Canción de cuna.
Hola, ¿qué tal están por aquí? Me reporto de nuevo con otra actualización de esta historia. De verdad, me alegro muchísimo de todo el recibimiento tan bueno que está teniendo esta historia.
¿Qué puedo decirles de este capítulo en sí? Estuve a unos pasos de que se me salieran las lágrimas escribiéndolo, y eso que no llegué al punto que quería en este capítulo solo para que no fuera tan fuerte para ustedes.
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Termino de cerrar la puerta y, asegurándome de que ya no se iban a volver a regresar, se fue dejándose caer lentamente hasta el suelo intentando calmarse a sí mismo a medida que iba escondiendo su cara entre sus piernas para dejar de sentirse tan patético.
Es que acaso parecía estar sin pensar en las consecuencias que pudieran venir solo por ese error que estuvo a punto de cometer: llamarla mamá. ¿En qué cabeza cabía? La señora sencillamente lo estaba cuidando cuando más lo necesitaba y podía haber un punto en que se cansara de hacer esta obra.
“Eres un estúpido, Gi-hun. Solo cometes error tras error”, se iba diciendo a sí mismo a medida que iba golpeando el suelo sacando toda la frustración que tenía por dentro. Pasando algunos minutos y siguiendo en esta posición, se llegó a parar para irse hasta el baño para darse una ducha.
Sus pasos fueron un poco torpes ya que, de nuevo, tenía la sensación de mareos en todo su cuerpo aunque lo ignorara. Esto sencillamente era estrés. Al entrar al baño no pudo evitar mirar su reflejo en el espejo completo.
Admirando que después de unos días su cara no estaba tan pálida, además de que las ojeras estaban desapareciendo, aunque seguía sin sentirse el mismo, se atrevió a mirar sus brazos donde estaban las vendas, dándose asco de verse a sí mismo. ¿En qué punto se dejó destruir tanto?
¿Cuándo cambió tanto para ahora solo quedar esta versión que ni el mismo reconoce? ¿Acaso fue cuando intentaba acabar con los juegos o en esta lucha por la custodia de su hija? ¿O también le estaba afectando la partida del alfa?
Por supuesto que no era eso. Eso solo fue un desliz de su parte: una noche de sexo en un baño. Más de ahí no iba a aspirar. ¿Qué debía creer? ¿Que lo iban a venir a rescatar como si fuera una princesa en peligro? ¡Qué iluso fue!
En medio de sus pensamientos, estuvo sin darse cuenta de que una de sus manos se había posado en su vientre, un tanto abultado. Lo miró por unos segundos, ignorando lo pronunciado que estaba. Esto solo era por estrés, ninguna otra cosa podría estar pasando con su cuerpo. Él estaba muy bien, sin nadie en su vida.
Se alejó del espejo, terminando de quitarse el mono y su ropa interior para entrar a la ducha. Puso el agua tibia y se dejó absorber por ella, quizás fuera suficiente para dejar de sentirse tan patético e ilusionado por creer falsas promesas.
Fue agarrando el jabón, pasándolo por todo su cuerpo muy lentamente. Sin embargo, cuando llegaba al punto de su vientre, eran toques muy lentos, mirando lo menos posible. Ya que si no lo miraba, no estaba pasando nada con su cuerpo.
"Una cita, los dos solos. ¿Bonito, no te parece?"
No, no. Él no era el bonito de ningún alfa. Nadie se fijaría en él más de unos minutos. Se atrevió a soltar el jabón, intentando calmar su frustración. ¿Cómo era posible que lo hubieran ilusionado de esta manera para luego dejarlo así?
Él no era bonito. Nadie le pediría una cita, menos ese alfa. Era tan obvio que solo querían tener algo con él y, al conseguirlo, lo abandonaron. ¿Por qué no era más fácil decir que solo era un polvo y ya se ahorraban todo el sentimentalismo de un compromiso?
También estaba el otro lado de la moneda, que a pesar de todo no podía dejar de pensar en el alfa. Los recuerdos lo atacaban en los momentos menos esperados. Incluso algunas noches se despertaba imaginando que estaría a su lado en la cama, llegando a consolarlo después de las pesadillas. Pero eso solo eran cuentos infantiles.
Un estúpido con todas sus letras. Trató de acallar un gemido lastimero, ya que no lloraría por este patético alfa. A pesar de que su parte omega estaba aullando por dentro para salir, así que para sacar su frustración, dio algunos golpes poco contundentes y sin mucha fuerza a la pared hasta sentirse calmado.
Cuando sintió que estaba lo suficientemente limpio, salió del baño, agarrando una toalla y poniéndola alrededor de su cintura para salir de ahí y dirigirse a su cuarto para ponerse una ropa más cómoda.
Al estar ahí, sacó una camisa azul, la cual se dio cuenta de que le quedaba demasiado apretada en su vientre. Por Dios, ¡ni que estuviera tan gordo!
Continuó en una larga búsqueda, sacando las pocas camisas que tenía, dándose cuenta de que todas le quedaban apretadas. Eso solo le causaba demasiada frustración. Cuando al fin logró que alguna le quedara, fue una victoria, pero vino el mismo problema al ponerse la ropa interior y ver que los pantalones estaban quedándole ajustados.
Debía comenzar a bajar la cantidad de comida que estaba comiendo para no seguir aumentando su peso. O quizás una dieta... no estaba seguro. Y para no batallar demasiado, se puso el mismo mono de esta mañana, total, estaba cómodo e iría a comprar más ropa en el centro comercial de ser necesario.
Dándose cuenta de que eran las 11:30 a.m. en el reloj, se dio cuenta de que todavía tenía media hora antes de que su princesa saliera del colegio. Todavía podía ir a un lugar. Así que agarró las llaves del carro que estaban en su mesa de noche para ir saliendo, asegurándose de que todo quedara cerrado en su departamento.
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Prendió su coche y comenzó a poner en marcha hasta el cementerio donde estaba su mamá. Tenía meses sin ir hasta allá, prácticamente desde que había salido de los juegos. No había tenido el valor para ir hasta el cementerio porque, de hacerlo, admitiría que de verdad había muerto y él no había estado para ella por culpa de sus adicciones y de deber tanto dinero.
Fue un camino bastante corto considerando que vivía en una ciudad. Se bajó del coche, comprando un ramo de rosas en la entrada del cementerio. ¡Tan mal hijo era que ni siquiera recordaba cuáles eran las flores favoritas de su mamá! La misma recepcionista le indicó la tumba donde estaba enterrada.
Quizás era una suerte que estuviera bien arreglada y con un ramo de flores nuevas. Se dio cuenta de que ya no estaba siendo el valiente que creía ser hace solo unos minutos. Estaba siendo un cobarde por quedarse a mitad del camino con las flores en su mano sin atreverse a dar algunos pasos.
Si estaba siendo un cobarde justo ahora, un niño pequeño al cual sencillamente se le cayeron las flores de sus manos y él cayó en el piso, arrodillándose y llorando a mares, aunque lo intentaba disimular el llanto tapándose su boca.
Porque de verdad esto estaba pasando. Su mamá estaba muerta. Había muerto por su culpa. Él no estuvo para ella cuando más lo necesitaba y de verdad intentaba reemplazarla con esa señora que lo estaba ayudando. Era tan estúpido. Se fue arrastrando hasta la tumba de su mamita con las flores en sus manos, asegurándose de que quedaran bonitas.
Mamá, mami, de verdad estás aquí. Ya no estarás más conmigo, ayudándome ahora que más te necesito. Fui un cobarde que nunca admitía que ya no estabas para mí, para darme los reclamos cuando era necesario. Tus consejos me salvaban de los errores cometidos. Por lo menos, justo ahora estarías en mi contra por lo que estoy haciendo con mi antigua pareja.
Tomo una pausa intentando encontrar sus ideas claras sobre qué debía decirle primero. Eran muchas cosas que quería decirle y sentía que el tiempo estaba sin alcanzarle. Con una de sus manos tocó el escrito donde estaba su nombre y todo lo demás importante, aferrándose a eso ya que no quería seguir llorando, pero no funcionaba.
No te molestes, mami, pero volví a permitir que ella me golpee y me humille. Pero no te preocupes, las heridas sanan rápido y no quedan marcas. Además, con esto garantizo que a mi hija no le pase nada malo. Ella es mi princesa, mi prioridad número uno, así que haré esto y más hasta que al fin pueda tenerla entre mis manos yéndonos lo más lejos posible.
Se iba sintiendo un poco menos patético el volver a aceptar los golpes por parte de esa mujer, aunque ¿qué más debía hacer? Esto era por la seguridad de su hija, ¿qué podía importar su persona? Aunque sabía que quizás ella lo estuviera regañando por hacer las cosas de esta manera, por ser un cobarde de no denunciar estos actos.
Aunque también me garantizo que nunca más vuelva a venir a verte y tampoco quiero que pase eso. Sabes, yo quiero que despiertes, vuelvas a casa conmigo, me ayudes a despertar de este infierno. Sabes, estoy sin encontrar el camino correcto, he cometido demasiados errores con tantas personas. El corazón me lo han vuelto a romper, no sé en quién confiar. Te necesito muchísimo. Por favor, vamos a casa, si, mami.
Ahí sí que ya no pudo aguantar más, ya que se rompió a llorar como un bebé en busca de estas respuestas. A medida que con su mano libre se atrevió a ponerla en su vientre, quizás como un instinto de que no estaba solo o algo más, aunque lo ignoró muy rápido y solo duró unos segundos antes de poner sus dos manos en la tumba, manteniéndose de rodillas.
—De nuevo, Gi-hun, mira cómo estás herido —decía inspeccionando parte de su espalda con las heridas recientes—. En todo tu cuerpo. ¿Cuándo vas a dejarla? ¿Acaso no ves todo el daño que te está haciendo?
—Mamá, tú no tienes que preocuparte por esto. Ella no me pega, solo lo hace cuando hago algo que no debería. Ella dice que es su manera de hacerme entrar en razón, solo por ser un Omega.
—Hacerte entrar en razón cuando haces algo malo. Dime qué mal puedes hacer. Tú eres mi niño. Quiero que estés bien y sé que no lo estás con esa mujer. Vamos, déjala. Yo me puedo encargar de cuidar de ti y mi nieta.
Sabes, mamita, aquella vez que tuvimos esa conversación, yo no tuve el valor suficiente para decirte que la razón del porqué nunca la dejé a tiempo era porque me mantenía amenazado con quitarme a mi hija. Y sabes, yo tenía demasiado miedo. Perdóname por no decirte la verdad cuando debía. Tú siempre tenías la razón.
Llegar a decir eso fue como quitarse un peso de encima. Atreverse a admitir la verdad fue lo más doloroso que había hecho, y no pudo evitar derrumbarse de nuevo en el llanto. Aunque esta vez no lo reprimió y lo soltó todo, hasta algunos gemidos dolorosos escapaban de su boca.
Cuando sintió que ya no se iba a derrumbar frente a la tumba de su mamá, se paró bastante lento, ya que le atacaron de nuevo los mareos. No obstante, antes de irse, se persignó para comenzar su camino de nuevo hacia su coche y se despidió de la recepcionista.
Montándose en el coche, se atrevió a terminar de quitarse todas las lágrimas traicioneras en su rostro antes de ponerse en marcha hacia el colegio de su hija. Viendo en el reloj que faltaban 10 minutos antes de que saliera, se apresuró.
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Un camino bastante corto, pero con el tráfico de la ciudad, se le dificulta llegar a la hora exacta. Más bien, 15 minutos después de la salida de su pequeña, ya estaba esperando todos los reclamos que estaban por venir. Buscó dónde estacionar el coche antes de salir y se encontró a su pequeña en la entrada esperando pacientemente.
Vio la sonrisa que le dedicó su pequeña al verlo, además de cómo dejaba la mochila en el suelo e iba corriendo hasta sus brazos para que la abrazara. Él lo hizo con una sonrisa en sus labios.
— Mami.— se lanzó a los brazos de su madre para que la cargara, cuidando de no ensuciar la ropa.— Te he extrañado mucho en estos días que he estado sin verte. ¿Qué vamos a hacer hoy? ¿Comer helado, verdad?
Al ver esta sonrisa y ver que no sufría maltratos, él era capaz de aguantar esto y mucho más. Se repetía a sí mismo que más daban algunos golpes o humillaciones, estaría bien, era fuerte.
— Mi princesa hermosa, no sabes cuánto te he extrañado en estos días.— le dio una vuelta en el aire antes de colocarla cuidadosamente en el suelo.— Por supuesto que comeremos helado, aunque antes tenemos otros planes. Te voy a llevar a un lugar.
Puso una de sus manos en su cara para hacerlo interesante ante su hija mientras ella iba pensando. Él iba agarrando la maleta que se había quedado botada para agarrarla con una de sus manos.
— Ah, sí, ¿cuál?— hizo un puchero esperando que tuviera efecto a medida que iban caminando hasta el coche.— Dime, mamá, ¿cuál será el lugar al que vamos a ir? ¿Habrá comida o diversión?
— Tenemos un aproximado de seis horas antes de llevarte de vuelta a casa, así que haremos que el día nos rinda.— iba diciendo a medida que abrochaba el cinturón de seguridad, aunque no negó el mareo que sintió, pero lo disimuló.
Vio el asentimiento por parte de su pequeña antes de comenzar a poner el coche en marcha. Pensando en dónde iban a comer, se decidió por un puesto de comida callejera. Sabía que su pequeña no lo comía mucho, y él tampoco negaba que se le antojaba bastante. Cuando estaban a unos kilómetros de llegar, comenzó a ver la sonrisa en la cara de su pequeña al entender adónde iban.
— ¡De verdad vamos a comer ahí, mami! — decía mostrándole una sonrisa con sus ojos brillosos por la emoción. — Sabes que tengo muchos meses sin comer nada de ahí. Dicen que contiene muchas calorías dañinas y una niña pequeña no las debe comer.
Hasta estas doctrinas le estaban poniendo con su alimentación. Esto no debía ser así. Él quería que su pequeña fuera feliz, y si esto significaba estos pequeños cambios en su rutina, ¿por qué no? Además, nadie se tendría que enterar. Él era su madre, tenía todo el derecho sobre ella, así que llegó a reafirmar su autoridad.
— Claro que sí, vamos a comer aquí. Tú te lo mereces, además, te quiero consentir. — expresaba a medida que iba estacionando el coche. — Además, esto va a ser un secreto entre ambos. Nadie tiene que enterarse de que estás comiendo esto, ¿verdad?
Le quitó el cinturón de seguridad para que ella se bajara del coche. Luego, iba viendo cómo iba caminando unos pasos más adelante que él, llegando a hablar sobre todo lo que comería y haría ahí. ¡Oh, cómo amaba esa sonrisa en los labios de su pequeña!
— ¡Obviamente, un top secreto, mamá! — iba diciendo dando brinquitos de felicidad. — Nadie en casa sabrá que estoy comiendo esto tan delicioso. Es que ya hasta estoy oliendo el olor a las papas fritas y hamburguesas.
Si el olor a ambas cosas combinadas solo le hacía comenzar a revolver el estómago, y lo que menos quería justo ahora era arruinar el día de su pequeña con sus males estomacales, aunque eso no evitó que se llegara a recostar un instante en la pared intentando calmar su respiración.
Vio cómo su pequeña llegó a parar su caminata para acercarse hasta donde estaba, poniéndole una de sus manos en sus piernas, mirándolo con una sonrisa un tanto triste.
— Te sientes de nuevo mal, mamá, ¿verdad? — decía mostrando una sonrisa un tanto triste antes de volver a hablar. — Sabes, si quieres, no es necesario entrar ahí para comer. Podemos ir a otro lugar, ¿sabes? No tengo problemas en comer lo que tú quieras, lo importante para mí es que estemos juntos.
— No, no me siento mal, estoy muy bien. — se puso derecho, aguantando el mareo y las ganas de vomitar antes de agarrarle las manos a su pequeña. — Solo ha sido un mareo por no haber desayunado bien. Estaré mejor en cuanto comamos algo. Por ahora, vamos a continuar caminando para entrar al restaurante.
Mentía. Sabía que no era por no haber desayunado, era que el olor de esa combinación en específico le hacía querer regresarse al coche y quedarse ahí con tal de no oler eso más. Aunque por su pequeña, se obligaría a su cuerpo a aceptar esto. Mucho menos iba a vomitar.
A medida que se iban acercando a la entrada, más eran sus ganas de vomitar porque había llegado un punto en que las náuseas se estaban convirtiendo en arcadas y lo que iba haciendo en su mente era ir pensando en cualquier cosa para mantenerse bien antes de volver a escuchar hablar.
— ¡Siendo así, mamá! ¡Yupi! Comeremos y nos divertiremos hasta que nos cansemos. No sabes lo feliz que estoy. Te quiero mucho, mamá. — Terminó de decirle, agarrando su mano fuertemente, cuando las puertas del local se abrieron.
Para él, solo fue llegar y aguantar la respiración a medida que la cantidad de olores le llegaban a la nariz. Eso solo le provocaba más arcadas, aunque se aguantó a medida que iban hasta la caja para pedir. Dejó que su pequeña ordenara lo que quisiera.
— Yo quiero una hamburguesa de doble queso con papas fritas y un refresco. — Iba pidiendo a medida que veía el menú infantil, dudó de pedir lo último, aunque al final lo hizo. — Y un helado mediano de fresa.
— Perfecto, pequeña. Ya tu orden será tomada. Y para usted, señor, ¿qué desea comer? — Le iba diciendo a medida que lo iba viendo.
Cuando escuchó que le estaban preguntando qué comer, cuando él solo quería escapar de ahí (todos los olores eran asquerosos), aunque se animó a pedir lo más sano, por así decirlo.
— Quiero una hamburguesa sencilla, además de que quiero cambiar las papas fritas por una ensalada y un refresco. — Pensó un poco antes de pedir lo último: quizás después de todo podría cumplir el antojo de esta mañana con el chocolate. — Un helado mediano de chocolate y, si pudieran echarle un poco de vainilla, se lo agradecería.
Estuvo a punto de decir salsa de tomate, pero se abstuvo: lo tomarían como un extraño por las combinaciones que estaba haciendo, aunque no negaba que quería hacerlo. Llegó a ver el asentimiento de la cajera al anotar su pedido y luego pedirle amablemente que se retirara a esperar hasta que los llamaran.
Él hizo caso, buscando un sitio cómodo entre toda la gente que estaba en el lugar. Por suerte, lo consiguieron pegados a una de las ventanas y la sección de juegos. Se quedaron unos minutos en silencio antes de que les trajeran los pedidos y vio cómo la cajera le dejaba a parte la salsa de tomate. ¿Acaso le habían leído sus pensamientos?
Pero de verdad estaba agradeciendo el gesto, así que solo se dedicó a comenzar a comer el helado de chocolate a grandes cucharadas, sintiendo cómo su antojo se iba complaciendo y, de vez en cuando, echándole un poco de salsa de tomate a escondidas de su pequeña, la cual estaba también disfrutando su comida.
— Sabes, en casa dicen que estás comiendo estas cosas extrañas y que todos tus malestares son porque estás embarazada de un desconocido. ¿Acaso voy a tener un hermanito o me vas a cambiar y me estás dejando de querer?
Escuchar esas palabras, aunque no las terminaba de procesar con claridad —ya que eso no era lo que estaba pasando con su cuerpo, de eso estaba más que seguro eso hizo que dejara de comer su helado para demostrar su punto antes de hablar muy lento.
— Pequeña, escúchame algo: yo a ti nunca te voy a dejar de querer por nada del mundo. Eres lo más importante para mí. —Tomó una pausa viendo cómo ella iba sonriendo antes de continuar.— Además, mamá no está embarazado. Todos tenemos gustos extraños en la comida, en mi caso es este, solo que no me gusta admitirlo en público.
Vio como ella solo le dedicaba un asentimiento antes de continuar con su comida y él, sencillamente, había perdido el gusto por lo que estaba comiendo. Ya no le estaba pareciendo tan sabroso como al inicio, así que comenzó a comer su ensalada.
Porque el estar embarazada era imposible. Todo esto no era más que una depresión ligada con angustia y, gracias a eso, eran todos sus síntomas. Además, ¿quién más que él sabía de su cuerpo? Era el quien lo conocía más que nadie.
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Y bueno, con esto hemos llegado al final del capítulo. ¡Tantas emociones vividas, verdad? Lamento que no haya sido tan largo, pero de continuar con mi idea original, se habrían quedado sin capítulo esta noche, así que preferí cortarlo en dos.
Además, he notado que cuando los capítulos son más largos, no hay tanta cantidad de comentarios como normalmente. O sea, sí llega a la meta, pero después de un día o dos.
Quería advertirles que el capítulo de mañana estará fuerte, porque tendremos de nuevo a la ex esposa, que hará el capítulo más intenso antes de que termine en otro lugar.
Por aquí leo sus teorías de lo que pueda pasar en el capítulo de mañana.
Hoy este capítulo estuvo escrito con una lista de canciones de Ash, una de mis bandas favoritas, así que ya se imaginan.
Y como siempre por aquí les dejo el link de mi grupo de WhatsApp. https://chat.whatsapp.com/LjqFifNYF0XH7FmiPchZ9D
Si no les carga mi número de teléfono por aquí : +5804241720472
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