1

— ¡Dave! ¡Aquí!

David se acercó rápidamente a Syd.

— ¿La cafetería?— preguntó David al estar al lado del chico de cabello oscuro y algo rizado.

— ¿Hay algún otro lugar a donde quieras ir?— preguntó Syd irónico.

— Los hay, pero no aquí.— puntualizó David.

— Por eso...— dijo Syd.— ¿Quieres entrar?

— Claro.— suspiró David.

Se sentaron en la mesa y una mesera les dijo qué iban a pedir, pidieron lo mismo de siempre: una malteada de chocolate para David y un trozo de pastel con una soda para Syd.

— Esto parece el día de la marmota...- comentó Syd.

— Sí, ¿Como es que no hay nada más que hacer en este pueblo?

— No hay nada, solo a un kilómetro un bosque...

— ¿Has ido para allá?— preguntó David.

— No, queda algo lejos.— contestó Syd.

— deberíamos ir.

— No lo sé, Dave...— dijo Syd.— ¿Y si nos pasa algo?

David negó.

— Podemos llevar a mi perro.— dijo David.

— bueno, después de todo este pueblo me tiene hastiado...— dijo Syd con una mano en el mentón mirando hacia la ventana.

— a mi también...— suspiró David.

— hagámoslo.— sonrió Syd.

David sonrió de vuelta, pero ninguno de los chicos sabía en lo que se metía.

Y ambos en el fondo de sus corazones, hubieran preferido desechar esa idea.

Aunque también fue una puerta a un nuevo mundo.

Un mundo que estaban por descubrir, el cual creían totalmente ficticio...

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