Rey.

Rey

Predecesor: N/A

Siendo Rey a sus diecinueve años, Simon no estaba del todo contento; primeramente, porque las condiciones en las cuáles "recibió la corona" habían sido trágicas debido al fallecimiento prematuro de su padre, y en segundo lugar, porque no era tan divertido como pensó. Su consejero, Gray, nunca lo dejaba en paz, recordándole sus deberes a cada segundo y cuidando que no le faltase nada.

—Basta ya, no soy un inútil— dijo serio cuando Gray hizo que un mozo le colocara los zapatos esa mañana. Mascullando improperios, el joven Rey Simon había echado a todos de su habitación; quería, sólo por un momento, olvidar que era el Rey y ser un muchacho.

—¿Su majestad?— Lowery, el encargado de las decoraciones y vestimentas de los cortesanos, le miró con los ojos bien abiertos. Caminando por el castillo, se había encontrado con el joven Rey enfundado en un atuendo nada propio para alguien como él: de colores grisáceos, telas viejas, algo rotas y de procedencia dudosa, además de que el rostro del monarca estaba manchado de hollín.

—Sshh— le calló

—Pp-pero... ¿qué cree que hace?— alcanzó a preguntar cuando vio que el Rey se disponía a salir por una de las ventanas.

—¿Qué no ves? Es obvio.

—No debería hacer eso, si desea salir a pasear hay que decirle a su consejero que-

—Ni una palabra a Gray o a los guardias. ¿Entendido?— le miró molesto, —sólo saldré por momento, un poco de aire fresco no le hará daño a nadie.

—Hay solicitar por lo menos una escolta— insistió.

—No.

—Es muy peligroso que ande sólo por allí.

—No tardaré ni me alejaré demasiado.

—Puede haber rufianes, usted no sabe cómo-

—Está bien, está bien— le interrumpió el Rey, —si tanto te preocupa, ven conmigo, sígueme.

—¿Yo?— se señaló a sí mismo, ni loco bajaría por esa ventana, sus ropas eran muy finas.

Simon rodó los ojos, su idea de paseo matutino se iría a la letrina si no se daba prisa, —Lowery, tienes dos opciones: venir conmigo ahora y asegurarte de que ningún rufián me haga daño, o quedarte aquí con la boca cerrada. Decide rápido.

A Lowery le tomó dos segundos elegir lo primero, quedarse no iba a estar bien, no sino podía decirle a Gray o a los guardias.

—Bien, iré, pero usaremos la puerta principal— respondió, no iba a arriesgar su ostentoso y precioso atuendo.

—¿Estás loco?

—Mi Rey, los guardias son algo cobardes para mirarlos ojos de su majestad y demasiado orgullosos para hacer lo mismo con un mozode servicio— le regaló un guiño, —nadie sospechará de mí, yendo al mercado delpueblo, en compañía de un mocito. 

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