Capítulo LII

Grito. Mientras me acerco corriendo al borde y veo el momento justo en el que ambos caen sobre los mutos.

-¡LUCY! -gritó desesperada.

Me arrojó al borde del cuerno y estiro mi mano lo mas que puedo para, en un intento fallido, ayudarla a subir devuelta.

Pero era inútil. Era completamente inútil.

Lo único que pude hacer fue sostener su mirada una última vez antes de que un muto le arrancara la cabeza de un tirón. Unos dos segundos después sonó un cañonazo indicando su muerte.

No me importo lo que pasaba con Carter, ni con Matteo. Ni siquiera me importo que todo el país nos este viendo en este momento. Lo único que se reflejaba frente a mis ojos una y otra vez era ese momento...esa última mirada con Lucy...

-¿Nina? ¡Nina! -Matteo me sacude para que reaccione, pero lo único que hago es aferrarme a él mientras un llanto desgarrador se apodera de mi.

Matteo y yo nos quedamos abrazados unos momentos hasta que dejo de llorar, esperando a que suene el otro cañonazo, esperando a que acaben estos malditos juegos, esperando a que nos liberen, pero no pasa nada, todavía no. Porque éste es el punto culminante de los Juegos del Hambre y la audiencia quiere espectáculo.

Aunque no miro, sí oigo los gruñidos, los ladridos, y los aullidos de humanos y animales mientras Carter se enfrenta a la manada. No entiendo cómo puede seguir vivo hasta que recuerdo la armadura que lo protege de los tobillos al cuello y me doy cuenta de que esta noche podría ser muy larga. Carter debe de tener también un cuchillo, una espada o lo que sea, algo más escondido en la ropa, porque, de vez en cuando, se oye el último lamento de un muto o el sonido de metal contra metal que produce la hoja al dar en el cuerno dorado. El combate se mueve alrededor de la Cornucopia y sé que Carter está intentando la única maniobra que podría salvarle la vida: volver al extremo puntiagudo del cuerno y unirse a nosotros de nuevo. Sin embargo, al final, a pesar de lo notables que resultan su fuerza y sus habilidades, son demasiados para él.

No sé cuánto tiempo ha pasado, puede que una hora, cuando Carter cae al suelo y oímos cómo lo arrastran los mutos al interior de la Cornucopia. «Ahora lo rematarán», pienso, pero no se oye ningún cañonazo.

Cae la noche y suena el himno, y la imagen de Carter no sale en el cielo, pero si la de Lucy, haciendo que las lágrimas vuelvan a acumularse en mis ojos; nos llegan los débiles gemidos a través del metal que tenemos debajo. El aire helado que sopla por la llanura me recuerda que los juegos no han terminado y que puede que tarden mucho tiempo en acabar; seguimos sin tener garantizada la victoria.

En un momento bajo la mirada del cielo hacia un punto sobre el cuerno y noto un pequeño destello a unos metros de mi, cerca del borde donde cayeron Carter y Lucy. Me acerco arrastrándome y cuando noto qué era ese destello mis ojos vuelven a derramar lagrimas.

La medallita.

Es la medallita de Luna que le regalé a Lucy. El único recuerdo de casa que me permitieron traer. El último regalo que me dio mi mejor amiga.





-Toma, tenela vos -me desprendo la medallita y se la pongo a ella, quien no reacciona al instante cuando le digo eso.

-Oh, no -contesta ella, cerrándome los dedos sobre la luna que cuelga de su cuello-. Me gusta vértelo puesto, por eso decidí que eras de confianza. Además, esto era de tu mejor amiga, no puedo aceptarlo -quiere desprenderse la medallita pero se lo impido.

-Insisto -trato de converserla- Además, me recordas mucho a ella -confieso- Por lo que si te veo llevarla puesta, sera como tener a mi mejor amiga acá, conmigo.



Se la di a Lucy sin dudarlo ni un segundo pese a que era lo único que conservaba de mi hogar. Se la di porque sentí que, aun estando en este lugar lleno de muerte y dolor, ella llego a ser ese rayito de esperanza que necesitaba. 




-¿Nina? -escucho la voz cautelosa de Lucy.

-¿Si?

-Gracias por salvarme.

-Yo no voy a dejar que nada malo te pase.

-¿Sabes algo? -comienza a hablar Lucy en un susurro- Cuando me atraparon con esa red, lo primero que hice fue agarrar con fuerza la medallita que me diste... fue lo único que me dio esperanza en ese momento.

-Ese es el poder que tiene -susurro también con la voz quebrada- Es una medallita de la suerte. Siempre que la tengas puesta, nada malo va a pasarte.

-¿De verdad?

-De verdad.

¿Será por eso que murió de esa forma tan cruel? ¿Porque no tenía la medallita para que la proteja? Suena estúpido, lo se, pero mi lado no tan racional me dice que si la hubiera tenido puesta no le habría pasado nada. Algo ridículo de pensar porque tarde o temprano alguno de nosotros tenía que morir para ganar.

Me volteo hacia Matteo y veo que la pierna le sangra más que nunca por culpa de la herida que le abrió un muto. Todos nuestros suministros y mochilas siguen junto al lago, donde las dejamos cuando huimos de la manada. No tengo vendas, ni nada con lo que taponar el flujo de sangre de su pantorrilla. Me coloco la medallita en mi cuello y, aunque estoy temblando de frío, me arranco la chaqueta, me quito la camisa y me vuelvo a colocar la chaqueta lo antes posible. Han sido unos segundos, pero el frío hace que me castañeteen los dientes sin que pueda controlarlos.

Matteo tiene la cara gris a la pálida luz de la luna. Lo obligo a tumbarse antes de tocarle la herida; no bastará con una venda. He visto a la entrenadora del Capitolio hacer torniquetes unas cuantas veces, así que intento imitarla. Corto una manga de la camisa, se la enrollo dos veces justo por debajo de la rodilla y ato un medio nudo. Como no tengo ningún palo, tomo mi última flecha y la introduzco en el nudo, apretándolo todo lo que me atrevo. Es arriesgado, porque Matteo podría perder la pierna, pero comparado con el peligro de perder la vida, ¿qué otra opción me queda? Vendo la herida con el resto de mi camisa y me tumbo a su lado.

-No te duermas -le digo.

Aunque no sé bien si es el protocolo médico correcto, me aterroriza que se duerma y no vuelva a despertarse.

-¿Tienes frío? -me pregunta.

Se baja la cremallera de la chaqueta y me meto dentro con él. Así se está un poco mejor, compartimos el calor de nuestros cuerpos dentro de mi doble capa de chaquetas, pero la noche es joven y la temperatura seguirá descendiendo. Todavía puedo sentir cómo la Cornucopia se congela, a pesar de que ardía cuando subimos.

-Puede que Carter acabe ganando -le susurro a Matteo.

-No digas eso -responde, subiéndome la capucha, aunque él tiembla aún más que yo.

Las horas siguientes son las peores de mi vida, lo que, si una se para a pensarlo, ya es decir. El frío de por sí ya es bastante tortura, pero la verdadera tortura es oír a Carter gemir, suplicar y, por último, gimotear mientras los mutos se divierten con él. Al cabo de un rato ya no me importa quién es o qué haya hecho, sólo quiero que deje de sufrir.

-¿Por qué no lo matan y ya está? -le pregunto a Matteo.

-Ya sabes por qué -responde, acercándome más a él.

Y es cierto: ahora ningún telespectador podrá despegarse de la pantalla. Desde el punto de vista de los Vigilantes, esto es lo último en espectáculos.

La cosa sigue y sigue, y, al final, me llena la cabeza borrando recuerdos y esperanzas de sobrevivir, borrándolo todo salvo el presente, que empieza a parecerme eterno. Nunca existirá otra cosa que no sea este frío, este miedo y los atroces sonidos del chico que se muere dentro del cuerno.

Matteo empieza a adormecerse y, cuando cabecea, me pongo a chillar su nombre cada vez más alto, porque, si se muere y me deja sola, sé que me volveré completamente loca. Está esforzándose, seguramente más por mí que por él, y le resulta difícil, porque desmayarse sería su forma de huir. Sin embargo, el subidón de adrenalina que me corre por el cuerpo me impediría dormirme, así que no puedo dejar que lo haga él. No puedo.

La única señal del paso del tiempo está en el cielo, en el sutil movimiento de la luna. Matteo me la señala e insiste en que observe su avance y, a veces, por un momento, siento una chispa de esperanza antes de que la desesperación de la noche me envuelva de nuevo.

Al final lo oigo susurrar que el sol está saliendo. Abro los ojos y veo que las estrellas se difuminan a la pálida luz del alba. Además, veo lo pálida que está la cara de Matteo, el poco tiempo que le queda, y sé que tengo que llevarlo de vuelta al Capitolio.

En cualquier caso, no se ha oído el cañonazo. Pego la oreja al cuerno y distingo la débil voz de Carter

-Creo que está más cerca. Nina, ¿podes dispararle?

Si está cerca de la entrada, quizá lo consiga; llegados a este punto, sería un acto de piedad.

-Mi última flecha está en tu torniquete.

-Pues aprovechala bien -responde él, bajándose la cremallera de la chaqueta para que salga.

Así que suelto la flecha, vuelvo a atar el torniquete lo más fuerte que mis helados dedos me permiten y me froto las manos para intentar recuperar la circulación. Cuando me arrastro hasta el borde del cuerno y me asomo, noto que Matteo me sujeta para que no me caiga.

Tardo unos segundos en encontrar a Carter en la penumbra, en la sangre. Después, el desollado pedazo de carne que antes era mi enemigo emite un sonido y veo dónde tiene la boca. Creo que las palabras que intenta decir son por favor.

La compasión y no la venganza es lo que guía mi flecha a su cabeza.















------------------------------------------------
19 años después...

Volví pequeños cupcakes👏💜🎉 la tormenta que se largo por acá me inspiro y aca les traigo el capitulo que debía sooo espero que les guste💜

ÚLTIMOS 4 CAPÍTULOS🔥

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top