Postre.
Predecesor: N/A.
—¿Estás seguro de que quieres hacerlo?— mi amiga me miró sorprendida.
—Lo estoy— respondí con convicción.
—Cocinar no es fácil.
—Lo sé.
—Y menos para alguien tan despistado como tú.
La miré ceñudo, —eso también lo sé, pero quiero intentarlo.
Melina suspiró derrotada, —está bien.
Mañana sería el cumpleaños de Arturo, mi compañero de apartamento del cual yo estaba secretamente enamorado, y quería la ayuda de Melina para prepararle algo de comer.
—Mañana iré a tu apartamento e iremos juntos al supermercado— explico mi amiga—asegúrate de tener una idea de lo que deseas cocinar.
—Claro.
—Y, Rodrigo— me lanzo una mirada seria, —ya declárate de una vez.
—No no— negué con la cabeza, —eso jamás.
Hasta hace poco Arturo había estado saliendo con un chico llamado Orlando y cuando terminaron mi compañero de apartamento no pareció tan afectado, eso no quería decir que no sintiera nada por él, ¿cierto? Es por ello que no podría decirle sobre mis sentimientos, lo menos que deseaba era hacerlo sentir incómodo y que se marchara.
Pedimos la cuenta y nos despedimos para salir de aquel café, Melina dijo tener una cita con su novio y yo quería llegar a mi humilde morada antes que mi compañero.
Pero mi plan falló.
—¿Mañana?... Sí, claro— escuche su voz en cuanto ingrese, parecía estar en la pequeña sala hablando por el teléfono móvil. —Por supuesto, estaré allí en punto.
"Pero que tonto fuiste; es obvio que tendría planes", pensé antes de comenzar a caminar hacia mi habitación para llamar a Melina y cancelar.
—Rodrigo, no te oí llegar— me detuve a medio camino; Arturo me había pillado en la huida. Guardó su teléfono en el bolsillo, me sonrió y yo lo imité como idiota.
—¿Saliste con Carlos?— indago por uno de mis compañeros de trabajo, quien en una ocasión me había invitado a salir solo para confirmar que no había química entre nosotros, pero esto último Arturo no lo sabía.
—No— respondí, —me reuní con Melina— explique sin que me lo pidiera.
—¿Y... tienes planes para mañana?— me preguntó cambiando su tono a uno vacilante.
—Sí— mentí.
—Oh, bueno— frotó su nuca, —yo pensé que... no sé, sino tenías podría rentar unas películas para verlas juntos por la tarde.
Entrecerré los ojos, —¿qué no tienes compromiso? Digo, será tu cumpleaños.
—No— se encogió de hombros, —sólo debo terminar unos planos y entregarlos a las tres.
¿Así que a eso se refería mientras llamaba?
—Pues— fingí pensarlo, —puede que en la tarde esté libre.
—¿De verdad?— volvió a sonreír.
Asentí y quedé embobado, el chico me gustaba demasiado.
...
—Dije que te ayudaría, no que lo haría por ti— con las manos en las caderas Melina me observada de pie cerca del refrigerador mientras yo luchaba con un cuchillo contra los cebollines.
—¡Eres una mala amiga!— me quejé.
—Si dijera a los cuatro vientos tu secretito entonces sí lo sería.
—No te atrevas— la miré amenazante.
—¿O qué?— se miró las uñas, —para cuando tomes valor será demasiado tarde.
—¿T-tú crees?— la inseguridad y duda me invadió. Lo pensé, Arturo superaría lo de Orlando tarde o temprano y empezaría a salir con alguien más; y yo sólo seguiría siendo su compañero de apartamento.
—¡Rodrigo, la carne se quema!— señaló la cacerola.
Arrojé el cuchillo y corrí hacia la estufa, definitivamente esto no estaba nada bien.
Y en efecto, horas más tarde miré la mesa puesta y exhalé. Todo era horroroso, el arroz lucía negruzco, la carne estaba achicharrada y las verduras trozadas de manera irregular y grotesca. ¡Qué vergüenza!
Melina se había ido y no podía arreglarlo, así que debía deshacerme de eso. Pero justo cuando me decidí a quitar todo para ocultarlo, Arturo llegó.
—Ya estoy en casa— anunció, —¿qué huele tan...?— y se detuvo al entrar al comedor.
—Tan horrible; lo sé— completé algo resignado. Si se negaba a probar la comida no iba a culparlo.
—¿Tú hiciste todo esto?— hizo un ademán señalando la mesa.
—Sí—, "yo solito porque Melina no quiso ayudarme", pensé lo último.
—¿Por qué? Es decir, tú no sueles cocinar.
¿Acaso era una broma, quería humillarme? ¿Me obligaría a decirlo?
—Lo hice por... porque quise que pasaras un feliz cumpleaños, Arturo.
Parpadeó un par de veces y luego comenzó a reír; —¿es en serio?
—Claro, ¿que no lo ves?— señalé el plato con carne chamuscada; —pero entiendo si no lo comes, yo tampoco lo haría— exhalé y me acerqué para tomarlo y quitarlo de la mesa. Sin embargo su fuerte mano me detuvo por la muñeca.
—Déjalo— me pidió, —no creo que sepa tan mal.
Lo miré y él me sonrió antes de agregar y soltarme, —iré a lavarme las manos.
Mientras comía yo solo lo observaba esperando a que hiciera alguna mueca de disgusto; sorpresivamente no la hizo. Yo también comí tratando de quitarle disimuladamente las partes quemadas.
Pero tras el último bocado Arturo dijo, —al menos cruda no estaba.
—¿Te burlas?
—No— negó con media sonrisa, —te lo agradezco.
—Feliz cumpleaños— repetí sincero y alegre.
—Gracias— dejó los cubiertos a un lado; —¿y el postre?
—¿Eh?— lo miré confundido, ¿acaso quería más?
—Falta el postre, Ro.
—No tuve tiempo de hacerlo, pero... hay helado de chocolate en la nevera— me levanté y fui hasta el frigorífico. Tomé dos recipientes pequeños del estante y cuando me di vuelta, casi choco con Arturo puesto que había colocado detrás de mí.
—Oye— exclamé, —casi me matas del susto.
Él se echó a reír; —deja eso, lo comeremos directo del bote— dijo, —traje unas películas, podemos verla mientras.
Acordamos que después lavaríamos los trastes, lo mejor era echarnos en el sofá a ver la películas mientras devorábamos el helado.
Era una comedia romántica y sinceramente viniendo de él esperaba una de acción; pero esta no estuvo mal, de hecho disfruté demasiado su risa.
Estar a su lado me hizo decidir mantener guardado mi secretito, como Melina le decía. No estaba preparado para un rechazo, no de él; y teniéndolo como amigo, mientras compartíamos el postre, era suficiente por ahora.
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