Capítulo tres.


"Hay que saber que no existe país sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas."

( . . . )

Kim Jennie era feliz.

Tenía un pequeño departamento en Seúl y pronto se mudaría a Nueva Zelanda con su novio: Jong In.
Jennie estaba agradecida con Dios, o con la vida o con el destino, o lo que sea haya elegido su camino. Pero había algo que faltaba.

No podía decir que no era feliz, pero no estaba completa.

( . . . )

Los rayos de sol traspasaban las cortinas. La castaña sonrió al observar como los tímidos rayos se filtraban en su departamento.

Dejó su taza con té a un lado y se dirigió a la sala de estar dónde estaban sus tesoros más preciados. Tomó su computadora y abrió el blog, su lugar seguro.
Sonrió al ver que tenía un me gusta y un comentario.

—¿Qué clase de mosaico de recuerdos eres tú, escritor o escritora?— leyó en voz alta sin dejar de sonreír.

Observó el atardecer.

"Soy un mosaico de tinta y papel en máquina de escribir. O también soy un mosaico de atardeceres; efímeros."

Enviar.

—¿Qué mosaico eres realmente, Kim Jennie?— Se preguntó dejando de lado su computadora.

No lo sabía.

Negó rápidamente y se puso de pie para cerrar el ventanal que estaba frente a su habitación. El sol se estaba despidiendo de las nubes de manera lenta, pero sabía que prontamente la luna ocuparía su lugar.

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