Mire a mi alrededor, y vi en la pequeña mesita que tenía a mi izquierda que mi celular estaba encima. Logré agarrarlo y miré en la agenda de contactos. Allí estaba su nombre. Laura Wells. Desde hacía un tiempo le permitían según me contó, recibir llamadas telefónicas, aunque luego eran revisadas. Pero aún así me animé a llamarla. Después de tres tonos, oí su voz.
— ¿Eres tú, Jack? — Dijo ella, pues le apareció en pantalla mi nombre.
— Sí, soy yo, Laura.— Respondí rápidamente.
— Dios mío, te he estado buscando por los últimos cinco días. No contestabas a mis llamadas, y no aparecías por ningún lado. — Dijo con voz nerviosa y entrecortada.
— Tuve un percance importante. De hecho me encuentro en el hospital Central. — Le expliqué.
— Joder, ¿Estás bien? — Respondió asustada.
— Sí, si, no te preocupes, estoy mucho mejor, aunque parece que estuve unos días inconsciente. Pero ya pasó. — Traté de tranquilizarla.
— Ahora mismo voy para allá. — Dijo con decisión.
— Pero, pero... ¿No estás en la cárcel? — Pregunté perplejo.
— No. Hace cinco días que salí de prisión. Pero ya te contaré con calma. Ahora quiero verte. — Dijo Laura y colgó de repente la llamada.
Al revisar mi móvil, me percaté de que efectivamente tenía 18 llamadas pérdidas de ella.
Sin duda había estado buscándome como dijo.