ᴱˡᵉᵛᵉⁿ⠃ᴇꜱᴄᴏɴᴅɪᴅᴏꜱ
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La niebla era espesa en todo el bosque, los árboles sin vida y secos por el pasar del tiempo sin cuidado. Los pasos de los pecados, la princesa y el cerdito era lo único que se escuchaba por el lugar porque ni un solo animal estaba a la vista.
—Oigan, ¿están seguros de esto? —Pregunto el cerdito temeroso. —Entramos al bosque hace tres horas y no hay ni un solo animal a la vista, mucho menos algún humano.
—Tiene razón. —Dijo la princesa deteniéndose más atrás del cerdito. —Señor Meliodas, señorita Kaida, ¿de verdad alguno de los ocho pecados capitales se esconde en este bosque? —Trato de ignorar el hecho de sus manos unidas.
Ambos iban atrás de todos agarrados de las manos, Kaida tenía puesto el uniforme de la taberna, ya limpio, con su cabello en una coleta y la mirada tranquila hacia los lados mientras Meliodas veía al frente y su otra mano estaba en el bolsillo de su pantalón, también limpio.
—Es posible. —Respondió el rubio con simpleza, balanceando la mano de Kaida y él, unidas.
—¡Vinimos sin una sola prueba, ¿en serio?! —Exclamo el cerdito con una vena en la frente enojado por el comportamiento de Meliodas. —Escucha, hay rumores de que hay un horrible monstruo acechando este bosque. —Cambio su enojo a una actitud temerosa.
—¡Ah!
—¡¿Qué te pasa?!
—No le grites Hawk, solo fui yo. —Le dijo Kaida agarrando el brazo de Elizabeth. —Perdón por asustarte, solo toma esto. —Le dio una campana plateada cerrando la palma de su mano. —Guárdalo, en algún momento la necesitarás.
—Sí. —Asintió, avergonzada por haber gritado de tal manera.
—Cambiemos de tema, ¿quieren? —Se acercó para volver a agarrar a Kaida de la mano separándola de Elizabeth, esta vez entrelazando sus dedos para que no se le soltara tan fácilmente.
—No te hagas el tonto.
—No, en serio, tengo pruebas. —Camino unos pasos y levanto la mirada por la diferencia de estatura. —Como vez, el Bosque del Sueño Albo es difícil de recorrer a caballo, es sencillo perder el rumbo hasta los cazadores y viajeros lo evitan. —Le sonrió causándole un suspiro, negando con la cabeza y sonriendo levemente.
—¡Ay, pero qué buen lugar para esconderse encontramos! —Exclamo la princesa con alegría, rompiendo su burbuja a propósito, lanzándose una mirada amenazante con Meliodas.
—¡No se queden atrás! ¡Hay que moverse! ¡Caminen ya! —Kaida soltó una risa por su impaciencia, Meliodas sonrió al escucharla.
—Relájate Hawk, no hay por qué desesperarse. —Comenzaron a caminar.
—Sí, a nadie le gustan los cerdos inquietos. —Se detuvieron mirando confundidos hacia Hawk. —¿Y eso?
—¿¡Qué!? ¿Por qué dices cerdos inquietos? ¡Solo soy yo! —Se escuchó numerosas veces al haber demasiados cerditos. —¡! —Se dio cuenta de todas sus copias mirando al rededor. —¡Somos muchos! No puede ser. —Y todos los cerditos comenzaron a hablar.
Elizabeth, Meliodas y Kaida solo veían a los cerditos expectantes.
—¿Es obra del monstruo del bosque? —Pregunto la princesa un poco inquieta por la escena de miles de cerditos.
—Esto sí que es aterrador. —Murmuro Meliodas recibiendo un codazo por parte de Kaida. —Ay, lo siento.
Todos los cerditos comenzaron a seguir a uno de ellos que se acercaba corriendo hacia los tres humanos. Kaida desapareció del lado de Meliodas volviéndose invisible y agarrando al Hawk verdadero para alejarse de ellos.
Meliodas golpeo con su espada a todos los cerditos causándoles chichones en los chichones.
—¿Hawk? —Ante la voz de la princesa, todas las copias se acercaron a ella, escondiéndose detrás de sus piernas gritando su nombre.
—¡Elizabeth! ¡Ni siquiera mi mamá me pegaba así! —Lloriquearon al unísono.
—Pero Hawk... ¡!
Dejo de hablar al asustarse por una silueta humana que se encontraba en frente de ella, pronto todos los Hawk habían desaparecido siendo intercambiados por la misma silueta. Kaida volvió a aparecer con el verdadero Hawk, el cual se veía confundido.
—¡Ah! Pero que...
Al aclarar su mirada vieron a varias Elizabeths rodear a la original.
—Soy yo... —Murmuro confundida.
—Señor Meliodas, señorita Kaida. —Hablaron juntas causándole un escalofrío a Kaida.
—¿Saben que soy yo verdad?
—No, la verdadera soy yo.
—No, yo soy la verdadera.
Y así comenzaron a discutir quién era la verdadera de todas ellas.
—¿Te importaría encargarte? —Le pregunto al rubio para darle un beso en la mejilla y dando la vuelta comenzó a caminar. —Tengo que ver algo, adiós. —Movió su mano en forma de despedida, perdiéndose en la niebla.
—Pero-. —No continuo al ver como desaparecía, suspiro profundamente y sonrió un poco tocando su mejilla atontado.
[...]
Kaida caminaba mirando a su alrededor, el cómo ese bosque se encontraba tan destruido, le daba pena ver como la naturaleza era destruida de tal manera. A lo lejos el cuerpo de una niña se le hizo familiar y un déjà vu llego a su cabeza. Sonrió con nostalgia y se acercó lentamente a ella viendo a una gigante dormida en el lugar.
Se acercó a ella y acaricio su mejilla sintiendo una brisa por su respiración.
—Cuanto tiempo, mi pequeña Diana. —Sonrió con alegría y una lágrima de felicidad recorrió su mejilla hasta el piso donde una bella flor se volvió cenizas sin ella darse de cuenta.
Varios pasos se escucharon, se puso alerta y se escondió un poco lejos, preparada para cualquier cosa. Escondidos, seres cambiantes y copiones, se acercaron a la gigante demasiado rápido, pero cuando Kaida los iba a atacar escucho lo que pasaba.
—¡Señorita Diana! ¡Señorita Diana! —Gritaron las asquerosas criaturas muy cerca de la cara de la gigante, haciéndola apretar los puños.
—Desde aquí, es grande. —La voz de Hawk la hizo ver con mayor claridad el cómo sus compañeros estaban ahí.
—¡Señorita Diana, son caballeros sacros, no pudimos detenerlos!
—Criaturas asquerosas y mentirosas. —Murmuro disgustada apareciendo al lado de Meliodas apoyando su codo en el hombro de este, causándole un susto de muerte a Hawk.
—Si lo son. —Asintió estando de acuerdo con ella, sin inmutarse, pero apretando su trasero con una de sus manos. Con el tiempo se había acostumbrado a que ella aparecía y desaparecía sin decir nada.
—¡No hagas eso! —Le grito el cerdito para después lanzarse siendo agarrado en sus brazos. —¡Y no me vuelvas a dejar, por favor! —Lloraba de angustia mientras Kaida lo bajaba acariciándolo con una sonrisa.
—Lo siento, lo siento. No volverá a pasar, lo prometo.
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