ᵀʰⁱʳᵗʸ⁻ᵗʰʳᵉᵉ⠃ᴀᴍᴏʀ

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Gracias, Kaida. —Agradeció el cerdito sin ser consciente de lo que sucedía entre ellos; sin embargo, Meliodas y King notaron las intenciones del ebrio Ban frunciendo un poco sus cejas. —Por favor, no seas tan duro con ellos, joven King. —Se acercó al oso haciendo que este lo viera quitando su ceño fruncido. —Lo hacen muy bien con sus propias manos.

Señor cerdo. —Lo llamo.

¿Señor cerdo?

Digamos que, este lago. —Señaló al susodicho. —Presenta la fuente de magia de un pecado, ¿qué tanta agua podría sacar usando solo sus manos?

¿Manos? —Preguntó el cerdito mirando sus pezuñas.

Manos, no importa cuánto poder tengas, tus manos te limitan. Pero si usan un arma, sobre todo sus tesoros sagrados. —Con su poder comenzó a hacer que el agua del lago levitara. —Pueden usar grandes cantidades de poder.

Los tesoros sagrados son increíbles. —Agrego Meliodas viendo su cerveza.

¡Zonzo, por qué rayos vendiste la tuya! —Empezó a sacudirlo de la camisa, enojado. Meliodas solo se rio tres veces.

Veo tu punto, King. —Su sonrojo disminuyó un poco, pero el aliento de Ban en su cuello aún la ponía nerviosa. —¿Así que tenemos que buscar los tesoros sagrados de los demás?

Asumiendo que de veras quieran liberar el reino, así es. —Asintió con la cabeza mientras sus brazos estaban cruzados y sus ojos cerrados para no ver aquella escena.

Y mientras la princesa hablaba con King sobre su familia, Kaida sintió cómo Ban daba una gran lambida en su cuello, haciendo a sus piernas temblar al igual que sus labios. Una humedad incómoda apareció en su parte íntima al sentir cómo sus manos apretaban su cadera acariciándola suavemente.

Demonios, zorro. —Detente. Gimió por lo bajo, haciendo que él riera para enrollar sus brazos en su cintura y esconder su cabeza en su cuello.

[...]

Al anochecer, todos se adentraron al bar, menos Diana. Kaida tuvo que llevar a rastras a Ban hasta su cuarto para después tirarlo en la cama, dejándolo desparramado.

¡¿Por qué estoy en esta habitación?! —King se quejó al llegar con ellos por órdenes de Hawk.

Lo siento, pero no hay más, King. La otra habitación será ocupada por Elizabeth y por mí. —Lo miro sentada en la cama a un lado de Ban.

Bien, iré a fuera. No me incomoda dormir sobre un árbol. —Antes de poder irse, se detuvo al ver cómo Ban agarraba a Kaida del brazo cuando ella se estaba por levantar.

Vamos, capitana~. —A horcajadas la puso en su regazo mientras con una mano apretaba su trasero y la otra le hacía presión en su espalda, juntando sus pechos a sus abdominales, sonrojándola. —Quédese conmigo~.

Zorro, d-déjame ir. Apestas a alcohol. —Con sus manos apoyadas en su pecho, hizo fuerza para levantarse y quedar sentada, sintiendo el roce de su hombría con su intimidad, sonrojándola aún más. La falda del uniforme no ayudaba mucho que digamos.

¡! —King los miraba fijamente con un gran sonrojo en su cara y sangre a punto de salir de su nariz, sin embargo, no le molestaba su cercanía, al contrario, de cierta manera le excitaba el hecho de ver a su capitana en esa posición haciendo resaltar su trasero y sus bragas al levantarse la falda.

Tragó duro, haciendo mover su nuez de adán y quitar rápidamente la sangre de su nariz. Kaida se concentraba en separarse de Ban para no caer ante la tentación y su coqueta sonrisa, hasta que sintió cómo sus pechos fueron masajeados por dos manos desde atrás y una mordida en su hombro la hacía saltar en su lugar, haciendo que Ban soltara un gruñido apretando más su trasero.

"Dios Caos, ¿en qué me metí?"

[...]

Sus ojos se sentían pesados y su cuerpo dolía. Hace tanto tiempo que no disfrutaba una noche con sus chicos de esta manera, que, a pesar del dolor, se sentía tan complacida.

Los rayos del sol pasaban por la ventana y, para su suerte, Meliodas fue el que abrió la puerta con su habitual sonrisa. No iba a negar que se sentía un poco mal porque no lo hayan incluido en su noche especial, pero tampoco quería quitarles a sus amigos su momento, después de todo él había tenido a Kaida durante ocho años solo para él.

¿Hicimos mucho ruido? —Pregunto sentándose, tapando sus pechos con la sabana, sin despertarlos.

No tanto, hiciste el campo anti sonido a tiempo. —Camino acercándose a ella para ayudarla a salir de la cama y ponerse de pie sin evitar tocarla demás ante su desnuda piel.

Que alivio, hubiera sido muy vergonzoso ver a la cara a los demás después de esta noche. —Un sonrojo apareció en su rostro al imaginar la escena tan incómoda.

Meliodas sonrió mientras la miraba. —Me alegra volver a ver tu brillo natural. —La chica alzo una ceja confundida. —Ya sabes, siempre ponías una sonrisa falsa a los demás. Ahora es muy genuina. —Se inclinó dejándole un suave beso en sus labios.

Pensaba que al aceptarlos iban a tener conflictos entre ellos, es obvio que ella notaba las miradas celosas y algunas acciones que hacían entender lo posesivos que eran entre ellos, pero a fin de cuentas cada uno dejaba que ella pasara tiempo con el otro o incluso la compartían, como en este caso.

Será mejor que bajemos. —Chasqueo sus dedos para tener el uniforme de la taberna ya puesto, se acercó al espejo para comenzar a cepillar su largo cabello, que al estar sentada tocaba el suelo.

Déjame hacerlo. —Se acercó a ella cogiendo el cepillo de sus manos para comenzar a cepillar sus cabellos con delicadeza, agarrando mechón por mechón.

Kaida lo miraba por el reflejo del espejo, pensando en como había sido su vida hace cuatro mil años atrás, sonrió agradecida con su padre por la nueva oportunidad de tener una vida feliz, con complicaciones, pero feliz.

Un sonrojo apareció en su rostro al momento en que Meliodas beso uno de sus mechones de cabello mirando fijamente a sus ojos.

¿Uh? ¿Capitana? —King había despertado adormilado viendo la escena. —Aprovechado. —Murmuro por lo bajo frunciendo el ceño haciendo que Meliodas sonriera con los dientes.

Puedes darte un baño si gustas King. —Le sonrió un poco. Para ella no era necesario hacerlo, después de todo con chasquear sus dedos toda aquella suciedad desapareció. —En el baño hay toallas, no te preocupes. —Con sus ojos cerrados no se dio de cuenta cuando King se puso su pantalón y se acercó para dejarle un beso en la mejilla mientras acariciaba su muslo.

Ella se tocó sorprendida la mejilla para después darle una sonrisa, satisfecho se acercó al baño, no sin antes sacarle la lengua a Meliodas.

Aprovechado. —Ahora fue Meliodas quien murmuro por lo bajo sacándole una risa a la capitana, la miro sonriendo. —Ya está. —Ante sus palabras vio como Meliodas le había hecho una gran trenza en el cabello, parecida a las que usualmente llevaba.

Es muy linda. —Se tocó el cabello sonriendo agradecía, a este punto ya le dolían un poco las mejillas. —Gracias. —Se levantó y le dejo un beso en su mejilla sonrojándolo un poco.

Al King salir del baño, los tres decidieron salir de la habitación, dejando que Ban durmiera y sufriera solo la resaca que iba a experimentar por tanto alcohol el día anterior.

[...]

Al salir todos juntos, menos el zorro, ya se encontraban frente a su destino.

Esa ciudad en frente de la montaña, es Vaizel. —Dijo Meliodas abrazando a Kaida de la cintura, tanto porque él quería como porque a ella sus piernas aún le temblaban un poco. —Es una ciudad mercante.

¿En serio es aquí? —Pregunto el cerdito.

Recuerdo que una vez escuche que un cliente dijo que ahí había un arma tan grande que nadie es capas de empuñarla. —Hablo con un dedo en su mejilla haciendo memoria.

¿Nadie puede empuñarla? —Pregunto la princesa un tanto disgustada por su cercanía, pero lo sabía disimular muy bien.

King flotaba apoyado en su almohada al otro lado de Kaida. —Podría ser la de Diana.

¡Olviden eso! —La voz de Ban los hizo girar a verlo salir con su abdomen al descubierto. —Ya me cansé de andar desnudo. —Hablo como perrito regañado.

Cúbrete con el delantal ridículo. —Le dijo Meliodas en forma chibi.

¡Eso no es importante! —Diana dio un fuerte golpe en la tierra levantándolos a todos en el aire. —¡¿Por qué debo quedarme a cuidar la taberna?! 

King atrapó a Kaida en el aire con chastifol mientras ella hacía levitar a Hawk y a la princesa para dejarlos en el suelo sin ningún rasguño.

Gracias, King. —Le sonrió agradecida mientras él asentía sonrojado. —Escucha, cariño. —Se levantó de chastifol comenzando a flotar hacia la gigante. —Un gigante entro al festival hace algunos años y les prohibieron la entrada a la aldea, ¿vez? —Llego a la altura de su mejilla secando una de sus lágrimas. —No es que no te queramos llevar, ¡claro que queremos! Solo debes esperarnos aquí, ¿está bien?

Volveremos cuando sepamos qué hay, grandullona. —Kaida miro mal a Meliodas por el apodo.

¡No, me voy a aburrir! —Kaida tuvo que apartarse un poco cuando ella movió su cabeza de lado a lado casi pegándole con su cabello.

Soltó un suspiro, a veces Diana podía ser un poco infantil, pero no importaba como fueran, siempre la querrían.

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