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«But even so, every now and then I would feel a violent stab of loneliness. The very water I drink, the very air I breathe, would feel like long, sharp needles. The pages of a book in my hands would take on the threatening metallic gleam of razor blades. I could hear the roots of loneliness creeping through me when the world was hushed at four o'clock in the morning.»
—Haruki Murakami, The Wind-Up Bird Chronicle
Blair Nightingale tenía muy buena mano para la repostería.
Y a Darcie Brown le encantaban sus galletas con chispas de chocolate, así que eran el dúo perfecto.
Aquella tarde, sin embargo, Darcie no tenía demasiado apetito, aunque agradeció la bandeja que Blair trajo de todos modos. Sí que había tenido la suficiente energía para quedarse en el jardín en la silla de ruedas y tomar el sol.
Blair sí que se estaba comiendo una galleta. Se encontraba ansiosa —era probable que se hubiera tomado ya tres cafés en lo que iba de día, a pesar de que no eran más que las cuatro de la tarde—, pero es que tenía la mente muy activa desde lo ocurrido el día anterior junto a Fred. Ahora que estaba junto a su amiga, además, se encontraba ligeramente esperanzada.
Encontraré ese hospital, Darcie. Y te pienso curar.
—¿Qué haremos por nuestro cumpleaños? —preguntó Blair, retirándose migas de la pechera.
Blair y Darcie habían nacido el mismo día del mismo año, aunque en hospitales diferentes y a horas distintas. Darcie era mayor que Blair por ocho horas y cuarenta y siete minutos. Sus padres se habían dado cuenta de la casualidad el primer día de clase, y aquella había sido la excusa para convencerlas de hacerse amigas.
Y así, cada 20 de octubre desde entonces habían compartido cumpleaños. Habían elegido conjuntamente la temática de todos y cada uno de ellos, a veces tras una pelea y otras veces debido a la obsesión del momento. Fiestas de Hannah Montana, y de High School Musical, y de Crepúsculo, aunque el tema más popular había sido siempre algo relacionado con Halloween, que ocurría unos días después, solo porque querían hacer una fiesta de disfraces y poder disfrazarse de brujas.
Darcie la miró unos segundos de reojo, y Blair fue consciente de ello sin girarse para encontrarse con su mirada. Podía imaginarse el tren de pensamiento de su amiga. Sabía lo que estaba pensando Darcie.
¿Seguiré aquí dentro de un mes?
Sin embargo, dijo algo distinto:
—¿Con qué amigos? Si no tenemos.
Blair se echó a reír.
Estaba balanceándose sobre el viejo columpio de los Brown. Ya ni sabía la cantidad de veces que se había caído de ahí cuando era pequeña. Lottie Brown le había curado tantas heridas en las rodillas que al final terminó instalando junto a su marido un suelo de goma para que las caídas de las niñas fueran más leves. Usó el impulso para darle una muy suave patada en la espinilla.
—Podemos celebrarlo con tus padres y con mi madre. O podemos estar nosotras solas, en realidad. Y pedir una tarta de zanahoria de la pastelería esa que hay cerca del Tesco.
Darcie sonrió, antes de asentir. Llevó su rostro al cielo para que el sol le impactara en el rostro. Blair aprovechó para tomar unas fotos de su amiga.
—¿Me las enseñas?
Blair le tendió el móvil. La joven revisó las fotos de su galería, viéndose retratada bajo el sol, a los ojos de Blair.
—Siempre me sacas más guapa de lo que soy.
—Te saco tal cual eres, Darcie.
Su amiga rodó los ojos. Tenía el cabello limpio, pero desde que su enfermedad había empeorado el pelirrojo se le había apagado y ya no brillaba tanto bajo el sol. Aun así, parecía tener más energía que el último día que Blair la había visto, poco antes de su visita al hospital.
—¿Quién es Hermione?
Blair pestañeó. Supuso que Darcie había visto sus mensajes, o que, tal vez, Hermione le había escrito y la notificación había aparecido en la parte superior de la pantalla. Blair se sentía culpable porque no había respondido sus mensajes desde el día anterior, aunque, honestamente, estaba sorprendida por lo insistente que era Hermione. Normalmente, si a Blair alguien tardaba en contestarle más de tres horas, borraba la conversación y fingía que aquello no había ocurrido. A Hermione no parecían importarle ese tipo de cosas.
—Una amiga de Fred. Es la novia de su hermano, en realidad.
—Ah —Darcie asintió, mirando de nuevo a la pantalla—. ¿Y por qué no le respondes? Parece simpática. Te ha pasado un meme de un gato.
Blair se mordió el labio.
—Luego le respondo. He estado ocupada.
—¿No te cayó bien o es que quieres hacerte la interesante?
—No, me cayó genial. Te caería muy bien, de hecho.
Darcie bloqueó el teléfono y lo dejó sobre su regazo. Había una arruga que cruzaba su frente de un lado a otro. Era mucho más prominente que hacía un par de años. Se instauró un silencio leve que solo era cortado por el sonido del viento que agitaba las hojas del sauce del jardín. Blair chasqueó la lengua. Sabía que Darcie había entendido lo que ocurría, y se sentía más arrepentida por haber sido pillada que por la verdadera razón por la que no contestaba a Hermione.
—Puedes hacer nuevas amigas, Bibi. Es más: te animo a hacerlo.
—Ya lo sé. Hice una amiga y le di mi teléfono, ¿no lo ves?
—Pero no le estás respondiendo. Así no se hacen amigas.
Blair se encogió de hombros. Su mirada reparó primero en el móvil sobre el regazo de Darcie y luego en la mano de su amiga. Tenía una tirita allá donde había estado la vía hacía unas cuantas horas. Se le encogió el corazón.
—Por dios, Bibi, te conozco como si te hubiera parido. No puedo creer que seas tan tonta.
—Si me conoces, no debería sorprenderte.
—¡Eres idiota! —dijo, con una mueca de enfado—. Blair, te fuiste a pasarlo bien y a conocer gente nueva y yo me tuve que ir al hospital, pero, ¿sabes qué? Aunque te hubieras quedado en casa viendo una peli, yo me habría tenido que ir al hospital de todos modos. No tienes que sentirte culp...
—No es eso.
—Sí lo es, Blair. Te sientes culpable por hacer amigos y enamorarte y ser feliz, porque piensas que no te mereces serlo mientras yo esté enferma. Te sientes culpable por mi cáncer, y eso es una putada de proporciones épicas.
—Que no es eso, Darcie, joder.
—¡La que se siente culpable soy yo! —espetó. Su rostro se tornó rojo por el enfado. Asió las barras de su silla de ruedas con fuerza—. ¿Sabes lo que es oír a mis padres llorar en la habitación contigua? ¿Verte con esa cara de tristeza? Sé que te cuesta mirarme.
—No...
Darcie negó. Arrugó el mentón al mismo tiempo que se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Sé que es horrible, Blair, pero no hay nada que podamos hacer. Ni los médicos, ni tú, ni un ángel caído del cielo. Odio volver miserables a las personas que más quiero —gimió, limpiándose la nariz con la manga de la chaqueta—, así que quiero, no, necesito, que empecéis a buscar la felicidad en otro lado. Con mis padres no sé qué hacer, pero yo quiero que tú tengas otros amigos. Quiero que hagas lo que hiciste ayer: que te lo pases bien y te olvides de mí por unos minutos.
—Nunca me olvido de ti. —Blair también lloraba. Se acercó a su amiga y tomó su mano—. Da igual lo que haga.
—Bueno, pues puedes acordarte de mí mientras haces otras cosas. Esa Hermione parece simpática, y Fred... —Darcie se sorbió los mocos. Se asomó una sonrisa por sus comisuras—. Es la primera vez que te veo sonreír al hablar de alguien. Quiero eso para ti, Bibi, más que nada en el mundo. Te mereces ser así de feliz.
Blair quería decir mil cosas, pero se le quedaron atascadas en la garganta. No sabía cómo expresarle a Darcie que nunca volvería a ser feliz después de perderla, que esa era una posibilidad inexistente. No sabía, tampoco, cómo explicarle que iba a seguir un camino de lo más estúpido y fantasioso solo para tratar de evitar lo imposible.
—Necesito saber que estarás bien cuando me vaya —susurró, apretándole débilmente la mano a su amiga.
Blair dejó de ver su rostro porque quedó borroso tras la pantalla de lágrimas.
No pienso dejar que te vayas.
De algún modo que a Blair aún le costaba entender, Darcie la había convencido de invitar a Hermione a su casa. Los padres de Darcie estaban fuera aquella tarde, así que Blair estaba preparando el salón para la llegada de la joven, mientras que Darcie la animaba desde la silla de ruedas.
Blair tenía sentimientos encontrados. Ni siquiera le había contado a Fred lo de Darcie. Solo sabía que existía, y nada más. Si había aceptado invitar a Hermione había sido porque Darcie se había puesto tan insistente y pesada con el tema que, al final, lo había hecho con la esperanza de que Hermione rechazara. Al fin y al cabo, conocía a Blair de una sola noche, y si hubiera sido al revés, Blair se hubiera negado.
Pero Hermione apareció allí a las tres y media, según lo prometido, con un brownie de chocolate cubierto en papel de aluminio y la cabeza cubierta por la capucha de su chubasquero. Blair la invitó a pasar, dejó su chubasquero empapado colgando de una percha sobre la ducha del cuarto de baño inferior y, cuando fue al salón, Hermione y Darcie ya eran grandes amigas.
La había advertido, por si acaso. Hermione había sido tan comprensiva como cabía esperar, y había prometido no mencionar nada a no ser que Darcie sacara el tema, y tampoco sentir lástima ni compasión, pues Darcie lo odiaba.
—...y Blair y yo tenemos la teoría de que, cuando llueve así, es porque tenemos que ver una película de época y atiborrarnos a dulces —finalizó Darcie, señalando la mesa.
El brownie de Hermione estaba en el centro y, alrededor, las chicas habían traído chocolatinas y chucherías.
—¿Sabéis tejer? —preguntó Hermione, sacando una madeja de lana del bolso—. He traído de varios colores.
Darcie sí sabía, y la única vez que había intentado explicarle a Blair cómo se hacía, habían terminado discutiendo y Blair se había ido a casa con una aguja de tejer clavada en el moño. Darcie nunca había tenido paciencia para explicar las cosas que para ella eran obvias, y a Blair, en realidad, no le gustaba que nadie tuviera que enseñarle nada. Desde muy pequeña había sido autodidacta para casi todo, y se frustraba cuando algo no se le daba inmediatamente bien.
Pero Hermione explicó el método con tal sencillez que Blair se encontró haciendo una cadenita de lana pasados quince minutos. No era perfecta, y la terminó deshaciendo entera porque los puntos estaban demasiado apretados, pero sirvió para quitar la incomodidad del momento entre las tres y, poco después, eran capaces de ver la película, Mujercitas, tejer bufandas, hablar y comer chocolate, todo al mismo tiempo.
Y a pesar de que Blair se encontraba a gusto, seguía con las luces de emergencia activadas dentro de su cerebro, alerta ante cualquier movimiento brusco que pudiera romper la situación. Odiaba tener esa sensación en su interior de que necesitaba controlar absolutamente todo lo que ocurría a su alrededor para procurar que nada malo sucediera.
En este caso, se encontraba vigilando de reojo a Hermione para ver si molestaba a Darcie de algún modo, a pesar de que la chica había sido la perfecta adición a su grupo de dos desde el momento en el que había llegado. Blair observaba cómo Hermione miraba a Darcie, esperando que sus ojos se detuvieran en las evidencias de la enfermedad de su amiga. Pero Hermione no miraba las venas marcadas en el rostro de Darcie, ni las tiritas en el dorso de su mano por las heridas del gotero, ni parecía estremecerse ante la ronquedad de su respiración.
Tampoco había hecho como que no estaban ahí. Había ayudado a Darcie con la silla de ruedas y le había preguntado un "¿todo en orden?" cuando la chica se había tirado unos buenos treinta segundos tosiendo como si fuera a expulsar un pulmón por la boca. Hermione no estaba haciendo como que la enfermedad no estaba ahí, pero no estaba tratando a Darcie como si fuera una pieza de cerámica capaz de romperse con el más mínimo soplo de aire, algo de lo que a veces pecaba la propia Blair.
—¿Quién es tu señor Darcy? —le preguntó Darcie a Hermione cuando terminó la película. Solo se escuchaba el golpeteo de las gotas de lluvia contra la ventana y el rítmico movimiento de las agujas metálicas al tejer.
—¿Mi señor Darcy?
—Sí. El chico de tus sueños —bromeó Blair, metiendo a Hermione en una broma interna que llevaban años guardando para ellas dos.
Hermione aguantó una risa.
—Ron no tiene nada de señor Darcy, creedme. Llevamos juntos unos cuantos años...
Darcie, con los ojos brillantes por la emoción, dejó su ovillo sobre el regazo y la miró, ansiando más.
—Porfa, porfa... ¡cuéntame más! Aquí Bibi y yo tenemos menos acción en lo romántico que una farola de la calle —suplicó, haciendo un puchero—. Y la poca que tiene Bibi con Fred no me la quiere contar.
Hermione miró a Blair de reojo, y ella se sonrojó. Se puso a pensar si acaso los había visto bailando en la fiesta el otro día, tomados de la mano, besándose con la mirada.
—Conozco a Ron desde que entramos a... al instituto —explicó, pasándose un mechón de pelo rizado tras la oreja—. No lo soportaba, y eso que éramos mejores amigos, pero... Era un niño muy pesado, y súper quejica.
—Y del odio nació el amor... —dedujo Darcie, moviendo sus cejas rápidamente.
Hermione puso los ojos en blanco.
—Nunca fue odio. Fue más bien un... una especie de rivalidad, por así decirlo. Era como si nos lleváramos fatal y fuéramos contrarios en todo, hasta que yo empecé a preocuparme por su bienestar y él por el mío y... Aunque discutiéramos por estupideces, sabíamos que estábamos ahí para el otro y luego... —Hermione tenía lágrimas en los ojos. Por su mirada pasó una especie de nube de tristeza, que alejó pestañeando rápidamente—. Nos dimos cuenta de que nos queríamos y que podíamos solucionar nuestras discusiones y nuestras diferencias porque lo primero valía mucho más la pena.
Tras su explicación, Hermione miró a la pareja de amigas, que la observaban en silencio. Darcie aún tenía un puchero, y Blair se había contagiado por las lágrimas de emoción de Hermione y tenía la mirada brillante.
—No sé si me he explicado bien...
—Te has explicado perfectamente, Hermione —prometió Blair, sintiendo que se le encogía el estómago.
Hermione sonrió.
—El amor... —exclamó, con dramatismo, para quitarle seriedad a su monólogo—. Qué cosa tan complicada. A veces quiero coger un libro y estampárselo a Ron en la cabeza, y otras veces...
Se encogió de hombros.
—Pero bueno, basta de hablar de mí. No me creo que no hayáis tenido un señor Darcy.
Darcie negó rotundamente. Luego señaló a Blair con la cabeza.
—Esta ha tenido varios.
Blair dejó escapar un bufido.
—No es verdad. He tenido dos novios, y ya.
—¿Contando a Fred? —dijo Hermione, con una sonrisa ladina.
Blair soltó una risita tímida. Sus mejillas se pusieron tan rojas que se las cubrió con ambas manos, consciente de que su rostro delataba sus sentimientos sin que tuviera que expresarlos. Darcie y Hermione entonaron una U muy larga y aguda, pinchándola en el estómago y los costados en el dedo para que hablara.
—¡No somos novios, nada que ver!
—¡Te dio un consolador! —la acusó Darcie, con un dedo delator apuntándola.
Hermione se echó a reír, lo cual solo hizo que avergonzar aún más a Blair.
—¡Nos estamos conociendo!
—¿Ha habido beso?
Darcie acercó el puño a la boca de Blair, como si sujetara un micrófono invisible y se hubiera convertido en una reportera de un programa del corazón. Blair retiró la mano de su amiga con una palmada y puso los ojos en blanco.
—No.
Esta vez, la vocal que entonaron era una O grave y ondular, con fastidio.
—Parecíais acaramelados en la fiesta —declaró Hermione, cruzándose de brazos—. Y Fred no hizo caso a nadie más que a ti en su propia fiesta, y mira que tenía motivos para hacer contactos y quedar bien con personas importantes...
—Déjalo, Hermione, no te va a contar nada, la muy egoísta —rechistó Darcie, volviendo a su gorrito de lana a medio hacer—. Le gusta hacerse la dura con estas cosas...
Hermione sonrió con dulzura y le guiñó un ojo a Blair.
—Solo una pregunta.
Blair la miró a modo de respuesta, expectante.
—¿Te gusta de verdad?
Blair se pasó una mano por la frente, apartándose el flequillo con el movimiento. Suspiró.
—Sí.
La vocal escogida esta vez fue una A, que gritaron con emoción. Blair se echó a reír. Tal vez fuera todo el azúcar que habían comido, o el hecho de que habían hecho su plan favorito del mundo y que habían invitado a una persona que podía convertirse fácilmente en su mejor amiga. Quizás estaba muy feliz porque hablar de Fred la hacía feliz.
Así que se confesó.
—Creo que es la primera vez que me gusta alguien de verdad.
Darcie frunció el ceño.
—¿Ni siquiera Arch...?
Blair negó. Nada de lo que había sentido nunca por otra persona se parecía a lo que estaba empezando a nacer por Fred. Le daba miedo en qué podía convertirse esa semilla que había ahora en su interior. Sentía que brillaba, como chispitas de luz anaranjada en la boca de su estómago. Cuando miró la sonrisa en las mejillas surcadas de pecas de Darcie, sintió que su corazón se iluminaba.
—Creo que te estás enamorando, amiga —la advirtió, enseñando el trozo de tela que había tejido. En su gorro a medio hacer, había tejido a modo de decoración, un corazón.
Blair puso los ojos en blanco y le tiró su ovillo de lana.
—Cursi.
—La que tiene cara de boba enamorada no soy yo —se burló Darcie, sacando la lengua—. Este gorro se lo puedes regalar, como prueba de amor.
Hermione se echó a reír. Blair escondió el rostro tras sus manos, abochornada, pero ocultó una sonrisa tras ellas.
Verdaderamente sentía chispas de felicidad. No sabía cuánto tiempo hacía desde que se sentía así de bien.
Último capítulo de 2023, un año interminable que se ha empeñado en ponerme las cosas difíciles. Me ha hecho romper mi racha de escritura ininterrumpida que empecé en 2020, me ha quitado toda la inspiración y, la poca que me ha dado, me ha hecho escribir esta historia triste y a una protagonista que también tiene muchos problemas, que por supuesto son peores que los míos.
No pretendía ponerme a reflexionar por aquí sobre lo malo que ha sido este año, pero parece que está ocurriendo. Debería enfocarme en lo bueno, que también lo ha habido. En que terminé Díada, una historia que guardo en el corazón y que me hace sonreír al pensar en ella. En que le he dado un buen giro a mi vida que, ojalá, de verdad, sea el correcto. A pesar de que parecían salir banderas rojas por todas partes.
Ojalá en 2024 todo sea mucho mejor, en todos los aspectos. Pienso desprenderme de esta mala suerte que me ha perseguido y que, sin duda, muchas veces he atraído yo con mi negatividad y mi insistencia por verlo todo negro, y empezar a solo apreciar lo afortunada que soy.
Siento haber estado más ausente este año. No sé cuánto tiempo tendré en 2024 para escribir, leer y pasarme por aquí, pero esta falta de tiempo es algo bueno. Y para qué engañarnos, si siempre, cuando más ocupada estoy es cuando más inspiración me da para escribir algo. Ojalá así sea, porque echo de menos escribir y no dormirme de la emoción de tener algo en mente, listo para ser puesto en palabras.
Gracias por seguir aquí y por leerme. Sin saberlo, eras una de las razones por las que no todo en este año ha sido una absoluta y colosal basura😊
Eres una de mis chispitas de felicidad en la oscuridad. Feliz año 2024 🧡
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