Esponja.
Predecesor: Colibrí.
Una hamburguesa con papas fritas antes de entrar a la sala del cinema y durante la función una barra de chocolate; todo eso había devorado el bailarín antes de llegar al apartamento que compartía con su novio. Prácticamente era ir contra de las instrucciones de su coreógrafo, y amigo, pero la tentación y las ganas de comer algo no nutritivo le venció.
Abrió los ojos cuando sintió que un halo cálido le pegaba en los párpados, frotó su rostro y agudizó sus sentidos notando el sonido del agua al caer y el olor a pan tostado y café. Sonrió antes de estirar los brazos preparándose para salir de la cama. La noche anterior, al llegar de "su cita", Sean y él no se habían dedicado precisamente a dormir por eso no pudo hablarle seriamente sobre los planes próximos del grupo de danza; y era de suma importancia comunicárselo. Pensó que mientras desayunaban podría mencionar el tema pero no contó con que volverían a estar separados, como los últimos días.
—¿Te vas?— preguntó cuando la taza estaba cerca de sus labios.
—Lo siento Colibrí— al alto se acercó y besó su frente, —justo me han llamado, es una emergencia.
Suspiró, sabía que pedirle que se quedara con él, pedirle que no atendiera al llamado era mucho muy egoísta, sobre todo porque Sean era el jefe de doctores del área de pediatría del hospital de la ciudad.
—Ve con cuidado— le sonrió y dejó la taza sobre la barra de la cocina para ayudarle a terminar de colocar los botones en los ojales de la camisa azul oscuro que lo hacía lucir muy bien.
—Sabes que si no fuera importante no iría— explicó mirando los ojos avellana de su novio, aquellos que parecían concentrarse sólo en los botones.
—Entiendo— le dio un par de suaves palmada en su pecho, sonrió y se paró sobre las puntas de sus pies descalzos para dejarle un suave beso con sabor y aroma a café, —ve y salva a muchos niños.
Le devolvió el gesto y el beso; —te le recompensaré, lo prometo— exclamó mientras se dirigía a la salida.
—Eso espero— amplió su sonrisa, recompensa era sinónimo de mimos.
Pero lamentablemente para el bailarín la recompensa no llegaría pronto. Sean estuvo en el hospital por más de un día entero, no era algo grave pero debía estar allí por la magnitud del problema: en una escuela varios niños sufrieron intoxicación. Así que cuando Sean entró al apartamento arrastrando los pies Patrick supo que no era el momento para soltarle la noticia. Su novio se veía cansado, seguramente sus horas de sueño no habían sido consecutivas.
Patrick le ofreció algo de comer, pero Sean sólo quería tomar un baño e ir a la cama y dormir hasta que ya no pudiera más.
El pelinegro suspiró, debía decirle cuanto antes sobre "la gira artística" que Richard había decidido hacía sólo un par de días.
—¿Sean?— empujó suavemente la puerta del baño, notando solamente la desnuda y ancha espalda de su novio, el cual se hallaba en la bañera; —¿todo está bien?— se acercó lentamente, tomó la esponja que colgaba cerca del mueble donde colocaba los champús y se acuclilló.
—Sí; no fue grave pero debíamos tenerlos en observación— suspiró.
Patrick remojó la esponja en el agua en la cual flotaba espuma y luego comenzó a frotar la fuerte espalda del otro, —es un alivio que el mejor pediatra del mundo los haya tratado.
Rió de manera floja, en verdad su jornada lo había dejado exhausto; así que cerró los ojos y se dedicó a disfrutar de los círculos que el bailarín trazaba sobre su espalda con la esponja.
—¿Sean?— volvió a llamarle después de unos instantes; debía decirle.
—¿Si?
—Hay algo que... sobre el estreno del musical— exhaló, —Richard ha conseguido que nos presentemos en la capital.
El pediatra giró para poder encararlo, Patrick estaba acuclillado y él en la bañera, así que sí podían verse a los ojos; —eso es maravilloso— le sonrió; sabía que era algo con lo que siempre había soñado pero, ¿por qué la expresión del pelinegro no denotaba el regocijo que debería?
—Sí lo es; pero... —desvió la mirada, observando las ondas en el agua que se crearon cuando Sean cambió de posición.
—¿Pero qué?— con su diestra tomó el mentón del bailarín, guiando su atención hacia su rostro.
—La obra estará en cartelera por un par de meses— explicó; entonces Sean lo supo: Patrick no quería que se separaran. Y lo comprendía, si por él fuera iría con Patrick a cualquier lugar; pero no podía, tenía deberes, responsabilidades; al igual que Patrick y ambos tenían que cumplir.
—¿Y no estás feliz por ello?— le cuestionó.
—¿Y tú no estás enojado?— lanzó la pregunta mientras que con la esponja dibujaba figuras amorfas e invisibles sobre el pecho del médico.
—¿Amor, por qué habría de estarlo?— enarcó sus pobladas cejas.
—Porque me iré, ¿no te molesta?
—No— contestó.
—¿No?— frunció el ceño y estrujó la esponja entre sus dedos.
—Patrick, los ensayos y las presentaciones en importantes teatros son parte de tu vida y de tus sueños; jamás me molestaría que los cumplieras.
—Pero— infló las mejillas, —me iré.
—Lo sé; pero sólo serán dos meses, ¿no?— sí, eso se decía fácil aunque en realidad sería un tormento para ambos, estaban tan acostumbrados a estar juntos que incluso sus amigos, Kendra y Braulio, se mofaban de ellos.
—Si— asintió incluso con un movimiento de cabeza.
—Ahora quita esa cara larga y ven aquí; es mi turno—con la diestra le quitó la esponja y con la otra mano ondeó el agua, aumentando un poco más la espuma, invitándolo a compartir la bañera.
El pelinegro sonrió ampliamente y agradeciótener al novio más comprensivo del mundo.
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