ᵀʷᵉⁿᵗʸ⠃ᴄᴀᴘɪᴛᴀɴᴀ...
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—Meliodas y Diana se las arreglarán contra esos caballeros, no me preocupo. —Su voz serena no reflejaba sus acciones. —Sin embargo, la princesa que nos acompaña es una preocupación lo bastante importante para que quiera matarte rápido y salir de aquí.
—¿Princesa...? —Pregunto Ban con la boca llena de pan, que Kaida había hecho para él, en una esquina, sin la pica en su pecho ni sangre en su boca, solo estaba ahí, viendo como su capitana masacraba al caballero con sus poderes.
—Me preocupan un poco los caballeros. —Un corte apareció en su mejilla de la cual comenzó a brotar sangre. —Antes de venir protegí a la princesa con una barrera. —Más cortes comenzaron a aparecer en su cuerpo, cortando su ropa. —Lo malo, me afecta a mí y no a ella. —Ignoro el dolor en su cabeza de una aparente jalonada de cabello y el fuerte dolor en su abdomen.
—M-maldita... —Logro formular la palabra que había querido decir desde que comenzó su sufrimiento.
—Oh, sigues consciente. No importa, morirás de todas formas, así que voy a continuar. —Su cara se volteó un poco y un gran hematoma apareció en su mejilla. —Parece que me están dando una paliza, supongo que Meliodas se encargara de este y Diana de los cortes, pero el zorro... —Dio unos paso hacia atrás, sintiendo todo su cuerpo doler. —Se encargará de ti mientras yo descanso un poco.
—Después de comer estoy listo. —Su sonrisa habitual apareció nuevamente al terminar de estirarse y los gritos no se hicieron esperar, sus ojos estaban opacos ocultando el enojo que sentía al ver a su capitana herida.
[...]
La princesa caminaba entre los bichos, sintiéndose imponente, sorprendiendo a la caballero al no ver ninguna herida en su cuerpo. —Im-imposible...
Los bichos se dispersaron de manera repentina y el niño que abrazaba Elizabeth se separó ahora con un rostro completamente serio. —Pequeño, no estás herido, ¿verdad? —Preguntó la princesa dedicándole una de sus mejores sonrisas.
—Entonces, ¿te entregarías para salvar a un niño como este? Qué admirable persona, sin embargo. —Su cuerpo creció y sus ropas cambiaron a una armadura. —La realidad es cruel. —Su voz también había cambiado a una mucho más grave. —No comprendo como sigue ilesa a los insectos, son sumamente venenosos.
—Imposible, ¿tú eres el responsable de que ellos actúen así? —Pregunto alterada Elizabeth haciendo referencia a que de un momento a otro, después de encontrar a la gigante, Meliodas y Diana se pusieron a pelear el uno con el otro.
El caballero soltó una risa burlesca. —Los pecados capitales son como niños ante mí.
La princesa se levantó enojada y en pose firme, aunque aun así no lograba pasar al caballero. —¡Regrésalos a la normalidad! —Demando con voz autoritaria.
La mano del hombre se acercó a ella, agarrándola por los pelos y alzándola a su altura para después propinarle un fuerte rodillazo en el abdomen. —Supongo que eso sí lo sentirás. —Ella no, pero otra persona sí.
—¡Bastardo! —Grito Hawk enojado corriendo hacia él, sin embargo, el báculo del hombre le dio un fuerte golpe en la cabeza haciéndolo sangrar por la nariz.
El desgraciado se volvió a reír. —Mientras hablamos, los pecados pelean entre sí. Pronto uno morirá.
Elizabeth se levantó y su cuerpo estaba como si nada. —Regrésalos a la normalidad, ¡ahora mismo!
Su mandato solo lo enojo más, haciendo que le propinara un fuerte golpe en la cabeza con su báculo, mandándola a unos metros en el suelo, esperando que le afectara en algo. Hawk comenzó a llorar pensando en como estaría la capitana. —¡Elizabeth!
La caballero de los insectos se acercó a la escena. —Tranquilo Ruin, matar a la princesa no parece buena idea, aunque por lo visto nuestros ataques no tienen efecto.
Otra risa salió de aquel caballero. —Tranquila, ya lo sé, pero golpearla es divertido. Princesa Elizabeth. —Le hablo a la chica que se levantaba hasta quedar sentada mirándolo con firmeza. —Le diré algo con respecto a este hechizo, la fuente de la hipnosis que los posee, es la campana en mi báculo. —Alzo su báculo y la campana ya no estaba. —¿Ah? ¡No está!
La princesa le sonrió y de su boca escupió la campana.
Con toda la furia de ese momento, el caballero arremetió contra ella con velocidad, dispuesto a propinarle un gran puñetazo en la cara. —¡Me has hecho enojar como nunca!
Elizabeth cerro sus ojos esperando el impacto, más este nunca llego. —No maldito. —La voz de Meliodas la hizo abrir los ojos y ver como el rubio sostenía el brazo marcando su mano en la armadura, por la fuerza que ejercía. —Tú me has hecho enojar.
—E-el hechizo se rompió. —Dio un salto hacia atrás para alejarse de él.
—¿Sabes por qué no estás herida, Elizabeth?
—¿Ah?
—El hechizo que Kaida puso en ti. —Su ceño fruncido demostraba su enojo de solo pensar en como estaría su capitana. —Hace que todo el daño que sea dirigido a ti lo reciba ella.
—Ay no... —Sus ojos se cristalizaron, pensaba que el hechizo era para ser inmune y pudiera defenderse, nunca pensó que terminaría lastimando a la persona más importante de su vida.
—¡Infeliz! ¡No me ignores! ¡Pelea!
De un golpe hizo que el rubio saliera disparado, al estar frente a él le dio otro golpe que lo hizo enterrarse en la tierra y causar un gran cráter para después agarrarlo de la cara y alzarlo a su altura.
Nuevamente, el caballero soltó otra risa. —Patético, un reino paranoico por un mocoso como este
Meliodas abrió los ojos y de un golpe lo mando a estrellarse a la prisión basté a miles de metros de ellos. —¿Qué pasa? ¡Ruin! —Grito alarmada la otra caballero al ver a su compañero salir disparado.
Pero un escalofrío heló su sangre al sentir la presencia de Diana detrás de ella. —No te salvarás, heriste a mi mamá y eso no lo pasaré por alto.
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