Capítulo VIII
Durante unos momentos, Matteo y yo asimilamos la escena de nuestro mentor intentando levantarse del charco de porquería que soltó. El olor a vómito y alcohol puro hace que se me revuelvan las tripas y tenga ganas de dejar mi propio charco en el piso. Nos miramos; está claro que Germán no es gran cosa, pero Fiama Rossi tiene razón en algo: una vez en la arena, sólo lo vamos a tener a él. Como si llegáramos a algún tipo de acuerdo silencioso, Matteo y yo lo agarramos por los brazos y lo ayudamos a levantarse.
-¿Me tropecé? -pregunta Germán desorientado- Huele mal.
Se limpia la nariz con la mano y se mancha la cara de vómito.
-Si, me consta -dijo con los ojos algo llorosos por estar aguantando las arcadas.
-Vamos a llevarte a tu cuarto para limpiarte un poco -dice Matteo.
Lo llevamos de vuelta a su alojamiento medio a empujones, medio a rastras. Como no podemos dejarlo sobre su lujosa cama, lo metemos en la bañera y encendemos la ducha; él apenas se entera de lo que pasa con él.
-No pasa nada -me dice Matteo- Deja que me encargo yo.
Me sorprendió mucho esto, después de todo Matteo no parece el tipo de persona a la que le gusta limpiar el vómito de otros, pero a su vez no puedo evitar sentirme un poco agradecida, ya que lo que menos me apetece en el mundo es desnudar a Germán, limpiarle el vómito y meterlo en la cama. Seguramente, mi compañero intenta causarle buena impresión, ser su favorito cuando empiecen los juegos. Sin embargo, a juzgar por el estado en el que está, Germán no se acordará de nada mañana.
-Eh..de acuerdo -digo dudosa- puedo enviar a una de las personas del Capitolio a ayudarte si queres -porque hay varias en el tren. Cocinan para nosotros, nos sirven y nos vigilan; cuidarnos es su trabajo.
-No, no las quiero.
Asiento y vuelvo a mi cuarto. Imagino que a Matteo no le gusta pedir ayuda, ya que siempre fue el chico maravilla, el rey de la pista que todo lo puede, sin embargo se que hubiera sido mucho mas fácil para el si dejaba que le mandara a alguien a ayudarlo, así que medito sobre la razón que lo lleva a insistir en ocuparse de él, así, de repente. «Es porque está siendo amable », pienso y quizás tenga razón.
Pero la idea hace que me pare en seco: un Matteo Balsano amable es mucho más peligroso que uno desagradable. La gente amable consigue llegar hasta mi y quedarse, y no puedo dejar que Matteo lo haga, no en el sitio al que vamos.
Cuando llego a mi habitación, me quedo pensando en todo esto, si, conozco hace tiempo a Matteo, pero no fue hasta que llego Luna que comencé a relacionarme mas con él porque se la pasaba buscando mi mejor amiga, y aún así, yo solía irme cuando él llegaba para dejarlos solos. Sin embargo, se que me va a costar mucho luchar contra él en la arena, no solo porque tiene mucha mejor condición física que yo, sino porque a pesar de que no haya mucha relación entre nosotros, es el mejor amigo del chico que me gusta y también por quien mi mejor amiga siente algo, además, no conozco sus intenciones realmente, quizás mientras yo estoy debatiendo que voy a hacer ahí dentro, él ya tenga un plan para eliminarme del juego.
Dejo de pensar en Matteo y mi mente automáticamente viaja hacia Buenos Aires, hacia mi hogar, parece que paso un siglo desde que me fui, desde que mi única preocupación era evitar que alguien supiera que yo era Felicity For Now. Es como si hubiese pasado en otra vida, como un largo sueño que se va deteriorando hasta convertirse en pesadilla.
Me pregunto como estarán mis amigos y mi familia ¿me extrañaran? ¿tendrán esperanzas en que vuelva con vida? ¿como estarán mis papás? ¿habrán peleado? ¿y los chicos del Roller? ¿como estarán? ¿como estará Gastón después de que le revelara la verdad? Son muchas las preguntas que se forman en mi cabeza y ninguna puedo responder, por lo que decido simplemente irme a dormir.
Seguro que hay muchos camisones en la cómoda, pero me quito la camisa y los pantalones, y me acuesto en ropa interior. Las sábanas son de una tela suave y sedosa, con un edredón grueso y esponjoso que me calienta de inmediato.
Si voy a llorar, será mejor que lo haga ahora; por la mañana arreglare el estropicio que me hagan las lágrimas en la cara. Sin embargo, no lo consigo, estoy demasiado cansada o entumecida para llorar, sólo quiero estar en otra parte; así que dejo que el avión me meza hasta sumergirme en el olvido.
Está entrando luz gris a través de las cortinas cuando me despiertan unos golpecitos. Oigo la voz de Fiama Rossi llamándome para que me levante.
-¡Arriba, arriba, arriba! ¡Va a ser un día muy, muy, muy importante!
Durante un instante intento imaginarme cómo será el interior de la cabeza de esta mujer. ¿Qué pensamientos llenan las horas en que está despierta? ¿Qué sueños tiene por las noches? No tengo ni idea.
Escojo un vestido al azar del armario, un sencillo vestido celeste. Acomodo con los dedos mi lacio pelo sin importarme mucho. Da igual: no podemos estar lejos del Capitolio y, cuando lleguemos a la ciudad, mi estilista decidirá el aspecto que voy a tener en el desfile de tributos. Sólo espero que no sea nada muy llamativo.
Cuando entro en el comedor, Fiama Rossi se acerca a mí con una taza de café ; está murmurando obscenidades entre dientes. Germán se está riendo disimuladamente con un aspecto horrible. Matteo tiene una en la mano y parece algo avergonzado.
--¡Sentate! ¡Sentate! --exclama Germán, haciendo señas con la mano.
En cuanto lo hago, me sirven una enorme bandeja de comida: huevos, jamón y montañas de patatas fritas. Hay un frutero metido en hielo, para que la fruta se mantenga fresca, y tengo delante una cesta de panecillos. También hay un elegante vaso con jugo de naranja. Una taza de café, al lado hay una taza con algo de color marrón intenso que se me hizo muy familiar.
-Es chocolate caliente -digo emocionada.
-Esta muy bueno -dice Matteo.
Pruebo un trago del líquido caliente, dulce y cremoso, y me recorre un escalofrío. Aunque el resto de la comida me llama, no le hago caso hasta que termino la taza. Después me lleno de todo lo que puedo, procurando no pasarme con los alimentos más grasosos. Mi mamá desde que era pequeña me hace comer saludable, aunque con mi papá lo único que comíamos era pizza.
Cuando siento que el estómago me va a estallar, me echo hacia atrás y observo a mis compañeros de desayuno. Matteo sigue comiendo, cortando el pan en trozos para mojarlos en el chocolate caliente. Germán no le presta mucha atención a su bandeja, pero está tragándose un vaso de jugo rojo que no deja de mezclar con un líquido transparente que saca de una botella. A juzgar por el olor, es algún tipo de alcohol. No conozco a Germán, pero a juzgar por la cantidad de alcohol que esta consumiendo, estará diciendo incoherencias cuando lleguemos al Capitolio.
Me doy cuenta de que va a ser muy difícil conseguir patrocinadores este hombre. La gente rica que apoya a los tributos (ya sea porque apuesten por ellos o simplemente por tener derecho a presumir haber escogido al ganador) espera tratar con alguien más elegante que Germán.
-Entonces, ¿se supone que nos vas a aconsejar? -le pregunto.
-¿Queres un consejo? Sigue viva -responde Germán y se echa a reír.
-No entiendo el chiste -dijo seria, este hombre esta colmando mi paciencia
-Yo tampoco -dice Matteo muy serio- Se supone que nos tenes que aconsejar y conseguir patrocinadores, se supone que para eso estas acá, no para quedarte sentado como un parásito mientras tomas esa asquerosidad -termina de decir furioso.
-Mira, principito -dice Germán señalando a Matteo- Dejame por lo menos terminar de desayunar para luego ahogarme con tus preguntitas.
Pero parece que Matteo no estaba dispuesto a esperar, porque en cuanto Germán le pide el azúcar, Matteo furioso clava un cuchillo en la mesa asustandonos a todos.
-¡ESO ES CAOBA NIÑO! -grita Fiama furiosa.
-Vaya -dice Germán mirando el cuchillo y luego a Matteo que lo miraba furioso- Al menos puedo decir que uno de dos tributos es un luchador -lo miro detenidamente y luego se volteó a mi- Y vos pequeña, ¿que habilidad tenes? -me pregunta analizandome con la mirada
-Ninguna -digo con sinceridad- Los deportes y yo nunca nos llevamos bien y pues... tampoco se usar armas.
-Ella es muy inteligente y astuta -dice de repente Matteo dejandome sorprendida- Tiene mucho conocimiento teórico sobre supervivencia, solo necesita ponerlo en práctica.
Estoy sorprendida por lo que Matteo dijo, ¿cómo sabia eso de mi? Iba a decir algo cuando Germán se adelanta.
-Bueno, bueno. Vengan acá los dos -nos pide Germán señalando que nos paremos y nos acerquemos a él. Obedecemos, y él da vueltas a nuestro alrededor, comprobando nuestros músculos y examinándonos las caras--. Bueno, no está todo perdido. Parecen en forma y, cuando los agarren los estilistas, se van a ver bastante atractivos. -Matteo y yo esperamos eso, porque, aunque los Juegos del Hambre no son un concurso de belleza, los tributos con mejor aspecto parecen conseguir más patrocinadores según lo que nos contó Fiama- Ok, voy a hacer un trato con ustedes: si no interfieren con mi bebida, prometo estar lo suficientemente sobrio para ayudarlos, siempre que hagan todo lo que les diga sin quejarse.
No es un gran trato, pero sí un paso gigantesco con respecto a lo ocurrido hace diez minutos, cuando no teníamos guía alguna.
-Por mi bien -responde Matteo.
-Por mi también -digo.
-Bien, dentro de unos minutos llegaremos al aeropuerto y caerán en manos de los estilistas. No les va a gustar lo que les harán, pero, sea lo que sea, no se resistan.
-Pero... -empiezo a protestar.
-No hay peros que valgan, no se resistan -dice Germán, y nos quedamos todos en silencio hasta que nos avisan que ya estamos por aterrizar.
El avión por fin empieza a frenar y una luz brillante inunda el compartimento. No podemos evitarlo, los dos salimos corriendo hacia la ventanilla para ver algo que aún no habíamos visto ni en televisión: el Capitolio, la ciudad en la que se llevan a cabo los Juegos del Hambre. Desde nuestro lugar podemos ver el esplendor de los edificios relucientes que proyectan un arco iris de colores en el aire, los brillantes coches que corren por las amplias calles pavimentadas, la gente vestida y peinada de forma extraña, con la cara pintada y aspecto de no haberse perdido nunca una comida. Todos los colores parecen artificiales: los rosas son demasiado intensos; los verdes, demasiado brillantes, y los amarillos dañan los ojos.
La gente empieza a señalarnos con entusiasmo al reconocer el avión de tributos que entra en la ciudad. Me aparto de la ventanilla, asqueada por su emoción, sabiendo que están deseando vernos morir. Sin embargo, Matteo se mantiene en su lugar, e incluso empieza a saludar y sonreír a la multitud, que lo mira con la boca abierta.
Se da cuenta de que lo miro y se encoge de hombros.
-¿Quién sabe? Puede que uno de ellos sea rico.
Lo había juzgado mal. Empiezo a pensar en sus acciones desde que comenzó la cosecha: el amistoso apretón de manos, sus lágrimas al subir al avión, presentarse voluntario para lavar a Germán y después retarlo esta mañana al descubrir que, por lo visto, hacerse el bueno no servía de nada.
Y acá está ahora, saludando por la ventanilla, intentando ganarse al público.
Las piezas todavía no encajaron del todo, pero siento que se forma un plan, que no acepto su muerte. Ya está luchando por seguir vivo, lo que significa, además, que Matteo Balsano, el "chico fresa", está luchando por matarme.
------------------------------------------------------
Holaaa
Se que me retrase con el maratón pero aqui esta otro capitulo, es el mas largo hasta ahora💪
Besoooos💘
Maratón 2/4
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top