10.
Cada vez que lo intentaba, nuestras mejillas se volvían rojas.
Nuestras manos comenzaban a sudar por los nervios.
Un día me arme de valor y la tomé, te sorprendiste pero tú solo sujetaste mi mano igualmente.
Era como estar en el paraíso, caminando juntos como una pareja. Aunque nisiquiera nos dimos un beso, con tus manos me bastaba y sobraba.
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