Mientras iba caminando en dirección a mi entrevista, iba escuchando el ruido electrónico de apertura y cierre de puertas. Finalmente entré en una sala estrecha y poco iluminada. Había un gran cristal que dividía visitantes y visitados. Una silla en cada lado.
Ahora me senté, esperando que mi interlocutora apareciera. En unos minutos se presentó frente a mi, separada por ese muro de cristal, una chica castaña de ojos color café que aparentaba tener unos 25/30 años.
Tomó asiento con expresión de extrañeza, esperando conocer el motivo de mi visita.
No podía revelar muchos detalles pues había cámaras y seguro que todo estaba siendo gravado.
Descolgué el teléfono que permitía mantener conversaciones y ella hizo lo mismo en el otro lado.
Le explique qué me había interesado por su caso, y le dije que quería escucharla.
Aunque lo que me contó ya lo había leído en la prensa, oírlo de su propia boca me confirmó su veracidad. ¡Había tanta semejanza con lo que me estaba pasando a mí!
Recuerdos borrosos, detalles que no encajaban, la sensación de formar parte de una conspiración, dónde no se sabía dónde se encontraba la línea que separaba la realidad de la ficción.
Noté enseguida que no era una asesina, o al menos que no lo había hecho deliberadamente, sino en todo caso bajo alguna influencia externa.
Ella me dijo que había oído de otros casos muy similares al suyo, (y al mío)...aunque no le revelé nada sobre mí.
Le prometí, antes de despedirme que la ayudaría. No sabía cómo, aún, pero la tenía que ayudar de alguna manera. Y si esa chica era inocente, si yo también era inocente, teníamos que llegar al final del asunto para descubrir la verdad.