Capitulo 5: Solo se tu mismo, y nada mas

Tadano Hitohito caminaba por los pasillos de la Preparatoria Itan, con la vista fija en el suelo, mientras sus pensamientos se agolpaban en su mente. Se dirigía a su salón, pero, como últimamente le ocurría, iba distraído, atrapado en una espiral de reflexiones. Había decidido que haría todo lo posible por mejorar, pero cada vez que intentaba dar un paso adelante, los recuerdos de sus fracasos recientes lo arrastraban hacia atrás.

El incidente con Electro pesaba especialmente en su conciencia. No había sido capaz de detenerlo a tiempo, y peor aún, sabía que su propio descuido había sido el catalizador de aquel desastre. Y, para colmo, cuando más se necesitaba su ayuda, el Omnitrix lo dejaba vendido.

Cada vez que el tiempo se agotaba y volvía a su forma normal, sentía una punzada de inutilidad. Aunque su intención era hacer el bien, las cosas no salían como esperaba. Los medios no tardaron en tirarle toda la basura encima, tachándolo de amenaza, de un peligro más para la ciudad.

Pero lo que más lo frustraba era la situación en la escuela. Querer ayudar a Komi Shouko, alguien a quien sinceramente apreciaba, solo le había ganado más desprecio. El odio y la envidia de sus compañeros eran palpables; cada mirada que le dirigían, cada susurro a sus espaldas, eran recordatorios de que estaba fuera de lugar. No había hecho nada malo, solo intentar ser amable, pero parecía que todo el mundo estaba en su contra.

Tadano suspiró, sus dedos rozando inconscientemente el Omnitrix en su muñeca.

"De algún modo, sabía que iba a recibir algo malo por querer hacerme el héroe, pero... ¿Cuánto resentimiento y desdén debo acumular para poder encontrar algo bueno en todo esto?", pensó mientras dejaba caer la mano. Quizás lo mejor sería dejar de lado todo ese peso y llevar una vida más normal, al menos en la medida de lo posible.

Aunque... ¿Qué tan normal puede ser tu vida cuando tienes un reloj alienígena en la muñeca y un ser espacial prometiendo cazarte algún día?

Sus pensamientos se desviaron hacia Spider-Man. "Él parece hacerlo todo mejor", se dijo a sí mismo.

Spider-Man no se veía tan inepto, sabía cómo lidiar con los villanos y, hasta donde Tadano sabía, no arruinaba la vida de las personas accidentalmente. A diferencia de él, el arácnido no parecía recibir tanto odio. Y claro, no era tan "simplón y tonto" como él.

Mientras caminaba, Tadano sintió cómo la frustración comenzaba a apoderarse de él. Era difícil no pensar en todas las cosas que iban mal cuando cada paso por el pasillo era un recordatorio de ello.

Sin embargo, sabía que no podía dejar que estos pensamientos lo dominaran. "Vamos, Hitohito, cambia esa expresión", se dijo. "Lo último que necesito ahora es que se preocupen por mí."

Con un ligero suspiro, Tadano levantó la cabeza, intentando mostrar una expresión más neutral.

Despues de todo, la vida sigue. . . ¿No?













Naoto Hachioji estaba sentado en su escritorio, mirando su cuaderno de bocetos con una expresión cansada. Había intentado concentrarse en sus dibujos, pero su mente seguía volviendo al mismo lugar: Nagatoro Hayase. La "enana castrosa", como la había llamado en más de una ocasión en su mente, no dejaba de molestarle, y era un dolor de cabeza constante.

"¿Por qué siempre tiene que estar metiéndose conmigo? Ni siquiera Flash es tan pesado.", pensó, mientras tamborileaba sus dedos en la mesa. No podía entender qué la motivaba a fastidiarlo tanto. Parecía que su única misión en la vida era hacer que cada día suyo fuera un poco más complicado.

Como si no tuviera ya suficiente con lo que lidiar. Recientemente, había estado buscando trabajos para poder ayudar a su abuelita, pero las cosas no habían salido como esperaba. El Clarín le había rechazado inicialmente, y aunque las pasantías con el Doctor Connors en la U.E.S, y a veces por Industrias Oscorp, eran interesantes, también le ocupaban una buena cantidad de su tiempo.

"Genial, ahora tengo que encontrar una forma de equilibrar las pasantías, la escuela, el club de arte y... ser Spider-Man", pensó con frustración.

Todo esto le dejaba con una agenda tan apretada que a veces se preguntaba cómo iba a hacer malabares con todo. Había días en los que apenas tenía tiempo para sentarse y relajarse, y la presión comenzaba a acumularse. Sin embargo, había una pequeña luz al final del túnel: al menos, todo estaba relativamente tranquilo en la ciudad. Los esfuerzos que había hecho como Spider-Man habían mantenido a raya a los criminales y, por el momento, no había grandes amenazas que exigieran su atención inmediata.

"Al menos, en ese aspecto estoy haciendo un buen trabajo", pensó con un leve suspiro de alivio. Ser el trepamuros de la ciudad le daba una sensación de propósito, aunque su vida personal se estuviera desmoronando poco a poco. 

Era reconfortante saber que sus sacrificios no eran en vano, que cada noche que pasaba patrullando tenía un impacto positivo. Pero eso no cambiaba el hecho de que, como Naoto Hachioji, las cosas no iban tan bien.

"Es irónico", pensó mientras cerraba su cuaderno de bocetos y se recostaba en su silla. "Como Spider-Man, puedo enfrentarme a criminales y salvar el día, pero cuando se trata de mi propia vida, apenas puedo mantenerme a flote." Y encima de todo, tenía a Nagatoro siempre buscándolo para alguna nueva broma o comentario mordaz.

Había días en los que sentía que la carga era demasiado pesada, pero sabía que no podía rendirse. No todavía. "Solo necesito las ignorare un poco más", se dijo a sí mismo, aunque no podía evitar preguntarse cuánto más podría estirar su tiempo antes de mandar todo al carajo.

Pero bueno, al menos las cosas estaban en calma. Eso ya era algo.


















Los momentos de calma son engañosos.

Para algunos, son una oportunidad para descansar, recuperarse y reponerse del desgaste de la vida. 

Un respiro en medio del caos donde se puede reflexionar, planear, y encontrar consuelo. Pero para otros, la calma es simplemente una máscara, un velo bajo el cual se ocultan intenciones oscuras. 

El mal no descansa; en la quietud, se fortalece, afila sus garras y traza sus próximos movimientos. La paz es el preludio del asalto, el silencio antes de cualquier tormenta.



En las profundidades del subsuelo de Oscorp, donde la luz del sol no alcanza y la moralidad se distorsiona, la calma no trae alivio. Es un entorno frío, clínico, dominado por el zumbido bajo de máquinas e instrumentos científicos. Este es un lugar donde la ciencia y la ambición se encuentran con la crueldad, donde los errores humanos se convierten en experimentos y donde los límites de la ética se borran en nombre del poder.

Norman Osborn observaba desde una plataforma elevada, con una expresión imperturbable. A su lado, Wilson Fisk, mejor conocido como Kingpin, permanecía inmóvil, su imponente figura irradiando autoridad y amenaza en igual medida. Juntos, observaban cómo uno de los hombres que había fallado a Fisk, un pequeño engranaje en la vasta maquinaria del crimen, se convertía en el sujeto de un experimento que prometía resultados extraordinarios.

El hombre, atado a una camilla metálica, apenas podía contener su terror mientras los científicos ajustaban los controles de un dispositivo masivo, diseñado para alterar la estructura molecular de la materia. Este experimento, disfrazado bajo la retórica de avance científico, era en realidad una prueba despiadada, un castigo para aquellos que se atrevían a defraudar a Fisk.

El zumbido de las máquinas se intensificó, y una energía desconocida comenzó a envolver al hombre. Su cuerpo temblaba mientras la maquinaria activaba un proceso que ninguno de los presentes comprendía por completo. Los ojos de Norman brillaban con curiosidad, siempre buscando la siguiente frontera a conquistar, mientras que Fisk observaba con una calma aterradora, disfrutando del sufrimiento del desafortunado.

Flint Marko le había fallado muchas veces. . . Pero ya no mas. Si Marko sobrevivía, entonces le daría un nuevo trabajo que tal vez podría mejorar las cosas. . . Pero en cualquier caso, no le tenían nada de fe al pobre sujeto.

Pero algo salió mal. La energía desbordó los límites, y el cuerpo del hombre empezó a descomponerse, desintegrándose en una nube de partículas finas. Donde antes había carne y hueso, ahora solo quedaba polvo, mejor dicho, arena.

 El proceso no había sido controlado; en lugar de transformarse en algo nuevo, el hombre se había convertido en un cúmulo de materia sin forma, llevado por una fuerza que ninguno de los presentes podría revertir.

En el silencio que siguió, la calma se había transformado en un eco de fracaso y muerte. Mientras la nube de arena se asentaba en el suelo del laboratorio, Norman y Fisk intercambiaron una mirada. Para ellos, este era solo un paso más en un camino sinuoso. La calma había sido rota, pero no por el bien. El mal no había terminado; solo estaba comenzando a tomar forma.


La masa de arena empezó a moverse, deslizándose torpemente sobre el suelo. Flint Marko, o lo que quedaba de él, luchaba por mantener su forma mientras la esencia de su ser se fragmentaba, desmoronándose una y otra vez. Pero en medio del caos y la confusión, su atención se fijó en un objeto caído cerca de donde alguna vez estuvo su cuerpo. Un pequeño colgante de metal, con una cadena rota y gastada, y en su interior, una foto de un hombre y una niña.

Esa imagen. Lo único que lo mantenía enfocado, el único ancla que le quedaba en este torbellino de sufrimiento. Flint se arrastró hacia el colgante, su cuerpo de arena deshaciéndose y reformándose mientras avanzaba, luchando por no perderse en la vorágine que era ahora su existencia. Tenía que alcanzarlo. No podía dejarlo atrás, no podía dejarla a ella atrás.

Con un esfuerzo titánico, extendió lo que intentaba ser una mano hacia el colgante, pero cuando estaba a punto de tocarlo, su forma se desintegró por completo, cayendo al suelo en un montón informe. Durante un instante, todo fue polvo. 

Pero el deseo de alcanzar ese colgante, de aferrarse a ese último vestigio de su humanidad, era más fuerte que la tormenta que lo envolvía. 

Flint Marko se reformó, partícula a partícula, levantándose de nuevo, su figura humana emergiendo de la arena como una sombra que se negaba a desaparecer.

Finalmente, con una mano temblorosa y arenosa, Flint agarró el colgante y lo acercó a lo que alguna vez fue su pecho. Dentro de él, el propósito ardía con una intensidad renovada. 

Debía continuar, debía seguir adelante.

Desde la plataforma elevada, Norman Osborn y Wilson Fisk observaban en silencio. La transformación que acababan de presenciar era tan fascinante como alarmante. La criatura que antes era un hombre ahora había demostrado una voluntad indomable, pero su utilidad estaba aún por determinarse.

Norman, con su característica sonrisa calculadora, observó el resultado del experimento con ojos fríos y analíticos. Fisk, en cambio, se mantuvo imperturbable, su mente ya calculando posibles aplicaciones para este "producto fallido". Tras un breve momento, Norman giró su mirada hacia Fisk, quien lo miró de vuelta. No necesitaron muchas palabras para entenderse; ambos hombres compartían la misma visión cuando se trataba de aprovechar las oportunidades que el caos les ofrecía.

Un intercambio breve, lleno de susurros calculados y promesas no dichas. Luego, ambos asintieron con acuerdo silencioso. 

Flint Marko podría haber sido un fracaso como hombre, pero como arma, como herramienta, aún tenía potencial. Lo que harían con él, y cómo lo usarían, era solo cuestión de tiempo.















Volviendo a la Preparatoria. . . 

El recreo había llegado a su fin, pero Tadano Hitohito no tenía ningún deseo de regresar al salón de clases. A pesar de que sabía que era su obligación como estudiante, las interminables miradas de desprecio de sus compañeros comenzaban a desgastarlo. A excepción de Shouko Komi y Najimi Osana, el ambiente en su clase le resultaba sofocante. Incluso la maestra, con su actitud fría y cortante, no hacía más que reforzar su descontento. Para colmo, la amabilidad que mostraba hacia Shouko no hacía más que destacar la indiferencia con la que trataba al resto, Tadano incluido.

Decidido a buscar un respiro, Tadano decidió aprovechar sus buenas notas y se saltó la clase. Tal vez una caminata por los pasillos vacíos podría ayudarlo a despejar su mente. No tenía un rumbo en particular, solo necesitaba alejarse un poco del entorno que lo sofocaba.

Al pasar por un área más apartada, Tadano notó que se encontraba cerca de los baños que estaban fuera de servicio. No era la primera vez que los veía cerrados; su letrero de advertencia indicaba que cualquier persona con necesidad de usarlos tendría que subir varios pisos para encontrar otros. 

Sin embargo, algo extraño lo detuvo en seco. Un sonido suave, casi imperceptible, lo alcanzó: sollozos ahogados provenientes del baño de chicas. Alguien intentaba llorar en silencio, tratando de ocultar su angustia.

La habilidad innata de Tadano para "leer el ambiente" le permitió captar de inmediato lo que estaba ocurriendo. Alguien estaba allí dentro, profundamente herido, queriendo llorar sin ser descubierto. Una parte de él quería continuar su camino, ignorar la situación y evitar involucrarse en problemas ajenos. Pero había otra parte en su interior, esa misma que se fortalecía cada vez que se transformaba con el Omnitrix, que lo impulsaba a actuar. Esa parte de él gritaba que debía hacer algo, que no podía simplemente pasar de largo.

Sin darse cuenta del todo, Tadano ya estaba entrando al baño. Aunque el lugar estaba fuera de servicio, las puertas permanecían abiertas para aquellos que pudieran necesitar los espejos o lavarse las manos. La luz tenue del baño apenas iluminaba el espacio, proyectando sombras sobre las baldosas grises y frías.

Y entonces la vio. Una chica con el cabello rubio y la piel bronceada, una Gal dirían otros, estaba sentada en el suelo contra la pared, llorando en silencio. Su rostro, maquillado cuidadosamente esa mañana, ahora estaba arruinado por las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas, dejando surcos oscuros en su piel.

Trataba de ocultar su dolor, abrazando sus rodillas y cubriendo su cara con las manos, intentando desesperadamente desaparecer en su propia tristeza. Tadano se quedó inmóvil por un momento, sintiendo un nudo en el estómago. La imagen de la chica, tan vulnerable y sola, lo llenó de compasión.

Sin decir una palabra, Tadano supo que no podía ignorar lo que estaba frente a él.

En toda esta caótica primera semana de clases, Tadano Hitohito había escuchado sobre esta chica a través de los inevitables chismes que Najimi Osana compartía.

Rumiko Manbagi

Según algunos compañeros del 1-C, ella era una "alucinante" completa, una chica llamativa, pero con problemas considerables para hacer amigos, a pesar de ser dulce y amable. Najimi, con su habitual entusiasmo por los rumores, le había comentado algo más profundo: Manbagi era notablemente tímida y tendía a reaccionar de manera agresiva para ocultar su vergüenza. Aunque no sufría un trastorno de comunicación como Komi, la dinámica social la ponía muy incómoda, aunque no al extremo de Shouko.

Tadano, sin embargo, no sabía exactamente cómo acercarse a ella para preguntarle qué le pasaba. 

En realidad, nunca había sido particularmente hábil para interactuar con chicas, y el rechazo que había sufrido en la secundaria seguía fresco en su mente, haciéndolo sentir inseguro. Pero, viendo a Rumiko llorar sola en el baño, supo que debía hacer algo. Ella necesitaba una mano, y aunque estaba nervioso, decidió reunir el valor necesario para intervenir.

Respiró hondo, preparándose mentalmente. Rumiko estaba tan perdida en su propio mundo que no lo había notado entrar, así que Tadano optó por acercarse lentamente y sacudir suavemente su hombro.

"Oye... ¿Necesitas ayuda?" Preguntó con delicadeza.

Rumiko levantó la mirada de inmediato al sentir el contacto. Tadano no pudo evitar sentirse triste al ver su rostro empapado en lágrimas, el maquillaje arruinado que hacía evidente lo mal que la estaba pasando.

Rumiko soltó un pequeño gemido de sorpresa, asustada al ver a Tadano tan cerca de ella. Por un instante, pensó que tal vez había entrado en el baño equivocado, lo que la llevó a intentar levantarse rápidamente. Sin embargo, sus piernas temblaron y la traicionaron, haciéndola caer torpemente al suelo y raspándose la rodilla en el proceso. Las lágrimas volvieron a brotar con más fuerza.

Alarmado, Tadano se apresuró a ayudarla.

. . .

"Tranquila. No voy a juzgarte, y tampoco tienes que hablar si no quieres" dijo con voz suave, tratando de calmarla. "Solo... creo que no deberías estar aquí, llorando sola."

Rumiko levantó la cabeza para mirarlo. Ambos estaban muy cerca ahora, y cuando Rumiko volteó, sus ojos se encontraron directamente. Un rubor suave apareció en sus mejillas, y Tadano, aunque en otra situación habría reaccionado de la misma manera, estaba demasiado preocupado por la chica como para notarlo. 

Quizás las experiencias enfrentando a villanos le habían dado un poco más de firmeza y confianza a la hora de lidiar con los problemas. . . O tal vez estaba tan concentrado en ayudar a Rumiko que no se daba cuenta de lo atrevido que se veía el al estar tan cerca de ella.

"Escucha, si no quieres hablar, está bien... Pero tampoco puedo permitirme dejarte así."

Le ofreció un pañuelo, sonriendo gentilmente mientras le sugería que se lavara la cara para que pudieran hablar mejor sobre lo que le estaba pasando.

Rumiko, aún nerviosa y avergonzada, aceptó el pañuelo con manos temblorosas.

Tadano siente que las cosas se están calmando al ver a la chica lavarse la cara.

A pesar de su timidez, Rumiko no podía evitar sentirse inesperadamente feliz. Creyó que nunca lograría hacer un amigo en la preparatoria después de todo lo que había sucedido en los últimos días, pero al final, este chico misterioso, pero sorprendentemente normal, había llegado hasta ella.

Era un comienzo.











Mientras tanto, en el club de arte, Naoto estaba harto. Estaba molesto. Quería lanzarse por la ventana, columpiarse con su telaraña hasta algún lugar lejano y tranquilo, cualquier cosa para evitar pasar un segundo más con esta enana castrosa que tenía enfrente.

Nagatoro estaba entretenida tocándole la cara con un dedo, como si su único propósito en la vida fuera molestarlo. Naoto apretaba los dientes, intentando concentrarse en otra cosa, cualquier cosa que no fuera ella. Pero su paciencia estaba a punto de agotarse.

Justo cuando iba a reaccionar, las amigas de Nagatoro, Yoshi y Gamo, irrumpieron en el salón. Naoto maldijo su suerte en silencio. Si estar solo con Nagatoro ya era un desafío, ahora sus problemas se habían triplicado. No conocía a las amigas de Nagatoro, pero si eran tan pesadas como ella, necesitaba toda la paciencia del mundo para no perder la compostura. Aunque, en ese momento, la idea de tirarse por la ventana no parecía tan mala.

Gamo, siempre directa y con esa sonrisa maliciosa, notó la expresión de su Sempai y decidió hacerle un comentario: "¿La enana te tiene harto, amigo?"

Naoto parpadeó, sorprendido por la pregunta, pero al verla sonreír tan descaradamente, no pudo evitar que una sonrisa sarcástica se le escapara.

"Pff" soltó una pequeña risa. De alguna manera, le causaba gracia. Quizás era porque incluso las amigas de Nagatoro reconocían lo molesta que podía ser. O tal vez simplemente no se esperaba la pregunta, y al oírla, algo en su mente hizo clic y encontró la situación hilarante.

Pero rápidamente decidió que era hora de irse antes de que las cosas se complicaran aún más. Se levantó para agarrar su mochila, donde tenía cuidadosamente guardado su traje de Spider-Man. Sabía que podría evitar que Nagatoro viera el traje, pero no estaba tan seguro con esos dos pares de ojos extras observándolo. No podía arriesgarse a que descubrieran su identidad secreta.

Aunque, pensándolo bien, había algo irónico y gracioso en todo esto. Las chicas hablaban de lo genial que era Spider-Man, mientras que Nagatoro lo molestaba y se burlaba de él. 

Si supieran quién se esconde detrás de la máscara...

Naoto, con un movimiento discreto, tiró su traje de Spider-Man dentro del armario, asegurándose de que ninguna de las chicas lo viera. Con ese problema fuera de su camino, se decidió a salir del salón y dirigirse a la máquina expendedora. Necesitaba un dulce urgentemente para recargar energías y soportar a la enana castrosa y a sus dos amigas igual de molestas. Tal vez, solo tal vez, ese dulce evitaría que perdiera los nervios y saltara por la ventana.

Dios, le tentaba demasiado el tirarse por la ventana con tal de ver la cara que podrían esas tres pendejas.

Pero cuando Naoto intentó salir del salón, Nagatoro, como siempre, se interpuso en su camino, una sonrisa burlona en su rostro. Sin embargo, Naoto, con la gracia de un bailarín y la precisión de un acróbata, giró sobre sus talones y la evadió con una agilidad que la dejó sorprendida y frustrada. 

Nagatoro intentó atraparlo agarrando su mano, pero Naoto, que ya había dado un paso adelante, anticipó su movimiento. En un acto que parecía sacado de un show de variedades, agarró primero la mano de Nagatoro, la hizo girar elegantemente y la empujó suavemente hacia atrás, quitándola de su camino con un toque de estilo inesperado.

Yoshi quedó boquiabierta, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Nagatoro no se movió, su mente aún tratando de entender cómo su Sempai, que siempre parecía tan retraído, acababa de hacer algo tan... estilizado. Gamo observaba con una mezcla de diversión y confusión. ¿Qué carajo acababa de hacer su Sempai? Según Nagatoro, él era un tipo antisocial, dedicado a las artes, un flacucho que parecía que con un empujón se caía. Pero lo que acababan de ver no encajaba con esa descripción.

"Wow" dijo Gamo, más que nada para romper el incómodo silencio que Naoto dejó al marcharse. Nagatoro la miró con el ceño fruncido mientras Yoshi reía en segundo plano. Gamo se rió más fuerte.

"Oh, vamos, no te enojes solo porque esta vez te tocó a ti ser la molestada" comentó Gamo, disfrutando del hecho de que Nagatoro parecía estar furiosa por la manera en que su Sempai la había sacado del camino con un estilo que casi rayaba en lo humillante.

Yoshi, siempre la más simple, pensó en voz alta: "¿No deberíamos seguirlo para que no nos deje aquí solas?"

Ante su sugerencia, tanto Nagatoro como Gamo la miraron antes de lanzarse a la persecución de su Sempai. Para Nagatoro, esto ya era un asunto personal. Se sentía desafiada, y no iba a dejar que Naoto se saliera con la suya tan fácilmente.

Ante su pregunta, las tres se miraron entre sí, sin necesidad de más palabras. Con un impulso compartido, todas salieron disparadas tras su Sempai, aunque especialmente Nagatoro, quien sentía que esto se estaba volviendo un desafío personal.

Para Nagatoro, nada de lo que intentaba parecía funcionar como ella quería. Cada broma, cada provocación, no lograba hacer mella en su Sempai como esperaba. No lo asustaba, no lo ponía nervioso, no lo hacía explotar en frustración. (Aunque no le falto mucho.)

Era como si nada de lo que hacía le afectara, lo que solo alimentaba su rabia y determinación. Pero lo que Nagatoro no sabía era que Naoto había descubierto que mantener la calma era la mejor manera de frustrarla. Claro, eso también hacía que ella se volviera más insistente y pesada, pero comparado con los criminales armados, la tecnología peligrosa o casi ser electrocutado por Electro hace un par de días... Bueno, Nagatoro tenía un reto monumental si pensaba que iba a ponerlo nervioso con alguna tontería.

Naoto, mientras caminaba hacia la máquina expendedora, no podía evitar sonreír o incluso reír un poco ante lo absurdo de la situación.





















Lejos de la Tierra, en algún punto del sistema solar, Vilgax se encontraba sumido en su frustración. 

En una vasta cámara médica dentro de su nave, el Conquistador galáctico flotaba, conectado a sistemas de regeneración avanzados que intentaban restaurar su cuerpo destrozado. Sus pensamientos eran una mezcla de furia e impotencia. Cada músculo retorcido, cada tejido regenerándose, recordaba la derrota humillante que sufrió al intentar tomar "su" Omnitrix.

Las cicatrices en su cuerpo eran un recordatorio constante de su fracaso. Las mutilaciones y heridas severas que había sufrido en su intento de robar el Omnitrix no solo lo dejaron al borde de la muerte, sino también inmovilizado y vulnerable. Para alguien como Vilgax, ser incapaz de actuar era casi tan doloroso como las propias heridas.

Lo único que le daba un resquicio de satisfacción era el hecho de haber encontrado a la piloto de la nave que llevaba el Omnitrix. Utilizó sus implacables robots de combate para liquidarla sin piedad. Sin embargo, la frustración persistía. Incluso en sus últimos momentos, la alienígena no había revelado nada útil, dejando a Vilgax sin más información sobre el paradero del Omnitrix. Sus planes estaban estancados.

Vilgax, con sus ojos brillando de rabia, observaba la sala a través de los tanques de regeneración. Sabía que sus robots habían fallado una y otra vez en sus intentos de localizar al portador del Omnitrix. Era humillante que criaturas tan insignificantes como los humanos y alienígenas menores lograran evadir a sus cazadores, mientras él estaba atado a esta nave, esperando el día en que su cuerpo se regenerara por completo. Lo que no sabía era que Tadano, un simple estudiante con más problemas de los que podía manejar, era el portador del Omnitrix.

En su irritación, Vilgax golpeó el cristal del tanque que lo rodeaba, sintiendo la indignación recorrer sus venas. Pero incluso él sabía que, por ahora, debía controlar sus impulsos. A pesar de su ira, el Conquistador de la galaxia era un estratega calculador. Y un estratega sabía cuándo retroceder para luego atacar con fuerza renovada. Mientras su cuerpo sanaba, su mente maquinaba planes más oscuros, más letales.

Su mirada se oscureció aún más mientras tomaba una decisión. A pesar de lo que sus fríos subordinados mecánicos pudieran pensar, la orden era clara.

"Retirada táctica" gruñó Vilgax, su voz resonando en la nave.

Los robots que lo rodeaban acataron sin cuestionar, mientras las luces parpadeaban y las computadoras recalculaban las rutas de evasión. La nave cambiaría su curso, alejándose temporalmente de la Tierra.

El conquistador sabía que sus soldados metálicos no comprendían el significado de la paciencia o la estrategia, pero eso no le importaba. Su Omnitrix estaba en la Tierra, y lo recuperaría. No le importaba cuánto tiempo tomara ni cuántas vidas tuviera que aplastar en el proceso.

"Portador del Omnitrix..." murmuró Vilgax, sus ojos brillando con una sed de venganza incalculable. "Tu destrucción está sellada. Cuando regrese a la Tierra, no habrá lugar donde esconderse."

Y con ese juramento, Vilgax dejó que el silencio llenara la sala. Sabía que el día llegaría. Y cuando lo hiciera, no habría piedad.
































Volviendo a la Tierra, con el portador del Omnitrix...

"ACHU" Tadano estornudó repentinamente, sintiendo que alguien hablaba de él en algún lugar lejano. Aun así, le restó importancia. Era un pensamiento fugaz que desapareció tan rápido como llegó.

Con una pequeña sonrisa nerviosa, Tadano se disculpó con Rumiko, quien continuó relatando lo que le había estado ocurriendo. Ambos seguían en los baños de chicas, fuera de servicio, y Rumiko seguía desahogándose, con el maquillaje ya arruinado por las lágrimas.

"Cuando llegué a la preparatoria Itan, me separé de mis amigas." confesó Rumiko, con la voz temblorosa. "Ellas tomaron caminos diferentes y... me quedé sola. Desde el primer día, todo ha sido un desastre.

Tadano escuchaba en silencio, conectando las piezas en su mente. Rumiko había intentado sobresalir, hacerse notar de alguna manera, todo en un esfuerzo por encontrar una excusa para hablar con alguien, cualquiera que le prestara atención. Pero esas mismas estrategias habían terminado por alejarla más. Fingía quedarse dormida en clases, actuaba como si no le importara nada o se mostraba desinteresada, esperando que eso llamara la atención. Todo esto, según Rumiko, había sido un error tras otro.

"Solo quería... no estar sola" murmuró, bajando la cabeza con un aire de tristeza y vergüenza.

Tadano podía ver el patrón en su mente, comprendiendo mejor la situación. Rumiko, al tratar de acercarse a los demás, había terminado creando una barrera sin querer. Su manera de intentar integrarse había provocado malentendidos, recordándole, de cierta manera, a Shouko Komi y su propio problema de comunicación. Mientras pensaba en eso, una idea se encendió en su cabeza. Shouko también buscaba amigos, y Rumiko también... ¿Y si?

Antes de que pudiera profundizar más en su pensamiento, Tadano notó que Rumiko comenzaba a llorar de nuevo.

"Fui tan grosera con todos. . ." sollozó "Solo los alejé más y, para colmo, terminé vomitando sobre una de mis compañeras. . ." Rumiko enterró su rostro en sus manos, su voz temblando. "No quiero estar sola, pero cada vez es peor."

Tadano se acercó con calma. Sabía que Rumiko esperaba que él dijera algo negativo, tal vez incluso se burlara de ella, pero en lugar de palabras, sacó su pañuelo y comenzó a limpiar las lágrimas que recorrían su rostro. Rumiko lo miró con sorpresa, y justo cuando iba a decir algo, Tadano, con suavidad, acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja, asegurándose de que no le molestara.

"Es normal tener problemas para hacer amigos" dijo Tadano finalmente, con una voz tranquila. "No deberías torturarte tanto por eso. Al final, no se trata de forzar las cosas... cada quien tiene su propio ritmo." Tadano se encogió de hombros, mostrando una pequeña sonrisa de autocrítica. "Yo también pasé por algo similar. Hubo un tiempo en que me sentí muy solo, sin amigos de verdad... salvo Najimi, pero ya sabes, él/ella es amigo de todos. Así que traté de hacerme notar, de parecer más interesante." Hizo una pausa breve, suspirando. "Fue una época rara, mi fase de "chico cool y badass". Solo terminé viéndome como un idiota. Y, bueno, la chica que me gustaba me rechazó."

Rumiko lo miró con curiosidad. "¿En serio?" preguntó, parpadeando.

"Sí..." Tadano rió suavemente. " Al final, tratar de parecer algo que no era, solo me dejó más solo y lastimado. Fue una lección dura, pero... aprendí que es mejor ser uno mismo."

Rumiko parecía reflexionar sobre sus palabras, y luego, con una tímida voz, preguntó: "Entonces... ¿Qué debería hacer?"

Tadano se quedó un momento en silencio antes de responder:

"Sé tú misma. Así sabrás quiénes son tus verdaderos amigos." Luego, sin pensar demasiado, añadió: "Y, bueno... quizás el maquillaje es un poco exagerado."

Rumiko lo miró con ojos entrecerrados, claramente molesta. "¡¿Qué?!"

Tadano se puso pálido, agitando las manos nerviosamente. "¡Lo siento, lo siento! No quise decir eso... ¡Es solo que...!" Se detuvo, suspirando profundamente. "Perdón, eso fue demasiado directo y no lo pensé bien."

Rumiko, aunque aún molesta, no pudo evitar reír suavemente ante su reacción.

"Y si siendo yo misma no consigo amigos..." murmuró Rumiko, su tono volviéndose más inseguro. "¿Qué hago entonces?"

Tadano sonrió con suavidad, levantando una ceja mientras inclinaba la cabeza hacia ella.

"No estás sola. Después de todo, yo estoy aquí, ¿no?"

Rumiko lo miró fijamente, procesando lo que acababa de escuchar. Tadano, como si hubiera leído su mente, extendió una mano hacia ella, ofreciéndole una solución sencilla.

"¿Te gustaría ser mi amiga?"

Rumiko se quedó paralizada por un segundo. Luego, su rostro se iluminó y tomó la mano de Tadano, agitándola rápidamente con una sonrisa radiante.

"¡Sí, claro que sí!"

Tadano rió, aliviado. "Qué bien, porque tengo una amiga que también busca hacer amigos. Me aseguraré de que nunca te quedes sin ninguno."

Rumiko, aunque sonriente, se dio cuenta de lo cerca que estaba de Tadano, y por un momento, su corazón latió un poco más rápido. Él había sido como un ángel caído del cielo, apareciendo justo cuando más lo necesitaba. Pero rápidamente, la sensación cambió; ahora, en su mente, Tadano no era un simple chico. Era un héroe, alguien que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.

Era una imagen ridícula, pero al mismo tiempo... encantadora.

Rumiko sonrió, aún más segura de que Tadano era alguien imposible de odiar.


.

.

.


Tadano y Rumiko salieron juntos del baño de chicas, sin darse cuenta de que ambos se habían saltado la última clase. El timbre ya había sonado, marcando el final de la jornada escolar. Al caminar hacia la salida, Tadano se sentía diferente, más liviano, como si una gran carga se hubiera disipado de sus hombros.

Fuera de la escuela, Komi se encontraba junto a Najimi, esperando impaciente. Shouko había estado buscando a Tadano, algo preocupada por él, y tras varios intentos de comunicarse con su amigo a través de señas, optó por escribir en su cuaderno lo que quería decir. Najimi, siempre rápido para captar mensajes, finalmente entendió.

"Tadano ha estado un poco... apagado últimamente." explicó Najimi, encogiéndose de hombros. "Seguro es por lo que pasó con... bueno, ya sabes, Electro y todo eso."

Shouko asintió levemente. Ella también lo había notado, y aunque la charla que habían tenido el día anterior parecía haber ayudado, no estaba segura de si Tadano se había recuperado del todo. Su expresión reflejaba una leve tristeza, pero antes de que pudiera pensar más en ello, Tadano apareció repentinamente frente a ellas.

¡Hey!" dijo con una sonrisa brillante.

Komi levantó la mirada, sorprendida. Lo que vio la tranquilizó. Tadano parecía más animado, irradiando una energía positiva que hacía que incluso Najimi lo mirara con algo de sorpresa.

"¡Oh! ¡Míralo!" exclamó Najimi, burlón. "¿Qué te pasó, Tadano? Pareces estar. . . Como nuevo."

"Algo así..." Tadano se rió mientras rascaba su nuca, claramente feliz. "Creo que me siento mejor."

Rumiko apareció justo detrás de él, algo nerviosa al encontrarse de repente en presencia de Shouko y Najimi. Aunque conocía a Najimi, la intensa mirada de Komi la hizo ponerse un poco más inquieta. Shouko, por su parte, observaba a Rumiko en silencio, con esa timidez característica que la hacía parecer distante.

Tadano, notando la tensión, decidió intervenir. Con una sonrisa tranquilizadora, se puso entre ellas.

"Chicas, ella es Rumiko" dijo, señalando con la mano. "Rumiko, ellas son Komi y Najimi."

Rumiko saludó con una leve inclinación de cabeza, sintiéndose algo incómoda. Pero entonces, Tadano decidió romper el hielo de una manera más directa.

"Shouko es un poco tímida, pero estoy seguro de que se llevarán bien. Ella también está buscando hacer nuevas amigas."

Rumiko levantó una ceja, dudando un poco. La idea de que Komi Shouko, la chica más admirada de la escuela, tuviera problemas para comunicarse parecía imposible. Pero al observar más detenidamente, notó la forma en que Shouko evitaba el contacto visual, su postura rígida y cómo sus manos se aferraban nerviosamente al borde de su cuaderno. ¿Ella? ¿Con problemas de comunicación?

"Es un poco difícil de creer, ¿verdad?" comentó Tadano, sonriendo. "Pero te aseguro que es verdad. Y créeme, ser su amiga vale mucho la pena."

Shouko, quien había estado en silencio todo este tiempo, sintió una oleada de alivio al escuchar las palabras de Tadano. Sabía que él siempre la apoyaba, pero esta vez su seguridad parecía ir más allá de lo habitual. Lentamente, asintió, sonriendo tímidamente hacia Rumiko, esperando que eso fuera suficiente para expresar su disposición.

Rumiko, al ver esa pequeña sonrisa de Komi, sintió que la tensión se disolvía un poco. Respondió con una sonrisa sincera, agradecida de tener la oportunidad de conocer a alguien como ella. Tadano los observaba en silencio, sintiéndose satisfecho al ver cómo dos personas que lo necesitaban parecían conectar tan bien.

Con el ambiente más relajado, Tadano decidió darles su espacio y se quedó un par de pasos atrás, caminando junto a Najimi.

"Vaya, Tadano, parece que haces un buen trabajo ayudando a las chicas" dijo Najimi, en tono pícaro, con una sonrisa maliciosa.

Tadano se sonrojó levemente, sabiendo exactamente a qué se refería Najimi, pero decidió ignorarlo, optando por reírse suavemente.

"Solo... hago lo que puedo" respondió, manteniendo la calma.

Pero, en realidad, en su interior, Tadano se sentía increíblemente bien. No solo había logrado ayudar a Rumiko sin depender del Omnitrix, sino que también había comprobado que podía ser útil, incluso sin poderes, y eso le devolvía la confianza. Después de todo lo que había pasado con Electro y Spider-Man, estaba convencido de que su valor no dependía de los alienígenas que podía transformarse, sino de su capacidad para ser él mismo y apoyar a los demás.

Mientras caminaban, Tadano observó cómo Rumiko y Shouko hablaban tímidamente, pero con un interés genuino la una por la otra. Era obvio que, aunque ambas eran personas muy diferentes, tenían algo en común: esa necesidad de formar conexiones sinceras. Poco a poco, las dos chicas parecían encontrar su ritmo en la conversación.

Tadano sonrió para sí mismo, disfrutando de ese pequeño momento de calma y normalidad. El viento soplaba suavemente, acariciando su rostro mientras sus pensamientos vagaban en paz.

"Hoy seguro que está ventoso..." murmuró, sintiendo una profunda satisfacción al ver cómo, al final del día, todo parecía haber salido bien.

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