Tetera.

Tetera

Predecesor: Rey

-¿Desea que le sirva otra taza de té?- Hank exageró su "acento fino" y sus ademanes.

-Te ves ridículo- exclamó el chico alto que estaba a su lado.

Robin y Hank eran un par de jóvenes comerciantes, todos los días colocaban su puesto en el mercado del pueblo; el primero ofrecía objetos misceláneos y de segunda mano, desde cucharas de madera y metal, hasta plumas y tinteros; baratijas, como su amigo diría. En cambio, Hank ofrecía collares de piedras brillantes, colgantes, hilos de muchos colores, agujas y telas vistosas; artículos que aseguraban que, por lo menos, una dama fuera a revolotear cerca de su estante.

-Así sirven el té los refinados esos, ¿o no?- Hank alzó nuevamente su meñique al simular que vertía algo desde una tetera color marfil con dibujos de pequeñas flores amarillas.

-Deja ya, la vas a romper.

-Te la pagaré, ¿cuál es el problema?

-El problema es que-

-Oye, mira eso- Hank le interrumpió, incluso tapándole la boca con la zurda, -un blanco fácil.

Robin observó en dirección a donde su amigo le indicaba y notó a un chico rubio que vestía de manera llamativa, con telas brillantes y limpias, caminaba con el rostro en alto e impasible; seguramente pertenecía a la corte. Era extraño ver a alguien como él andar sólo por el concurrido mercado, así que miró mejor, buscando algún acompañante o guardia real, pero no tuvo éxito; sin embargo, notó a un muchacho caminando a unos pasos más adelante, parecía mirar los puestos emocionado para luego regresar con el cortesano y comentarle algo. Extraño, usualmente los mozos caminaban detrás o a la par, nunca correteando como este lo hacía. Aunque, si era la primera vez que "salía al mundo" lo comprendía, a veces la servidumbre del Rey pasaba años dentro de las paredes del castillo.

Robin gruñó y tapó sus oídos cuando su amigo comenzó a gritar a todo pulmón anunciando su mercancía y exagerando en la calidad de sus telas.

-Eres un bruto, espantarás a la clientela- le dijo. Pero el chico de las telas le ignoró y continuó anunciando lo que ofrecía.

Contrario a su pronóstico, Robin observó cómo el rubio cortesano se interesó por el puesto de telas, caminó abriéndose paso entre la gente del mercado, aproximándose.

-Mi Lord, he aquí las más finas telas de todo el reino- fanfarroneó Hank.

Robin rodó los ojos, usualmente los discursos elaborados terminaban por convencer y el don de la palabra era algo que sin duda envidiaba de su amigo.

Decidió no prestar mucha atención a su vecino de tienda, suspiro y se acomodó en su improvisado asiento, mirando en otra dirección y pensando que, con suerte, vendería algunas cucharas o platos, los artículos de cocina eran los más solicitados, sobre todos por las familias numerosas.

-¿Es esa una pluma de ganso?

Ante la pregunta se enderezó y prestó atención a quien podría ser su cliente potencial, era el mozo que acompañaba al extravagante cortesano.

-Sí, así es.

-Vaya, hace tiempo que no veía una nueva.

No era nueva, pero tampoco estaba mal trecha, tal vez había sido usada sólo un par de veces, entendía que para el joven esas cosas eran fascinantes.

-¿Cuánto por ella?- preguntó el mozo, examinándola.

Robin se extrañó, no era común, por no decir imposible, que un chico de servicio se interesara por esos artículos; en primero, porque su poco dinero seguramente era destinado para otras cosas, y en segundo, porque dudaba que supiera leer o escribir. El precio de la pluma era de cinco kalls, pero no estaba seguro que el muchacho llevara esa cantidad consigo, así que respondió: -dos kalls.

-¿Dos?- el chico abrió enormemente sus ojos, asombrado tal vez; Robin se reprendió mentalmente: debió haber dicho que sólo uno.

Pero el muchacho volvió a sorprenderlo al exclamar: -Lowery, quiero tres plumas.

Robin observó aterrado cómo el chico con el rostro manchado de hollín tiraba de la manga del traje impoluto del cortesano, era más que seguro que por ese acto el mozo sería acreedor de, por lo menos, una fuerte reprimenda.

El rubio dejó sobre la mesa los listones coloridos que estaba examinando, dio media vuelta y, en vez de amonestar al chico, miró a Robin y preguntó.

-¿Cuánto por tres plumas de ganso?

El dueño del negocio boqueó azorado, ahora se reprendía por no haber dado el precio real.

-Seis, seis kalls- dijo por fin, si las cuentas no cuadraban pensó que podría irle muy mal.

-Me las llevo- declaró el cortesano.

-Y también quiero un tintero- agregó el mozo sonriente.

Robin le observó. ¿En verdad eso le hacía feliz?, más importante aún, ¿Por qué el rubio le complacía?

-Mi señor, ¿qué opina sobre estos hermosos hilos?- intervino Hank al notar que el sujeto que consideró un "blanco fácil" desviaba su atención. Pero el mozo parecía acapararlo.

-Lowery, deberíamos agregar una tetera más a la colección, Gray ha roto dos esta semana.

-Tienes razón- afirmó, miró al dueño del puesto de misceláneos y dijo: -buen hombre, además de las plumas, llevaremos un tintero y una tetera.

Robin asintió, sin saber cuál tetera ofrecerle, había de diferentes tamaños y diseños, así que mejor preguntó: -¿cuál de todas desea?

El mozo no perdió tiempo y comenzó a mirarlas, las piezas de porcelana estaban ordenadas dentro de una caja de madera, a excepción de la que Hank había manoseado instantes previos.

-Estas dos serán- dijo por fin, mostrando las más grandes, redondas y con decoraciones minuciosas, sin duda las más costosas; -y ahora que lo pienso, también necesitaremos tazas a juego- exclamó el mozo frotando su barbilla.

Pocas teteras poseían el conjunto completo de tazas y platos, para Robin era más fácil vender el juego por piezas.

Minutos después, en una bolsa de tela y una caja sencilla y mediana de madera, los objetos elegidos por el muchacho estaban listos para ser llevados seguramente al palacio.

-¿Cuánto es, buen hombre?- preguntó el rubio.

Tal vez no sabía escribir muy bien, pero en cuestión de números era bastante hábil, -ochenta y seis kalls- dijo Robin.

El cortesano, llamado Lowery, sacó del interior de su manga una pequeña bolsa de terciopelo, de ella tomó una moneda de plata.

-Aquí tiene, es toda suya.

-Muchas gracias.

-Muchas gracias a usted, buen hombre- dijo el mozo antes de emprender su camino también.

Robin les observó partir, preguntándose muchas cosas sobre aquél muchacho, sin duda era diferente, y extraño también.

-Eso es injusto, ellos eran mis clientes- se quejó Hank.

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*Kall: Moneda más pequeña usada en el Reino. Oro, plata y kall.

100 Kalls = 1 Plata.

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