Plumas.

Predecesor: N/A.

El viento fresco revolvía mi cabello; el ambiente era bastante agradable, cómodo y tranquilo; aunque no sabía en donde me encontraba.

Caminé sobre el verde y vivo césped, y entonces noté que me hallaba descalzo.

"Qué extraño", pensé; pero aún así continué andando hasta que llegué a la sombra de un frondoso árbol.

—¿Isaac, eres tú?— una voz suave me llamó.

Di media vuelta y entonces lo vi: era un joven de cabello castaño, sonrisa agradable y ojos pequeños; amplió su gesto y dijo —me alegra que te esté yendo bien.

Su presencia me tenía tranquilo, en paz; y aunque por alguna extraña razón no podía recordar quién era, sabía, sentía que me hacía bien estar con él.

Le miré expectante, esperanzado que dijera algo más, algo que me diera una ligera pista de quién era y porqué sabía mi nombre. Pero él sólo se acercó un paso más y estiró la mano para tocar mi antebrazo.

Una sensación de calidez me invadió, me sentí feliz, tan feliz que comencé a sacudir mis pestañas para evitar que mis lágrimas salieran.

—Por favor, no llores— tal vez leyó mi mente.

De repente una luz clara lo rodeó y de su espalda brotaron dos enormes y majestuosas alas, con blancas y brillantes plumas; luego agregó; —no tienes por qué preocuparte más por mí.

Mis parpadeos se hicieron más constantes, las lágrimas brotaron y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, las escena ante mí se desvaneció dando lugar a una tenue mancha de moho, aquella que adornaba el techo de mi habitación desde hacía meses. Me senté sobre el colchón antes de limpiar de manera descuidada mi rostro, otra vez había llorado, porque nuevamente había soñado con él.

...

—Ya no estés triste— Daniela se encontraba sentada a mi lado, le había llamado para reunirnos por la tarde en un parque cercano, debía hablar con ella sobre lo sucedido durante la madrugada.

—Lo sentí tan real— expliqué, —la hierba bajo mis pies, el viento; pero cuando lo vi no pude recordar quién era, hasta que me desperté.

—Al menos lo has visto, aunque sea en sueños; en cambio a mi— se encogió de hombros, —a mi no me ha visitado—; la miré con pena, Daniela era la hermana menor del chico con el que yo solía salir tres años atrás, antes de que un accidente nos separara.

—Uno de vainilla para ti— un muchacho alto apareció frente a nosotros ofreciéndome un helado; —y uno de chocolate doble para ti— le dio el segundo a Daniela.

—Gracias— le sonrió y se movió un poco hacia mí, dejando espacio para que Raúl, su novio, se sentara a su lado. Raúl había llegado al parque junto con Daniela, pero con la excusa de ir por unos helados, y tardándose de más escogiendo los sabores, nos había dado algo de privacidad. Él sabía que en el pasado Daniela y yo habíamos sido "cuñados".

—Raúl, ¿has visto a Alexis?— Daniela le habló a su novio.

El nombrado me lanzó una breve mirada de preocupación antes de contestar; —sí, ya ha regresado de su viaje.

—¿Y crees que puedas acompañarme a verlo? Debo pedirle ayuda con el atuendo para mi presentación de la próxima semana.

—Claro— se acomodo mejor en la banca, recargándose en el respaldo y pasando un brazo por los hombros de su novia; —aunque no sé qué tan ocupado esté, ya sabes que pronto tendremos exámenes.

Próximamente sería el festival en la escuela de Daniela, en donde los alumnos hacían alarde de sus talentos, esta vez ella presentaría un baile.

—Eso no importa, Alexis me ayudará— dijo muy segura de sí misma; luego me miró sonriente, —él es muy amable.

Alexis era el vecino y compañero de clases de Raúl y se había convertido en amigo de Daniela, por lo que fue inevitable coincidir en la fiesta de cumpleaños de ella hacía un par de meses. Desde entonces Alexis comenzó a buscarme, pensé que era algo normal ya que era amigo de mi amiga, pero cuando me declaró sus sentimientos yo puse distancia; no me sentía listo para una relación, no cuando aún estaba él.

Raúl me había aconsejado pensarlo bien y me dejó claras dos cosas: que Alexis no era un mal chico, y que no iba a presionarme. En cambio Daniela me había dicho que debía rehacer mi vida, que era lo que su hermano querría para mí, por ello cuando este sueño se repitió tuve que hablarlo con mi cuñada, sentía que era como una señal.

...

El viento fresco revolvió mi cabello; el ambiente era bastante agradable, cómodo y tranquilo; aunque no sabía en donde me encontraba.

Caminé sobre el verde y vivo césped, y entonces noté que me hallaba descalzo.

"Qué extraño", pensé; pero aún así continué andando hasta que llegué a la sombra de un frondoso árbol.

—¿Isaac, eres tú?— una voz suave me llamó. Di media vuelta y entonces vi a un joven sonriente; amplió su gesto y dijo —me alegra que te esté yendo bien.

Su presencia me tenía tranquilo, en paz; y aunque por alguna extraña razón no podía recordar quién era, sabía, sentía que me hacía bien estar con él.

Le miré expectante, esperanzado que dijera algo más, algo que me diera una ligera pista de quién era y porqué sabía mi nombre. Pero él sólo se acercó un paso más y estiró la mano para tocar mi antebrazo.

Entonces lo supe, justo al momento que una sensación de calidez me invadió, me sentí feliz, tan feliz que comencé a sacudir mis pestañas para evitar que mis lágrimas salieran, porque con su toque había podido recordarlo.

—Por favor, no llores.

—¿Cómo quieres que no llore si te extraño?— dije con pesar.

—Yo también te extraño, pero ya no tienes por qué preocuparte por mi— soltó mi antebrazo para acariciar mi rostro y limpiar mis lágrimas. Una luz clara lo rodeó y de su espalda brotaron dos enormes y majestuosas alas, con blancas y brillantes plumas, —mejor preocúpate por ti; sigue viviendo, sé feliz.

—Yy-yo... no puedo—; debido a mi llanto lo veía borroso.

—Sí que puedes.

Mi pecho ardió, el llanto incluso me estaba dando un dolor físico; sorbí mi nariz y parpadee, más lágrimas brotaron y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, las escena ante mí se desvaneció dando lugar a una tenue mancha de moho, aquella que adornaba el techo de mi habitación desde hacía meses. Giré sobre mi costado y cuál no fue mi sorpresa al encontrar sobre la almohada, a mi lado, un par de plumas blancas y radiantes.

Me senté de inmediato y las cogí cuidadosamente. Eras mágicas, perfectas y suaves al tacto; pero segundos después parecieron evaporarse entre mis dedos, dejado sólo un polvo brillante que desapareció en el aire.

Sonreí entre mis lágrimas, aquellas plumashabían sido una señal, una evidencia de que élme había visitado. 

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