›Capítulo dieciocho


Andrea tocó la puerta de la casa de su mejor amiga. Ariel que estaba sentada en su sofá, escuchó como alguien tocaba, así que guardó su celular en su bolsa y se acercó a la cocina donde se encontraban sus padres terminando de comer unos tacos. Besó la mejilla de cada uno de los adultos y les avisó que iba a buscar el vestido. Su padre ya le había dado dinero y ella lo tenía en la cartera. Si lo compraban, se regresarían en uber para mover con sutileza el vestido.

—No, yo ya me casé y hasta tuve nietos para cuando a ti ya se te ocurrió abrirme la puerta, culera —saludó con los ojos en blanco.

Ariel rió para después tomar el brazo de su mejor amigo para estirarla y empezar a caminar. Sin embargo, las dos se detuvieron cuando escucharon un grito chillón de la casa vecina. Inmediatamente una cabellera rubia apareció y se detuvo justo en frente de las chicas, Andrea alzó la mano en alto en forma de saludo y Mike estampó su mano. Repitió la acción con su mejor amiga.

—¿A dónde van? —cuestionó intrigado.

—¿Estabas espiándonos? —rió Andrea con una mueca en su rostro, y al ver la reacción del extranjero, su risa aumentó.

—No —negó un poco sonrojado, pues lo habían pillado en sus planes—. I just wanna go to Oxxo —añadió, intentando despistar el sentido de la conversación—, ¿a dónde van? —insistió.

—A queti, gringo —respondió Andrea antes que Ariel lo hiciera, solo ellas debían saber que iban a hacer aquella tarde calurosa con el sol resplandeciente.

—¿Queti? —preguntó él intrigado, pues no había escuchado un lugar con ese nombre.

—Sí, a que te importa. No estés preguntando, Ari y yo nos tenemos que ir rápido. —Andrea jaló el brazo de su mejor amiga, obligándola a caminar—. ¡Y tú quédate ahí! —gritó con un tono de advertencia, girando por tan solo unos momentos para mirar a Mike.

Las dos se miraron después de caminar unas cuantas cuadras y se soltaron a reír sin parar, sosteniendo su estomago con ambas manos.

—Eres una mamona, por el amor de Dios —tartamudeó Ariel, negando con la cabeza—. ¿Cuándo dejarás de ser así con Mike?.

—Cuando el pendejo de Mike abra los ojos y se da cuenta que te ama, ese día también dejaré de llamarle gringo —prometió con una sonrisa burlona.

—No, pues ese día jamás va a llegar . —Suspiró un poco cansada de siempre hablar de lo mismo.

El par de amigas subieron las escaleras hasta llegar a la parte superior del metro. Andrea hizo fila para comprar cuatro boletos de viaje. El metro estaba lleno de personas y todas se movían con una rapidez que necesitaban más tiempo en su día. Las chicas engancharon sus brazos y continuaron caminando para acercarse a la orilla, y tener una entrada más accesible al vagón.

Unos minutos después, llegó el metro. Sus puertas se deslizaron y pareció una estampida de personas salir por ella, las dos entraron tomadas de la mano y se sentaron en uno de los lugares libres. Ariel amaba y odiaba ese medio de transporte por ser muy veloz y económico, en lugar de los camiones. Pero odiaba la gente que se acumulaba. Ninguna de las dos chicas dijeron una palabra durante todo el trayecto e incluso cedieron su lugar a una persona de la tercera edad y una mujer con un niño en brazos.

A veces odiaban tener tan grande su corazón.

Cuando llegó su momento de bajar del vagón, ellas fueron las primeras en salir y finalmente sintieron. Así tan rápido las dos sintieron que pudieron respirar sin dificultad. Las dos salieron por las barras del metro y subieron las escaleras. Tan pronto, el aire un poco contaminado debido al humo que arrojaba el aire les provocó que las dos tosieran.

Esa era gran desventaja de vivir en una ciudad como Monterrey, el exceso de gente y de los carros que provocaban más contaminación que ciudades más pequeñas. Sin embargo también tenía sus ventajas como la gran variedad de tiendas, de personas con la cual puedes convivir y no quedarte estancado en el mismo circulo social. Pero en este caso, para las chicas no aplicaba ya que ellas estaban encantadas de no mezclarse con más personas.

Se dieron cuenta que llegaron a la primera tienda de vestidos, las dos tomaron caminos distintos y empezaron a recorrer la tienda en busca del vestido perfecto. Sin embargo a ninguna no le gustó ni un solo vestido. Así que pasaron inmediatamente a la siguiente tienda un poco más llamativa y con juveniles vestidos, pero no fue suficiente.

—Llevamos una hora y media en busca de los pinches vestidos y nunca encontramos uno —bufó Andrea cansada mientras acariciaba su espalda y sujetaba la bolsa con fuerza.

—Mujer, es de ley que hoy debemos de tener los vestidos. Otros días no voy a poder porque he quedado con Isaac para escribir nuestro discurso de despedida —informó Ariel, mirando su bolsa en busca de su celular para asegurarse que nadie la había necesitado en ese corto periodo.

—Entonces ¿Isaac es lindo?. He de admitir que no me gusta mucho su larga melena de león indomable, pero esos lentes circulares se ve adorable.

Ariel soltó una carcajada—. Isaac es todo menos adorable, es bien culero y mandón. Pero bueno, creo que estamos haciendo un trabajo mamalón —admitió con sumo orgullo en su rostro. De hecho Isaac me había dicho que termináramos hoy el trabajo, pero dije que no porque ya había quedado contigo.

—Y Mike esta celoso de Isaac, ¿verdad? —adivinó sin siquiera pensarlo—, igual y pensaba que irías con él y pues se murió.

Ariel la golpea del brazo con delicadeza—. Por supuesto que no —negó.

—¿No te acuerdas que yo estaba hace dos días en tu casa también mientras Isaac y tu terminaban debatían sobre su bendito discurso?. ¡Mike estaba casi pegado a la ventana de sala porque lo sacaste de la casa ya que no dejaba que ustedes dos se concentraran y como un león, estaba acechando a su presa! —narró—, ese morro es un chico con celos excesivos, a mi parecer.

—No creo, solamente pues él quería ser amigo de Isaac, pero Isaac es muy especial y no le gusta el mundo, ¡ni siquiera le gusto yo, trabaja conmigo porque es necesario! —gritó, apretando los labios para no reír.

—Pero Mike no sabe que Isaac no le gustas.

—Sí sabe, ayer le dije que yo no le agradaba ni un poco a mi compañero y se relajó. No sé porque últimamente ha estado muy insistente conmigo.

—Yo te lo puedo explicar; es porque has estado muy al tiro con la escuela y la organización de la graduación que ya no has pasado tanto tiempo con el gringo, pero él también ha estado un poco ocupado —explicó mientras seguían caminando, en busca del vestido perfecto.

—¿Y cómo es que tu sabes todo eso de él?.

—Pues el tiempo que ha estado un poco lejos de ti, se ha unido más a Daniel. ¿Cómo ves que el idiota de mi novio también se esta creyendo gringo?. Te digo, no puedo dejarlo con nadie porque me lo mal influyen y ahora esta intentando que yo mejore mi inglés. —Cuando terminó de narrar la situación, las dos entraron a una tienda, era mucho mejor que las anteriores ya que poseía un olor más atractivo y su decoración también lo era con un color morado, con el techo negro. Los vestidos colgaban desde lo más arriba de cada estante. Además en los maniquí, se lucían espectaculares.

—¡Ay, que emoción güey! —chilló Andrea entusiasmada, sintió como los ángeles más puros del cielo habían cantado con su arpa en manos.

Ariel rió ante la actitud, solo esperaba que las dos pudieran encontrar un vestido en ese lugar. Nuevamente las dos chicas se separan, cada una fue por su rumbo en busca de su vestido perfecto. Per Andrea se le olvidó aclarar un asunto a su mejor amiga, así que corrió en su búsqueda.

—¡Ariel Fernández! —gritó con desesperación, atrayendo la mirada de otras mujeres que se encontraban en la misma tienda.

Cuando la morena finalmente localizó la castaña cabellera de su mejor amiga atada en una cola de caballo toda desordenada revisando unos vestidos color negro.

—¡Ari! —volvió a gritar.

—¿Qué? —respondió aun mirando los vestidos—. ¿Ya encontraste un vestido para probarte?. —Dejó de mirar los vestidos para mirarla a ella.

—Ari, yo voy a ir de negro, así que tu no puedes hacerlo. Por favor —suplicó con los ojos mucho más grandes mientras hacia un puchero con los labios para ser más conveniente.

—Bien, iré de blanco —aceptó de un poco de mala gana—. Seremos como el ying y el yang.

Andrea asistió con una gran sonrisa en su rostro, pues Ariel era muy dulce que le encantaba complacer a todos los demás.

—Dejemos a Mike y Dany y seamos nuestra pareja —sugirió con una sonrisa picarona.

Ariel rió—. De hecho le he pedido a mi padre que sea él quien me acompañe en el primer baile. Pues él ha estado ahí toda mi vida y sinceramente me gustaría compartir ese momento con alguien que este orgulloso de mí —explicó en una fantasía, mirando hacia el techo.

—Me has roto el corazón, yo quiero que Daniel me acompañe a mí. Te doy cuarenta y cinco minutos y nos vemos en los probadores, ¿de acuerdo?.

Ariel asistió, fijando su mirada en los vestidos negros nuevamente. Los dejaría por el momento, así que empezó se movió de sección, observando cada uno de los estantes, maniquíes y todo lo que pudiera encontrar. Se dirigió a la sección donde resaltaba el color blanco, empezó a inspeccionar cada una de la prenda, blusas y faldas no le llamaba la atención.

Continuó buscando más vestidos, pero ninguno le era suficiente ya que algunos vestidos tenían excesivamente piedras, eran muy chico ó muy grandes, pero eso no le impidió a tomar unas cuantas prendas para medirse, aunque no estaba convencida de todo. Sin embargo verse puesto el vestido será otra cosa.

Una señorita vestida con una falda negra de tubo y una camisa de botones color rosa pastel se acercó a ella y carraspeó su garganta para llamar su atención.

—¿Puedo ayudarle en algo señorita?.

Ariel la miró por unos segundos, aunque realmente le gustaba inspeccionar las cosas por su cuenta, no le vendría nada mal un poco de ayuda, así que asistió y empezó a describir lo que quería; realmente no tenía nada en mente, y ella iba soltando las ideas. Recalcando que quería el vestido de color blanco.

La señorita movió los labios de un lado al otro, intentando recordar donde había visto algo como eso. Entonces se fue emprendiendo su búsqueda. Por otra parte, Ariel se quedó donde estaba siguiendo buscando el vestido.

Andrea tenía un poco más de suerte en ese sentido porque en sus manos traía bastantes vestidos de diferentes colores y estilos. Sin embargo, tomó uno blanco porque lo vio y quedó completamente en enamorada y se imaginó a la castaña en el, quizás era un poco largo, pero nada que unos tacones en alto no pudiera arreglar.

A la otra mexicana también le pasó exactamente lo mismo, vio un vestido negro sin tirantes y un lindo detalle en la cintura color dorado. Era hermoso, pero sin duda no era para ella, y de igual manera lo tomó entre sus manos.

Transcurridos los cuarenta y cinco minutos las dos chicas estaban en los probadores, frente a frente. Ariel sacudió todas las prendas en la cara de su amiga. Andrea hizo lo mismo, y entre sus cosas la castaña pudo notar una prenda color blanco.

—Me dijiste que no tomarías un vestido negro —reprochó Andrea, fingiendo estar molesta.

—Y tu blanco —contestó Ariel con el mismo tono de voz.

—Es para ti, idiota. —Para este punto, la morena ya sabía que ese vestido negro con un detalle dorado era para ella, así que lo tomó y lo pasó a su probador para colgarlo. Tomó el blanco que ella había tomado con espalda descubierta, atándose por detrás del cuello con otros toques en plata, acentuando la cintura con detalles en plateado, en el pecho tenía una tela de encaje blanco. Era corto por una parte ya que arriba había otra tela más transparente y más larga con unos cortes para que las piernas pudieran salir y lucirse—. Es que a ti te va a ir maravilloso este vestido, pero antes que nos proveemos los vestidos que cada una nos escogió, quiero proponerte algo.

—¿Qué? —indagó curiosa, con una ceja arqueada.

—Que sea el último vestido que nos proveemos, quiero verte los vestidos que escogiste para ver como te chingaste tú solita.

—La más pendeja de aquí eres tú, lo siento —admitió Ariel, viendo sobre el hombro el vestido que ella había escogido para su mejor amiga; pues su hermosa cola de sirena era llamativo y ese detalle dorado que tenía en la cintura, le haría resalta su figura y la haría más alta.

La primera ronda de vestido fue un fracaso total, el vestido de Ariel era extremadamente grande y parecía que solamente se había enredado una sabana al cuerpo. El vestido era muy lindo, pero en su cuerpo no le favorecía en lo absoluto. Por otra parte estaba Andrea,, que al contrario de la castaña, el vestido fue demasiado ajustado que le creaba bolitas de grasa donde no tenía. Cuando las dos se vieron, rieron, pues ambas lucían muy patéticas.

—Mírate, te ves bien mal —rió, sujetando su estomago Andrea.

—Pues tu tampoco te quedas muy detrás de mí, idiota.

Las dos se metieron nuevamente a su probador y continuaron con el siguiente vestido. Para la segunda ronda, ambas habían mejorado notablemente, sin embargo el vestido seguía sin hacer el adecuado. Andrea sacó su teléfono celular y gracias por los datos móviles entró a la conversación con su amiga australiana.

A los segundo timbre, June había atendido la llamada. Estaba toda despeinada y sus ojos parpadeaban frenéticamente para poder adaptarse a la luz. Murmuró un par de maldiciones en su idioma materno y abrió sus ojos para ver quien llamaba.

—Andy? What can I do for you? —preguntó con voz ronca.

—¿Cómo me veo con este vestido?.

Andrea movió el celular de todos los ángulos para que June pudiera apreciar más el vestido. De igual manera, el vestido no la favorecía en nada ya que aparentaba menos de edad. La rubia solamente pudo reír, pensando que era una broma de parte de la elocuente.

—Y no has visto lo peor. —Andrea salió del probador con su celular en mano, mostró a Ariel, que también se veía ridícula y el vestido era bastante ajustado para su delgada figura y también hacía la ilusión óptica de estar más llenita.

June soltó una estruendosa carcajada que atrajo la atención de la castaña, saludó con una sonrisa mientras volvía a dar otra vuelta en su propio eje para modelar el vestido.

It dosen't fit you —tartamudeó entre risas June—. Change your dresses.

Las dos chicas mexicanas asistieron con la cabeza. Ariel tomó el celular de su mejor amiga y la llevó consigo al probador. Mientras se cambiaban de vestido, las dos chicas charlaban. Ariel preguntó si iba a ir al baile de graduación que estaba invitada. June negó porque ese día estaría ocupada, además no tenía el dinero suficiente para ir.

Ariel finalmente se puso el vestido blanco que Andrea había escogido por ella, se quedó estupefacta ya que el color blanco se quedaba muy bien con su tono de piel claro, y los detalles plateados le daban un realce mucho más bonito al vestido, sacó su pierna por los cortes y posó para ver su reflejo coqueto.

June soltó un grito lleno de emoción, que estaba de acuerdo con la elección.

—Solo que estoy algo corta, necesito tacones —murmuró avergonzada.

—No importa.

You say thar because you're taller than me.

June se encogió de hombros, restándole importancia al asunto—. I want Andrea sees you and I want to see her.

Ariel asistió, tomó el celular que estaba en una silla donde pudiera ver. Abrió la puerta del probador y vio a Andrea resplandeciente. Las tres gritaron emoción, pues lucían maravillosas con los vestidos blanco y negro. Las dos caminaron en frente de un espejo para volver a mirarse una vez más, pues esos vestidos las hacían sentir maravillosas.

—Somos el ying y el yang —Andrea rió con una amplia sonrisa, se miraron cómplices a través del espejo.

You found dresses. —June habló desde la mano de la castaña.  

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