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«Her eyes fill up with tears again and she closes them. Even in memory she will find this moment unbearably intense, and she's aware of this now, while it's happening. She has never believed herself fit to be loved by any person. But now she has a new life, of which this is the first moment, and even after many years have passed, she whill still think: Yes, that was it, the beginning of my life.»

-Sally Rooney, Normal People

Blair Nightingale solía tener noches de sueño intranquilo cuando tenía cosas pendientes por resolver.

Hacía meses que no tenía una sola noche de sueño tranquilo.

Aquella noche en casa de Fred dio tantas vueltas en la cama que terminó por sacar las sábanas del sitio, y cada vez que conseguía relajarse lo suficiente para caer dormida, se despertaba sobresaltada, como si algo la acechara desde la esquina oscura de la habitación.

Tenía una montaña de motivos para sentirse inquieta, pero en aquel momento, en la cima de todos ellos, estaba Fred y la conversación pendiente entre ellos después de que Blair se enterara de que él había perdido a un hermano. Le dio tantas vueltas a ese pensamiento que este terminó por impulsarla a salir de la cama y vagar por los pasillos de la casa hasta llegar a la habitación en la que dormía Fred.

Se quedó plantada frente a la puerta, sintiendo el frío de las tablas de madera bajo sus pies. No sabía qué se suponía que debía hacer. ¿Llamar a la puerta, despertarlo en mitad de su sueño, solo porque ella no podía dormir? ¿Era justo privarlo de su descanso para que ella pudiera aliviar su angustia?

Y si lo hacía, ¿qué le iba a decir? Si él no se lo había contado; si él no estaba preparado para hacerlo, ¿quién era ella para obligarlo a hablar de ello?

La puerta de la habitación se abrió antes de que Blair pudiera tomar la decisión de dar la vuelta y volver a la cama. Fred llevaba una camiseta vieja y unos pantalones cortos a cuadros. Y no parecía una persona que acabara de despertarse.

Se miraron en absoluto silencio. Hacía tiempo que Blair no tenía una conversación silenciosa con alguien que no fueran Darcie o su madre. En esta conversación muda, Blair le pidió disculpas a Fred con la mirada por haber causado un fin tan desastroso a una feliz cena familiar. Fred, por su parte, le pidió perdón por todo aquello que no había contado todavía.

Y sellaron sus disculpas con un abrazo parco en explicaciones. Blair sintió sus extremidades calentarse bajo los brazos de Fred. No se había dado cuenta del frío que sentía hasta que había notado el calor de su cuerpo contra el de ella. Fred dio unos cuantos pasos hacia atrás y la arrastró hacia su habitación, despegando el brazo de ella solo para empujar la puerta tras ellos hasta cerrarla.

Aprovechó esa mano libre para acariciar la piel desnuda de los brazos de Blair. Ella se pegó más a su pecho, sintiéndose pequeña y vulnerable como nunca antes. Odiaba haber hecho a su madre llorar y haberle hecho acordarse del que sin duda había sido el peor momento de su vida. No quería ponerle palabras a su disculpa porque sabía que se rompería irremediablemente y terminaría hablando de su propio dolor, protagonizando un momento que, en realidad, pertenecía en exclusiva al dolor y a la pérdida que sentía Fred.

Fred acarició su brazo y luego pasó a su baja espalda. Trazó su columna vertebral con una caricia por encima de la ropa y llegó a la nuca para pasar los dedos por las raíces del cabello de Blair. Ella se encogió con un escalofrío, cerrando los ojos ante la agradable sensación. Se separó por el estremecimiento involuntario, y Fred aprovechó el momento para juntar sus labios con los de ella de manera muy suave, casi como si fuera otra caricia.

Se quedaron dormidos bajo la manta, abrazados con una familiaridad impropia del breve tiempo que verdaderamente se conocían. Blair no se volvió a despertar en toda la noch.e

Con solo dos años, Victoire Weasley tenía el cabello rubio más bonito y suave que Blair hubiera visto jamás. También entendía perfectamente inglés y francés, y aunque apenas formaba frases largas, cuando pronunciaba una palabra lo hacía extremadamente bien. Miraba a sus padres y asentía ante todo lo que decían, y no lloraba o se quejaba cuando algo a su alrededor la molestaba.

Blair conversaba con los padres de Victoire, Bill y Fleur, con las mejillas sonrojadas. Ambos eran guapísimos, altos y esbeltos, como salidos de una película de Hollywood. Incluso las cicatrices en el rostro de Bill, surcándolo de un lado a otro, lo dotaban de un aire misterioso y de tipo duro, algo que sin duda, Blair acababa de descubrir que le resultaba atractivo.

Fleur estaba embarazada de cuatro meses, pero apenas se le notaba la barriga. Tan delgada como era, su vientre apenas estaba un poco abultado, y eso que ella se esforzaba en que se mostrara cuando se pasaba la mano por el vientre y pegaba la tela de su vestido a su piel. Victoire tocaba la barriga de su madre maravillada, pues parecía muy impaciente por que su hermano o hermana llegara por fin.

Tu veux aller voir les chatons?

La niña asintió con énfasis a la pregunta de su madre. Blair entendía francés y chapurreaba lo suficiente para entender que le había preguntado si quería ir a ver unos gatitos. Como Fred estaba con sus hermanos en el jardín delantero, ayudando a su madre con las malas hierbas, Blair, que se había quedado con la niña y su madre, las acompañó al jardín trasero.

Blair se encontraba un poco mejor aquel día. Aún tenía la nariz sonrosada por el constipado y la garganta le picaba y la hacía toser, pero al menos ya no tenía fiebre ni la sensación de que todos los miembros le dolían como si tuviera agujetas. Se sentía con fuerzas para ponerse un abrigo y una bufanda y acompañarlas al exterior.

Convenientemente, los gatitos de los que hablaban eran, en su mayoría, anaranjados, como si quisieran competir con los inquilinos de la casa. La madre de los gatos, una gata regordeta con ojos grandes y verdes, se acercó pronto a los tobillos de Fleur y los acarició con la cabeza, en busca del toque de la francesa. Fleur se agachó y tomó a la gata entre sus brazos.

Coucou —saludó, acariciándola tras las orejas.

Blair se agachó junto a Victoire para acercar su mano a los gatitos. Algunos huyeron despavoridos, alejándose tan rápido como sus cortas patitas les permitían, pero un par se acercaron con curiosidad a olisquearla. Victoire los miraba con los ojos bien abiertos y la boca en forma de O.

—¿Has visto qué pequeñitos son, Victoire? —dijo Blair, consiguiendo que uno se dejara acariciar en la cabecita—. Tienes que tocarlos con mucho cuidado.

La niña pasó un dedo por el lomo del animal, que se estiró sobre las patas traseras y cerró los ojos, encantado. Blair consiguió tomar en brazos a otro de los gatitos. Miró sus ojos verdes y llenos de legañas y el pelo entre las orejas, húmedo, probablemente tras un lametón de su madre o de uno de sus hermanos.

Tal vez fuera por el color del pelaje, o por lo indefenso que parecía, pero Blair pensó en su amiga de cabello anaranjado y no en los Weasley, que compartían ese rasgo tan poco común. El gatito naranja lamió el índice de Blair con su lengua rasposa, y ella se echó a reír de pura ternura.

—¿Te importa si saco fotos? —le preguntó a Fleur, señalando la cámara de Darcie que llevaba colgando de la funda.

—No, claro que no.

Tomó fotos de los gatitos, de Victoire acariciando a uno de ellos y de Fleur tomando a la niña en brazos, con una mano sobre su estómago casi plano que serviría en el futuro para indicar que aquella foto había sido tomada cuando estaba embarazada. Dejó que Fleur tomara una foto de ella con Victoire y los gatitos, y luego, cuando Fleur no miraba, tomó otra de la destartalada casa de los Weasley. Sabía que a Darcie le encantaría la estructura fantasiosa y los colores de la fachada.

El gatito que había tomado en brazos se dedicó a seguirla por el jardín durante toda la mañana, y se sentó en su regazo cuando se quedó en una de las sillas del jardín frontal mientras veía a los demás trabajar. Había suplicado que la dejaran ayudar, pero Molly se había negado a que hiciera cualquier esfuerzo físico, puesto que todavía estaba débil por la gripe.

Así que Blair, con el gatito dormido sobre sus piernas, se dedicó a mirar a Fred cuidar del jardín junto a sus hermanos. Manchados de barro, tierra y césped, se ayudaban los unos a los otros y, si no, bromeaban entre sí, saboteaban el trabajo del otro o hacían de todo una competición. También tomó una foto de aquel momento, viéndolos reírse de Ron, que había metido el pie en un hoyo y se había tropezado.

—¿Cómo vas?

Era Ginny quien le preguntó aquello. Había dejado a sus hermanos trabajando y se había escabullido para sentarse junto a ella y descansar. Tocó el gatito con una caricia de sus nudillos, y luego miró a Blair con una sonrisa.

—Parece que se ha encariñado contigo.

Blair asintió.

—Me encantan los gatos, pero mi madre nunca me ha dejado tener mascota.

—Nosotros no habíamos tenido gato nunca, pero hace un par de años vino la madre de los gatitos y se instaló en el almacén de mi padre y... Mi madre no la echó, y hace poco vino embarazada y ahora tenemos una camada de gatitos y no sabemos qué hacer con tantos...

Blair miró al gatito, que se giró sobre un costado.

Gatita, es una gatita.

—Bueno, estoy segura de que cazarán todos los ratones que se atrevan a venir, o que se pelearán con los zorros —propuso Blair, sonriendo al hablar de zorros.

—Supongo —respondió Ginny, encogiéndose de hombros—. Antes solíamos tener una rata en casa. Se llamaba Scabbers.

Blair hizo una mueca.

—¿Una rata?

No sabía si habían tenido esa rata porque era una inquilina indeseada o por decisión propia. Le parecía una absoluta locura, pero sabía que había gente que tenía ratas como mascota y, siendo honestos, no le parecía tan fuera de lugar en una familia tan variopinta como la de Fred. Ginny confirmó que había sido la mascota, provocando otra mueca de desagrado de Blair.

—Perdona es que... ¿una rata? ¿De todos los animales que existen...?

Ginny se echó a reír. Sus ojos miraron hacia la fachada de su casa durante unos instantes antes de volver a mirar a Blair.

—Ya, Ron la odiaba, pero bueno. La heredó de Percy...

Blair tensó la mandíbula. Por la forma en la que se quedó en silencio, sin preguntar por qué alguien heredaría un animal, si normalmente las mascotas pertenecían a todos los miembros de una casa, Ginny debió de entender que estaba al tanto de la noticia. Blair miró hacia Fred, que hablaba animadamente con Harry y Ron, y luego miró de nuevo a Ginny.

—Siento haber sacado el tema anoche —se disculpó, a pesar de que Angelina le había dicho que no era necesario—. No lo sabía.

Ginny asintió. Su mirada sombría desapareció en un rápido pestañeo. Cuando la volvió a mirar, tenía una sonrisa triste.

—A Fred le cuesta hablar de ello, pero bueno, no tienes que pedir disculpas. Sobre todo si no lo sabías.

—Pero...

—A mi madre le has encantado —le aseguró, guiñándole un ojo—. Y a mi padre le cae bien todo el mundo. La difícil soy yo, Blair.

Blair se echó a reír, esperando que fuera una broma, pero Ginny la miró de reojo con gesto serio. Blair dejó entonces de sonreír.

—¿Ah, sí?

—A Fleur no se lo puse fácil. Y tu nombre rima con el de ella...

Blair buscó con la mirada a Fleur, pero debía de haberse metido en la casa. El gatito se acomodó de nuevo sobre su regazo, y Blair lo acarició con aire distraído, intentando pensar en una forma elocuente de responder a Ginny.

Y entonces, la chica se echó a reír.

—Que es broma —la codeó, con una carcajada—. Honestamente, me da igual con quién salgan mis hermanos. Es su vida.

—¿Eso significa que no te caigo especialmente bien?

—Con todo el respeto, Blair, no te conozco de nada —respondió, directamente—. Pero pareces simpática y, si a Fred le gustas, a mí también. Ahora, si le rompes el corazón, me temo que tendré que encargarme de ti.

Blair sonrió. Asintió, aceptando las consecuencias.

—Mi mejor amiga se encargará de Fred si es él quien me lo rompe, te advierto.

—No esperaba otra cosa. Si se porta mal contigo, yo me uniré a tu amiga. La verdad, cualquier excusa para pelear me parece buena.

Blair se echó a reír de nuevo. Hablando con Ginny, averiguó que tenía un año menos que ella, y que estaba interesada en el deporte y las motos. También terminó de entender que Harry era su novio, y que tenía buena relación con Angelina porque, efectivamente, sí trabajaban juntas. Harry acudió a sentarse junto a ellas, y se quedó sentado en el suelo, arrancando briznas de hierba sana ahora que Molly no podía verlo desde la ventana.

—Y sobre lo de Percy, Fred ya te lo contará cuando se sienta listo.

Blair miró a Ginny con el labio inferior atrapado entre los dientes. Harry suspiró, antes de asentir, como si él estuviera de acuerdo con que era un tema complicado para Fred.

—No tenía ni idea, cuando me lo contó anoche Angelina me quedé helada y... lo siento muchísimo.

Ginny sonrió. Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero aspiró con fuerza por la nariz y miró al cielo, para evitar que se cayeran. Harry extendió la mano y tocó su rodilla a modo de consolación. El gatito ronroneaba sobre las piernas de Blair, y comenzó a arañar sus pantalones con sus patitas delanteras en un movimiento repetitivo y tierno.

—Fue decisión suya y de nadie más —dijo Ginny, con la voz quebrada pero firme.— Tan solo me gustaría que lo hubiera hablado con alguien, cualquiera de nosotros. No... no nos pudimos despedir de él, ¿sabes? —contó, con los ojos brillantes en su dirección—. Eso es lo más duro de todo. Despertarte un día y ver que una persona que das por hecho ya no está, y no estará nunca más, y por ser una estúpida cabezota y una egoísta no has tenido tiempo de decirle nunca cuánto lo querías y cuánto lo necesitabas en tu vida.

—Joder...

Blair no quería llorar por nada del mundo, pero aun así se le nublaron los ojos y la nariz le empezó a moquear. Por suerte, tenía la excusa del constipado para pasarse un pañuelo por la nariz y, de paso, limpiarse las lágrimas discretamente. Ginny le puso una mano sobre la espalda, consciente de que la había emocionado con sus palabras.

Blair no podía contar su historia porque todavía no se la había contado a Fred. Y porque su historia no era exactamente igual. Porque ella sí podría despedirse de Darcie, mil veces si hacía falta. Sí podía decirle cuánto la quería, y contarle absolutamente todo sobre todo, y abrazarla hasta quedarse sin fuerzas. Ella sí tenía esa posibilidad y, aun así, no la aprovechaba tanto como debía.

—Voy a devolver a esta gatita con su madre —anunció Blair, con voz nasal por el constipado—. Ahora vengo, chicos.

Huyó de la escena, con la gatita en brazos y los ojos llenos de lágrimas. La madre de la gatita dormía junto a dos de sus hijos, y Blair se quedó mirando la escena, enternecida. Solo le dio más ganas de llorar. Dejó a la gatita en el suelo, junto a sus hermanos, y se abrazó a sí misma, sintiéndose débil y cansada. Pensando en Percy, a quien no había conocido, y en la pobre familia que la albergaba y en cómo sus corazones se habían roto desde entonces y aún estaban llenos de grietas. El de Fred, aún más.

Ella sería como ellos. Cada vez quedaba menos tiempo para que su corazón se rompiera para siempre. Y eso que ella ya sentía que lo tenía roto y resquebrajado. No podía ni imaginarse el dolor que sentiría cuando aquello fuera real. Cuando tuviera que darle el adiós para siempre a su Darcie.

Contra los deseos de su amiga, Blair abrió la carta que le había dado antes de irse de viaje. Porque no quería esperar a que ella no estuviera para saber lo que le tenía que decir. No quería que quedara nada pendiente entre ellas.


Querida Bibi,

¿Te acuerdas de cómo te puse el apodo?

Fue tras aquel cumpleaños con temática Cenicienta. Te habías pasado el día con la varita de la Hada Madrina, canturreando "Bibidi, Babidi, bú", y me pareció gracioso llamarte Bibidi, aunque el di se perdió por el camino.

Siempre has sido mi Hada Madrina, Bibi. Mi compañera, mi mejor amiga, y mi hermana. Apenas recuerdo lo que era la vida sin ti, pero seguro que no era tan divertida. Me da rabia no estar ya para ver cómo sigues haciendo de la vida algo precioso.

Tienes todo lo necesario para conseguirlo, Bibi: tienes talento, inteligencia, bondad y un perfeccionismo que te impide no ser increíblemente buena en todo lo que te propones. Lo único que te impide alcanzar grandes cosas es tu mente, que se empeña en convencerse de todo lo contrario. Mi deber durante todos estos años ha sido acallar esa vocecita en tu cerebro y obligarte a hacer lo que te da miedo, pero ahora que ya no estoy, tienes que hacer tú el esfuerzo.

Porque tienes que conseguir todo lo que te propongas y, de paso, todo lo que a mí no me ha dado tiempo. Te aseguro que voy a estar espiándote desde el infierno (nací pelirroja, nunca tuve otra opción) y te enviaré demonios como me entere de que no estás cumpliendo con mis deseos. Lo digo muy en serio, Bibi: haré contactos, de lo peorcito del inframundo, y te enviaré plagas de insectos y dolores de estómago y me aseguraré de que siempre haya la esquina de un mueble de por medio cuando vayas descalza por la casa.

Ya sabes lo que quiero que hagas por mí, Blair. Son las cosas que me hubiera gustado llevar a cabo a mí de tener más tiempo que estos tristes veintidós años. Es una edad muy swiftie para morir, si me lo preguntas. Y si los astros se alinean y muero a los veintitrés, seré más swiftie aún, porque seré la de right where you left me. Creo que he ganado la competición de ser la mejor fan, lo siento. Hubiera estado muy feo que no me dejaras ganar, siendo que la pobre enferma de las dos soy yo.

Así que tienes que cumplir con todos mis deseos, Bibi, y el primero de todos ellos es que aceptes que eres la mejor persona del mundo (con permiso de Taylor) (y de mi madre) (y de mi padre) y que te mereces todo lo bueno que te ocurra. Que empieces a decir que sí, en lugar de plantarte siempre en un no.

Quiero que celebres una nochevieja como dios manda, porque la última te la fastidié a lo grande. Tendríamos que haberla pasado juntas, viendo los fuegos artificiales, con el estómago lleno de chocolate, y abrazarnos al contar hasta 0.

Quiero que salgas por ahí, que conozcas a gente, que des muchos besos, que bailes y celebres y que te duelan mucho los pies y las mejillas de tanto reírte. Quiero que vayas a bodas, y a fiestas y al concierto de nuestra única diosa, y que cuando suene Long Live te acuerdes de mí.

Quiero, aunque esto ya sé que lo vas a hacer, que cuides mucho de mis padres. Que los visites siempre que puedas y les traigas galletas, de esas que mi padre siempre roba y que mi madre finge no querer pero que devora por las noches antes de irse a dormir cuando se piensa que no miramos. Sé que los aprecias mucho, y tú eres la otra hija que nunca tuvieron, así que te pido por favor que cuides de ellos para siempre. Sé que es una carga muy grande, pero también sé que ni siquiera hacía falta que te lo pidiera.

Quiero que te quedes esta cámara y hagas miles de fotos. Que cojas el dinero de tu padre y te lo gastes en cientos de viajes y fotografíes lo que sabes que me habría encantado ver. Que compres imanes súper feos, que bebas cerveza aunque la odies y que te hagas las típicas fotos trilladas de turista que nunca subirías a Instagram.

Quiero que rías, beses y vivas mucho, mi Bibi. Que encuentres magia allá por donde vayas. Que cuando pienses en mí sea con una sonrisa y no con un "ojalá estuviera aquí". Me niego a ser el motivo por el que te pasas toda la vida triste, Blair. Te he hecho feliz siempre, y eso no tiene por qué cambiar. Te permito estar triste un breve periodo de tiempo y vestirte de negro si quieres, porque te queda muy bien, pero luego te tienes que poner las pilas y empezar a vivir, ¿me has leído?

Te espera una vida larga y feliz, y aunque la mía haya sido breve, tú siempre has estado en ella. Has sido mi vida, Bibi, y debes estar contenta pensando en lo feliz que me has hecho todos estos años. Tuve la suerte de nacer el mismo día que mi persona favorita en todo el mundo y compartir con ella todas mis alegrías y mis felicidades. Aunque ya no esté para seguir compartiendo las tuyas, te voy a esperar al otro lado con una película de época y mucho chocolate, con ansias de que vengas y me lo cuentes absolutamente todo. Y más te vale que sea algo divertido y con muchos giros dramáticos.

Te quiero, donde sea que esté. Y donde sea que esté, sé que voy a estar siempre contigo.

Hasta siempre, amiga.

I had the time of my life with you.

Me tiro dos semanas sin venir por aquí y os traigo este capítulo tristón donde los haya. Ah, ¿pero acaso dije que esta era una historia súper divertida? No, para eso ya escribí Díada (toma spam que acabo de marcarme). Sparks es triste, pero también es bonita, quiero pensar.

La semana pasada no me dio tiempo a entrar en Wattpad (o a ser persona) y fui tan borde de encima no avisar, pero aquí os traigo un nuevo capítulo de Sparks. Solo quedan SIETE. Simplemente, wow.

Le damos las gracias a Taylor Smith por anunciar un nuevo álbum porque significa que tendremos: más inspiración. Espero, de verdad de la buena, poder subir con normalidad la semana que viene. Hasta entonces, que os vaya genial 🧡✨

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