ᵀᵉⁿ⠃ꜱᴜꜰɪᴄɪᴇɴᴛᴇ
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Todo estuvo en silencio por varios minutos, los aldeanos estaban impresionados y asustados por lo que Kaida le podría hacer a aquella mujer. De sus manos un aura violeta envolvió su cuerpo, la mujer tembló temiendo por su vida y cerro los ojos abrazando a su bebe esperando el ataque de la mujer.
Al no sentir nada por varios minutos decidió abrir los ojos lentamente, al hacerlo su bebe soltó una carcajada emocionado al ver los brillos y la magia que había alrededor, sus ojos se abrieron sorprendidos por lo que veían. Kaida tenía sus ojos cerrados, con la mejilla roja y un poco hinchada, de sus manos salían varias aureolas violetas y lilas que se dirigían hacia las casas destruidas reparando lo roto.
Al ver su casa noto como esta estaba incluso mejor que antes y sus mejillas se sonrojaron de la vergüenza, aunque su orgullo no falto.
—No es suficiente, ¡tendrás que hacer más para compensarlo! —Los aldeanos la miraron con una mueca, ¿cómo no iba a ser suficiente? Ayudaron con el problema de la espada e incluso arreglaron las casas que ellos habían destruido, mujer insolente.
—Lo lamento. —Hizo una reverencia recta con sus brazos en sus piernas. —No podre compensarlo. —Su mirada se encontraba perdida en el suelo sin ningún brillo, la palabra 'suficiente' era prohibida para ella, o bueno, si es dirigida hacia ella.
—Vamos capitana. —Meliodas le toco la espalda con una mirada sería dirigida a la mujer. —Debemos ir al Bosque del Sueño Albo, apuesto a que hay uno de nosotros ahi. —Le susurro al oído a lo que ella asintió y sonrió con falsedad.
—Hasta luego y gracias por su hospitalidad. —Y así los tres y el cerdito se fueron nuevamente a la taberna que se encontraba vacía.
[...]
Los sollozos se escucharon por toda la habitación que se encontraba protegida por una barrera insonora, la misma se encontraba sobre la cama hecha volita y tapada hasta la cabeza. Un dolor inmenso se había instalado en ella cuando volvió a escuchar esa palabra, una horrible palabra que había prohibido como cortesía de una de las normas de los ocho pecados capitales.
Las lágrimas caían por su mejilla mojando las sabanas blancas y los sollozos solo eran consecuencias del llanto contenido que lastimaba su garganta retrayéndose, de repente una mano se posó debajo de sus piernas y otra más arriba de su cadera levantándola de la cama.
Al destapar su cara se encontró con los orbes verdes de Meliodas que la miraban con una sonrisa comprensiva que la hizo llorar más y esta vez pudiendo llorar, confiada en que nadie la escucharía por la barrera. Aunque cuando estaban todos reunidos, Escanor, era el que la consolaba en esas ocasiones con sus bellos poemas que la hacían dormir con una increíble calma.
—¿P-por qué s-siempre que c-creo superarlo n-no es así? —Hablo entrecortadamente entre las piernas del rubio y con su cabeza recostada en su pecho. —¿Mi pecado me seguirá atormentando? —Pregunto en un susurro.
—Puede que no sepa consolarte como Escanor. —Le murmuro agarrando sus mejillas para que lo mirara. —Pero lo que si se es que no importan nuestros pecados, siempre nos tendremos los unos a los otros para afrontar estas situaciones. —Le sonrió y le quito las lágrimas con sus pulgares.
—Meliodas... —Susurro para mirarlo confundida. —¿Qué he hecho para merecerte? —Su pregunta lo tomo por sorpresa.
—¿Cómo?
—Nuestro amor traspasa los tres mil años, incluso con nuestra maldición, se que puedes irte y dejarme cuando quieras, así que... ¿por qué sigues a mi lado? —Murmuro sumergiéndose en sus ojos intentando descifrar el porqué.
—Yo solo... —No sabía como decírselo, no podía explicárselo con palabras.
—¿Acaso sentiste lástima por los miles de años que estamos juntos? O ¿Solo buscas saciar tus necesidades conmigo? —Sus palabras lo sorprendieron, ¿acaso pensaba que estaba con ella por puro placer carnal? ¿De dónde salió eso?
—No es eso, solo... es difícil de explicar, capitana.
—Dime. —Se acercó a su rostro juntando más sus cuerpos sentándose en su regazo, Meliodas miro los labios de Kaida con detenimiento, estaba muy cerca. —No quiero tartamudeos o murmullos, quiero una respuest-. —Fue cortada al sentir como Meliodas unía sus labios de manera brusca agarrándola de la nuca.
—No dudes, ni por un minuto más, que todavía te amo... —Sus frentes unidas mezclaban sus respiraciones. —No importa cuánto tiempo pase, te amare hasta el fin de nuestros días...
Los ojos de Kaida desprendían un brillo especial por la sorpresa y debido a esta no pudo corresponder adecuadamente, mientras Meliodas cerro sus ojos volviendo a unirse con ella disfrutando cada segundo de aquel beso. A comparación de otras veces, este demostraba todo lo que sentía más allá de lo carnal y Kaida lo disfrutaba.
Al separarse Meliodas observo los ojos de Kaida por unos segundos, ella dejo salir unas lágrimas para unirse una vez mas a el de manera mas intensa juntando sus cuerpos moviendo sus caderas de adelante hacia atrás de una manera casi tortuosa.
El rubio agarro su trasero haciendo más fuertes sus movimientos, pegando su intimidad contra su miembro frotando sus intimidades. Kaida tuvo que separarse por la falta de oxigeno dejando su cabeza en el hueco de su hombro y cuello mordiendolo mientras apretaba sus brazos conteniendo su fuerza para no lastimarlos por error.
Los movimientos se hicieron cada vez más intensos, la capitana se enderezó llevando su cabeza para atrás con los ojos cerrados y la boca entre abierta, Meliodas aprovecho esto para quitarle el pañuelo del uniforme y desabrochar su camisa corriendo su sosten dejando libre uno de sus pechos el cual comenzó a estimular succionando y apretando.
Cuando ambos sintieron que estaban q punto de llegar a la cima se besaron por última vez viniéndose en sus ropas que habían olvidado quitar por completo.
Se miraron a los ojos y sonrieron, Meliodas se acercó abrazándola hundiendo su cabeza en su cuello aspirando su aroma mientras ella acariciaba su cabello de manera relajante.
—No te duermas rubio. —Solto una pequeña risa deteniendo sus movimientos para levantarse, Meliodas hizo un puchero al ya no tenerla cerca. —Ven, vamos a ducharnos antes de dormir.
Le dió la espalda y se adentro al baño sin saber que al rubio se le había endurecido al ver su ropa desordenada y debajo de su falda sus fluidos junto a su semen mezclados.
Sonrió de lado y se levantó con emoción. —Te aseguro que dormir no vamos a hacer.
Y cerro la puerta del baño avalanzandose hacia ella.
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