Cadenas del pasado

Valentina

Anhelo nunca cumplir 18 años.

Ese fue mi deseo en cada cumpleaños desde que tengo memoria porque el futuro que me esperaba no era de cuento de hadas.

Mi familia es una de las más adineradas de Latinoamérica gracias a los matrimonios impuestos a sus nietas, para su beneficio.

—¡Carolina ven!— gritó mi abuela desde el jardín.

Odiaba que mi abuela me llamara, ya que, sabía sus intenciones—¡Ya voy!—respondí.

Era el candidato número 3 que me presentaba, esta vez él era alto y muy bien parecido, pero tenía 45 años—Niña ahora si pórtate bien—me dijo entre dientes porque según ella a los anteriores los espanté por mi forma de ser.

—Daniel le presentó a Carolina, mi última nieta—él me extendió su mano y no tardó en hablar—Un placer.

—Abuela te dije que no quiero cuarentones—su expresión en el rostro era de foto, para nunca olvidar.

—Muchacha malcriada, ¡Te lo advertí!

Yo levanté mis hombros en señal de que no había hecho nada malo. Sin embargo, creo que el hombre que tenía en frente de mí pensaba lo contrario—No se preocupe, señora yo entiendo porque ella reacciona así.

—¿Lo entiende?—preguntó mi abuela.

—Claro, los hombres actuamos desde la racionalidad y ellas actúan desde las emociones—no puede ser, ahora tengo que lidiar con un típico machista.

—Abuela no lo hagas más complejo, él no es el correcto—dije eso y me retiré.

Estaba leyendo en mi habitación cuando una de las mucamas llamó desesperada a mi puerta—Señorita Carolina su abuela la necesita urgente.

—¿Me buscabas?—le pregunté.

—Prepárate en dos días te casas.

—¿Qué? ¿Con quién?

—Con el hombre que nos visitó hace unas horas.

—¡Abuela!

—Ni una palabra más, mañana sales por la mañana con tus tías para elegir el vestido y no quiero problemas—me obligue a ocultar mis lágrimas hasta llegar a la habitación.

Todo lo que lloré, grité, y destruí en mi habitación no sirvió de nada porque ya estaba todo planeado para mi nuevo Infierno.

Salí a buscar el estúpido vestido por la mañana, pero en vez de estar feliz yo estaba muerta en vida—¿Quién es la novia?—preguntó la modista.

—Ella—me señalaron mis tías.

—Es muy joven y hermosa—me obligé a asentir.

En el vestidor ella preguntó—¿Por qué estás triste? ¿Te están obligando?

Quería gritarle a la cara toda la verdad, pero no pude—No estoy triste, no hay razón de estarlo.

—Está bien, no haré más preguntas.

Cuando me acerqué a cancelar el vestido la recepcionista me hizo reaccionar con su pregunta—¿Te casas tan joven?

—Eso... creo

—Si no estas segura no tienes porque hacerlo, es tu decisión—tenía toda la razón era mi vida.

En el auto les supliqué a mis tías que me dejen escapar, pero ellas no cedieron y me llevaron directo a casa.

—¡Abuela! ¡Abuela! ¡Abuela!

—¿Qué son eso gritos?

—¡No lo haré!

—¿Cómo?

—Sí, no me casaré.

—Claro que lo harás.

—Entonces moriré.

—Niña, deja de decir tonterías.

—Espero que mi muerte quede en tu conciencia.

—¡Ya cállate!—sentí una bofetada en mi cara.

En mi habitación entre sollozos empaqué un par de cosas y guarde todo el dinero que mi madre me había enviado por cartas desde que era una bebé.

Era medianoche cuando salté por la ventana para dejar atrás toda mi antigua vida, no tenía claro a dónde me dirigía, pero era lo mejor para mí.

Ese así como aquella noche quedé sin familia, con la carrera universitaria a la mitad, sin familia y durmiendo en el aeropuerto. Sabía que, me buscarían hasta debajo de las piedras es por eso que, lo primero que hice fue comprar un boleto de avión al Salvador.

Ahí se había mudado mi mejor amiga hace unos años atrás y siempre me decía que era lo mejor que había hecho, ahora era yo la que emprendía este nuevo viaje por un mejor futuro. Mi amiga me recibió con los brazos abiertos, sin embargo, para mi todo seguía oscuro e incierto.

En los siguientes días, me llegó una noticia horrible de aquel hombre con el que mi abuela me había comprometió, estaba en prisión acusado de asesinato a su anterior esposa.

Por mi seguridad un salvadoreño que se dedicaba al suplantar identidades me ayudó cambiar nombre de Carolina a Valentina para poder trabajar y terminar mi carrera sin miedo alguno.

Es así como por dos años El Salvador se volvió el país que salvó mi vida, pero a partir de ahora Mónaco sería mi hogar, ya que, me había llegado una propuesta de trabajo—Te voy extrañar mucho, pero me alegra que sigas tus sueños—me dijo mi mejor amiga.

—Yo también te voy a extrañar.

—No te olvides de mí.

—Jamás, tú eres bienvenida en Mónaco—nos abrazamos y luego volé hasta el viejo continente.

Lo que no me imaginaba es que en Mónaco mi vida cambiaría rotundamente por aquel caballero de monoplaza naranja, pero el camino para ambos no sería nada fácil y las cadenas del pasado volverían para ponernos a cuentas.

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