ˢⁱˣ⠃ᴍᴇᴀᴅ
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La princesa, los pecados y el cerdito se dirigieron al centro del pueblo viendo la cantidad de personas que se encontraban ahí.
—¡Miren! Cuanta gente hay aquí. —Exclamo la princesa emocionada. —¿Abra un festival? —Miro a sus acompañantes dudosa.
—No lo creo princesa, no se ven muy felices. —Hablo seriamente mirando a los hombres que estaban al rededor.
—¡Hola, hola! —Meliodas saludo emocionado. —¿De qué es el festival? —Los hombres más cercanos lo miraron con disgusto.
—¿Qué? ¿Esto te parece un festival? —Y ahí fue donde la princesa y el pecado de la ira miraron la situación dándosen de cuenta de su error. —Queremos sacar la espada que un caballero sacro hundió ahí.
Muchos hombres, con sogas en mano, jalaban una espada enterrada en la tierra.
—¿Un caballero sacro la hundió? —Pregunto Meliodas.
—"Estaba en lo correcto, fue intensional, demasiado intensional."
—¿Por qué lo haría? —Volvió a preguntar esperando una respuesta por parte de Kaida, pero ella se encontraba en su mundo con los brazos cruzados y mirada seria.
—El otro día... —Una voz rasposa hablo detrás de ellos, los cuatro voltearon a mirar a un anciano que, al parecer, era el jefe de la aldea. —Hicimos enojar a un caballero sacro. Cubrió la espada con magia y cello todas las fuentes de agua subterránea bajo la aldea.
—Si no hacemos algo, perderemos el agua y también nuestras cosechas. —Dijo uno de los aldeanos con el ceño fruncido.
—Y ya no habrá más cerveza de Vania, ¡no! —Exclamo otro aldeano con una lágrima y sudor en su rostro.
—¿Un caballero sacro? —Pregunto preocupada la princesa. —¿Será aquel... que derroto, señor Meliodas?
Los recuerdos de la pelea con Twigo llegaron a la cabeza de ambos pecados.
—Tuingo no era un verdadero caballero sacro. —Aclaro Kaida, volviendo a pronunciar mal el nombre del caballero a propósito.
—¿No? —Confundida.
—Los verdaderos, son mucho peores que él. —Agrego recordando a uno en específico que le provoco un escalofrío.
—Solo el poder de un caballero sacro es capaz de sacar la espada de ahí, será muy difícil conseguirlo. —Hablo el anciano con tristeza en su voz —Así que nuestra aldea está condenada.
—Qué horror. —Exclamo Elizabeth.
Un quejido irritado se escuchó al lado de ellos, Meliodas y Kaida, voltearon a mirar y vieron a un niño caminando hacia el centro del pueblo.
—¿Por qué tanto alarido patético, amigos? ¿Qué pasa aquí?
—¡Mead no! —Lo regaño un aldeano.
—Una estúpida espada en la tierra no es nada. Esto será muy sencillo para mis amigos, los ocho pecados capitales. —Hablo con orgullo.
De cierta manera Kaida se sintió conmovida, pero no era verdad lo que aquel niño decia.
—¡Suficiente Mead! —Le grito una aldeana de edad mayor. —¿Por quién crees que estamos metidos en esto? ¡Di lo que quieras, pero no menciones a esos criminales! —Kaida bajo sus brazos y sus puños se cerraron con fuerza, aunque su rostro se mantuviera neutro.
—Tiene razón, ya no enojes a otro caballero sacro.
—¡Tienes algo contra nosotros, ¿o qué?!
—Ay, por favor, no lo hice por eso —Hablo entre dientes Mead. La chica sintió un poco de lástima ante aquella situación de impotencia.
—¡Ya tuvimos suficiente de tus ridiculeces!
—¡Mead eres un tonto! —Una niña, junto a otros niños, agarro piedras y le lanzo una fallando.
Antes de que esa piedra se estrellará con la cara de Meliodas, la capitana la detuvo con su mano a centímetros de su rostro.
—¡¿Qué hacen?! ¡Los odio a todos! —Soltó aquellas palabras hirientes que también lo lastimaron a él.
Un recuerdo vino a su cabeza, muchas personas reunidas alrededor de ella diciendo la palabra odio clavandolas como estacas a su corazón incrustandose y dejando cicatrices no visibles. Cuando vio a Meliodas llevarse al niño lejos del lugar se agachó a la altura de Hawk.
—Llevate a la princesa mientras yo hablo con el jefe de la aldea. —Le sonrió para decirle que todo iba a estar bien.
—Claro, claro, yo lo hago. —Se dio la vuelta en dirección a la taberna. —Sígueme Elizabeth.
—¿Se encontrará bien usted? —Le pregunto preocupada, la capitana le acarició la cabeza y le sonrió con dulzura.
—No te preocupes princesa, estaré bien. —Un sonrojo abarco sus mejillas, asintió con nerviosismo y se fue detrás de Hawk. —Princesa tonta. —Una sonrisa nostálgica apareció en mi rostro.
La chica, al ver como las rocas seguían siendo lanzadas, casi dándole a la princesa, decidió pararlas haciéndolas flotar. Miro a las personas con sus ojos de un color magenta representando su enojo.
—Suficiente. —Hablo con voz autoritaria, los aldeanos acataron la orden al sentirse intimidados.
—Lamento mucho eso. —Se disculpó el jefe de la aldea. —Pero en el fondo, Mead, es un buen chico señorita.
Kaida suavizo su mirada seria y brazos cruzados, se quedó a hablar con el jefe un rato más escuchando y comprendiendo la situación. Al finalizar se dirigió hacia la taberna, cuando llego encontró a la princesa frente al niño, la campana de la puerta delato su llegada.
Meliodas y Hawk la voltearon a mirar, la princesa y Mead ni se inmutaron.
—Hola, ¿dónde estabas? —Meliodas le pregunto.
—Teniendo una interesante charla con el jefe de la aldea sobre este travieso. —Se acercó atrás del niño y le sacudió la cabeza.
—Ese viejo es un chismoso —Palabras hirientes nuevamente.
—Aunque creas que esas personas te odian. —Se inclinó frente a él sonriéndole con dulzura. —Ellos en realidad te aman, no digas cosas hirientes para llamar su atención.
—Yo no... —Se paró en la silla y se acercó a su rostro —Miento para llamar la atención de nadie, ¿oíste?
Agarro la cabeza del niño y la acerco a su pecho en forma de consolación.
—¿Entonces por qué? —Una voz maternal salió de su boca.
—Mis... —Apretó su ropa con sus diminutas manos —Mis padres siempre fueron viajeros, pero cuando nos detuvimos en Vania hace unos años, ambos murieron en una epidemia. —Su voz se entre cortó.
—La gente de la aldea me adopto y me crio como uno de ellos... —Su voz se sintió más alegre, pero la tristeza no se iba. —Eso me hizo sentir muy feliz, pero... —La tristeza en su voz volvió y las lágrimas comenzaron a salir mientras apretaba su camiseta con fuerza. —Ninguno es mi verdadera familia y siento celos a cualquiera que tenga lo que yo no, por eso miento y hago cosas.
Kaida lo separo comenzando a secarle las lágrimas con una sonrisa comprensiva.
—¿Cómo el insecto en la copa del caballero sacro? —Pregunto de manera comprensiva mientras Elizabeth miraba conmovida por la escena.
—¡No! —Se separó bruscamente gritándole de repente. —¡Eso solo lo hice porque él nos trata como si fuéramos basura!
—Tch. —Chasqueo su boca con molestia. —"Esa maldita." —Pensó para sus adentros.
—Los niños y los adultos le dedicamos mucho tiempo valioso a esa cosecha y ese maldito, solo vino a insultarnos.
—Mead. —Lo llamo con calidez. —Tus acciones son entendibles, pero esa no es la manera correcta de tratar los problemas que te molestan. —El niño desvío la mirada apenado. —Y no es bueno mentir acerca de ser amigo de los ocho pecados capitales. —Sonrió con gracia haciéndolo sonrojarse avergonzado.
—Pero, ¿por qué mentir así? —Hablo Elizabeth por primera vez en ese tiempo.
—Porque los caballeros sacros buscan a los ocho pecados capitales, ¿no? —Kaida levanto una ceja confundida. —Si los persiguen esos malvados, entonces los pecados capitales son los buenos.
Kaida se sorprendió, Elizabeth y Hawk se miraron entre sí para después mirar a Kaida y seguido a Meliodas que tomaba una cerveza.
—¿Qué? —Les pregunto Meliodas sin interés.
El bullicio se escuchó y sus sentidos se agudizaron, la aldea se encontraba en problemas.
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