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«Looking deep withing myself is always difficult. Especially when I'm in the throes of negative emotion. It's like I know everything is fine, but I can't stop myself from endlessly checking to make sure it really is fine, and in the process I make myself miserable. Today was like that. I just felt like whining. And leaning on someone, and being sad. To me, sadness is the path of least resistance, the most familiar and close-at-hand emotion I have. A habit that has encrusted itself onto everyday.»

Baek Se-hee, I Want to Die But I Want to Eat Tteokpokki

Blair Nightingale no era una persona que tomara decisiones en un abrir y cerrar de ojos y viviera en paz con ello.

Ella era libra, si es que eso es relevante. Según su madre, la falta de decisión de Blair y su capacidad para sobrepensarlo todo hasta lo imposible era debido a su fecha de nacimiento y a la posición de las estrellas. Según Blair, le costaba tomar decisiones porque cavilaba demasiado acerca de las consecuencias, así que prefería buscar pros y contras y pensar bien todo lo que hacía antes de decidirse por fin por hacer algo.

Por eso, cuando se levantó aquel viernes con la maleta hecha y le contó a su madre que ella también se iba de viaje, Jean supo que todo andaba mal. Su hija, que nunca hacía planes de última hora y que prefería no salir de casa aunque fuera ocurriera un espectáculo maravilloso que nadie querría perderse, quería irse de viaje con un chico que había conocido hacía apenas unas semanas.

—Lo siento mucho, Blair. Siento todo el daño que te he hecho, pero...

—Eres mayorcita. No te voy a decir lo que pienso de papá porque ya lo sabes. Es más: fuiste tú quien me lo inculcó —dijo Blair, sirviéndose su café con tranquilidad. Las maletas estaban esperando en el recibidor—. Así que haz lo que quieras. Si dentro de unos meses nos viene con que hay otra mujer y otros niños de los que cuidar, no te sorprendas.

Jean la miró con acusación, negando de un lado a otro.

—Eso es cruel, Blair. Tú no eres así.

Blair ahogó una risa. Sonó extraña, porque intentaba ocultar un grito de pura frustración. Estaba, sin embargo, decidida a fingir que aquello no le importaba lo más mínimo.

—No, no soy así, nunca digo lo que verdaderamente pienso y por eso me vienes con estas ahora. Nunca estás en casa y me toca quedarme aquí, cuidando de todo, angustiada y sola, sin quejarme ni una sola vez. Te importa una mierda que Darcie esté enferma y que yo lo esté pasando mal.

—¡No digas eso!

—Sí lo digo. No te importa en absoluto mi dolor y por eso te largas con papá. Pues que te vaya bien en tu viaje, yo pienso pasármelo bien en el mío.

No quería discutir más. Se llevó una cucharada de cereales a la boca y empezó a masticarlos con rabia, pensando que la conversación había quedado zanjada, pero Jean se colocó frente a ella y bloqueó sus vistas al exterior.

—Si no me preocupara no te estaría diciendo esto, Blair. Tú no sueles tomar decisiones como esta. ¡No conoces apenas a ese chico!

—Pues ahora lo conoceré bien.

—¿Y si...?

—Tú no me pediste opinión cuando empezaste a salir de nuevo con mi padre, ¿verdad que no? Pues yo tampoco quiero tu opinión. Querías que conociera gente nueva y que no me encerrara en casa, pues eso pienso hacer.

Jean se fue llorando de la cocina. Por supuesto, a Blair se le encogió el corazón, pero estaba intentando sentar un precedente y no podía ir tras su madre a consolarla. No era justo que Jean hiciera algo a sus espaldas, sabiendo que le dolería, y que quien tuviera que consolarla fuera ella. Blair ya había pasado el día anterior llorando por la noticia y había llegado a la conclusión de que no era su problema. Ahora era Jean quien tenía que atenerse a las consecuencias.

Blair escuchó los nudillos contra la puerta que anunciaron la llegada de Fred. Con los cereales aún sin terminar, corrió a abrirle. El chico, ataviado con un jersey azul, sonrió de oreja a oreja al verla. Después, con un gesto y un paso hacia atrás, señaló hacia sus espaldas.

Blair observó, aparcada en la calle, una furgoneta verde antigua con cortinas en las ventanas traseras. Miró a Fred con una ceja alzada, preguntándole si era suya.

—Es de mi hermano Charlie. Me la presta cuando no está aquí.

Blair asintió, no muy convencida. De igual modo, no tenía más opción que viajar con él en esa furgoneta. Ella no conducía, y con tan poca antelación había sido complicado encontrar vuelos convenientes. Además, Fred la había convencido de que un viaje en carretera le serviría para despejarse.

—Tú debes de ser Fred.

Jean lo miraba desde el recibidor. Aún se notaba que se había ido llorando minutos antes, pero ahora sonreía con amabilidad, decidida a fingir que no había estado discutiendo con su hija segundos antes. Se acercó y le tendió la mano.

—Jean. Mucho gusto.

—Lo mismo digo. Tiene usted una casa muy bonita.

Jean sonrió antes de mirar a su hija con mirada inquisitiva. Blair invitó a Fred a pasar y este aceptó el desayuno que le entregó Jean por educación. Blair ya se había dado cuenta de que Fred nunca decía que no a una comida.

Mientras Blair terminaba su café y recogía sus últimas cosas, escuchó a Fred relatar cuál sería el viaje y repetir la falsa excusa que había puesto Blair para viajar en dirección a Escocia. Se suponía que irían a casa de unos amigos en Inverness a pasar unos días antes del comienzo de las clases de Blair. Esos amigos, por supuesto, no existían. Y Hogwarts no estaba ubicado exactamente a las afueras de Inverness.

—Tened cuidado, por favor —pidió Jean al despedirlos. Miró a su hija y se acercó para abrazarla. Blair no quiso rechazar el abrazo porque no quería empezar otra discusión, pero cuando su madre le susurró una disculpa al oído, ella no respondió.

Ya estaban en marcha, a punto de girar la calle, cuando Blair soltó un ligero grito que hizo que Fred frenara el coche de manera repentina.

—¡¿Qué pasa?!

—¡Darcie! ¡No me he despedido de ella!

Fred la miró con el ceño fruncido.

—Bueno, solo nos vamos unos cuantos días, Blair, no...

—Tengo que despedirme de ella.

Lo dijo con tanta seriedad que Fred no hizo más preguntas. Escuchó la indicación acerca de la casa de los Brown y se puso en marcha, mientras Blair observaba pasar su vecindario por la ventana. No podía explicarle a Fred que despedirse de Darcie siempre era algo obligatorio. Por si acaso.

Aunque voy a descubrir la verdad y voy a ver cómo curarte, Darcie.

Darcie estaba en el sofá de su salón, viendo The Office con su padre. Conrad invitó a Blair a desayunar algo, pero ella explicó la urgencia de su visita.

—Me voy unos días fuera, con un amigo —dijo, mirando de reojo a Darcie.

Le había contado la misma mentira que a su madre, y Darcie estaba entusiasmada por su plan.

—Ve a mi habitación a por mi cámara de fotos, Blair. Es una orden.

—Pero Fred está esperando y...

—¿Por qué no lo invitas a pasar? —propuso Conrad, echando una rápida mirada por la ventana.

Darcie llevaba el concentrador de oxígeno en ese momento. Darcie aún tenía las tiritas de la vía en la mano. Se le encogió el corazón al no responder la verdadera razón por la que le había pedido a Fred que esperara en el coche y no entrara en casa de los Brown.

—Tenemos un poco de prisa, en realidad.

—Sube a mi habitación, Bibi, vamos, vamos...

Blair obedeció. La habitación de Darcie era la primera al subir las escaleras y tenía papel pintado color crema con dibujos de florecillas blancas. Blair había visto cambiar aquella habitación con el paso de los años. Había estado surcada de pósters cuando Darcie tenía trece años y amaba One Direction con todo su corazón. También había estado decorada por una enorme pizarra de cuando tenía ocho años y sus padres la apuntaron a clases de dibujo.

Ahora estaba mucho más recogida y vacía. Había fotos y plantas, pero se notaba que albergaba a una persona mucho más adulta.

Abrió el primer cajón de su cómoda y buscó la funda de su cámara de fotos. No tardó en encontrarla, puesto que se encontraba a primera vista, sobre una pila de papeles. La tomó entre sus manos y la guardó en su bolso de tela. Antes de cerrar el cajón, observó un sobre sobre el montón de papeles.

"Bibi" rezaba el sobre. Blair lo cogió y le dio la vuelta para observar el remitente. Leyó en voz alta.

— "Para cuando yo no es...".

Lo guardó de inmediato. No.

Cerró el cajón con demasiada fuerza y se dio la vuelta, pero cuando aspiró, la habitación olía inevitablemente a su mejor amiga, y eso llenó sus ojos de lágrimas. Salió de allí antes de que la asediara la tristeza.

—¿Has encontrado la cámara? —preguntó Darcie al verla llegar de nuevo al salón.

Por la forma en que la miraba, Blair adivinó que Darcie había pretendido que ella viera esa carta. No pestañeaba, haciéndole saber que sabía perfectamente lo que había visto en su cajón. Blair asintió, pero no se atrevió a decir nada acerca del tema.

—¿Y has cogido... otro carrete?

—No hace falta.

Darcie alzó una ceja.

—Sí hace falta, no quedan muchas en el que hay puesto.

Blair carraspeó. Darcie hizo el ademán de levantarse.

—Si no lo coges, subiré a por él.

Así que Blair tuvo que ir a por la carta, porque Darcie no estaba en condiciones de levantarse del sofá y subir unas escaleras más de una vez al día. Metió el sobre en su bolso y bajó ofuscada, intentando no ponerse a gritar.

—Volveremos en unos días. ¿Os traigo algo del viaje?

—A Sam Heughan —pidió Darcie con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Quién es ese? —preguntó su padre.

—El actor de Outlander, papá. El que le gusta a mamá.

—Ah, claro, claro —rio el señor Brown, antes de asentir—. Sí, Blair, haz el favor de secuestrar a un actor y traerlo a casa, si eres tan amable.

Blair sonrió con amabilidad. Se acercó para abrazar a su amiga y depositar un beso sobre su frente.

—No te muevas de aquí. Vuelvo en nada, ¿vale?

—¿Ni para mear?

—Eres tonta.

—La que lo dice lo es.

Se despidió por tercera vez antes de regresar al coche, cerrar la puerta y quedarse sumida en un silencio revelador. Fred la miraba de reojo y, con toda seguridad, podía ver que la chica se encontraba al borde de las lágrimas. Sin embargo, cuando Blair contó hasta cien, se giró en su dirección y le miró con una sonrisa.

—¿Nos vamos?

Para ser sinceros, Fred no era un gran conductor. Blair se dio cuenta de ello cuando salieron a la autopista y comprendió que no se le daba demasiado bien adelantar coches y que la forma en la que agarraba el volante con fuerza era por falta de seguridad y práctica.

—¿Hacía mucho que no conducías?

Fred carraspeó.

—Desde que me mudé a Londres no había cogido un coche, no —dijo él, con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora—. Conducir por aquí es de locos, pero cuando nos alejemos de la capital imagino que el tráfico será menor.

Blair no mencionó que no había demasiado tráfico. Se aferró al mango de la puerta del coche y trató de no pensar en cómo se movían las ruedas de un lado a otro sin parar, como si Fred no supiera quedarse recto en su carril. Trató de distraerse con la radio, pero cuando la encendió, no parecía coger señal.

—Maldita sea —masculló, tratando de sintonizar algún canal—. ¿No funciona la antena?

—Bueno, la furgo es un poco vieja, es posible que sea eso. Charlie no la usa demasiado.

Al decir aquello, su mirada se dirigió al retrovisor para observar la parte trasera del coche. Blair se giró también, pues no había echado todavía un vistazo al interior. Se sorprendió al ver que los asientos traseros no existían. En su lugar, había una cama con un edredón a cuadros, y en las paredes, justo encima de las ventanas cubiertas por las cortinas, había pequeños cajones llenos de objetos, así como una guirnalda de farolillos.

—¿Tu hermano duerme aquí?

Fred sonrió.

—No, Blair, mi hermano no es un vagabundo que vive en su coche —respondió él con una carcajada—. Le gusta viajar, así que se reformó la furgoneta para que pudiera dormir en ella si era necesario.

Blair observó que, a pesar de lo vieja que era la furgoneta, el interior estaba bastante limpio y cuidado. Seguidamente, pensó en que era un colchón lo suficientemente grande para dormir los dos juntos. Aquello la sonrojó.

—Pararemos a dormir en un hotel —aclaró Fred con un carraspeó. Blair lo descubrió también sonrojado cuando se giró para mirarlo—. No pretendía dormir aquí contigo y...

—Sí, claro. Yo tampoco lo pensaba...

La radio comenzó a emitir un murmullo, como si estuviera empezando a pillar una señal. Blair movió la ruedecita del aparato un poco más, tratando de hacer que el sonido tuviera algo de sentido.

—...pues se avecina un temp... Y las probabilidades de... Buena temporada para el Quidditch...

Fred apagó la radio al instante.

—¿Te distrae?

—Las interferencias —respondió él con una mueca—. Son un poco molestas, ¿no?

—¿Y si pongo música en mi móvil?

Fred asintió, así que Blair miró en sus listas de reproducción para tratar de decidir qué tipo de música podría gustarle a Fred y sorprenderle. Era una manía que tenía desde Archie. Él era muy crítico con la música, y a penas podían ponerse de acuerdo cuando viajaban juntos en el coche. Finalmente, habían creado una lista de reproducción que juntaba canciones que ambos toleraban. Cuando Blair se topaba con esa lista, su boca se torcía en una mueca. La mayoría de las canciones que había escogido ella no eran canciones que le gustaran de verdad. Solo lo había hecho por contentarle. A pesar de que sus cantantes y grupos favoritos tuvieran que quedarse de lado.

Así que miró a Fred con una ceja alzada y una sonrisa de acompañamiento. Fred no era Archie. Y Blair ya no tenía dieciocho años.

Le dio al play y colocó el teléfono en el cajón frente al cambio de marchas para que la música se escuchara por todo el coche. Miró hacia la ventana e inclinó la cabeza de modo que pudiera ver la expresión de Fred en su retrovisor. Esperaba la reacción que solían hacer ciertas personas cuando ponías Taylor Swift.

—¿Es un poco aburrido, no?

—¿Esto es Taylor Swift? ¿No tienes algo menos... comercial?

—Quita esto, por dios. Pon música de verdad.

Pero el rostro de Fred no se movió ni un solo poquito. Siguió conduciendo con la mirada fija en la carretera, y solo cuando llegaron al puente de la canción, se giró en su dirección.

—Vaya, ¿quién canta esto? Me gusta.

—¿Quieres casarte conmigo? —preguntó Blair al escuchar eso. Cuando Fred la miró con un gesto de extrañeza, se echó a reír.

—Es un poco pronto, Blair, ni siquiera tengo un vestido bonito que ponerme —bromeó.

Ella negó de un lado a otro. El corazón le latía muy rápido por lo feliz que se encontraba en aquel momento.

—Es que esta es mi cantante favorita en el mundo mundial y... me sorprende que te guste, eso es todo.

—¿Por qué no me iba a gustar?

—¿Acaso no sabes quién es Taylor Swift?

Fred negó, provocando que ella pusiera la vista en blanco.

—Te juro que si me dijeras que has vivido toda la vida dentro de una cueva, me lo creería, Fred. ¿Cómo no vas a saber quién es Taylor Swift? ¿Qué tipo de música escuchas tú?

—Pues no sé, no escucho mucha música por iniciativa propia. La que suena en la radio y cosas así.

—Te tengo que educar, entonces —decidió ella, recolocándose sobre su asiento—. Esta canción es Willow, de su disco Evermore.

—¿Te sabes sus discos?

—Me sé cada letra de cada canción de cada disco, Fred, estás hablando con una de sus mayores fans en este planeta —especificó Blair, alzando un dedo aleccionador—. Y ahora que has dicho que te gusta, te advierto que va a ser nuestra banda sonora durante todo el viaje. Espero que estés preparado.

—¿También lo será durante nuestra boda?

Blair le miró y le dio un ligero codazo. La sensación de felicidad y nerviosismo no se le fue durante las siguientes dos horas, mientras ella cantaba y explicaba una canción tras otra y él escuchaba atentamente. Pararon a comer en una zona de picnic y Blair sacó fotos del lugar con la cámara de Darcie antes de tomar una de Fred tumbado sobre el césped con las manos cubriendo sus ojos.

—¿La cámara es de tu amiga? He visto que la sacabas de su casa.

Blair se sentó de nuevo junto a él mientras guardaba la cámara en la funda.

—Sí. Le gusta mucho la fotografía y quería que la trajera.

—Podrías haberla invitado al viaje —dijo Fred, aún sin descubrirse los ojos—. Le hubiéramos hecho un hueco en el asiento trasero.

Ojalá, Fred.

Blair sonrió ante la angustia que empezaba a subirle desde el estómago. Decidió imaginarse que la devolvía a su sitio con la mente. No quería amargar un día que estaba empezando a ser bonito. No quería pensar en la carta de Darcie en su bolso, arrugada, con palabras tristes de despedida.

—Eso habría hecho el viaje menos romántico —objetó, engañándose a sí misma y haciéndose pensar que no estaba triste en absoluto.

Intercambió un pensamiento negativo por una afirmación que le daba vergüenza hacer. Fred se retiró las manos del rostro para mirarla con una sonrisa de lado.

—¿Sabes qué, Blair? —ante su falta de respuesta, prosiguió—. Me gustas.

—¿Ah, sí?

—Me gustabas ya el otro día, ya lo sabes, pero quería reconfirmarlo, por si había alguna duda.

Blair se mordió el labio inferior con una sonrisa estúpida.

—Ahora es cuando tú me dices que yo también te gusto, aunque sea solo para que no me sienta tan tonto.

Blair se tumbó junto a él. El cielo se estaba tiñendo de gris. Se avistaban unos nubarrones que llegaban desde el sur y, por el cambio en el aire, era fácil adivinar que se avecinaba una tormenta. Faltaba aún una hora, por lo menos, estimaba Blair. Se giró para mirar a Fred con más facilidad.

—Nunca he hecho esto —confesó Blair—. Nunca he aceptado venir a un viaje con un chico que conocí hace semanas y a quien le he contado algunos de mis problemas familiares más gordos.

—También es la primera vez para mí, si sirve de algo...

—Y, sin embargo, no siento que te conozca desde hace solo unas semanas. Es como si te conociera desde siempre.

Fred se giró también. Llevaba una pequeña florecilla blanca entre sus dedos. Estiró la mano y la colocó sobre la oreja de Blair, antes de usar su dedo para trazar una caricia desde el nacimiento de su pelo hasta la comisura de sus labios.

—Me pasa lo mismo.

—Prométeme que no vas a terminar siendo un capullo.

Fred sonrió. Como si supiera que Blair no pensaba que fuera a serlo en absoluto.

—Esto me recuerda a una película que vi una vez —dijo Fred, mirándola como si se aguantara la risa—. Antes del amanecer, se llamaba. Es sobre una chica y un chico que se...

—¡Dios, me encanta esa película! —exclamó Blair mirándolo con sorpresa—. Pero lo que más me sorprende es que la conozcas, cuando no sabías quién era Taylor Swift.

—No soy un inculto absoluto, Blair, tengo mis buenos momentos.

Blair puso la vista en blanco. Se quedaron en silencio unos segundos, escuchando el viento mover las hojas de los árboles.

—Aún no me has dicho si te gusto yo también —arguyó Fred con una ceja alzada.

—Y tú aún no me has besado.

—Pues iba a hacerlo, pero antes ha sonado una canción en la que decía que los besos se tienen que dar bajo la lluvia o algo así, ¿no? Tendremos que esperar a que...

Un trueno rugió en la lejanía. Blair abrió los ojos como platos, provocando una carcajada de él. Fred sacó su móvil y miró hacia la pantalla.

—Venga, sigamos con el viaje antes de que nos pille la tormenta.

Guiñó el ojo y se levantó. Blair tardó unos segundos en reaccionar. Estaba demasiado conmocionada como para enviar el mensaje neuronal de hacer que sus miembros se pusieran en marcha.

Atardecía cuando estaban cerca de llegar al pueblo más próximo. La lluvia había comenzado hacía un par de horas, pero había incrementado en la última media, con tanta fuerza que hacía muy difícil ver nada a través de la luna del coche. El parabrisas no daba a basto, y cada vez que pasaba para limpiar el agua se volvía a emborronar todo ante los ojos de Fred y Blair, que apenas vislumbraban las líneas blancas que delimitaban los carriles.

Fred iba tan despacio como podía, pero les era complicado comprobar si tenían coches cerca o no, puesto que el agua que cubría los cristales hacía difícil discernir si las luces de los coches estaban a cien metros o a diez. Blair, que percibió el nerviosismo de Fred, decidió llevar a cabo una maniobra que había visto al padre de Darcie utilizar más de una vez con ella cuando tenía mucha ansiedad.

—Vamos a jugar a las 20 preguntas. Tienes que adivinar qué estoy pensando y solo puedes hacer 20 preguntas, ¿de acuerdo?

Fred la miró de reojo antes de apretar una sonrisa y asentir. Sus manos, que apretaban el volante con fuerza, se relajaron al instante.

—Empecemos con... Animales —Blair miró hacia el horizonte mientras pensaba. Seguidamente, comenzó a hablar—. Vale. Pregunta.

—¿Tiene patas?

—Sí.

—¿Cuántas patas tiene?

—Cuatro —respondió Blair—. Podrías haber preguntado directamente cuántas patas tenía. Te habrías ahorrado una pregunta.

—¿Come carne?

—Sí.

Fred sonrió una vez más. Iba asintiendo, como si estuviera repasando una lista mental de animales.

—¿Lo acariciarías?

—Mmm... Sí.

Fred frunció los labios.

—¿Tiene pelaje suave?

—Definitivamente.

—Un zorro.

Blair abrió la boca con asombro.

—¡¿Cómo lo sabías?!

—Porque te recuerdan a mí. No puedes parar de pensar en mí, ¿eh, Blair? Soy irresistible.

Blair se aguantó las ganas de darle un pequeño empujón, solo porque sabía que podría causar un accidente y que Fred necesitaba toda la concentración del mundo para continuar conduciendo. La lluvia era tan espesa que parecía ser capaz de atravesar el cristal del parabrisas.

—Vale, te toca adivinar un animal. Pregunta.

—¿Tiene cuatro patas?

—Sí.

Blair frunció los labios. Le gustaban las adivinanzas, los acertijos y todo ese tipo de juegos que requerían ingenio. No era competitiva para lo deportivo, pero todo lo intelectual hacía que trabajara la mente y se involucrara de verdad.

—¿Lo encontraría aquí, en Inglaterra?

—Sí, aunque mejor si no te lo encuentras.

—Un animal peligroso, entonces —dedujo Blair, con un asentimiento—. ¿Podría matarme?

—Desde luego.

Su mente imaginó que pasaba las páginas de un bestiario. Había descartado animales marinos, varios reptiles y todos los bichos que no tuvieran cuatro patas. Cuando pensaba en animales peligrosos, no se imaginaba uno que pudiera encontrarse en un paseo por el bosque. No recordaba la existencia de osos en Inglaterra, por ejemplo. Pensó en muertes menos evidentes.

—¿Tiene cuernos?

—Por suerte, no.

—No es un jabalí, entonces —respondió, frunciendo el ceño—. ¿Te mataría directa o indirectamente?

—¿A qué te refieres?

—Bueno, un ciervo puede matarte indirectamente si se cruza por la carretera y nos hace virar el coche y estrellarnos.

Fred hizo una mueca.

—Ahora tengo miedo de que ocurra.

Blair chasqueó la lengua. Ella acababa de desbloquear ese miedo también.

—Pero el animal en el que pienso te mataría directamente.

—¿Es un depredador?

—Desde luego.

—¿Es un animal diurno?

—No. Es un animal completamente nocturno.

—¿Alguna vez has visto uno?

—Yo no. Mi hermano Charlie ha visto muchos, eso sí. Y mi tío creo que también.

Blair agotó sus preguntas con animales de cuatro patas que tenía la certeza de que no podría encontrarse por el bosque en Inglaterra, y Fred respondió con una negación a todas sus preguntas. Blair alzó las manos a modo de rendición, secretamente decepcionada consigo misma por no haber acertado.

—¡Me rindo! ¿Qué dichoso animal nocturno es?

—Un Gytrash, obviamente.

—¿Un qué?

—Un Gytrash. Me dan un miedo que flipas.

—¿Qué leches es un Gytrash, Fred? Eso no existe.

—¿Cómo que no?

Blair agarró el móvil y se puso a buscarlo de inmediato. Keith le habría recriminado por ello. Le habría dicho algo como "siempre dudas de lo que digo y lo buscas y me haces sentir como si fuera un mentiroso". Ella era consciente de que era de mala educación dudar de las palabras de los demás, pero verdaderamente pensaba que Fred le estaba tomando el pelo y, honestamente, odiaba perder.

Internet le mostró rápidamente resultados de un animal sacado de las leyendas. Un Gytrash era una especie de perro enorme que cazaba a sus presas por la noche, aunque también se presentaba en forma de caballo o mula. Blair leyó rápidamente una entrada acerca de ellos y luego se giró en su dirección.

—¡Pero si es un animal de leyenda, Fred! ¡No valen animales fantásticos, o al menos lo tendrías que haber advertido!

Fred hizo una mueca de confusión. Miró a Blair un segundo y luego devolvió la vista a la carretera.

—Vaya, sí, es verdad. Tendría que haber advertido que no existían...

Blair bloqueó la pantalla del móvil y lo dejó sobre su regazo. Luego volvió a hablar.

—¿Y entonces por qué has dicho que tu hermano Charlie había visto muchos? ¿Querías confundirme? ¡Porque eso es trampa!

—Bueno, no sabía las reglas —respondió con una risita nerviosa—. Y no sabía que te lo tomarías tan en serio, Blair. Era una broma.

Blair puso la vista en blanco. Ella se tomaba esos juegos demasiado en serio, era consciente, así que trató de fingir que no estaba molesta antes de hablar.

—Un Gytrash. No lo había escuchado en mi vida. ¿Cómo es que sabes de folklore inglés?

—Bueno, yo sé de eso y tú... sabes de folklore, el octavo disco de Taylor Smith.

—Swift.

—Eso.

—Al menos recordabas que era el octavo. Buen trabajo —concedió Blair, con una sonrisa.

No adivinaron ningún animal más durante cinco minutos. Llovía tanto que Fred no iba a más de cuarenta kilómetros por hora por la autovía, y Blair empezaba a temer que un coche los fuera a alcanzar desde detrás si no frenaba a tiempo. No podía discernir si las luces que veía cuando miraba por el retrovisor eran de coches que estaban a diez o a trescientos metros.

Pero las luces de un coche de policía eran fáciles de identificar. La alarma se escuchaba perfectamente ahora que la radio estaba apagada y ninguno de los dos hablaba.

—¿Está detrás de nosotros? —preguntó Blair, girándose para mirar en dirección al coche de policía.

Fred parecía nervioso. Ralentizó el coche todo lo que pudo, pero no llegaba a frenar a pesar de que las luces de los policías habían empezado a señalizar para que estacionara el vehículo en el arcén.

—Te están pidiendo que pares a un lado, Fred —advirtió Blair.

—¿Pero qué quieren? No estoy haciendo nada malo, no...

—Tal vez vayamos demasiado lentos, no creo que nos multen por eso con la que está cayendo —opinó, tratando de tranquilizarlo—. Probablemente solo quieran advertirte. Te mirarán el carnet y...

—¿El qué?

—El carnet de conducir.

Fred hizo una mueca de espanto que se parecía bastante a la que había hecho al escucharla hablar sobre los QR. Marcó con el intermitente que pararía a la derecha y fue bajando la velocidad poco a poco sin emitir una sola palabra.

—Fred, tienes carnet de conducir, ¿verdad?

El joven miró por el retrovisor. El policía había salido del coche, ataviado con un chubasquero. Blair chasqueó la lengua, molesta por que los pararan, antes de mirar a Fred, que no parecía estar haciendo el ademán de sacar su permiso de conducción.

—Fred, no me jodas...

El policía golpeó sus nudillos contra la ventana del coche para llamar su atención. Seguidamente, hizo un gesto con la mano para indicar que bajaran la ventanilla.

—Buenas noches, agente —saludó Blair con nerviosismo al ver que Fred no parecía listo para hablar.

—Muy buenas no son —bromeó el hombre. Alzó una mano y mostró una pequeña linterna que usó para iluminar el interior del coche—. Les he parado porque el faro trasero izquierdo no les funciona, ¿lo sabían?

—No, agente. Disculpe —escupió Fred—. Lo arreglaré de inmediato.

El hombre asintió, mirando de nuevo hacia el interior del vehículo.

—Es peligroso circular con esta lluvia y un faro averiado. Es difícil ver el coche desde lejos, sobre todo con lo lento que circulan. ¿Puedo ver su permiso de conducción?

Fred carraspeó. Miró de reojo a Blair y luego hacia sus manos sobre el volante. Finalmente, suspiró y puso una sonrisa.

—Por supuesto, agente, pero debe saber que lo tengo en el bolsillo de mi abrigo, en el maletero.

—¿Sería tan amable de ir a por él? —preguntó el policía con una sonrisa.

Fred frunció los labios.

—Si paro el motor le costará arrancar con tanta humedad. ¿Puedes ir tú, Blair, por favor?

Blair lo miró con estupefacción. Le estaba pidiendo que saliera ella bajo la lluvia a buscar en el maletero un carnet de conducir que tenía toda la pinta de no existir. Iba a entregarse y a dejar que le pusieran una multa, pero entonces dedujo que les requisarían directamente el coche y aquello interrumpiría su viaje de manera definitiva. Así que se mordió la lengua y abrió la puerta y se dejó empapar por la lluvia. Corrió para abrir el maletero y refugiarse bajo él mientras fingía buscar en su chaqueta. Escuchaba a medias la conversación entre Fred y el agente de policía, pero el agua caía con tanta fuerza sobre el asfalto que lo hacía complicado.

Fingió durante varios minutos que lo buscaba, aunque pronto se dio cuenta de que el agente no estaba pendiente de ello. Seguía conversando con Fred como si nada cuando Blair se acercó hacia ellos.

—Lo siento, no lo encuentro, tal vez...

—Ah, descuida, joven. Ya he visto su carnet, está todo en orden —replicó el agente, mirando a Fred con un asentimiento—. Estaba recomendándole un motel que no queda lejos del pueblo, donde encontraréis un mecánico para arreglar ese faro.

—Muy amable, agente —respondió Fred con una amplia sonrisa—. Entra en el coche, Blair, te vas a calar.

Tardaron exactamente seis minutos en llegar al motel. Esos seis minutos fueron de absoluto silencio mientras Blair intentaba aguantarse las ganas de gritarle por lo que acababa de ocurrir y Fred no sabía cómo empezar la conversación de manera normal.

El motor del coche se paró cuando Fred aparcó en el aparcamiento del establecimiento. La lluvia se escuchaba con más fuerza ahora, mientras golpeaba contra los cristales del vehículo. Fred carraspeó para romper el silencio, y Blair se giró con brusquedad en su dirección.

—¡¿Por qué me has hecho salir en mitad de la carretera, con la lluvia que cae, si llevabas el carnet encima?!

—¡Perdón! Pensaba que lo tenía en la chaqueta, pero en realidad lo tenía en el bolsillo.

—A verlo.

—¿Qué?

—Muéstramelo —exigió Blair, cruzándose de brazos.

—¿No te fías de mí?

—Sí, claro que me fío. Se lo has enseñado al policía, ¿verdad? Debe de existir. No te cuesta nada enseñármelo.

Fred negó de un lado para otro con un chasquido.

—Blair, siento haberte hecho salir en mitad de la tormenta. No es algo que haya hecho por gusto —explicó, abriendo la puerta del coche—. Quédate aquí mientras voy a por una habitación.

—Pero...

La puerta cerrada del coche la dejó con la palabra en la punta de la lengua. Sintió una exasperación que manifestó con un golpe con el puño cerrado sobre la guantera. Sintió un dolor instantáneo.

—Mierda —masculló.

Estaba exagerando. Estaba cansada. Había explotado otra vez, como en casa de Theresa.

Tenía unas ganas de llorar que adujo al síndrome premenstrual en lugar de al cansancio mental, a la carta de despedida en el cajón de Darcie y a su falta de confianza en cualquier hombre por culpa de su padre. Estaba empezando a desconfiar de Fred porque una parte de ella siempre estaba esperando el momento de la decepción.

Su padre había hecho que no pudiera confiar en aquel que prometía amarla incondicionalmente. Por eso sus líos no habían llegado nunca a nada y por eso nunca le había entregado su corazón a Keith, por miedo a la ruptura. Por eso había salido con Archie, a pesar de que sabía que nunca llegaría a nada porque él era una persona horrible que solo se amaba a sí mismo. Y por eso encontraba perfecto a Fred para ella y estaba intentando ver por dónde se iba a romper esa perfección, para prepararse para el golpe y para el momento en el que él se cansara de ella y la dejara, como todos.

Te saboteas, Blair.

Fred entró al coche unos minutos después. Estaba empapado de pies a cabeza. Los mechones pelirrojos se le pegaban a la frente, y ahora parecían mucho más oscuros. Se abrió la chaqueta y usó la parte inferior de su camiseta para secarse un poco el rostro, dejando a la vista su estómago. Blair miró el gesto y luego lo miró a él.

Blair era libra y tomaba decisiones exageradamente meditadas y nunca hacía nada sin pensar en sus consecuencias.

Pero en ese momento, Blair no lo pensó demasiado y lo atrapó de la chaqueta para juntar sus labios con los suyos.

Capítulo extra largo y lleno de cosas peroACABA DE BESAR BLAIR A FRED? ¿ES ESTO REAL?

Son las 0:32 y estoy programando la subida de este capítulo para mañana. Me he puesto a editarlo a pesar de que quería irme a dormir pronto, así que mañana tendré sueño pero vosotras tendréis un capítulo 🧡

Capítulo 10 y Sparks ya tiene 1000 lecturas. Os lo agradezco tanto, tanto, tanto. Es increíble y me hace eternamente feliz saber que os está gustando esta historia.

Nos leemos la semana que viene para ver cómo se resuelve este cliffhanger de manual. 

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