Capítulo XXI

El sol sube en el cielo, incluso a través de los árboles parece demasiado brillante. Me unto los labios con la grasa del conejo e intento no jadear, aunque no sirve de nada, porque ya paso un día y me deshidrato rápidamente. Intento pensar en todo lo que sé sobre la búsqueda de agua: fluye colina abajo, así que, de hecho, seguir por el valle no es mala idea. Si pudiera localizar el rastro de algún animal o alguna zona de vegetación especialmente verde, eso podría ayudarme, pero todo parece igual. Sólo están la pendiente, los pájaros y los mismos árboles.

Conforme avanza el día, sé que voy a tener problemas. La poca orina que expulso (fue bastante humillante tener que usar un arbusto de baño) es marrón oscuro, me duele la cabeza y noto una sequedad en la lengua que se niega a humedecerse. El sol me hace daño en los ojos, así que me pongo las gafas de sol, aunque, al hacerlo, las noto raras ya que no veo absolutamente nada y las vuelvo a guardar en la mochila.

De repente, avanzada la tarde, creo que encontré ayuda: veo un arbusto con bayas y corro a agarrar los frutos para chuparles el jugo. Sin embargo, justo cuando me los estoy llevando a la boca, les echo un buen vistazo: creía que eran arándanos negros, pero tienen una forma distinta y, por dentro, son rojos. No reconozco las bayas; aunque quizá sean comestibles, me parece que es un malvado truco de los Vigilantes. Incluso el instructor de plantas del Centro de Entrenamiento nos dijo que evitaramos las bayas a no ser que estuviéramos seguros al cien por cien de que no eran tóxicas. Pero tengo tanta sed que necesito recordármelo varias veces para reunir fuerzas y tirarlas.

La fatiga empieza a pesarme; no la fatiga normal después de una larga caminata, sino que tengo que detenerme y descansar frecuentemente. Sé que no encontraré cura para mi mal si no sigo buscando. Intento una táctica nueva, buscar rastros de agua, pero, por lo que veo en todas direcciones, sólo hay bosque y más bosque.

Decidida a seguir hasta la noche, camino hasta que me tropiezo yo sola.

Agotada, me subo a un árbol y me ato a él. Aunque no tengo hambre, me obligo a chupar un hueso de conejo para tener la boca entretenida. Cae la noche, tocan el himno y veo en el cielo la imagen de la chica, que, al parecer, venía del Distrito 8. La chica a la que Matteo remató.

El miedo que me inspira la manada de monigotes no es nada comparado con la sed. Ademas, se fueron en dirección opuesta y, en estos momentos, ellos también tendrán que descansar. Con la escasez de agua, puede que hayan vuelto al lago para repostar.

Quizás ésa sea también mi única alternativa. Prefiero morir de una puñalada antes que quedarme acá a esperar deshidratarme, además, no sería nada entretenido para el Capitolio por lo que me arriesgaría a que manden algo mucho peor que un grupo de tributos.

Me acomodo para dormir y me subo bien el cierre se la campera para que evitar que me entrara algo de frio. En ese momento siento algo en mi cuello: la medallita de Luna, me había olvidado que la tenía puesta. Mientras dejo que el sueño se apodere de mi, acaricio la medallita, imaginando por un momento que estoy en casa.

A salvo.














------------------------------------------------------
Mi bebita Lauren esta cumpliendo 21 años por lo que estoy tan sensible que les dejo otro capitulo ahre

Besooos💘

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top