ᶠᵒʳᵗʸ⁻ᵒⁿᵉ⠃ꜰɪɴ ᴅᴇ ʟᴀ ᴄᴀʟᴍᴀ
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De repente, unas mujeres comenzaron a insinuársele al rubio, alzando sus faldas y bajando sus escotes en poses provocativas que hicieron sonrojar a unos cuantos hombres que estaban a su alrededor.
Una luz violeta lo rodeo y lo hizo estar de cabeza para después enterrarlo en el cuadrilátero con fuerza, dejando solo sus piernas al aire. Kaida tenía el ceño fruncido junto con una mirada oscura haciendo que sus ojos brillaran con un tik y a la vez una vena pálpente en su cuello.
Los celos llegaron a su cuerpo de una manera descomunal, sin embargo, no iba a soltar ni una sola palabra. Le iba a dar un pisotón para enterrarlo más, pero este se levantó, quedando arrodillado frente a ella, alzando sus palmas en signo de paz y sintiendo la ventisca que se generó por la patada esquivada, aunque aún estaba muy cerca de él.
—Amor, es solo un malentendido. —Le hablo de manera tranquila, negándose a golpearla. —Ni siquiera las conozco. —Ban sonreía orgulloso por su cometido desde el público.
Un puño iba dirigido a su rostro, pero él lo esquivó generando otra gran ventisca que sorprendió al público al que le llego, incluido Howser que estaba de brazos cruzados mirando toda la escena.
—Vamos, sabes que no quiero golpearte. —Ahora se encontraba más serio mientras ella le lanzaba golpes que alcanzaba a esquivar con dificultad o simplemente si le daban en el cuerpo. De repente, ella le dio un rodillazo en el abdomen y por reflejo él le dio un puño en la cabeza haciendo que retrocediera unos pasos mientras los pecados los miraban sorprendidos. —Ay, no, p-perdón, pero en verdad me dolió.
Esta levanto su mirada con sus ojos ahora en un color escarlata, levanto su mano creando una gran bola de fuego morado mucho más grande que el cuadrilátero y cuando estaba a punto de lanzarla se detuvo al igual que Meliodas quedándose quietos en su lugar.
Algunos comenzaron a reclamarles y en eso, Ban, King, en su forma regordeta, y Diana, se acercaron a ellos subiendo al cuadrilátero rodeándolos y mirando hacia el horizonte, para después bajar la mirada y darles unas miradas oscuras a todos los aldeanos.
—Mi nombre es Meliodas, soy el dragón de la ira, ¡sub-capitan de los ocho pecados capitales! —Todos se pusieron nerviosos ante su declaración. —Reclamamos la aldea de Vaizel como nuestra propiedad. Tienen solo un minuto para abandonar Vaizel, ¡¿escucharon?! ¡Si no lo hacen, los mataremos!
—¡No engañas a nadie, niño!
—¡No luces como el de los carteles!
—Oye, ¿pero qué tal si están hablando en serio? Entonces, la que está a su lado sería... —Un escalofrío recorrió el cuerpo de los aldeanos cuando Kaida fijo sus ojos brillantes en ellos.
—¡Dijo que se larguen! —Su cabello se levantó y una bruma morada la rodeo haciendo que todos gritaran asustados.
—¡Miren, allá! —Un aldeano señalo varias bolas de fuego que se acercaban a ellos.
Kaida no perdió el tiempo y doblo sus rodillas para después impulsarse y dar un salto soltando una ráfaga de aire, los pecados se taparon los ojos ante esto.
Cuatro enormes alas de dragón aparecieron de su espalda manteniéndola a flote.
—¡Tesoro sagrado! ¡Aike, espada! —De su pecho aquel mango morado salió, lo agarro con su mano y de manera rápida dio un corte al aire haciendo que aquellas bolas explotaran en el cielo sin dañar la aldea. —¡Salgan de aquí! —Les grito a los aldeanos que no dudaron en hacerle caso corriendo despavoridos.
Ella descendió hasta su grupo, ocultando sus alas nuevamente para que no hicieran estorbo y poder estar con ellos.
—Mamá, ¡tus alas son asombrosas! —Exclamo Diana emocionada.
—Cariño. —Le hablo de manera seria. —No es un buen momento. —Su mirada se fijó en las caballeros que habían llegado sobre las manta rayas, aunque eso no era lo que le preocupaba.
—La armadura que porta es un tesoro sagrado. —Les informo King sobre la nueva vestimenta de Guila.
—Entonces, Guila debió fortalecerse en la ciudad de los muertos, y para empeorarlo ahora son tres. Sugiero dividirlos. —Meliodas espero a que Kaida lo aprobara.
—Estoy de acuerdo, pero hay uno más. —Sus uñas crecieron haciendo una pose que anunciaba que iba a correr. —Déjenmelo a mí.
Todos se separaron.
[...]
Ban caminaba por la aldea viendo como Howser, Taizo y Caín ayudaban a evacuar. Hasta que Jericó apareció estrellándolo con una casa y clavándole su espada en el corazón, haciéndolo escupir sangre.
—Te eché de menos zorro desgraciado, ¿te duele? —Sus ojos ya no eran de un tono ámbar, ahora eran dos fosas oscuras que gritaban por venganza.
—¡Esto es lo que esperaba de un verdadero festival! —Grito emocionado. —Refresca mi memoria, ¿te conozco?
—Me llamo Jericó, soy la caballero sacro a la que humillaste en la prisión baste, ¿ahora me recuerdas?
—Claro, tú eres el peluquero, ¿eres de los que se visten de mujer o qué? —Ante su insulto, Jericó se molestó aún más.
Saco su espada salpicando sangre. —¡Diez ráfagas en una! —Miles de cortes atacaron a Ban. Para sorpresa del pecado, las heridas no le cerraban mientras la caballero se le acercaba lentamente. —El que me haya hecho pasar por hombre es porque antes era débil y quería parecer más fuerte. —Puso su pie sobre el pecho de Ban salpicando sangre sobre su armadura y al lado de su labio.
—Pero eso ya no es necesario. Mi odio hacia ti me ha llevado a un nivel superior. —Con su pulgar esparció la sangre por sus labios como si fuera un labial. —Tú me hiciste mujer, te concedo eso. Es hora de cosechar lo que sembraste, Ban.
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