Zopilote.
Predecesor: Carrera.
Tanteó la puerta hasta hallar el pomo, luego, dejando la zurda en él, introdujo la otra mano en su bolsillo en busca de las llaves.
Su novio había tenido un asunto qué atender y minutos antes llamó a la recepción del centro de artes dejando un mensaje para él con la muchacha que atendía.
"Ezequiel ha llamado, dijo que tenía una emergencia familiar y que te verá más tarde en casa"; Paola repitió el mensaje casi de memoria.
Tiempo atrás la situación de dejar sólo a Román hubiera angustiado a Ezequiel, pero a hora ya no, al menos no tanto, claro que se preocupaba por su novio pero también sabía que era completamente capaz e independiente.
Ingresó al apartamento y con cuidado dejó su pequeña mochila sobre el sofá, luego se encaminó a la cocina de donde con sumo cuidado y con movimientos casi calculados se sirvió un vaso con agua, se apoyó en la barra del desayunador y bebió pausadamente, aunque le gustaba caminar siempre terminaba sediento.
Minutos después escuchó el sonido de unos pasos en el pasillo exterior, el repicar de unas llaves y la voz de una infante.
—No— escuchó también la voz de su novio, —no hay helado.
La puerta se abrió y una niña de tres años exclamó, —¡Romani!
—Es Román— le corrigió Ezequiel.
—¡Romani!— repitió la pequeña y corrió hacia él para aferrarse a su pierna. Román sonrió justo después de dar un ligero respingo a causa del inesperado imparto de la menor contra sus rodillas. Ezequiel dio un par de zancadas para llegas hasta su novio, afianzarlo de la cintura y evitar que cayera.
—Hola Ezequiel, hola Jazhel— saludó el chico tanteando hasta lograr acariciar su cabeza.
—Hola— repitió la niña.
—Hola, amor— le susurró Ezequiel al oído antes de plantarle un beso en la mejilla, —lamento no haber ido por ti; mi hermano llamó y...
—No te preocupes por mí— le acarició el rostro también,— pero ¿está todo en orden?— quiso saber, es decir, el mensaje contenía las palabras "emergencia familiar".
—Susana ha entrado en labor de parto— Susana era la cuñada de Ezequiel.
—Oh, ¿de verdad?— se mostró sorprendido, según sus cálculos faltaba aún casi tres semanas para ello.
—Sí, ha tomado a mi hermano desprevenido y pues no había quien se quedara con Jazhel; la hermana de Susana llega hasta la próxima semana.
—¡Romani!— volvió a decir el menor.
—Es Román— corrigió el moreno.
—¡Romani!
—Deberías estar con él— intervino el muchacho ignorando la mini-discusión de aquellos dos.
—Lo sé, pero mi hermano prefiere que mantengamos a Jazhel alejada— alzo en brazos a su sobrina, no sin antes dejar en el sofá la maleta que su hermano le había dado, —ya sabes, los hospitales la ponen nerviosa—. Por supuesto, nadie podía olvidar cómo se ponía cada vez que iba por sus vacunas, pataleaba y hacía rabietas.
De repente escucharon que alguien tocaba a la puerta; Román frunció el ceño, ¿Quién sería? Pero luego recordó que su hermano había quedado en ir a visitarlos y comer con ellos.
Ezequiel caminó hacia la puerta y abrió, —Jeremías— le saludo sonriente.
—¡Hola! ¿He llegado tarde? Traje algo— y levantó a la altura de su rostro una caja que contenía piezas de pollo frito.
—¡Zopilote!— exclamó Jazhel y señaló al recién llegado.
—No, no; es Jeremías— Ezequiel le corrigió.
—¡Zopilote!
—No es un zopilote— habló Jeremías, —es pollo frito— señaló con su índice el dibujo del ave en la caja.
—¡Zopilote!— repitió.
El mayor ingresó y se acercó a su hermano y dijo, —¿qué les enseñan a estos niños ahora?
Román rió y siguió a Jeremías, por el sonido de su voz supo que se dirigía a la cocina, —sean considerados, apenas dice unas cuantas palabras— exclamó tanto para su novio como para su hermano.
—¡Romani!
—Es Román— dijo el alto.
—Lo lamento, no sabía que tu sobrino estaba aquí, he traído sólo veinte piezas de pollo.
—¿Sólo veinte?— preguntó con ironía Román.
Ezequiel rió fuerte, —pierde cuidado, ella trae sus propios alimentos— caminó de regreso a la sala, de donde tomó la bolsa que antes había dejado en el sofá; se la colgó al hombro y fue al baño, debía dejar limpias las manitas de la menor.
—¿Cómo está Raquel?— Román preguntó por la novia de su hermano.
—Justo ayer se fue de viaje a la capital.
—Su trabajo es muy demandante— se lavó las manos en el lavabo de la cocina.
—Y que lo digas— Jeremías colocó la caja en el centro de la mesa— lo bueno es que esta vez sólo será por tres días; luego tendrá una semana de vacaciones.
—¡Zopilote!— Ezequiel removió una silla con la intención de sentar a su sobrina.
—Pollo— exclamó Jeremías.
—¡Zopilote!
—¡Pollo!— volvió a decir y se dirigió al lavabo para asearse la manos también.
—¡Yah!— intervino Román, —pareces también un niño, deja de pelear con ella.
—¡Romani!— Jazhel agitó las manos.
—Es Román— le corrigió por enésima vez el moreno.
—¿Tú también?— Román giró hacia en dirección de su novio.
—Cariño, desde que son pequeños hay que enseñarles.
—Sí pero aún tiene tres años,.
—¡Romani zopilote!— exclamó eufórica.
—¿Eh?— frunció el ceño.
—¡Romani zopilote!
—No soy un zopilote.
—¡Romani zopilote!
Ezequiel y Jeremías se miraron y luego se echaron a reír, puesto que a partir de ese momento fue Román quien se empeñó en corregir a Jazhel.
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