Anillo.

Predecesor: Abogado.

El salón del hotel era bastante bonito, aunque sería más bonito si él y Karyme lo hubiesen decorado: era el ensayo de una boda y su amiga Cristall había insistido para que la acompañara.

—Recuérdame, ¿quiénes son los novios y cómo es que me convenciste?— exclamó Marcos tras volver a pasar su vista por los arreglos florales.

—Nicolás y Victoria; ella es mi prima. Y estás aquí porque Ámbar no pudo acompañarme.

El castaño resopló, era cierto, él había sido el "plan B" de su amiga; bueno, en realidad era el "Plan C" ya que Karyme se negó rotundamente a ser el reemplazo de Ámbar.

—Ven, vamos a saludarlos— le sonrió la pelinegra; Marcos imitó su gesto y se dejó llevar hasta ellos.

Los novios eran bastante amables, se veían muy entusiasmados y emocionados; inevitablemente su alegría le remembró su propia boda: cuando él e Iván se casaron en la playa la recepción había sido muy sencilla pero elegante, propia y digna de un integrante de la familia Castillo; los invitados fueron pocos, sólo amigos íntimos ya que la celebración se había realizado en una de sus propiedades.

Trataba de no vagar en sus recuerdos, no quería arruinar esos dos años que había logrado permanecer impasible ante lo que Iván significó para él; lo había evitado, incluso tras vender el único apartamento que le dejó se mudó a una ciudad aledaña por más de un año, a uno de los pocos lugares donde nunca habían estado juntos.

Tamborileó los dedos sobre la mesa, estaba un poco nervioso debido a que el brindis sería pronto: los novios dirían sus votos y se jurarían amor eterno, sería algo cursi, sí, pero también romántico; odiaba llorar.

Las luces se atenuaron y se oyó una voz por el micrófono, el brindis comenzó y Marcos luchó por no derramar lágrimas; sin embargo Cristall lo notó.

—Llorar no tiene nada de malo— le sonrió, —creo que es lindo ser romántico.

Por supuesto que ser romántico era lo mejor de lo mejor, él lo sabía: el romanticismo era una de las características de Iván.

Sin embargo su emociones dieron un giro de ciento ochenta grados cuando dijeron el nombre del padrino: Elías Castillo. Oh, rayos; no podía ser su excuñado, ¿o sí?

Se mordió el labio inferior y esta vez sí se esforzó porque Cristall no notara su cambio de actitud. A Cristall la había conocido cinco meses después de su divorcio por lo que no conocía siquiera a Iván o algún familiar de él.

Contuvo la respiración cuando lo vio; sí, era él, su excuñado se puso de pie y alzó su copa dispuesto a decir unas palabras. ¿Por qué antes no lo había visto?

—Es bastante guapo, lástima que es muy mayor para mí— murmuró su amiga acercándose. Y claro que era guapo, no más que Iván pero tenía lo suyo, vaya, ¡eran hermanos!

—¿Antes estaba allí?— indagó Marcos, minutos antes había pasado junto a esa mesa y podía jurar que no lo vio.

Ella negó con la cabeza, —justo acaba de llegar, sólo a él lo estaban esperando para hacer el brindis; es amigo de Nicolás, un abogado exitoso— le explicó.

Meneó la cabeza para hacerle saber que la había escuchado y trató de relajarse; que Eliás Castillo estuviera allí no quería decir que Iván también; hasta donde él recordaba ellos no iban a eventos sociales juntos; exhaló relajado y convencido: lo único que podría pasar sería encontrarse frente a frente con Elías, entonces sólo le saludaría y ya; punto, sin indagar más.

Algunas amigas de Victoria se acercaron a saludar a Cristall por lo que Marcos decidió que lo mejor sería apartarse, en su experiencia algunas pláticas de mujeres podían tornarse incómodas. Miro hacia una de las mesas principales, asegurándose de que Elías seguía allí para no topárselo y se disculpó con su amiga, iría por otra copa al pequeño mini-bar.

Pidió champán, el vino nunca fue de su agrado, excepto en los labios de Iván: solamente cuando su ex esposo le besaba podía disfrutar del sabor del vino tinto.

Tras servirle, el mozo se retiró hasta el otro extremo de la barra, donde se entretuvo en su labor de servir conjuntos de bebidas que luego alguno de sus compañeros llevaría en su charola.

Exhaló relajándose, pensando que si Cristall se había encontrado con antiguas amigas probablemente es que estuviera de regreso a casa después de la media noche.

—¿Mm-Marcos?— esa voz, ese hilo de voz que dijo su nombre le erizó la piel; conocía ese peculiar tono, y estuvo seguro de que no lo imaginó. Giró lentamente sobre sus talones y entonces se encontró frente a frente con él: su ex esposo.

—¿Ii-Iván?— tragó saliva de manera pesada y trató de respirar de nuevo.

—Yo... yo jamás imaginé verte aquí— declaró Iván; su cabello oscuro y algo revuelto lo hacían ver atractivo, más atractivo de lo que lo recordaba, su altura era imponente y sus ojos, sus enormes ojos eran hermosos, pero ahora además de sorprendidos parecían algo cansados.

—Ni yo— bajó el rostro, no quería parecer tan obvio en su escrutinio.

El moreno se aclaró la garganta antes de preguntar, —¿estás disfrutando de la fiesta?

—Sí, bueno, mi amiga sí la está pasando bien— miró a Cristall, quien reía a pierna suelta ante los comentarios de otras dos chicas.

Iván miró hacia esa dirección, asintió y sonrió de lado; —bueno ya que al parecer tu acompañante te ignorará en los próximos minutos, ¿deseas algo de aire fresco?— señaló con la cabeza un balcón cercano.

—Claro, ¿por qué no?

Tras cerrar las puertas corredizas de vidrio, la música se escuchó distante pero el ambiente fresco se sentía bastante bien.

—¿Y... cómo te ha ido?— indagó Iván, apoyándose en el barandal y mirándolo de soslayo.

—Bien— se encogió de hombros, —me mudé al norte.

—¿Al norte?— levantó sus pobladas cejas sorprendido, —pensé que vivías aquí.

Marcos negó con la cabeza, —vine a la capital por unos asuntos de trabajo, aún no sé si me quedaré— sorbió un poco de su bebida, —¿y a ti cómo te va, cómo están las cosas en el corporativo?

—No lo sé— también bebió de su copa y agregó como si no tuviera importancia, —renuncié; ahora sólo administro uno de los negocios más pequeños de la familia, justo aquí en la capital.

Marcos lo miró impactado, —¿pero por qué?— probablemente no tenía derecho a preguntar pero inconscientemente lanzó la cuestión, —si tú amabas tu trabajo—; y sí, una de las razones por las cuáles su relación se había ido a pique fue la desmedida atención al trabajo por parte de Iván.

—No lo amaba— le miró y sonrió de manera floja, —era sólo una ilusión, algo que no me dejó ver lo que en verdad era importante— declaró y luego volvió a acomodarse para mirar al horizonte, a ese cielo estrellado.

El castaño lo imitó, miró al frente para así esconder su sonrojo y tratar de apaciguar su corazón desbocado, ¿qué le había tratado de decir?

—Marcos— le llamó tras unos segundos, —¿puedo saber... puedo saber por qué no quisiste la casa de la playa?

—¿Eh?

—Pensé que sería algo especial para ti, por eso te la ofrecí; todo este tiempo siempre me he preguntado por qué la rechazaste.

En ese lugar se habían casado y allí habían pasado los primeros meses como esposos; —lo es— contestó, —pero sabes lo distraído que soy, probablemente ese hermoso lugar se deterioraría.

—Oh, cierto; aquella gotera en tu apartamento duró meses— bromeó remembrando cuando apenas comenzaban a salir, en ese entonces el apartamento de Marcos necesitaba algunas mejoras, cosas que siempre pasaba por alto.

Ambos rieron con algo de nostalgia por el recuerdo.

—¿Por eso también vendiste el departamento?— habló Iván.

—¿Me espías?— trató de sonar indignado, para ese entonces ya se estaba relajando, o mejor dicho, ya se estaba acostumbrando de nuevo a su presencia.

Negó con la cabeza divertido, —fue Yuridia, no hubo en la oficina quien no supiera que tenía un lujoso departamento.

—Olvidaba lo entusiasta que era tu asistente— ironizó y bebió hasta dejar sólo un cuarto de su copa; esa chica jamás le agradó, estaba convencido de que coqueteaba con su ex esposo.

—¡Marcos!— Cristall abrió las puertas corredizas, desde lejos había visto la espalda de su amigo pero no reparó en que no estaba solo, sino hasta que había interrumpido; —ll-lo lamento— se disculpó y miró a Iván.

—No hay problema.

—Yy-yo— se sonrojó, el alto moreno era realmente guapo, así que mejor miró a su amigo, —iré a casa con Valeria, ¿vienes?— Valeria era una de las chicas que antes le había presentado.

Miró a Iván de soslayo, no quería irse pero debía hacerlo, antes de que las cuestiones se volvieran más personales, —claro.

—Entonces te esperamos en el auto; con permiso— dijo lo último para Iván haciendo un leve movimiento de cabeza; él sólo asintió con una suave sonrisa.

Cuando volvieron a estar solos Marcos suspiró, luego bebió lo último de su copa, —creo que debo irme ya; fue un placer verte de nuevo.

Iván lo miró, sus ojos oscuros tenían un brillo diferente y su rostro era inexpresivo; al ver que no parecía querer detenerlo pero tampoco despedirse, Marcos caminó hacia la puerta que lo llevaría de nuevo al interior, debía cruzar el recinto para llegar al elevador.

Estando a punto de poner un pie dentro sintió que le sujetaba el antebrazo, jamás olvidaría su toque. Tragó saliva, miró su extremidad y cual no fue su sorpresa al comprobar que la mano que lo detenía conservaba el anillo, ese aro que habían intercambiado junto con sus votos matrimoniales.

—Marcos, ¿qué nos sucedió?— musitó el moreno; sólo entonces el castaño despegó su mirada del aro de metal y encaró a su ex esposo; Iván tenía ahora sus pobladas cejas enarcadas, una clara señal de congoja, debía reconocer que conocía sus gestos.

—¿No lo recuerdas? Discutimos por cosas de tu trabajo— suavemente se zafó de su agarre.

Iván se relamió los labios y desvió la mirada momentáneamente, probablemente por lo que estaba a punto de admitir; —a veces discutíamos por eso, pero la última vez te fuiste de casa—, en efecto, Marcos había ido al departamento de su amiga Karyme.

—Sí, porque estaba molesto— giro un poco tratando de esconder el rostro, esas cosas según él ya las había olvidado y superado.

—Lo siento, en verdad lo lamento Marcos; si hubiera algo que yo...

—Esperaba que fueras por mi y trataras de enmendar las cosas.

—No pensé que quisieras que fuera tras de ti.

—Pues la verdad es que sí— giro nuevamente para encararlo y decírselo de frente; —el yo de hace dos años te hubiera perdonado con sólo aparecer a la puerta.

Iván cerró los ojos y frunció el ceño, maldijo mentalmente, ¿tan fácil hubiera sido?; pero bien dicen que "el hubiera no existe".

—Me voy, Cristall debe estar esperándome— ahora sí caminó hacia el interior, dejando a Iván atormentándose con los hubiera... claro, si no hubiera sido tan orgulloso.

Una vez en la soledad del ascensor, Marcos se recargó en una de las frías paredes tratando de regular su respiración y el latido de su corazón, apretando entre sus dedos su anillo; aquél aro de metal escondido entre sus ropas y que colgaba de su cuello gracias a un fino hilo de oro.

Había dicho una mentira, una pequeña mentira blanca; la cierto era que no existía ninguna diferencia entre el "Marcos de hace dos años" y el "Marcos de ahora"; por lo que si Iván lo hubiera detenido por segunda vez en aquél balcón, no estaba seguro de lo que hubiera sucedido.

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