor (te defraudó)
Oh, my love (let you down)
Oh, mi amor (oh, te decepcioné)
Oh, my love (oh, let you down)
Amor (decepcionarte)
Love (let you down)
(Oh, te decepcioné)
(Oh, let you down)
Oh, te decepcioné
Oh, let you down
Oh, te decepcioné
Oh, let you down
Decepcionarte
Let you down
Oh, te decepcioné
Oh, let you down
Fin del capítulo.
No quiero decepcionarte...
8700 palabras.
Próximo capítulo: Como un chico.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top