Capítulo IV
Tiempo.
Dicen que el tiempo es una magnitud física fundamental, el cual puede ser medido utilizando un proceso periódico, entendiéndose como un proceso que se repite de una manera idéntica e indefinidamente.
Ok, me deje llevar.
El tiempo es algo muy valioso que no sabemos aprovechar, yo por ejemplo, no aproveche las ultimas dos semanas que me quedaban (tal vez) con vida. Hoy era el día de la elección y lo único que hice estas dos semanas fue encerrarme en mi misma, volvi a ser la Nina de antes, la que no hablaba con nadie excepto con Luna. Y no saben cuanto me arrepiento.
En unas horas podría estar caminando hacia mi muerte y yo desperdicie el poco tiempo que me quedaba con mis amigos, con mis papas...con Gastón. Deje que mis miedos volvieran a atacarme y no hice nada para defenderme, puede que estos hayan sido los últimos días en los que voy a verlos a todos y los desperdicie por idiota, por cobarde. Anoche estaba tan nerviosa que la Nina que rodeaba su cama de peluches para que la "protejan" volvió, por lo que cuando me desperté esta mañana estaba rodeada de muchos amiguitos peludos y abrazando al Sr. Marrón.
No me juzguen, tenia 4 años cuando me regalaron ese oso, estaba aprendiendo los colores y al darme cuenta que era marrón pues...lo llamé así.
Como sea, ese día estaba tan nerviosa que ni siquiera pude desayunar bien, solo tome un café y un par de medialunas que Mora trajo (en contra de la voluntad de mamá) ya que quería estar conmigo este día para acompañarme, lo cual agradecí mucho, Mora ya era parte de la familia especialmente desde que sale con papá. Aún no le cuentan la verdad a mamá porque creen que no es el momento adecuado para hablar de eso, no estoy de acuerdo pero debo respetarlos.
Después de desayunar me di un baño y me arregle para la elección. Era a las dos de la tarde así que casi dos horas antes viajamos para la Capital que era donde se llevaría a cabo la elección. Una media hora antes de que comenzara localice a los chicos, Luna, Jim, Yam, Ámbar, Delfi, Jazmín, Matteo, Gastón y Ramiro ya estaban en el lugar haciendo fila para registrarse. La asistencia es obligatoria, a no ser que estés a las puertas de la muerte. Esta noche los funcionarios recorrerán las casas para comprobarlo. Si alguien mintió, lo meterán en la cárcel.
Se respira un ambiente de tristeza. Las cámaras de televisión, encaramadas como águilas ratoneras en los tejados, sólo sirven para acentuar la sensación.
La gente entra en silencio y cabizbaja. Conducen a los chicos de entre doce y dieciocho años a las áreas delimitadas con cuerdas y divididas por edades, con los mayores delante y los jóvenes, detrás. Los familiares se ponen en fila alrededor del perímetro, todos tomados con fuerza de la mano. También hay otros, los que no tienen a nadie que perder o no les importa, que se cuelan entre la multitud para apostar por quiénes serán los dos chicos elegidos.
Frente a las vallas había un gran escenario con dos grandes urnas, una para los chicos y otra para las chicas, no pude evitar mirar la gran urna con los nombres de las chicas. Según otra regla, por cada año que llevarías siendo legible en la elección, se le agrega un papel con tu nombre a la urna, por lo que, si tenes 12 años solo habrá un papel con tu nombre, si tenes 13 son dos, 14 son tres y así hasta que tenes 18 y entras a la elección con 7 papeles con tu nombre en la urna. Yo tengo 16, por lo que hay 5 papeles que tienen escrito "Nina Simonetti", 5 oportunidades de salir elegida.
Al tocar las 2 de la tarde, en el gran escenario aparecieron unas tres personas que jamás había visto, dos hombres y una mujer quien estaba vestida algo...extravagante, maquillaje excesivo, ropa muy llamativa y una sonrisa que te hacia dar miedo de lo grande que era.
Uno de los hombres se acerco al micrófono colocado en el medio y se aclaro la garganta antes de hablar.
-Buenas tardes a todos -dijo con voz clara, ¿que puede tener de bueno este día?- Ustedes no deben conocerme, pero mi nombre es Arthur Castillo, fui nombrado como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, aqui a mi lado están Germán Prado -señalo al otro hombre arriba del escenario- quien va a ser mentor de los dos jóvenes seleccionados, los va a ayudar y aconsejar una vez vayan camino al centro de tributos donde serán preparados para luego ingresar a la arena -explico y luego señalo a la mujer a su lado- y ella es Fiama Rossi, sera su escolta desde que son seleccionados hasta que entran a la arena, los acompañara a todos lados y organizara sus horarios -la tal Fiama se puso a saludar a todos muy efusiva. Para que resulte humillante además de una tortura, el Capitolio exige que tratemos los Juegos del Hambre como una festividad, un acontecimiento deportivo en el que los jóvenes del país compiten entre sí
El nuevo gobernador comenzó a dar un discurso sobre como la creación de nuestros propios Juegos del Hambre va a encaminar a la sociedad y no se cuantas cosas más mientras yo sentía Luna que estaba a mi lado apretando mi mano nerviosa, no la juzgo, yo estaba igual. En un momento mientras Castillo explicaba las reglas del juego y como nos beneficiaria que ganara uno de nosotros, voltee mi cabeza hacia el área de los chicos de 17 años, ahí vi a Gastón, Matteo y Ramiro quienes parecían algo aburridos, durante un segundo mi mirada se cruzó con la de Gastón. Sus ojos color chocolate de cruzaron con los mios y me sonrío, le devolví tímida la sonrisa y voltee devuelta hacia el gobernador justo cuando termino su discurso.
-Es el momento de arrepentirse, y también de dar gracias -termina de decir para darle la palabra a Fiama Rossi.
La mujer, tan alegre y vivaracha como siempre, sube a trote ligero al podio y saluda.
--¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre de su lado! -dice con mucha efusividad. Empieza a hablar sobre el honor que supone estar allí, aunque no se que tipo de honor te puede dar morir en televisión e incluso tener que matar. Explica como hará para sacar el papel de cada urna.
«No te preocupes, hay mil papeletas» me digo a mi misma para tratar de tranquilizarme.
Ha llegado el momento del sorteo. Fiama Rossi dice «¡las damas primero!», y se acerca a la urna de cristal con los nombres de las chicas. Mete la mano hasta el fondo y saca un trozo de papel. La multitud contiene el aliento, se podría oír un alfiler caer, y yo empiezo a sentir náuseas y a desear desesperadamente que no sea yo, que no sea yo, que no sea yo.
Fiama Rossi vuelve hacia el micrófono, alisa el trozo de papel y lee el nombre con voz clara, haciendo mi mas grande miedo real:
Nina Simonetti
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