Amigo.

Amigo

(Mi mejor amigo)

Predecesor: N/A

—Señor Aguirre. ¿Me podría repetir lo que acabo de explicar?

—Eehh... que el límite de equis al cuadrado menos cuatro, entre equis menos dos; cuando equis tiende a dos, es igual a infinito.

—Eso ya lo sabemos. ¿Sería tan amable sugerirnos una solución?— a ese profesor le encantaba molestarme.

—Mmm...—miré hacia el frente tratando de descifrar sus garabatos, —equis al cuadrado menos cuatro se puede descomponer en un par de binomios conjugados, siendo igual a equis menos dos por equis mas dos; de esta forma eliminamos el equis menos dos de la primera ecuación; quedando sólo equis mas dos, sustituimos ya que tenemos el valor de equis, y el resultado final es cuatro— sonreí satisfecho.

El profesor frunció el ceño —La próxima vez preste atención a mi clase y no esté soñando despierto—; el timbre sonó anunciando el fin de su aburrida clase.

La verdad sí me había pillado soñando despierto, bueno, en realidad estaba observando al chico sentado a un par de pupitres adelante, a mi izquierda.

—Me encantó la expresión del profesor cuando respondiste tan seguro— su voz me hizo sonreír.

—¿En serio? — le pregunté.

—¡Por supuesto!— Carlos colocó ambas manos en su cintura, frunció el ceño e imitó al profesor, —Señor Aguirre. ¿Me podría repetir lo que acabo de explicar?— luego rió —no sé cómo le haces para molestarlo siempre.

—¿Chicos, qué hacen todavía aquí?— Sara apareció; —es hora de irnos.

Salimos del salón, y nos dirigimos hacia el auditorio; como todos los jueves Miguel ensayaba para su participación en el coro, así que Sara nos arrastró hacia ese lugar.

—... entonces Josué respondió correctamente— Carlos platicaba con ella; ambos iban a unos metros delante de mí.

—Ojalá así fuera de aplicado en las demás clases, he escuchado que la profesora de química, la de inglés y el de literatura se quejan de él— torcí la boca, Sara como siempre se enteraba de todo.

—No lo creo— Carlos me defendió, luego, se acercó a mí y me tomó del antebrazo; —yo creo que eres muy inteligente y genial— al ver esos hermosos ojos marrones, sentí eso extraño en la boca del estómago.

—El ensayo ya terminó— anunció Sara mientras abría la puerta puesto que habíamos llegado al auditorio.

Entramos y vimos a nuestro amigo sobre el escenario y junto a un piano, platicaba con un chico de cabello castaño y ojos pequeños. Sara llamó su atención agitando la mano y Miguel contestó de la misma manera.

Los tres decidimos acercarnos para saludar como era debido, pero noté que Carlos se escondía detrás de mí; así que me detuve; chocó contra mi espalda pero no se quejó.

—¿Te sucede algo? — pregunté.

—Nn-no, nada— noté su voz algo nerviosa.

—¿Estas seguro?

—Si, lo estoy— afirmó con la cabeza y volvió a sonreír; yo le correspondí.

—Ey, Josué ¿Cómo estuvo el partido de ayer?— Miguel llegó junto a nosotros.

—Conmigo en el equipo sabes que la victoria está asegurada— bromeé.

—Si. ¿Verdad? No sé para qué preguntas— Sara ironizó y meneó la cabeza.

—¿Qué les parece si vamos por algo de comer? Muero de hambre— se quejó Carlos.

—Yo también tengo hambre; no comí nada por las prácticas— anunció Miguel, y nos dirigimos a la salida.

—¿Y eso por qué? — pregunté, ya que siempre salía a comer con Sara.

—Es por el evento del próximo mes; vamos a empezar a ensayar con los del grupo de música.

—¡Ah! ¿Por eso estabas con Sebastián?— preguntó Carlos, Sara afirmó con la cabeza, y yo miré a todos buscando respuestas, no tenía idea de quien era ese tal Sebastián.

—Sebastián es el líder del club de música— Sara entendió mi mirada y expresión.

—Toca el piano; es muy talentoso— agregó Carlos; al parecer el único ignorante era yo.

—Si no te pasaras todo el tiempo en las canchas te darías cuenta de muchas cosas y sabrías de qué estamos hablando— odiaba cuando Sara se ponía regañona.

—Ya, no lo molestes ni te enojes por eso, Josué siempre ha sido un despistado— Miguel la abrazó por la espalda.

—¿Sebastián era con quien Miguel estaba hablando en el auditorio?— pregunté para confirmar; pero ese par me ignoró.

—Si, era él— exclamó Carlos; —¡Mira! — señaló unos pasteles a través de un aparador; y luego entró al establecimiento. Ya nos habíamos alejado unas calles de la escuela.

—¡Espérame! — Gritó Miguel y lo siguió; yo me quedé en la calle observando a través del cristal.

Carlos era muy simpático, se emocionaba por algo tan sencillo como un pastel, sus ojos brillaban y su sonrisa se ensanchaba.

—¿Cuándo se lo piensas decir?— Sara estaba junto a mi y me sacó de mis pensamientos.

—¿Decir qué?

Rodó los ojos ante mi respuesta. —Yo nada más te advierto que si no haces algo pronto...— se interrumipo y suspiró; —olvídalo; como dije antes, deberías prestar más atención.

—Mira Sara, está relleno de fresas— Carlos salió de la tienda y detrás de él Miguel.

—No debería comer tanto dulce, además eso no es comida; dijeron que tenían hambre— exclamó Sara, en especial para mi amigo ya que él tenía una bolsa de papel y dentro parecía tener como unos cinco o seis pastelillos.

—No son todos para mí; los voy a compartir con Josué— Carlos me tomó de la muñeca; —nos vemos mañana, adiós— exclamó, y yo sólo agité el brazo que me quedaba libre en señal de despedida.

Miguel y Sara vivían a unas calles más abajo; y Carlos y yo teníamos que a travesar un gran parque y luego tomar el autobús para ir a nuestras casas.

Nos sentamos en los columpios y Carlos procedió a la repartición.

—Toma, chocolate, tu favorito— colocó el pequeño pastel en mis manos.

—Gracias.

—De nada— contestó mientras observaba los demás que tenía en su bolsa de papel.

Comimos en silencio, hasta que él decidió hablar.

—Josué, ¿Alguna vez te has enamorado?— miró sus pies.

—¿Enamorado? — su pregunta me dejó perplejo.

—Si, ya sabes, sientes mariposas en el estómago, te quedas horas mirando a esa persona y su sola sonrisa te hace imitarlo como idiota.

—Pp-pues... yo... creo que no soy el indicado para ese tipo de consejos. ¿Por qué no mejor le preguntas a Sara?

—No, tú eres mi mejor amigo— clavó sus hermosos ojos en mi rostro; tragué saliva nervioso.

—Yy-yo... yo sólo te puedo decir que... si no luchas por lo que quieres puede que luego sea demasiado tarde— sólo atiné a parafrasear lo que solía aprender de las series de televisión.

Carlos sonrió satisfecho —gracias—, exclamó, y luego sacó el último pastelillo de la bolsa.

Al día siguiente, apenas sonó el timbre anunciando el receso, Carlos salió a toda prisa, supuse que iría con Sara; yo tuve que quedarme unos minutos más ya que la profesora de inglés me dijo que teníamos que hablar de mi desempeño durante el último examen.

—¿Qué le dijiste?— Sara había llegado al aula interceptándome al salir.

—¿A quién?

—¡A Carlos! Espero que no te arrepientas.

—Sara, ¿De qué rayos me estas hablando?

—Ven acá— me jaló del brazo y me sacó del salón; —ya que con palabras no entiendes, tendrás que verlo por ti mismo— me llevó a empujones y jalones hasta el auditorio. Entramos.

Miguel cantaba y el chico, el tal Sebastián, tocaba el piano y no lo hacía nada mal.

Sara señaló la segunda fila de las butacas y ahí estaba, Carlos observaba sin parpadear al pianista; sentí algo abrumador e indescriptible.

La melodía terminó, Miguel intercambió unas palabras con Sebastián y luego bajó del escenario, se dirigió a nosotros, le sonrió a Sara y a mí me fulminó con la mirada, luego me indicó que fuera hacia el escenario.

—Yy-yo...— Carlos tartamudeaba.

—Lo siento. ¿Qué necesitas?— el pianista recogía sus partituras y demás papeles.

—Eehh... yo... quisiera saber... si... quisiera decirte que...

—Amigo, estoy algo apurado, tengo otra clase. ¿Me lo podrías decir más tarde? — Sebastián lo interrumpió tratando de ser amable; Carlos sonrió ampliamente y asintió.

—Nos vemos luego— se despidió, bajó del escenario y se apresuró hacia la salida; entonces me dieron ganas de golpearlo por dejar a mi amigo en con la palabra en la boca y esa mirada triste.

—Soy patético. ¿Cierto?— exclamó Carlos una vez que la silueta del pianista desapareció a lo lejos.

—No digas eso, jamás pienses así.

—Pero no fui capaz de articular una frase completa.

—Te admiro por ser tan valiente— dije con sinceridad y él me miró asombrado; —debes volverlo a intentar; además no dijo que no te escucharía, simplemente tenía prisa, hablarás con él más tarde.

—Gracias Josué— sentí sus cálidos brazos alrededor de mi; —por eso te quiero, eres mi mejor amigo.

--------------------

Inspirado en Knockin' , by Vanness Wu.

Youwish they would just listen like me
You wish they would respect you like me
But there's something that you can't see
The man that'll treat you good, is standing right in front of you.

Tell me what you waiting for
When my hearts been knockin' on your door
Knockin' on your door, knockin', knockin'
Can't take this anymore,
You let these strangers walk in, and forget about your friend
Who's outside knockin' on your door~ your door~ your door~
I'm outside knockin' on your door~ your door~ your door~
I'm outside knockin'... 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top