Carrera.

Predecesor: Guitarra.

Vivir en la penumbra no era tan sencillo como pudiera parecer, sin embargo siempre trataba de dar lo mejor de mí y mantener una actitud positiva, y por supuesto, lo que menos deseaba era entorpecer el estilo de vida de quienes me rodeaban. Jeremías había sido el pilar que me sostuvo después del accidente, aunque siendo sinceros él también necesitó apoyo, la muerte de nuestros padres nos dejó muy afectados, así que aún con mi invidencia traté de ser útil y el mejor hermano.

Cuando mi novio me propuso vivir juntos no pude evitar brincar de emoción y decir "sí" de inmediato, aunque luego fui consciente de que tal vez debí considerar la opinión de mi hermano, sin embargo no pude ser más feliz cuando él me apoyó.

—Podríamos quedarnos en casa, estar echado en el sofá contigo entre mis brazos no me caería nada mal— exclamó Ezequiel antes de darme un suave beso en los labios, tratando de convencerme de no ir.

—¿Bromeas, quieres que Kevin se lleve el trofeo?— le recordé. Mi novio pertenecía a un equipo de atletismo desde la universidad, a él le gustaban los deportes y era muy competitivo, aunque a veces podría ser algo obsesivo curiosamente amaba ese aspecto de él, y ahora que tenía una carrera no podía dejar que faltase, no por mí, él debía participar y no dejar las cosas por mí.

—No, pero...

—Estaré bien— le sonreí, —me quedaré en las butacas y no me separaré de Fausto ni de Patricio, —levanté la palma de la mano, —lo prometo.

Escuché su risa gutural, —está bien— declaró y besó mi mano, —vamos.

Salimos del apartamento rumbo al lugar donde se llevaría a cabo el maratón. Contrario a lo que algunos creían, yo no vivía en la oscuridad total, podía percibir cuando estábamos en el interior o en el exterior, si era de día o de noche; era como cuando cerraba los ojos y a través de los párpados se podía apreciar el halo de luz.

—¿Listo para verme cruzar la meta?— escuché la voz de Kevin cuando llegamos.

—Claro, te esperaré después de que la cruce yo primero— contestó mi novio.

Kevin rió, poseía la altura de Ezequiel, podía saber eso gracias a la dirección de la cual provenía su voz; —eres muy gracioso.

—Lo sé.

—Muchachos, no sean infantiles— escuché que alguien se acercó trotando, —todo se resolverá en la pista—, luego giró hacia mí y dijo de forma más cortés, —hola Román.

—Hola, Alex— sonreí, el sujeto era amable.

—Lisa ya está con los niños en las butacas, ¿deseas sentarte con ellos?— me ofreció, Lisa era su esposa y pues era de esperarse que la familia completa estuviera allí.

—Gracias, pero...

—Lamentamos la tardanza— sonreí al escuchar la voz de Patricio interrumpirme y el caminar de Fausto.

—Estaré con ellos— complete.

—Entiendo— respondió Alex, saludo a los recién llegados y luego volvió a girar hacia mi novio y Kevin, sabía que él aún estaba allí puesto que no había escuchado sus pasos al marcharse; —ahora, ustedes dos, vengan conmigo.

—Te traeré el trofeo del primer lugar, lo prometo— susurró Ezequiel en mi oído antes de darme un beso en la mejilla a manera de despedida.

—Lo estaré esperando— contesté sonriente.

—Ya— intervino Fausto, —vete de una vez.

Ahogué una risa, el comportamiento de ellos dos me causaba gracia.

—Ven, Román— Patricio tomó mi muñeca para colocar mi mano sobre su hombro, de esa manera me guiaría; él era el más bajo de todos, la diferencia de estatura podría no ser notoria para algunos pero para mí sí, de hecho me era más cómodo que él me guiara de esa manera y no otra persona, a excepción claro de Ezequiel ya que él me tomaba de la mano entrelazando nuestros dedos.

—Más le vale a Ezequiel ganar esta vez— escuché a Fausto, se había atrasado un poco en su caminar para estar a mi lado.

—¿Ah, sí?— indagué.

—El torneo pasado quedó en segundo lugar, estuvo toda la semana intolerable— bufó, —no pienso soportarlo otra vez— explicó. En ese entonces yo apenas llegaba a la ciudad, así que no sabía de los resultados de dicho torneo, aunque me imaginaba la actitud de mi novio.

—Pero este año entreno mucho— habló Patricio, —tiene que ganar, además aposté por él.

—¿Que hiciste qué?— preguntó Fausto.

—Jeremías y yo apostamos; sí Ezequiel regresa con el trofeo del primer lugar a casa Jeremías será el vocalista de mi banda por un mes, y sino pues yo le compraré el almuerzo todos los días—; mi hermano no había podido acudir a la carrera, pero el trofeo sería la prueba contundente del resultado.

—¿Estás loco? Jeremías sufre de pánico escénico.

—Lo sé, pero cosas como esas hacen divertidas las apuestas. ¿No lo crees Román?— Patricio me incluyó en su plática.

—Creo que el almuerzo por un mes es demasiado— declaré.

—Pierde cuidado, yo confío en Ezequiel— dijo convencido.

Con precisión, mis amigos me ayudaron a subir algunos escalones para llegar hasta nuestros lugares.

—Siéntate aquí— me dijo Fausto y tiró suavemente de mi brazo, haciendo que me posicionara entre él y Patricio. Ellos eran muy amables y protectores conmigo, a pesar de que antes ya les había pedido que no lo hicieran, que yo era capaz de hacer varias cosas por mi cuenta, insistían en continuar con su actitud; he llegado a pensar que aún si yo no fuera invidente me seguirían tratando así.

El evento comenzó y gracias a las descripciones de Fausto no me perdí de prácticamente nada. El equipo de Ezequiel había destacado en la carrera con relevos; un tal Gerardo ganó la competición de ciclismo y Carlos la carrera de obstáculos; ahora faltaba sólo una: los cien metros planos.

En la línea de salida se encontraban cinco participantes, entre ellos Kevin y Ezequiel.

—Esto se pondrá bueno— escuché la voz entusiasmada de Patricio justo cuando se ponía de pie para poder ver mejor, imaginé que todos hacían lo mismo, era el evento final.

—Más le vale ganar— exclamó Fausto.

Yo me quedé en mi asiento, si me ponía de pie no haría mucha diferencia, la exaltación de mis amigos me dirían todo.

El sonido peculiar indicó el inicio y entonces presté atención.

—¡Ezequiel, acelera!

—¡Corre, corre, tonto!

—¡Eso es!

Las frases de aquellos dos me hicieron sonreír, eran graciosos, pero también intuía que Ezequiel iba a la cabeza; hasta que sus palabras cambiaron.

—¡Apresúrate!

—¡¿Para qué tienes piernas tan largas si no las usas?!

—¡No, no!

—¡Vamos!

Y luego la multitud estalló a vitoreas; chiflidos y aplausos inundaron mis oídos y no distinguí quien ganó.

—¿Qué sucedió?— me puse de pie y sostuve el brazo de Fausto..

—Ee-el... tu tonto novio... ¡Ganó!— gritó lo último haciendo que diera un respingo.

—¡Jeremías puede despedirse de su almuerzo gratis!— agregó Patricio.

Bajamos de las gradas y comenzamos a caminar por el césped, había mucha gente así que me aferré con un poco más de fuerza al hombro de Patricio.

—Para celebrar yo invito las cervezas, ¿les parece?— dijo.

—Preferiría un latte— exclamó Fausto.

—Yo...— y no pude decir más, solté un ligero grito cuando sentí que alguien me tomó de la cintura, me elevó y giró. Sonreí cuando volví a poner los pies en el suelo: era mi novio, por la multitud no había reparado en su repentino acercamiento.

—¡Gané!— exclamó antes de besarme la mejilla.

—Eso ya lo sabemos— aclaró Fausto.

—¡Eres genial, hermano!— agregó Patricio.

—Felicidades, amor— hablé al palpar su rostro, su sonrisa era enorme y genuina. Él era muy guapo, sus ojos grandes eran únicos, Jeremías me había dicho que eran de color negro, sin duda debían ser hermosos. Lo acerqué a mí y lo besé en los labios, tenía el novio más maravilloso de todo el mundo. 

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