ˢᵉᵛᵉⁿᵗᵉᵉⁿ⠃ᴄᴜʟᴘᴀ

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El dolor y cansancio los apodero, cayendo ambos desmallados en el suelo, siendo Meliodas el que tenía a Kaida en su pecho con sangre derramándose por el piso a su alrededor y una Elizabeth llegando espantada por el ruido y con sus ojos temblando asustados por la escena.

Todo fue de mal en peor desde ahí, sus heridas parecían no ser nada al inicio, pero que gran equivocación.

[...]

A pesar de los intentos desesperados de Diana por buscar un doctor en la aldea más cercana a la prisión basté, su tamaño no le ayudaba mucho espantando a los aldeanos que corrían despavoridos a sus casas. Elizabeth y Hawk lograron convencerla de quedarse donde está mientras ellos buscaban un doctor para los capitanes.

La princesa logró encontrar a un doctor que de manera misteriosa acepto atenderlos a pesar de que la gigante a través de su ventana le daba miedo.

Ambos se encontraban en una cama envueltos en vendas con la chica boca abajo para no lastimar más su espalda y el rubio al lado de la pared, Meliodas había despertado hace unos instantes, pero aún no se podía mover y no había hecho el esfuerzo de abrir los ojos para no alertar a los demás, lo único que hizo fue darle la mano a su capitana por debajo de la sabana sintiéndose culpable.

Esta es una infusión muy especial que prepare. —El doctor se había agachado acercando el recipiente a los labios de la capitana, dándoselo por completo. —Para que se sienta mucho mejor. —Se separó con su mirada fija en la hermosa mujer que parecía serena.

Señor Dana, ¿no le dará un poco al señor Meliodas? —Pregunto confundida al ver como lo había gastado todo con Kaida, aunque de cierta manera se sentía aliviada de que eso pasara.

Oh, no, él se encuentra en mejor estado que la señorita, debería despertar en unos minutos. —Al perecer eso le preocupaba por su sudor frío.

Está bien, se lo agradezco.

Para ser honesto es un milagro que aún sigan con vida. —Dijo el señor Dana mirando a ambos. —Además de las heridas por espada, tienen quemaduras por impactos eléctricos... —Se guardó una información para él. —¿Cómo pudieron soportar eso...?

Después de unos instantes, Elizabeth y Hawk salieron de la habitación detrás de Diana, que iba a ir a prisión baste sola para no poner a sus padres postizos en peligro, dándole la oportunidad a Meliodas de levantarse sin botar la toalla en su frente.

Lo lamento, no pude protegerte... —Murmuro para agarrar la vasija con agua y verterla en sus labios, dejando caer solo un poco, ignorando todo lo que sucedía en el exterior. —La lágrima de una diosa te ayudará.

Se volvió a acostar a su lado agarrando su espada y la mano de la chica, dejando un beso en esta para después tapar sus cuerpos justo a tiempo cuando llego Elizabeth.

[...]

//Minutos antes//

Señorita Diana, escuche, quiero hacer algo para ayudarlos también. No deseo causarle problemas, no deseo arriesgar su vida solo por mis capri-. —Su gran discurso se derrumbó cuando Diana dio un gran pisotón enfrente de ella haciendo temblar el suelo.

¡No imagines cosas! ¡Los capitanes no se arriesgan solo por ti! Ellos siempre... los capitanes siempre... siempre han sido así solo conmigo... fue... cuando abandone mi hogar y decidí viajar por mi cuenta, discutía con unos caballeros por una estupidez.

[...]

Agh, eres un monstruoAlegó, uno de los hombres.

¡Ya verás niña!Grito otro apuntándola con su espada.

Por favor, ustedes empezaron con esto, ¿y amenazan a una pequeña niña con sus espadas? Se quejó Diana.

¿¡A qué te refieres con pequeña, niña gigante!?

¡Regresa a tus tierras!

¡No hay diferencia entre hombres y mujeres con tu especie, monstruo!

¿A si? Pues qué valientes se muestran solo por ser más numerosos que yo.Dijo Diana de manera altanera.

Que insolente, ¡ya fue suficiente!

¡Irás directo al suelo!

Con un grito de guerra, todos los caballeros se apresuraron con sus armas en alto a atacarla, pero antes de poder llegar un chico rubio mando a volar al de adelante de una sola patada para después caer impecable al suelo. Todos los demás se quedaron quietos en guardia frente a él y con sus ceños fruncidos mirando atentamente al de apariencia aniñada.

¿De dónde salió este niño?

¿Atacas sabiendo que somos la orden del trigo dorado?

Agh, hombres.Hablo una voz femenina desde el hombro de la chica gigante que se asustó al verla, pero aun así se le hacía muy familiar. ¿Te encuentras bien, cariño?

A-ah...

No te preocupes. Para sorpresa de los caballeros y de la niña gigante, la mujer comenzó a flotar.Los hombres adultos como ellos deberían de estar avergonzados de atacar a una niña como tú.Mientras hablaba iba descendiendo hasta estar al lado del rubio.

¡Ramera insolente! ¡Serán tus últimas palabras! No pudo mover ni un músculo cuando un puño que rompió su espada golpeo su rostro noqueándolo al instante. Varios golpes y gritos se escucharon ocasionados por el rubio, que con bastante molestia por el insulto a su mujer se desahogaba con ellos para al final salir corriendo despavoridos.

No era necesario, pero gracias. Le sonrió.

Claro que era necesario, te llamo ramera, no puedo permitir eso. Agarro su mano y le devolvió la sonrisa, sonrojándola solo un poco para después girarse a la gigante. Ya estás a salvo, ¿esos hombres te asustaron?

Oh, sí, ¿te hicieron algo? Volvió a flotar ahora con el chico, quedando frente a su cara ambos con una gran sonrisa.

¿Qué...?

[...]

Esa fue la primera vez que alguien se preocupó tanto por mí... yo era una chica que era mucho más grande que ellos. —Había nostalgia en su voz recordando aquel momento. —Lo recuerdo como si hubiera sido ayer... recuerdo la sensación de ser del mismo tamaño de las personas que estaban justo frente a mis ojos...

Sé que lo que sentí fue solo una ilusión, jamás seré tan pequeña y delicada como tu Elizabeth, como una hija. —No había notado que unas cuantas personas se habían quedado escuchando su relato. —No entro en un edificio, así que no aspiro nunca a estar en una familia con ellos, pero sí hay algo que puedo hacer. —Levanto su rostro decidida.

Puedo pelear y protegerlos y eso haré.

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