Capítulo LI

Mutaciones

No cabe duda. Nunca había visto a estos mutos, pero se por los entrenamientos que no son animales de la naturaleza. Aunque parecen lobos enormes, ¿qué lobo aterriza de un salto sobre las patas traseras y se queda sobre ellas? ¿Qué lobo llama al resto de la manada agitando la pata delantera, como si tuviese muñeca? Veo todo eso de lejos; estoy segura de que encontraré otras características más amenazadoras cuando estén cerca.

Carter ha salido pitando hacia la Cornucopia, así que lo sigo sin planteármelo. Si él cree que es el lugar más seguro, ¿quién soy yo para decir lo contrario? Además, aunque pudiera llegar a los árboles, Matteo no podría correr más que ellos con la pierna mala... ¡Matteo! Acabo de tocar el metal del extremo puntiagudo de la Cornucopia cuando recuerdo que formo parte de un equipo. Matteo está unos catorce metros por detrás de mí, cojeando lo más deprisa que puede; los mutos lo están alcanzando. Lanzo una flecha hacía la manada y uno cae, pero hay muchos para ocupar su lugar.

-¡Subí, Nina, subí! -me grita, señalando el cuerno.

Tiene razón, no puedo protegernos desde el suelo. Empiezo a trepar, a escalar la Cornucopia con pies y manos. La superficie de oro puro ha sido diseñada para parecer el cuerno tejido que llenamos durante la cosecha, así que hay pequeñas crestas y costuras a las que agarrarse, pero, después de un día bajo el sol del campo de batalla, el metal está tan caliente que me salen ampollas en las manos.

Carter está tumbado de lado en lo alto del cuerno, unos seis metros por encima del suelo, jadeando para recuperar el aliento mientras se asoma al borde, sintiendo arcadas. Es mi oportunidad para acabar con él; si me detengo a media subida y cargo otra flecha... Sin embargo, justo cuando estoy a punto de disparar, alguien mas habla.

-¿Nina? -dirijo mi mirada hacia esa voz que resulta ser de Lucy. La pequeña pelirroja esta

-¡Oh por dios, Lucy! -exclamo sorprendida de verla ahí, sin embargo, antes de que pudiera acercarme a ella escucho a que Matteo grita. Me vuelvo y veo que acaba de llegar a la punta del cuerno, aunque los mutos le pisan los talones.

-¡Trepa! -chillo.

Matteo empieza a subir con dificultad, no sólo por culpa de la pierna, sino del cuchillo que lleva en la mano. Disparo una flecha que le da en el cuello al primer muto que pone las patas sobre el metal. Al morir, la criatura se estremece y, sin querer, hiere a varios de sus compañeros. Entonces le puedo echar un buen vistazo a las uñas: diez centímetros y afiladas como cuchillas.

Matteo llega a mis pies, así que lo cojo del brazo y lo subo. Entonces recuerdo que Carter y Lucy están esperando arriba y me vuelvo rápidamente, pero ella esta de pie mirandonos preocupada, y él sigue tirado en el suelo, con retortijones y, al parecer, más preocupado por los mutos que por nosotros. Tose algo ininteligible; los ruidos de bufidos y gruñidos de las mutaciones no me ayudan.

-¿Qué? -le grito.

-Ha preguntado si pueden trepar -responde Matteo, haciendo que le preste atención de nuevo a la base del cuerno.

Los mutos empiezan a reagruparse. Al unirse, se levantan y se paran fácilmente sobre las patas traseras, lo que les da un aspecto humano. Todos tienen un grueso pelaje, algunos de pelo liso y suave, y otros rizado; los colores varían del negro azabache a algo que sólo podría describirse como rubio. Hay algo más en ellos, algo que hace que se me erice el vello de la nuca, aunque no logro identificarlo.

Meten el hocico en el cuerno, olisqueando y lamiendo el metal, arañando la superficie con las patas y lanzándose gañidos agudos. Debe de ser su medio de comunicación, porque la manada retrocede, como si quisiera dejar espacio; entonces, uno de ellos, un muto de buen tamaño con sedosos rizos de vello rubio, toma carrerilla y salta sobre el cuerno. Sus patas traseras tienen una fuerza increíble, porque aterriza a tres metros escasos de nosotros y estira los rosados labios para enseñarnos los dientes. Se queda ahí un momento y, en ese preciso instante, me doy cuenta de qué es lo que me inquieta de los mutos: los ojos verdes que me observan con rabia no son como los de los lobos o los perros, no se parecen a los de ningún canino que conozca; son humanos, sin lugar a dudas. Justo cuando empiezo a asimilarlo, veo el collar con el número 1 grabado con joyas y entiendo toda esta horrible situación: el pelo rubio, los ojos verdes, el número... Es Brooke.

Dejo escapar un chillido y me cuesta sostener la flecha en su sitio. Estaba esperando para disparar, muy consciente de mi menguante reserva de flechas; esperaba a ver si las criaturas podían trepar. Sin embargo, ahora, aunque el perro ha empezado a resbalarse hacia atrás, incapaz de agarrarse al metal, aunque oigo el lento chirrido de las garras como si fuesen uñas en una pizarra, disparo al cuello. El animal se retuerce y cae al suelo con un golpe sordo.

-¿Nina? -noto que Matteo me agarra del brazo.

-¡Es ella!

-¿Quién?

Muevo la cabeza de un lado a otro para examinar la manada, tomando nota de tamaños y colores. La pequeña del pelo rojo y los ojos color ámbar..., ¡la Comadreja! ¡Y allí está el pelo ceniza y los ojos color avellana del chico del Distrito 9 que murió luchando por la mochila! Y, lo peor de todo, veo uno de los mas grandes, el de reluciente pelaje negro azabache, enormes ojos marrones y un collar de paja trenzada que dice 11; enseña los dientes, rabioso. Ethan.

-¿Qué pasa, Nina? -insiste Matteo, sacudiéndome por los hombros.

-Son ellos, todos ellos. Los otros. Ethan, la Comadreja y... todos los demás tributos -respondo, con voz ahogada.

-¿Qué les han hecho? -pregunta Matteo al reconocerlos, horrorizado-. ¿Crees..., crees que son sus ojos de verdad?

Sus ojos son la menor de mis preocupaciones. ¿Y sus cerebros? ¿Tienen algún recuerdo de los tributos originales? ¿Los han programado para odiar especialmente nuestras caras porque nosotros hemos sobrevivido y ellos han muerto asesinados sin piedad? Y los que matamos de verdad..., ¿creen que están vengando sus propias muertes?

Antes de poder decir nada, los mutos inician un nuevo asalto al cuerno. Se han dividido en dos grupos en los laterales y están usando sus fuertes patas traseras para lanzarse sobre nosotros. Un par de dientes se cierran a pocos centímetros de mi mano y oigo gritar a Matteo; siento el tirón de su cuerpo, el peso de chico y muto arrastrándome hacia el borde. De no ser por mi brazo, él habría acabado en el suelo, pero, tal como está la cosa, necesito toda mi fuerza para mantenernos a los dos en el extremo curvo del cuerno; y vienen más tributos.

-¡Mátalo, Matteo, mátalo! -le grito y, aunque no veo qué pasa exactamente, sé que tiene que haber atravesado a la criatura, porque no tiran tanto de mí.

Logro subirlo de nuevo al cuerno y nos arrastramos a la parte alta, donde nos espera el menos malo de nuestros problemas.

Carter todavía no se ha puesto en pie, aunque respira con más calma y pronto estará lo bastante recuperado para atacarnos y lanzarnos al suelo para que nos maten. Cargo una flecha en el arco, pero acaba derribando a un animal que sólo puede ser Ethan. ¿Quién si no iba a saltar tan alto? Siento alivio por un instante, porque parece que por fin estamos fuera del alcance de los mutos. Vuelvo a ver a Lucy, esta vez analizándola mejor.

Se ve igual que la ultima vez que nos vimos, el momento en que cada una se fue por su lado, excepto por la mirada de terror que mantiene, lo que hace que me acerque a ella para estrecharla entre mis brazos.

Había estado tan pendiente de Matteo y de la paz que nos sedujo en la cueva, que casi habia olvidado lo que era tener a esta pequeña a mi lado. De cierta manera tenerla entre mis brazos me da esa especie de valentía que solo Luna podía darme. Haciéndome sentir que con su sola presencia cerca yo era mucho mas de lo que mi mente quería hacerme creer. Luego de tenerla asi unos cuantos segundos que parecieron horas, la alejo aunque aun la agarro de los hombros.

-Me alegro tanto de verte con vida -le digo sonriente.

-Yo también me ale.. -no termino de decir la frase. Sus ojos se abrieron de golpe y grita- ¡CUIDADO!

Alcanzo a darme vuelta justo para ver como Carter arroja a Matteo cerca del borde del cuerno y lo sostiene del cuello ahogandolo.

-¡No! -grito espantada, Matteo estaba a unos centímetros de caer.

Al instante saco una flecha de mi carcaj y me preparo para dispararla hacia Carter, sin embargo, antes de que hiciera otra cosa veo como Lucy se le va encima empujándolo con una fuerza increíble para una niña tan pequeña, aunque supongo que influyo el hecho de que lo tomara por sorpresa.

Mientras Carter esta tirado ella se le tira encima queriéndolo apuñalar con su cuchillo, pero, al no saber que tiene una especie de escudo, su cuchillo rebota dejándola desarmada y sobre un Carter recién recuperado de la sorpresa...y muy furioso.

En menos de un segundo Carter está delante de mí, casi al borde del cuerno, y tiene a Lucy agarrada con una llave por el cuello, ahogándola. Matteo esta a mi lado intentando volver a respirar con normalidad. Lucy araña el brazo de Carter pero sin fuerzas.

Apunto con una de mis últimas dos flechas a la cabeza de Carter, sabiendo que no tendría ningún efecto ni en el tronco ni en las extremidades; ahora veo que lleva encima una malla ajustada de color carne, algún tipo de armadura de gran calidad del Capitolio. ¿Era eso lo que contenía su mochila en el banquete? ¿Una armadura para defenderse de mis flechas? Bueno, pues se les olvidó incluir una máscara blindada.

-Dispárame y ella se cae conmigo -dice Carter riéndose.

Tiene razón, si lo derribo y cae sobre los mutos, Lucy morirá con él. Estamos en tablas: no puedo disparar a Cato sin matar también a Lucy ; él no puede matar a Lucy sin ganarse una flecha en el cerebro. Nos quedamos quietos como estatuas, buscando una salida.

Tengo los músculos tan tensos que podrían saltar en cualquier momento y los dientes tan apretados que podrían romperse. Las criaturas guardan silencio y lo único que oigo es la sangre que me late en la oreja buena.

A Lucy se le ponen los labios azules; si no hago algo pronto, morirá ahogada, y entonces Cato usará su cadáver como arma contra mí. De hecho, estoy segura de que ése es el plan de Carter, porque, aunque ha dejado de reírse, esboza una sonrisa triunfal. No puedo dejar que ella muera así. Se que es imposible que podamos ganar ella, Matteo y yo juntos, pero tampoco quiero que muera y menos a manos fe Carter.

Como si se tratase de un último esfuerzo, Lucy levanta los dedos, que chorrean sangre, hacia el brazo de Carter. En vez de intentar liberarse, desvía el índice y dibuja una equis en el dorso de la mano de Carter. El otro se da cuenta de lo que significa un segundo después que yo, lo sé por la forma en que pierde la sonrisa. Sin embargo, llega tarde por un segundo, porque, para entonces, ya le he atravesado la mano con la flecha. Grita y suelta a Lucy, que se lanza sobre él empujándolo para que caiga hacia los mutos. Sin embargo, veo con horror como Carter logra agarrar a Lucy de la manga de su campera justo antes de caer por el borde del cuerno.

Arrastrándola con él.























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