Capítulo LV
🔥Penúltimo Capitulo🔥
El himno me retumba en los oídos y después escucho a André Vidal saludar a la audiencia.
¿Sabe lo crucial que es decir la palabra correcta a partir de ahora? Seguro, querrá ayudarnos. La multitud rompe en aplausos cuando presenta al equipo de preparación. Me imagino a Theodore, Briggit y Kelly dando saltitos y haciendo reverencias ridículas; creo que puedo decir sin temor a equivocarme que no tienen ni idea de lo que está pasando. Después presenta a Fiama. Espero que lo disfrute, porque, por muy despistada que sea, tiene un buen instinto para algunas cosas y, por lo menos, debe de intuir que algo va mal. Leia y Dominic reciben grandes vítores, por supuesto, ya que han estado geniales, después de un debut tan deslumbrante. Ahora entiendo por qué Dominic me eligió este vestido: tengo que parecer todo lo inocente e infantil que pueda. La aparición de Germán se saluda con grandes pisotones en el suelo durante cinco minutos, como mínimo. Bueno, fue un comienzo en su labor al mantener vivos no sólo a un tributo, sino a dos. ¿Y si no me hubiese advertido a tiempo? ¿Habría actuado de otra forma? ¿Le habría restregado al Capitolio por la cara el momento de las bayas? No, no creo, no es mi estilo para nada, pero sí que podría haber resultado mucho menos convincente de lo necesario en estos momentos..., en estos precisos momentos, porque noto que la plataforma se eleva hacia el escenario.
Luces cegadoras. Un rugido ensordecedor que hace vibrar el metal que tengo bajo los pies. Entonces veo a Matteo a pocos metros de mí. Parece tan limpio, sano y guapo que apenas lo reconozco. Sin embargo, su sonrisa es la misma, ya esté cubierto de barro o en el Capitolio, y, al verla, doy unos tres pasos y me lanzo en sus brazos. Él se tambalea hacia atrás, a punto de perder el equilibrio, y entonces me doy cuenta de que el artilugio metálico y delgado que lleva en la mano es una especie de bastón. Se endereza y nos abrazamos mientras la audiencia se vuelve loca. Él me besa la frente y yo no puedo dejar de pensar: «¿Lo sabes? ¿Sabes el peligro que corremos?».
Al separarnos, André Vidal nos dirige hacia el sillón de los vencedores. Como somos dos, los Vigilantes nos han puesto un lujoso sofá de terciopelo rojo. Es pequeño; creo que mi madre lo llamaría confidente. Me siento bien cerca de Matteo porque, en estos momentos, necesito sentir su apoyo lo mas que pueda. Su camisa está hecha con la misma tela amarilla que mi vestido, pero Leia le puso unos pantalones largos negros. Tampoco lleva sandalias, sino un par de robustas botas negras que no levanta del suelo. Ojalá Dominic me hubiese puesto algo parecido, porque me siento muy vulnerable con este vestido tan ligero. Supongo que ésa era la idea.
André Vidal hace algunos chistes y pasa al espectáculo. Durará exactamente tres horas y es de visión obligatoria para todo Panem. Cuando reducen la intensidad de las luces y aparece el sello en la pantalla, me doy cuenta de que no estoy preparada para esto, de que no quiero volver a ver morir a mis veintidós compañeros. Empieza a latirme el corazón con fuerza y siento el impulso de huir. Lo único que me mantiene firme es Matteo: su brazo rodeandome logra relajarme lo suficiente para soportar lo que sigue.
Resumir varias semanas en tres horas es toda una hazaña, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cámaras que funcionaban a la vez. El que arma esto debe tener claro qué historia desea contar. Sé que Matteo y yo ganamos, pero nos dedican una cantidad de tiempo desproporcionada desde el principio. De todos modos, eso me alegra.
La primera hora o así se centra en los sucesos anteriores al estadio: la cosecha, el paseo en carro por el Capitolio, las clasificaciones del entrenamiento y las entrevistas. Una banda sonora animada hace que parezca el doble de horrible porque, claro, casi todos los que aparecen en pantalla están muertos. En tiempos antiguos, la banda sonora era mi parte favorita de las películas de ciencia ficción que tanto amaba, supongo que porque era consciente de que todo era solo ficción.
Una vez en el campo de batalla se ofrece una detallada cobertura del baño de sangre y después, básicamente, los realizadores alternan imágenes de los tributos muriendo e imágenes nuestras. Sobre todo, imágenes de Matteo, en realidad, porque está claro que él lleva el peso de nuestra historia sobre los hombros. Ahora veo lo que vio la audiencia, cómo engañó a los tributos profesionales sobre mí, cómo se quedó despierto toda la noche bajo el árbol de las rastrevíspulas, cómo luchó contra Carter para dejarme escapar e, incluso tumbado en la orilla embarrada, cómo susurraba el nombre de Luna en sueños. En comparación, yo parezco un témpano de hielo (esquivo bolas de fuego, dejo caer nidos y hago estallar las provisiones) hasta que voy por Lucy. Enseñan el rescate, mi flecha en el cuello del chico del Distrito 1 y nuestra última noche juntas. No pude evitar sentir un nudo en la garganta al recordar ese momento.
Las cosas mejoran para mí cuando anuncian que los dos tributos del mismo distrito pueden sobrevivir. Si hasta el momento me había mostrado indiferente con él, a partir de ahí lo compenso al buscarlo, devolverle la salud con mis atenciones, ir al banquete por la medicina y estrechar un vinculo fuerte con él. Veo los mutos, la muerte de Carter...
Y la de Lucy.
Instintivamente me acerco aún más a Matteo, agradecida una vez más de que nos hayan hecho sentar en el mismo sillón. Su presencia me tranquiliza y evita que me largue a llorar.
Entonces llega el momento de las bayas. Escucho que el público pide silencio: no quieren perderse nada. Al contrario de lo que pensé, veo que no acaban con el anuncio de nuestra victoria, sino conmigo aporreando la puerta de cristal del aerodeslizador, gritando el nombre de Matteo mientras intentan reanimarlo.
Vuelve a sonar el himno y nos levantamos cuando el presidente Jones en persona sale a escena, seguido de una niñita con el cojín que sostiene la corona. Sin embargo, sólo hay una corona, y se nota la perplejidad de la multitud (¿para quién será?), hasta que el presidente Jones la gira y la divide en dos. Su expresión cuando coloca la primera mitad de la corona en la cabeza de Matteo, y cuando coloca la segunda motad en la mía es exactamente la misma: sonriente, pero en sus ojos, que están a pocos centímetros de los nuestros, veo que será implacable como una serpiente.
Entonces sé, que las palabras de Germán no tenían nada de exageradas. Matteo y yo estamos en graves problemas.
Después hay muchas reverencias y aplausos. Tengo el brazo a punto de caérseme de tanto saludar cuando André Vidal por fin se despide de los espectadores y les recuerda que vuelvan mañana para las últimas entrevistas. Como si les quedara alternativa.
A Matteo y a mí nos llevan a la mansión del presidente para el banquete de la victoria, donde tenemos muy poco tiempo para comer mientras los funcionarios del Capitolio y los patrocinadores más generosos se pelean por hacerse una foto con nosotros. Por nuestro lado pasa una cara sonriente tras otra, cada vez más borrachas conforme avanza la noche. De vez en cuando le echo un vistazo a Germán, que resulta reconfortante, o al presidente Jones, que resulta aterrador, pero sigo riendo, dando las gracias a todos y sonriendo para que me hagan fotos. Lo único que no hago ni un momento es soltar el brazo de Matteo.
El sol empieza a asomar por el horizonte cuando volvemos muy despacio a la duodécima planta del Centro de Entrenamiento. Creía que por fin podría hablar a solas con Matteo, pero Germán le dice que vaya a ver a Leia para escoger algo apropiado para la entrevista y me acompaña en persona hasta mi puerta.
-¿Por qué no puedo hablar con él? -le pregunto.
-Tendrás mucho tiempo para hablar cuando volvamos a casa. Anda a la cama. Saldrás en la tele a las dos.
A pesar de las continuas interferencias de Germán, estoy decidida a ver a Matteo en privado. Después de dar vueltas en la cama durante unas cuantas horas, salgo al pasillo. Lo primero que pienso es mirar en el tejado, pero está vacío. Incluso las calles de la ciudad están desiertas después de la celebración de anoche. Regreso a la cama un rato y después decido ir directamente a su dormitorio. Sin embargo, cuando intento girar el pomo, descubro que ha cerrado la puerta con pestillo desde dentro. Al principio sospecho de Germán, aunque después tengo el insidioso temor de que el Capitolio pueda estar vigilándome y encerrándome. No he podido escapar desde el inicio de los Juegos del Hambre, pero esto parece distinto, mucho más personal, como si me hubiesen encarcelado por un delito y estuviese esperando mi sentencia. Vuelvo corriendo a mi cama y finjo dormir hasta que Fiama viene a avisarme de que ya empieza otro día «¡muy, muy, muy importante!».
Me dan unos cinco minutos para comerme un tazón de cereales calientes y estofado antes de que baje el equipo de preparación. Lo único que necesito decir para no tener que volver a hablar durante las siguientes dos horas es: «¡El público los adora!». Cuando entra Dominic, los echa y me pone un vestido de gasa blanca y zapatos rosa. Después me maquilla personalmente hasta que parezco irradiar un brillo suave y sonrosado. Charlamos de todo un poco, pero temo preguntarle cosas importantes después del incidente de la puerta, porque no puedo quitarme de encima la sensación de que me vigilan constantemente.
La entrevista se realiza bajando un poco por el pasillo, en el salón. Han vaciado un espacio y han colocado el confidente, rodeado de jarrones de rosas rojas y rosas. Sólo hay un puñado de cámaras para grabar el acontecimiento; al menos, no tendré público delante.
André Vidal me da un cálido abrazo cuando entro.
-Que gusto verte, Nina, ¿cómo te encuentras?
-Bien. Nerviosa por la entrevista.
-No lo estés, vamos a pasarlo maravillosamente -responde, dándome una palmadita tranquilizadora en la mejilla.
-No se me da bien hablar sobre mí.
-Nada de lo que digas puede estar mal.
Y yo pienso: «Ay, André, ojalá fuera cierto. Sin embargo, el presidente Jones puede estar planeando algún tipo de "accidente" para mí y Matteo mientras hablamos».
Entonces entra Matteo, muy guapo vestido de rojo y blanco, y me aparta a un lado.
-Apenas pude verte. Germán parece decidido a tratarnos como si pudiéramos contagiarnos sarna.
De hecho, Germán está decidido a mantenernos con vida, pero hay demasiadas personas escuchándonos, así que me limito a decir:
-Sí, creo que es la abstinencia de alcohol.
-Bueno, sólo queda esto antes de irnos a casa. Después no podrá molestarnos todo el rato.
Noto un escalofrío por el cuerpo y no tengo tiempo para analizarlo, porque ya están preparados para atendernos. Nos sentamos de manera algo formal en el confidente, pero Matteo me atrae hacia él, supongo que porque nota lo nerviosa que estoy.
Alguien inicia la cuenta atrás y, sin más, salimos en directo para todo el país. André está estupendo; hace bromas y se ahoga de risa cuando se presenta la ocasión. Matteo y él ya tenían su dinámica desde la noche de la primera entrevista, aquellas bromas fáciles, así que yo sólo sonrío e intento hablar lo menos posible. Es decir, tengo que hablar un poco, pero, en cuanto puedo, dirijo la conversación a Matteo
Sin embargo, al final André empieza a plantear preguntas que exigen respuestas más completas.
-Bueno, Matteo, después de todo lo que vimos creo que quedo más que claro que estas muy enamorado de Luna ¿verdad? -le dio una sonrísa picarona- Tanto que cumpliste con tu promesa y le estas llevando sana y salva a su mejor amiga a casa -remarco soltando un suspiro soñador.
Bueno, pienso, "sana" quizás. ¿Pero "salva"? Lo dudo, querido André.
Matteo ríe levemente y puedo notar como un leve sonrojo aparece en sus mejillas.
-Un verdadero hombre siempre debe cumplir con su palabra ¿no André?
-Tu lo haz dicho, mi amigo -ríe- ¿Y vos, Nina? -dirige su atención a mi, justo lo que no me gusta.- Me imagino que cuando llegues a casa, al igual que a Matteo, te espera alguien muy especial -el movimiento que hace con sus cejas hace que me sonroje.
-Oh, es algo difícil eso...
Dejo escapar una risita débil y entrecortada, y me miro las manos. Ayuda.
-¡Oh, vamos! Estoy seguro de que ese "amigo" -remarca las comillas con sus dedos- especial que fue a despedirse de ti ya debe estar estirando los musculos de los brazos para abrazarte cuando llegues.
«¡Gracias, André!», pienso.
Eso es lo que necesito... lo que Germán me pidió. Otro motivo más para hacer lo que hice que no fuera Luna. Así que sigo con su idea aunque se que, lo que voy a decir va a ser para sobrevivir, en gran parte es verdad.
-Bueno... -le doy una sonrisa tímida- ojala que sí.
-¿Sientes algo por él, verdad? Se te nota en la mirada -me mira con ternura.
-Bueno... sí -le suelto sientiendo la cara arder- Es decir, hasta este momento intentaba no pensar en mis emociones, la verdad, porque eran demasiadas cosas las que estaban pasando, y pensar en lo que siento por él solo me confundía más. Pero al salir, todo se aclaro.
-¿Por qué crees que fue?
-Quizá... porque, por primera vez... podía pensar en mi futuro. En nuestro futuro. Juntos.
Veo que Germán resopla con alivio detrás de un cámara y sé que dije lo correcto, aunque eso no evita que me sienta horrible por hablar de esto para mi beneficio. André saca un pañuelo y se toma un momento, porque está conmovido. Matteo me envuelve en sus brazos y me habla.
-Estoy seguro de que Gastón estára más que feliz de volver a verte.
-Así que el gran afortunado se llama Gastón -otra vez hace ese movimiento de cejas que me hace sonrojar aún más.
-Mi mejor amigo y otra de las razones por las que me prometi que cuidaria a esta niña -confiesa sonriendome.
La gente del cuarto deja escapar un suspiro, de verdad.
André aprovecha el momento para pasar al daño sufrido en el estadio, desde quemaduras hasta picaduras, pasando por heridas. Sin embargo, hasta que no llegamos a los mutos no me olvido de que estamos delante de las cámaras. Es cuando André le pregunta a Matteo cómo le va con su pierna nueva.
-¿Pierna nueva? -pregunto, y no puedo evitar subirle la pernera del pantalón- Oh, no -susurro al ver el dispositivo de metal y plástico que ha reemplazado a su carne.
-¿No te lo había dicho nadie? -pregunta André con amabilidad, y yo sacudo la cabeza.
-No tuve ocasión de hacerlo -dice Matteo, encogiéndose de hombros.
-La culpa es mía, por usar aquel torniquete.
-Sí, por tu culpa sigo vivo -responde Matteo.
-Tiene razón -asegura André-. Seguro que se habría desangrado sin el torniquete.
Supongo que es cierto, pero no puedo evitar entristecerme por ello hasta el punto de tener ganas de llorar; es probable que Matteo jamás vuelva a patinar y siento que todo ea mi culpa. Entonces recuerdo que todo el país me mira, así que oculto el rostro en la camisa de Matteo, que tarda un par de minutos en convencerme de que salga, porque se está mejor en su camisa, donde nadie me ve. Cuando levanto la cabeza al fin, André deja de preguntarme hasta que me recupero. De hecho, me deja bastante en paz hasta que surge el tema de las bayas.
-Nina, sé que sufriste una conmoción, pero tengo que preguntárselo. Cuando sacaron aquellas bayas, ¿qué pasaba por su cabeza?
Hago una larga pausa antes de responder, intentando organizar mis pensamientos. Es el momento crucial en el que se decide si retamos al Capitolio o nos volvimos tan locos ante la idea de perdernos y jamas volver que no se nos puede culpar por nuestras acciones. Deberíamos dar un discurso largo y dramático, pero sólo consigo articular una frase casi inaudible:
-No lo sé, es que... no podía soportar la idea de... volver a casa sin Matteo. No despues de todo lo que pasamos.
-Yo digo exactamente lo mismo -habla Matteo sereno- No hubiera soportado volver solo.
André se despide y todo se termina. La gente se ríe, llora y se abraza, aunque sigo sin estar segura hasta que llego a Germán
-¿Ok? -pregunto, susurrando.
-Perfecto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top