CAPITULO 10
CONNOR
Noche movida en la tienda.
Mucha gente comprando y estando yo solo.
Y entre ellos, una chica que sabe ser clienta concurrente.
Una rubiecita de largo pelo rubio y ondulado, pero tan delgada y chiquita, que tranquilamente la podes confundir con una adolescente en sus primeros años de pubertad.
No tengo idea como se llama, porque y aunque atiendo bien, no soy del tipo vendedor que hace sociales preguntando el nombre o quedarse conversando, durante la estadía en el negocio comprando.
Menos hoy.
Bostezo.
Que sincero, caigo del sueño.
Sonrío.
Culpa mi agotamiento por lo de esta tarde con Demian.
Y vuelvo a bostezar, cuando al llegar con una ropa bastante indigente.
Supongo, que de cama.
Y un mapa marcado en todo un lado de su rostro, acusando que recién levanta de una siesta a esta hora de la noche.
Sus hombros se desinflan, cuando me consulta por los periódicos en venta, cosa que ya no hay.
Pero vuelven a tomar vida, al insinuar que solo tengo los de uso exclusivo del cliente.
- ¿Si consumo algo, puedo usarlos? - Con su dedo arriba de la pila de ellos, me pregunta bostezando tanto como yo.
- Las reglas del lugar. - Le digo y es suficiente para buscar algo entre las góndolas, sonriente y nuevamente bostezando, cosa que me contagia, seguido a pedirme un bolígrafo y con la promesa de devolvérmelo más tarde, pagarme su consumición e irse a las mesas de afuera.
A una hora de la madrugada, solo somos ella y yo.
Ocasionalmente, personas entrando de trabajo nocturno.
Procuro que se vaya a su casa, ya que afuera por más temporada de calor, el rocío fresco de la noche no es bueno.
Y más, mientras yo intento mantenerme en pie del cansancio, veo que pide una cuarta taza de café y solo, para continuar con los periódicos.
Bostezo una y otra vez, tomando asiento tras el mostrador y cruzando mis brazos sobre mi pecho por calor corporal.
Cual noto, que es búsqueda de trabajo.
Y cierro mis ojos, solo por un minuto.
Solo un minuto me digo, para sacarme de encima el sueño que cargo.
FRESITA
Y el rojo como plata de los globos, esa hermosa alfombra que decora la elegante y romántica mesa para dos comensales en vajilla de porcelana blanca que yo mismo ayudé a poner.
Como esos gloriosos fuegos artificiales, que a hora indicada y sincronizada, comenzaron a destellar en sus formas y colores perfectos en el gran cielo nocturno y despejado.
Todo.
Parecía en color gris.
Si.
Inclusive, mi galería de arte misma.
Miro a mi amigo que no para de beber y cual, es muy malo para ello debo decir.
Un gris oscuro, por culpa de Vanesa.
Ya no hay colores como alegría.
Suspiro triste sobre la acera y tres pasos más atrás de Cael sin dejar de seguirlo, que tambaleante y hasta con una amenazante arcada de vomito por culpa de la borrachera que lleva.
Busca apoyo en un árbol y me niego a socorrerlo, porque su tristeza no me lo permite y necesitaba.
Según sus propias palabras en la galería.
Hundirse en su propia desgracia sin compañía.
Desdicha, cortesía de su exprometida y ahora, exnovia.
Ya que Vanesa no solo, no apareció a su compromiso que mi mejor amigo llevaba meses preparando por y para ella.
También, cortando la relación de años, vía teléfono y rumbo al aeropuerto con destino Paris.
Me pone triste ver como Cael ayudado por ese árbol, se le escapa una irónica y amarga risa, continuo a negarse para sí, triste y muy ebrio.
Gruñe palpando sobre su ropa.
Tampoco intervengo respetando la distancia que necesita, pero me mantengo alerta a todos sus movimientos.
Creo, que busca su celular.
No lo sé, pero impulsado sobre su hombro, continúa caminando y a duras pena cruzando una calle y luego otra.
Llega a la tienda de comestibles, donde trabaja Connor.
Quiero entrar y saludarlo, pero ver a Cael detenido en una de las mesas.
La única en realidad.
Ocupada por una niña en precaria en condiciones, totalmente dormida sobre esta y un mar de papeles como periódicos y a él.
Mierda, de tristeza.
Apretar su pecho ebriamente por tanto dolor copando sus ojos de lágrimas, por ese adiós a esa relación tan abrupta y sin anestesia, me conmueve acercándome a Cael, mientras sobre el rabillo del ojo, noto como Connor atiende queriendo no dormirse a un cliente dentro y totalmente ajeno a nuestra presencia, acá afuera.
En realidad, batallando contra un sueño que donde estamos, percibo por sus constantes bostezos por más que los quiere disimular.
Y asiento, pensando que es lo mejor.
Mañana, hablaré con él.
Pero Cael buscando algo en la mesa de la chica despreocupado, me saca de mis conclusiones y más a lo que sea que busca, no encuentra y con ello, miedo a que despierte asustando a la chica por la presencia borracha de Cael casi encima suyo, causando que grite de pánico y llame a la policía.
- Hora de volver a casa, mi borracho y sexi amigo... - Le digo interviniendo, tras su espalda y percatándose de recién mi presencia y que nunca lo abandoné.
Me sonríe con un hipo borracho.
- ¿Conoces a la bella durmiente de la silla? - También le sonrío y le pregunto bajito para no despertarla, mirando como Cael a la pobre niña.
Me niega sacudiendo su cabeza y ese movimiento, hace que grite tipo revolución su cabeza, ya que con ambas manos se la agarra, mientras me ruega que lo lleve a su casa.
Afirmo feliz por su pedido.
Ya era hora.
Pero antes y sacando mi billetera de relucientes colores de uno de mis bolsillos, pongo un billete de buena nominación y con cuidado, bajo el brazo de la muchacha.
- ¿Qué, carajo haces? - Exclama, viendo mi actitud y río silencioso y la señalo.
- Está muy flaquita, mira su cuerpo desmedrado... - Seguido a señalar las prendas antañas que acarrea. - ...y sus viejas ropas, estilo infantil me recuerdan a mi mejor amiga de la U...
- ¿Junot? - Me pregunta, ya que no tuvo el placer de conocerla y bajo otro hipo rabioso sin dejar de mirar curioso a la dormida muchacha.
Mi respuesta, palmear su espalda con cariño mientras me saco mi abrigo.
Una chaqueta de vestir, quedando solo en camisa para ponérselo sobre sus hombros con mucho cuidado.
- A una mujer, siempre se la cuida. - Suspiro otra vez, con algo de nostalgia. - No se la toca, ni con un pétalo de una rosa. Sabias palabras que mencionó más de una vez, el caliente y partible padre de mi amada amiga Juno... - Sonrío más, mientras lo ayudo a caminar. - ...pero sí, para cuidarla... - Finalizo, guiñándole un ojo y justificando por qué, dejo mi abrigo a la chica mientras lo aliento a que sigamos, ya que por la mañana tiene trabajo.
Pero se detiene de golpe y dejándome atónito, se vuelve a ella decidido por algo y es para sacar de su bolsillo, el anillo de compromiso que era para Vanesa en su cajita y depositarlo en una de sus manos algo cerrada y junto al billete que yo le dejé.
No logro escuchar lo que le susurra, pero al finalizar sacude su cabeza que no comprendo tampoco, para luego caminar hasta donde quedé y hacer lo mismo que yo, antes de seguir.
Mirar como Connor dormita frente al pequeño televisor del negocio.
Por su borrachera no logra reconocerlo y pienso que es mejor así, ya que Cael me necesita hoy y tal vez mañana.
Y hasta pasado.
Y también, lo miro por última vez.
Ya me comunicaré con él, me consuelo.
CONNOR
- ¿Tú, me propusiste matrimonio y me abrigaste mientras dormía anoche? - La chica me dice.
No tengo idea de que me habla.
Es más, su presencia de golpe me toma desapercibido mientras trapeo el local antes que termine mi turno.
Y por eso la miro raro dejando de hacerlo, tomándome unos minutos de silencio por su incoherente pregunta y como no encuentro tampoco yo una racional, mojando el trapeador en la cubeta con limpiador líquido, continúo limpiando el piso.
Pero su persona inquisidora me sigue, obligando a mirar tanto la cajita de gamuza que contiene la sortija como el abrigo.
Nuevamente y demasiado cansado, le niego.
- ¿Y no viste a nadie? - Insiste.
- No, señorita. - Respondo y no se da por vencida.
Me sigue por más que dejo las cosas de limpieza a un costado de las gaseosas por ser casi la hora de mi compañero de turno y me dirijo al mostrador, para alistar el cambio de a caja registradora.
- Por favor...intenta hacer memoria. - Me pide. - Era un hombre... - Señala la chaqueta. - ¿Rubio? ¿De pelo oscuro? ¿Alto? ¿Bajo?
Estoy limpiando con el paño de mesa, el largo del mostrador de atención al cliente.
Su insistencia, obliga a mis ojos a elevarlos y volver a negar.
- No vi nada, señorita... - Sincero y tal también, por cierta vergüenza, ya que me dormí por primera vez en un jornada de mi turno.
Mi negativa y que prosiga con mis cosas, la hace fruncir su ceño poco contenta, pero se termina de convencer por el sonido de la puerta abriéndose por la llegada de mi reemplazo, cosa que la hace desistir y marcharse.
Resoplo.
Gracias a Dios.
Minutos después y llegando a mi casa, seguido a una ligera ducha, me lanzo a la cama por una hora de descanso y sueño.
Lo suficiente para terminar de recuperar lo poco de agotamiento que acarreo, cerrando mis ojos y encontrando el nido justo a mis sábanas.
Todo, está casi listo.
Lo que usaré de desayuno, lo traje de la tienda antes de salir.
Solo falta que llegue Demian en un par de horas y poner agua para el té, me consuelo tapándome con mi cobija.
FRESITA
- Oh mierda... - Es lo primero que exclamo, después de una madrugada de niñera y sin cerrar un ojo, cuidando a mi borracho amigo y obligarlo a él, que si duerma.
Después, que se duche, desayune y ahora, dejándolo en su piso de la editorial con una resaca de los mil demonios.
- ¿Qué? ¿Qué pasa? - Cael apenas sosteniendo su cuerpo derrumbado en su sillón y ya en su oficina, me mira siendo una piltrafa humana.
Sirviéndome café, le elevo mi celular con su pantalla negra por estar totalmente muerto.
- Préstame tu cargador... - Me acerco a su escritorio y a duras pena, lo saca de uno de los cajones. - ¡Rayos! - Maldigo notando cuando me lo da, que no son compatibles.
Pero no me doy por vencido.
Saliendo de su oficina le pido a los chicos, cosa que, los que lo trajeron tampoco es semejante.
Mierda.
Volviendo, Cael ni reacciona a mi tercer blasfemia.
- ¡Rayos! - Exclamo, mientras pienso en como comunicarme con Connor al mirar la hora de la mañana y por ni siquiera, recordar como empezaba su número.
Y me dejo caer con todo mi peso, en la silla más próxima buscando abanicarme con un dramática exhalación.
Pero esta, se acorta a mitad de camino siendo interrumpido por el sonido de la puerta de la oficina de Cael, por un chico de entrega trayendo un paquete para él.
Mi amigo por inercia y sin siquiera abrir el pedido, firma su carpeta y antes que salude, soy iluminado por una idea.
- ¿Estás libre? - Le pregunto, poniéndome de pie de golpe y cual por el movimiento, la silla se desliza y choca contra una pared.
El muchacho asiente y palmoteo feliz, seguido a tomar el bolígrafo de Cael que aún permanece entre sus dedos y desgarrando una hoja de un cuaderno de su escritorio, para anotar algo.
- Necesitaría que lleves este mensaje... - Escribo uno rápido a Connor. - ...a esta dirección... - Finalizo dudando, porque a ciencia cierta no sé, si la numeración de su domicilio era 9 o 6.
Me inclino por el 6, ya que está entre los primeros departamentos.
Lo doblo y entregando un dinero, se lo doy con otro soplo de mis pulmones.
Pero esta vez, de tranquilidad.
No le escribí una extenso escrito romántico.
Solo explicando lo trágicamente sucedido a Cael anoche, su estado de tristeza y que me necesita ahora, que me disculpe por no ir hoy cumpliendo mi promesa, pero que solo necesito un par de días para acomodar el estado emocional de él.
Miro al chico de los recados irse.
- ¿Pasa algo? - La voz apenas audible de Cael y de ultratumba, se siente a mi espalda.
Volteo a mirarlo.
No me está mirando, lo hace al piso por sus brazos apoyados en el vidrio de su escritorio y manos sosteniendo su cabeza.
Contarle que por su desdicha siendo hoy su peor día, pierdo el que a lo mejor iba a ser el mejor de mis días y más, notando como pequeñas lágrimas mojan la superficie de una hoja que ni siquiera se molesta en correrla por un llanto silencioso, me hace callar y tomando aire como mostrando una sonrisa, voy a él.
- Nada, cariño... - Finjo despreocupación, volviendo a mi taza y en preparar otra para él. - ...un día más como cualquiera... - Le dejo la taza ya a su lado y obligo a que cambie su postura para que lo bebamos juntos, sentándome a su lado y como si fuera un niño, le limpio esa lágrima con mi pañuelo de encaje negro. - ...ahora, cuéntale a tía Fresita que estás en tus cabales, qué sucedió anoche... - golpeo mi pecho. - ...y llora lo que haga falta, que para eso estoy... - Ya que me considero bueno en eso por buen amigo y con Juno por culpa del sexi Caldeo como Amely con su amor necrófago, me recibí de ser una especie de doctor corazón, escuchando las penurias de amor.
CONNOR
Mis ojos se abren de golpe y de la misma manera, me incorporo rápido de mi cama.
Miro la hora.
Mierda.
Dormí de más.
La cobija vuela al levantarme calzándome las zapatillas y mientras busco una camiseta para ponerme, pongo el agua para el té y sobre la mesa, algo de fruta cortada y unas galletas dulces.
Demian está retrasado, pero eso me alegra, porque también lo estoy y quiero cuando llegue que todo esté listo.
Siento ruido afuera y sin dejar de cepillarme los dientes, abro la puerta pensando que es él.
Pero asomado con medio cuerpo afuera, me desanimo notando que solo es un chico, cual por su uniforme puesto de un reconocido delivery de entrega de paquetería y cerca de las escaleras del patio interno de mi edificio, flexionado al encontrar la numeración tras golpear la puerta y no ser atendido, desliza por abajo de esta un papel y se marcha.
Bufo sin dejar de cepillar mis dientes al volver adentro y escupir la pasta en el lavatorio.
Y la demora de más de una hora que me daba alegría, ahora me desmotiva pasando casi dos sentado y mirando las dos tazas ya frías de té.
Por octava vez, procuro llamar a Demian, pero la misma numeración, que su correo de voz me atiende.
Miro la hora, algo enfadado y tomando mi mochila.
A la mierda.
Supongo que me llamará más tarde, justificando el motivo de por qué no vino.
Chequeo si en mi billetera tengo el pase de los autobuses, mientras camino a la puerta para salir.
Iré yo solo a averiguar lo de mi universidad.
Me cuesta cerrar la puerta y como siempre con cada uno de mis impulsos para hacerlo, el número 6 que indica mi ubicación de departamento y desde que me mudé y por faltarle un saliente a una parte que lo sostiene, para variar y girado hacia abajo, siempre dice 9.
Niego, intentando acomodarlo y con otro giro, ponerlo a su número real siendo el 6, mientras hago una nota mental de arreglarlo, porque siempre lo olvido.
Resoplo al verlo que quedó, seguido a encaminarme escalera abajo para irme.
Y todo ese día, aunque pruebo solo un par de veces más en llamar a Demian y volver a escuchar su correo haciéndome enojar, mi ánimo sube por los dos papeles que llevo en mis manos caminando ya de salida por el campus.
Una con sello y fecha próxima, mi nuevo comienzo a clases y la otra, mi pago completo de mi semestre, como ya la tranquilidad de mi matrícula también, paga del año que viene.
Guardo ambos papeles con cuidado dentro de mi mochila feliz, cuando siento que alguien dice a la distancia mi nombre, haciendo que gire buscando entre la concurrida explanada de estudiantes para encontrarme entre ellos y corriendo hacia mí, a alguien saludándome con su mano en alto.
Y sonrío al reconocerlo.
Chaise.
De los pocos compañeros de mis clases pasada, que hice y se podría decir, una amistad.
Estudiaba mecánica como yo y supongo que debe estar avanzado un par de años, al abandonar yo y él, muy inteligente.
Agradable a la vista y mucho en su personalidad.
Su pelo negro ahora un poco más largo o por un corte diferente tal vez, lo lleva cayendo de forma uniforme sobre su frente, dándole una apariencia más alegre.
Venía de una buena familia, cual su ropa como veo hasta ahora, lo revela con su aire casual y llamativo, de jeans gastados y camisa abierta sobre una básica blanca bajo, provocando que sonría más por causar lo que veo que no es del pasado tampoco.
Que su apariencia física como esa aura que emanan todos los chicos lindos, no sean desapercibidos por las mujeres y hasta hombres que cruza mientras camina.
Golpea amistoso mi hombro al llegar, seguido a un abrazo que me sorprende.
Pero, se lo devuelvo sonriente.
Solo es un par de años más grande que yo, pero al permitirse separarse algo de mí, me escanea verificando mi estado.
¿O bienestar?
Feliz, palmea mi hombro.
- Aunque estoy enojado, porque creí que éramos amigos y desapareciste de golpe... - Me reprocha. - ...estás bien...
- Lo siento... - Me disculpo. - ...fue una época mala y de muchos cambios de golpe... - Sabía que estaba mal económicamente y aunque quiso ayudarme a modo préstamo, porque me negaba a regalo por más amistad, comprende por saber mi situación.
Asiente lentamente.
- Lo sé... - Me dice retomando a mi par, el camino por uno de los senderos estudiantiles. - ...pero, tu salida de golpe y no poder encontrarte, me dejó preocupado...
Sonrío y lo miro.
- Sin trabajo en ese momento y viviendo con mi hermana, decidí vender mi móvil entre otras pertenencias para poder sostenerme solo, buscando trabajo. - Le explico, si intentó comunicarse conmigo.
Afirma, comprendiendo.
- ¿Y conseguiste trabajo?
- Y casa propia... - Acoto.
Se alegra.
- Eso es bueno, valió la pena entonces tanto sacrificio. - Le doy la razón, señalando mi mochila que cuelga de mi espalda.
- Ahorré para retomar las clases nuevamente y perseguir mi otro sueño, aunque cuesta encontrarlo...
- ¿Encontrar? - Chaise, me interrumpe curioso.
Asiento, sin dejar de caminar casi llegando ambos a la salida.
- Aunque no seguí con la universidad, me postulé a cursos de mecánicas que los cumplí a fecha. - Le cuento. - Pero no se me dio encontrar un sitio no muy grande pero accesible en lo económico, para poner mi propio taller mecánico y sería bueno con una habitación anexa para mudarme, ya que costear dos alquileres sería complicado. - Chaise me escucha pensativo.
- ¿Tienes el resto de la tarde libre, Connor? - Dice de pronto.
Miro mi celular, aún mudo de signo de vida de Demian.
Me encojo de hombros, algo enfadado.
- Si, es mi día libre de lo laboral. - Ahora yo, curioso. - ¿Por qué?
Me abraza por sobre un hombro.
- Creo que puedo ayudarte con ello, pero antes necesito consultarlo por teléfono... - Me explica. - ¿Qué te parece si te invito a comer y nos ponemos al día? - Mira mi mochila. - Y de paso, me cuentas de tu nuevo integro al estudio, tengo los libros de cursos anteriores y quiero ayudarte Connor. - Se propone y la verdad, todo lo que me ofrece sería de gran apoyo.
Tenerlo como guía junior, no me vendría mal en lo asistencial.
Aparte, siempre lo estime mucho y verlo, me hizo recordar los buenos momentos de estudiar.
Y olvidar, el abandono mal educado de Demian...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top