02: Invierno eterno

02: Invierno eterno

Pequeños copos de nieve caen con gentileza sobre la cabeza de Kim Taehyung. Tan pálido, frío y sin vida de pie sobre la madera gastada de la sala de estar en la casa veinticuatro.

Su cuerpo, tan alto como Seokjin, muestra pequeñas heridas en la piel descolorida y el corte en su garganta se ve profundo allí donde la carne se levanta y da la impresión de que la sangre que brota es infinita.

—¿T-Tú puedes? —la voz lo paraliza porque no parece provenir del cuerpo que tiene en frente sino de cualquier lugar de la casa, de todas partes, en su cabeza. Seokjin sabe, él sabe que lo que ve no es real, que el chico que tiene en frente murió esa mañana y que es probable que se haya desmayado por el frío en la terraza de su casa y esto sea una alucinación.

Pero aun así da un paso hacia adelante, extendiendo sus manos como si pudiera tocar algo.

—Eres real —y eso fue una afirmación. Las puntas de sus dígitos rozan la tela manchada de la camisa café del chico y Taehyung no puede evitar dar un paso atrás. Taehyung sabe, él sabe que aquello no es normal.

—Te dije que él podía, pero no quisiste creerme

La mujer apareció –porque literalmente lo hizo– justo al lado derecho del castaño, vistiendo un extraño conjunto de faldas amplias y mangas largas. Seokjin comienza a sentir algo de incertidumbre en sus adentros porque la realidad no se ve como ellos, la realidad no se siente tan lejana, las personas no aparecen de la nada, ni muebles inexistentes lastiman tu piel, ni la sangre es infinita, ni se puede tocar aquello que ya no está.

Taehyung baja la mirada a sus manos lastimadas donde aún sostiene de las espinas aquellas rosas que jamás llegarían a su destino.

—¿Qué está pasando? —pregunta Seokjin, demasiado quieto y calmado para el torbellino interno que sobrelleva

—Abuela, él realmente nos ve —susurra el rubio vestido de sangre a la mujer de cabellos blancos. Él siente, siente que debe saberlo pero tiene miedo, Taehyung tiene miedo.

—¡Que ya te lo había dicho! Pero insistes en llamarme senil, ¡Tú, desagradable muchacho! —se queja con media sonrisa en su rostro ajado. Entonces voltea su mirada y la fija en el castaño, quien ha comenzado a retroceder poco a poco hacia la puerta —no te asustes, corazón, no somos malos

—No estoy asustado —se detiene, aunque comienza a estarlo, pero nadie le diría a una mujer mayor que no existe que está asustado de su presencia —Sólo no entiendo qué pasa

Sonríe, porque la mujer se está acercando con la mirada más suave en su rostro que Seokjin hubiera visto jamás

—¡Oh, a que eres hermoso, muchacho! —ella es más baja, quizá dos cabezas más pequeña que el castaño, pero aun así se las arregla para tomar las mejillas del contrario entre sus dos arrugadas manos y apretar un poco, dándole a Seokjin una dosis de realidad que lo atemoriza solo a medias. Ella se aparta como si el toque la quemara, y observa con curiosidad e incertidumbre el rostro bonito que tiene en frente —la verdad hace muchas décadas que no conocía a un Viatorem, ¡Ha pasado tanto tiempo!

Ella se aparta y observa a Taehyung, quien mira curioso el rostro de Seokjin que ha comenzado a coger color

—Así que eres un viajero —suspira —no estás aquí realmente, solo te has desdoblado... es tu espíritu quien ha venido

—Lo has llamado —corrige la anciana algo tensa —los viajeros no tienen permitido atravesar a nuestra dimensión sin una invitación

—Yo no lo invité —se queja, y su cabello se torna oscuro igual que sus mejillas que adquieren algo de naranja peculiar

—¡Pequeño mentiroso! ¿No te he enseñado a no mentir? —se burla ella, alejándose del tímido cuerpo de Seokjin que no sabe qué hacer. ¿Es aquello algo Bueno? Se pregunta la anciana ¿después de tanto tiempo? —lo llamaste porque su alma pertenece al mismo viajero dueño de esas flores que has sostenido durante trescientos años... quizá no lo hiciste a propósito, no lo hiciste con la voz ni con la mirada, lo has llamado con el corazón desde hace tres siglos y de nuevo a venido... has traído su alma de nuevo.

El rostro de Taehyung se desdibuja de repente, pasando por la incredulidad a una profunda agonía que surca su frente y desfigura sus dedos en torno a las rosas que sostiene. La nieve entonces se vuelve más cruel y más espesa sobre su cabeza y cubre el piso y sus pies desprotegidos.

—¿E-Eres tú? —pero al alzar su mirada Jin no estaba allí y la mujer mayor tampoco

–—

—¿Por qué me ha traído? — pregunta el castaño cuando la mujer suelta su brazo y lo deja sobre la hierba del jardín de la casa veinticuatro.

—Ha sido así casi cada cincuenta o sesenta años —se lamenta ella —Taehyung no puede evitar llorar por su amado y que su alma viajera venga a él. Pero los viajeros no pueden quedarse, no a menos que decidan dejar su vida y, aunque tu alma pertenece a alguien del pasado, no puedes recordarlo, tú... no eres esa persona, y eso lo llena de profundo sufrimiento

—No entiendo —suspira y mira al cielo ennegrecido donde no ha caído ni un solo copo de nieve. Él ha podido ver su propio cuerpo tendido a unas casas de distancia y parece que el tiempo ha parado su marcha pero no quiere mirar para asegurarlo, no puede hacerlo sin sentir que morirá de pánico —¿Ha dicho tres siglos? Yo lo he visto esta mañana

La mujer niega

—En la casa veinticuatro el invierno es eterno, cariño, las imágenes que viste, no era algo real, viste lo que tu alma antigua conocía, nuestras vidas pasadas cuando estábamos vivos... sólo tú nos viste porque ya lo habías hecho, aunque tu parte consciente no lo recuerde, y se repite cada cierto tiempo de la misma manera desde hace tres siglos, cuando sucedió la tragedia

—¿Entonces son como... fantasmas?

—somos almas —asiente —¿Crees que haya dejado de llorar ya? No me gusta estar afuera, pero su espíritu es demasiado fuerte y seguro ahora la casa es un completo desastre de nieve y tormenta

El corazón de Seokjin duele. Él lo imagina, el dolor que oprime el corazón del otro hombre y siente que su propia piel sangra por eso.

—¿Qué fue lo que sucedió? —pregunta, aunque no quiere saber y la mujer lo presiente, pero sus palabras salen por su boca sin ninguna advertencia

—Tu padre nos mató a los dos una mañana hace trescientos años —Seokjin suelta el aire despacio, apretando los puños, sintiendo verdadero dolor físico. La mujer continuó —él era un hombre elegante, de esos que cobraban los impuestos y eran bastante crueles con todo su dinero

—Yo...

—Calla, que no he terminado —se aclaró la garganta —pero, cómo sabes, existen estas historias de amor imposible que parecen tan lejanas a nosotros y ustedes eran protagonistas de su propio drama —los ojos soñadores de la dama recorrieron el rostro del castaño —se amaban más de lo que puedes contar con palabras y se miraban como si sostuvieran el mundo del otro entre sus manos, verlos... verlos era como escuchar música clásica en un salón vacío con las estrellas sobre tu cabeza y una buena copa de vino... así de en paz se sentía

El joven desconoce en qué momento ha comenzado a llorar, pero las lágrimas perlan su rostro y no encuentran fin alguno.

—Tu padre, claramente, este hombre de alcurnia y poderío, no lo pudo aceptar, ¡Dos hombres! ¡¿En qué mundo?! —ella apartó la mirada, sintiendo el frío tan familiar colarse en sus huesos ya marchitos por el tiempo que allí no quería pasar —así que ibas a huir con él, con mi pequeño Tae Tae, mi querido Taehyung, lejos, donde pudieran vivir su amor como en las historias que las mujeres de la ciudad contaban en las reuniones de té.

—No pudimos ¿No es así?

Ella niega

—Tu padre los descubrió antes, te encerró en tu alcoba, y vino hacia nosotros... los hombres elegantes solían resolver así los problemas —suspiró —lo emboscó cuando iba camino a colarse en tu patio trasero... tú lo viste todo desde la ventana del último piso de tu casa.

El corazón de Seokjin se lamenta y sangra y late con tanta fuerza que teme morir. Mira hacia la mujer, quien ha tomado su mano con fuerza y comienza a conducirlo a la casa nuevamente donde la nieve sigue cayendo y el frío que rasga los bordes de su espíritu no es lo suficientemente helado como para hacerlo dejar de sentir.

Y en medio de la sala, un hombre sangrando se congela.     

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