Capítulo 9
Ya estando en casa, hablé con Natalia sobre la conversación que tuve con Anna. Ella no se encontraba tan sorprendida como yo al respecto, pero supo entender mi reacción.
Lo que importa, en realidad, es que ninguna de las dos está del todo tranquila por ese tal Leandro.
—Si no podemos preguntarle a ellos, capaz sí preguntarle a Martín, porque no nos olvidemos que él también está metido en este quilombo.
Touché.
—¿Viste que sos una gurisa inteligente y no me creés? Te besaría el bocho¹ ahora si pudiera, ¡genia sos! —Le doy un ruidoso beso al teléfono—. La cagada es que tenemos que esperar hasta el viernes, que es cuando tiene clase con los de tercero y lo cruzamos cuando se va a su casa.
—Cierto, cierto...
Seguimos charlando sobre trivialidades hasta que le recuerdo que mañana tenemos Teatro.
—¡Ni me digas! Todavía no me aprendí mi parte y presentamos el jueves que viene. Y antes de que lo digas, ¡ya sé que me ofrecí! —chilla, partiéndome los tímpanos como cada vez—. Pero fue porque nadie más quiso. ¿Por qué no lo hacés vos? Te gusta la materia y el profesor sigue encantado desde el último escrito.
—¡Jaaaaaa! ¡'maaaginaaaate! Ni loca, boluda, ¿presentar frente a todo el liceo? ¿Te imaginás que me vea la de literatura o los pendejitos de primero cuando salen de gimnasia, haciendo ese papelón? Yo por ahí no paso.
¿Me ven a mí haciendo una obra? Además, el fragmento que le tocó a Nati no es algo simple como un par de diálogos, ya que el personaje está discutiendo con otro y es algo violento, por lo que implica gritar y expresar la desilusión y luego el impulso de valentía de la protagonista, dejándose llevar por la discusión acalorada que escala cada vez más rápido. No es fácil. Por eso, como dijo Nati, nadie quería interpretar el papel en ese fragmento de la obra. El único verdadero entusiasta por encarnar el rol de Omar fue Ramiro Sánchez, un compañero que apenas juno².
Sin embargo, tengo un mal presentimiento de que ella insista con que yo me anime a participar.
•••
Jueves
Se los dije. Se los dije, ¿no? Yo sabía que algo iba a pasar.
Sé que se estarán preguntando al respecto, por lo que voy a responder sin muchas vueltas: Natalia Púa no vino a clase y acaba de avisarme que está con Emiliano haciendo el trabajo de Literatura, agregando un emoji de ojitos al final del mensaje.
—Yo la mato, yo la mato... —murmuro entre dientes desde el fondo del salón.
El primer fragmento de la obra es ensayado un par de veces, donde el profesor les indica que lo hagan con más pasión, que empaticen con el personaje. Desde lejos es divertido verlo exagerar las expresiones en su rostro y luego mostrar la diferencia entre las actuaciones de mis compañeros y las que él busca que alcancen.
El hombre aplaude un par de veces para que reproduzcan de nuevo la música. Por el parlante portátil se oye un solo de bandoneón del famosísimo tango "Por una cabeza". Es la quinta vez que lo escucho en el día y sé que así seguirá siendo, porque, bueno, es la cortina musical que separa cada acto de la obra.
Ellos están interpretando fragmentos, ya que es muy extensa y es nuestro primer año con esta materia, por lo que el profesor no quiso sobrecargar a mi grupo con demasiado texto que muy pocos se van a aprender. Pero, a cambio, exigió que se tomasen totalmente en serio los papeles elegidos.
—¡Detengan la música! —suplica con cierto enojo. Se levanta y le pide a mis compañeros que vuelvan a sus lugares—. Chiquilines, chiquilines... Entiendo sus pocos ánimos para actuar, pronto terminan el curso y estarán un paso más cerca de su graduación. Sin embargo, les pido encarecidamente que se esfuercen en interpretar a sus personajes. Si no les agrada el teatro, utilicen como motivación que es la mitad de la prueba final. Noto sus rostros de pánico, por lo que les aclararé lo siguiente: la segunda parte será un informe escrito. Luego de la presentación, el próximo jueves, sabrán las pautas de este. Hoy continuaremos con los ensayos.
¿Un informe escrito? ¿Será que el profe quiere que hablemos sobre la actuación de nuestros compañeros o algo así?
Aunque tratan de pedir explicaciones, el profesor se abstiene a comentar más y llama a los siguientes alumnos para practicar su fragmento de la obra.
Mientras suena la música, quienes están encargados de la escenografía van cambiando los muebles correspondientes.
Noto que mi teléfono se enciende ante la llegada de varios mensajes, por lo que dejo de prestar atención a la clase cuando reviso de quién se trata: Natalia.
En resumidas cuentas, Emiliano y ella tuvieron relaciones sexuales. ¿Qué me aporta a mí? Nada, pero si emociona a Nati, entonces debe haber sido una gran experiencia. Por suerte no especifica mucho, solo destaca las características físicas del chiquilín y las ganas de repetir el acto. También me menciona que, antes de que "se dieran las cosas", estuvieron charlando sobre volver a salir los cuatro o que nos juntáramos en la casa de alguien y miráramos películas. La única condición de este último plan es que Nacho no las elija.
¿Es buena idea? O sea, no lo digo como si fuera peligroso o tal, porque tengo cierta confianza en ellos, es solo que una parte de mí todavía le cuesta aceptar que ahora no somos solo nosotras dos. Irónico, por supuesto, si tenemos en cuenta que fui yo quien los incluyó.
—Señorita Clavijo —Levanto la cabeza—, ¿usted conoce el motivo por el que la señorita Púa no ha asistido al ensayo?
Tengo que salvarla, ¿verdad? ¿Y cumplir mi rol de buena amiga?
—Sí, pasa que Nati se levantó con cólicos, ya sabe, cosa de quienes menstruamos, y se tomó algo para aliviarse pero me acaba de avisar que todavía no le hizo efecto —Señalo el teléfono, justificando así mi distracción.
—Por favor, ¿podría decirle de mi parte que repose y no se preocupe en venir hoy? Como padre soltero de dos adolescentes que menstrúan, conozco de cerca cómo padecen dichos dolores y es preferible que tome un descanso mientras surte efecto el medicamento —Luego suspira, cansado—. Debido a la ausencia de la señorita Púa, ¿hay un voluntario para suplantarla el día de hoy?
Tecleo rápido la conversación que acaba de suceder, y, de reojo, presto atención a la poca cooperación de mis compañeros. ¿En serio nadie quiere participar? Ni siquiera la lamebotas del aula se atreve a levantar la mano.
Puteo mentalmente a Natalia por lo que estoy a punto de hacer.
—¡Señorita Clavijo, qué sorpresa! Acérquese.
Me levanto de mi asiento, tratando de ignorar las miradas curiosas sobre mí. No son más de tres metros hasta donde se encuentra el profesor, pero el recorrido se siente como una puta eternidad. Por un momento me planteo la idea de fingir un desmayo o decirle la verdad al hombre calvo, aunque se esfuman gracias a mi estúpido sentido de moral por bien mayor.
—Usted ya ha visto los ensayos de su compañera, por lo que no es necesario explicarle dónde debe posicionarse, ¿cierto?
—Sí, profe —apenas logro gesticular.
Noto su mirada de ilusión y el peso de culpa se vuelve más pesado a mis espaldas. Tampoco ayuda que mi compañero esboza una sonrisa, aunque creo que su intención es darme confianza para asumir el rol.
Inhalo, pienso en vaciar los sentimientos propios. Exhalo, repaso a gran velocidad la primera acotación de nuestro fragmento. Inhalo, recuerdo las características de la escena. Exhalo, me adentro en el personaje que debo interpretar.
—¡Comienza Ramiro! —dicta el profesor.
Acto seguido, el susodicho desfigura su rostro para simular enojo y superioridad. No puedo creer que él no trae el guion en su mano, ¿ya se lo aprendió?
—Tu ciclo terminó. Sos una figurita repetida en los ómnibus. La gente necesita espectáculos nuevos. Se acostumbraron a tu cicatriz. Hay que darles algo... distinto.
—¿Y yo...? —pregunto con voz débil. ¿Lo estaré haciendo bien?
—A vos te voy a poner en las puertas de las iglesias y en los cementerios. Ya te tengo organizado un tour. Se saca poco, pero algo es algo, ¿no?
—¿Tu Cecilia va a estar en los ómnibus?
—Y sí, Roma —Utiliza un tono de obviedad que demuestra ser superior; Ramiro conoce muy bien al personaje que está interpretando y eso me intimida—. Las luces del centro ya no son para vos.
—¿Y va a usar el vestido que me regalaste?
—Y sí, a vos te gustó, ¿no? Así como le había gustado antes a la parda Beba y a la tuberculosa. Se ve que no pasa de moda —Suelta una carcajada y luego simula toser. No hay acotación al respecto, ¿acaso tiene unos cuantos años encima de actuación y por eso sabe cuándo agregarle su toque? Da un paso hacia mí, lo cual sí esperaba que sucediera—. La vida es así, nena: un día estás acá —señala alto, por encima de nuestras cabezas—, y mañana estás ahí —Su dedo apunta hacia el suelo.
El nerviosismo recorre mi cuerpo más que la sangre. Llegó el momento crucial: la confrontación de Roma. Estoy segura que si no lo doy todo ahora, el profesor se va a arrepentir y yo voy a perder lo poco que reservo de dignidad.
—Eso va a ser si yo quiero —respondo de forma desafiante. Cierro la mano libre en un puño.
—¿Desde cuándo vos decidís algo? —escupe altanero.
—Desde ahora.
—¿Ah, sí? —Levanta una ceja, casi que burlándose de la situación.
Ramiro sabe pisar el escenario, ¿cómo no lo noté cuando vi los anteriores ensayos?
—No me vas a tocar más. No me voy a dejar pegar más —elevo la voz en las últimas palabras.
—Me hacés llorar de la risa, nena —Da un paso hacia mí—. ¿Quién mierda te creés que sos?
—No te acerqués, Omar. Si no...
—Si no, ¿qué? —me interrumpe. La distancia entre nosotros se acorta más.
—¡Quedate ahí, no caminés más!
Observo hacia todos lados, ya que, según el guion, Roma busca algo para defenderse.
—Vos necesitás un tranquilizante entre las piernas. ¿Sabés que así como estás me calentás más que nunca? —El tono de Ramiro me incomoda de cien formas diferentes, pero mantengo la compostura porque no es una situación real, él está actuando... Él está actuando, ¿no?
—Andá a revolcarte con la Cecilia esa o con las otras que tuviste antes —suelto, fingiendo desesperación.
—Seguí hablando así, seguí que me gusta...
Tratando de no romper el libreto físico, él se abalanza sobre mí y forcejea suave, aunque lo suficientemente exagerado para que los espectadores lo crean. Empujo con el codo los vasos de plástico para que estos caigan. Luego me "libero" y agarro la supuesta botella rota en el piso, representada por una de refresco de medio litro. La apunto hacia él, por lo que se aleja varios pasos de mí.
—Vení, Omar, vení —provoco al joven cual persona al borde de la locura—. Tocame, ¡tocame, dale! ¿Qué esperás? ¿¡No te animás!? ¿¡No te da el cuero, Omar!?
Noto la violencia con la que vuelve a acortar la distancia, señal de que debo "cortarle" el rostro con la botella. La cruzo de derecha a izquierda en un movimiento rápido y él esconde el rostro entre sus manos, soltando un aullido. Se retira del supuesto escenario en plena agonía. Exhalo. Cierro los ojos, al tiempo que se me dibuja una sonrisa.
El solo de bandoneón indica el final del fragmento.
—¡Magnífico, increíble! —El profesor aplaude por encima de la música—, ¡comprendieron a los personajes y los interpretaron excelente! No esperaba menos de la señorita Clavijo y el joven Sánchez.
Estoy a punto de agradecer los cumplidos cuando soy consciente de SU presencia. Ahí, sentado al lado del adulto, cruzo miradas con el mismísimo Ignacio Leyes.
Una llamarada de vergüenza se expande por todo mi cuerpo, acentuándose en mi cara.
¿No querés tragarme ahora, tierra?
--------------
¹· Bocho: cabeza.
²· Junar: conocer o reconocer a alguien. En ocasiones puede utilizarse con tono despectivo. "¿Y a vos quién te juna?"
¡Buenas, personitas del multiverso! ¿Cómo están?
¿Qué les pareció este capítulo? ¿Imaginaron que Nati faltaría a clases para estar con Emi? ¿Qué opinan de Adelina como actriz? ¿Tienen alguna teoría sobre por qué Nacho está ahí? ¡Los leo en comentarios!
No se olviden de votar y recomendar esta historia a sus amigos, ¡y gracias por estar del otro lado! Se les adora muchísimo.
Saludos desde las nubes, Nadia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top