Sol.

Sol

Predecesor: N/A

"Pero qué día tan triste", pensó Elliot al ver las gotas de lluvia resbalar por el vidrio de la ventana. Acababa de despertar y con lo primero que se encontró fue con un aguacero y viento helado. Suspiró, tenía que ir a trabajar.

Se colocó sus pantuflas, aquellas blancas que su primo Henry le había obsequiado en su cumpleaños pasado, tendió la cama y salió de su habitación.

Un emparedado de mermelada de fresa con mantequilla de maní y un tazón de cereal fueron el desayuno perfecto; tomó una ducha tibia y se dedicó a escoger su atuendo. Agradecía el hecho de no tener que usar uniforme, le gustaba más tener su propio y único estilo, no por nada era maquillista en una importante agencia de modelaje.

Una vez que estuvo satisfecho con lo que vio en el espejo tomó su paraguas y sus llaves; no le gustaba la lluvia, sobre todo porque las gotas traviesas se impregnaban en su cabello y podrían arruinar su peinado; y del frío ni qué decir, él pensaba que los abrigos no lo hacían sentir muy cómodo.

Se aseguró de cerrar bien la puerta de su apartamento y se dirigió a las escaleras; descendió dos niveles hasta llegar al vestíbulo.

—Buen día, señor— saludó el portero.

"¿Qué tenían de buenos?"

—Buen día— contestó obligándose a esbozar una sonrisa; salió del edificio al mismo tiempo que extendía su paraguas.

Caminó tres calles, sorteando los pequeños charcos y evitando los chorros de agua que caían desde las cornisas de los locales; era todo un reto, y estaba tan concentrado en eso que no se percató cuando un vehículo plateado disminuyó su velocidad y pareció seguirlo; hasta que el vidrio oscuro bajó y dejó ver a alguien que nunca imaginó.

—¿Elliot?— un joven de cabello azabache y ojos grandes le preguntó.

—¿Ss-sí?— exclamó deteniendo su andar, y no era para menos, ya que quien le hablaba era uno de los modelos de la misma agencia donde trabajaba; de gran estatura y atlética figura, sonrisa tan encantadora y cálida como el mismo sol.

—¿Vas a la agencia?, ¿Te llevo?

Y claro que aceptaría, Jake era su amor platónico-secreto; aquél del que sólo tenía conocimiento Henry, que además de ser su primo era su confidente y uno de los fotógrafos con quien también trabajaba.

—Sólo son mentiras, él nunca ha dicho que le gusta July o alguna otra chica; deberías intentar hablar con él alguna vez—, le animó hace unas semanas Henry cuando se desataron los rumores.

—No podría hacerlo— contestó y miró sus pies.

—Es amigo de Sam, tú sólo tienes que pedírmelo y haré que te lo presente; vamos Elliot, no seas tímido—, Henry era insistente.

—No Henry, es mejor dejar las cosas así—, pero en ese momento nada pudo contra el cabeza dura de Elliot.

Con algo de nervios, tomó la manija de la puertezuela y entró al carro. Los vidrios eléctricos subieron y el motor se puso en marcha. Y entonces cayó en la cuenta de algo.

—¿Cómo sabes mi nombre? — indagó, seguro de que él pasaba desapercibido entre la multitud que laboraba en la agencia; con cientos de maquillistas, estilistas, fotógrafos, diseñadores y modelos podía jurar que nunca lo había visto.

Jake rió antes de confesar, —llevo días pidiéndole a Sam que nos presente; él por alguna razón se ha negado.

Vaya, ésa era una explicación totalmente inesperada; Sam había estado saliendo con Henry, estaba seguro de que él no haría nada sin el previo consentimiento de Henry, y este por supuesto de no iría en contra de los deseos de Elliot, eran primos, se quería y respetaban sus decisiones.

—¿Que nos presente?

—La primera vez que te vi pensé que eras un modelo, así que esperé con ansias el momento en el cual me asignaran alguna sesión fotográfica contigo— Jake se encogió de hombros y agregó, —pero hace una semana te vi platicando con Henry y fue cuando recurrí a Sam, así supe que eras su maquillista.

—Ah— sólo eso escapó de sus labios, no sabía qué más decir.

—Los días fríos y lluviosos son mis favoritos— dijo Jake nuevamente después de unos segundos; —¿sabes por qué?

—No.

—Porque puedes compartir una deliciosa taza decafé, compartir un paraguas y un abrazo— sonrió, y esa sonrisa fue suficientepara contagiar a Elliot, quien ahora veía el lado bueno de ese clima, ya que alfinal saldría el sol.  

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