Testimonio 2: La seguridad que perdí


Por: @LaTaecondaAhre

Toda esta situación inició en el 2015. Un chico del colegio en el que estudiaba empezó a mandarme mensajes muy raros por Facebook, eran fotos mías en las que claramente no era consciente de que él me observaba.

Decidí ignorar cada mensaje que él, ya que no solo eran fotos mías, eran vídeos pornográficos y textos largos diciendo cosas perturbadoras. Él empezó a acercarse a mí en los recesos o actividades en las que nuestros cursos debían unirse.

A medida que pasaban los meses eran más los mensajes perturbadores y las fotografías mías que él me enviaba. Empezó a escribirle a mis amigas para saber de mí; creaba perfiles fakes en donde se hacía pasar por otra persona, y cuando no conseguía la suficiente información sobre mí, enviaba mensajes en los que me decía que me iba a matar y que era una zorra y puta.

Al finalizar ese año le rogué a mis papás para que me cambiaran de colegio, pero no accedieron, ya que me dijeron que había sido difícil conseguir mi cupo.

En el 2016, durante las primeras semanas de clase, él no fue a estudiar; pensé que ya no seguía en el mismo colegio, pero, cuando volvió, noté que se me acercaba de manera perturbadora. Un amigo suyo intentó acercarse a mis amigos para preguntar sobre mi vida fuera del colegio. Al ver que no conseguían nada, empezaron a perseguirme camino a casa. Noté que estaban a una distancia prudente de mí, pero siempre que volteaba mi cabeza para verlos, detenían su paso y fingían estar hablando. Cuando yo entraba a mi casa, ese par se quedaba el resto de la tarde merodeando por los alrededores.

Todos los días hacían lo mismo y mi hermana menor se asustaba de que nos llegaran a hacer algo. Empecé a regresar mi casa después del colegio con unos amigos que estaban enterados del tema; pero ese par, sin importar que estuviera acompañada, seguía persiguiéndonos.

En una ocasión, mi hermana y yo tomamos un taxi para volver a mi casa. Pensamos que, si lo hacíamos, no iban a estar merodeando por la casa toda la tarde, pero no fue así. Cuando llegamos y bajamos del taxi, ellos estaban a unos metros esperándonos. Nos pusimos nerviosas y entramos lo más rápido que pudimos.

Al día siguiente, llevamos impresiones de capturas de pantalla de los mensajes que él me enviaba desde el año anterior al colegio. Hablamos, mi hermana menor y yo, con el coordinador de convivencia sobre el asunto. Los papás de ese par fueron citados y se les puso la matrícula como condicional. Realmente pensaba que todo había acabado, pero no, ellos nos seguían persiguiendo cuando volvíamos a mi casa.

En la escuela había dos patios; ellos debían estar en uno distinto al que mi hermana y yo estábamos en el receso, además de que me tocaba estar cerca de alguno de los profesores, para que ellos supieran que ese par sí estaba lejos de nosotros.

Además de que difundía chismes sobre él y yo, este decía que habíamos tenido sexo y que estábamos juntos. Cuando los chismes llegaron a mis oídos, lo hablé con la psicóloga del colegio. Ella se lo contó a la rectora y al coordinador de convivencia; pero no lo tomaron en serio, ya que decían que eran ‹‹chismes de pasillo›› y que no debía ponerle atención a lo que otros estudiantes rumoreaban. Yo no lo sentía así, sabía perfectamente que él era el que estaba regando ese chisme.

Los mensajes en las redes sociales se intensificaron. Sentí que, a pesar de que ya lo había hablado en el colegio, no harían nada en esta ocasión. Me sentí desprotegida y vulnerable, no podía salir ni siquiera a la tienda de la esquina sin sentir que ellos estaban a unos metros de mí observándome.

Cuando se acabaron las clases del 2016, me mudé en Navidad a otro barrio con mi mamá, mi hermana menor y mi hermana bebé. Para ir al colegio tenía que tomar una buseta todas las mañanas y para regresar también. Ese par se dio cuenta; empezaron a acosarme a mí y mis amigos para que les dijeran a dónde me había mudado. En uno de sus mensajes él me dijo que el amor lo podía todo, lo cual era demasiado enfermizo.

A inicios del 2017, me di cuenta de que ya no había ni un profesor de los años anteriores y que la rectora se había mudado a Barranquilla. Eso me causó mucha desconfianza y supe que ese año iban a pasar cosas malas.

En San Valentín, él me había hecho un letrero en el que decía que me amaba y que si quería ser su novia. Yo me sentí incómoda y me fui a mi salón de clases. Al día siguiente, un profesor me mandó a llamar en el receso y me dijo que él se había sentido mal porque lo había rechazado y se había hecho cortes en sus manos. ¡Me sentí realmente enferma!

A medida que pasaba el tiempo, se me acercaba cada vez más y les decía a todos que estábamos saliendo. Muchos me preguntaban si era cierto y yo lo negaba rotundamente.

Me perseguía hasta el paradero del SITP (Sistema Integrado de Transporte Público) y se paraba detrás de mí, a centímetros. Cuando yo subía al bus, él esperaba a que este arrancara y luego se iba.

El acoso se volvió enfermizo. Me sentí vulnerable, pensé que en cualquier momento él iba a hacer algo malo.

Había una chica de su curso que era mi amiga. Ella me comentó que él tenía fotos mías, impresas en su mesa de noche. No le creí hasta que muchas personas de su curso empezaron a contármelo.

Él me hablaba de libros en todos los recesos y no le decía nada, solo me quedaba muy quieta y cuando se me acercaba, me alejaba instintivamente. Mi primo se dio cuenta de esto y todos los descansos estaba conmigo; eso lo alejó a él y volví a sentir un poco más de confianza.

Después de un tiempo decidí irme a vivir con mi papá, quien vivía cerca al colegio. Él se enteró y volvió a hacer lo mismo del año anterior con su amigo. En esta ocasión era yo sola, ya que no tenía a mi hermana menor y no quería volver a preocupar a mis amigos, pero ellos se daban cuenta de que no me sentía cómoda. Peor todavía, los profesores me decían que él se había deprimido porque yo no le hablaba. Empecé a sentirme inferior y a volverme paranoica. Sentí que él siempre estaba a unos pasos detrás de mí, observándome fijamente.

Evitaba quedarme más de lo necesario en el colegio. Siempre que alguien me invitaba a salir o había planes en mi grupo de amigos, decía que no. No me sentía segura llegando a las seis de la tarde a mi casa, o incluso estando sola en mi casa hasta las ocho de la noche, me sentía desprotegida.

Él enviaba mensajes diariamente diciendo que me amaba y las fotos nunca cesaron. Sus mensajes cada vez se volvían más vulgares. Las fotos eran la peor parte, hacia zoom en mi trasero y mis pechos.

Su amigo dejó de acompañarlo en las tardes cuando me perseguía hasta mi casa, y me ofreció una disculpa en el colegio. Me recomendó que me mantuviera alejada de él lo más que pudiera y que tuviera cuidado en las tardes.

Comencé a faltar al colegio, excusándome de que me sentía muy enferma, pero mi papá dejó de creer en esa mentira y me obligaba a ir al colegio.

En el receso me la pasaba con mi amiga y su novio en el salón de clases, para no encontrármelo en el patio. Cuando por fin se acabó ese año escolar, mis compañeros decidieron hacer una fiesta de despedida en la casa del novio de mi amiga.

Él estaba en esa fiesta. Era bastante perturbador cómo me miraba. El novio de mi amiga se dio cuenta de que estaba incómoda y le dijo a ella. Mi amiga fue donde él y lo echó de la casa, pero él se quedó esperando a que acabara la fiesta, en un parque cerca.

Me fui de la casa aproximadamente la una de la mañana. Él empezó a caminar en la otra acera a la misma distancia que yo. Me dio muchísimo miedo; él parecía darse cuenta porque sonreía de una manera asquerosa cada vez que volteaba su vista hacia mí.

Cuando estaba a punto de cruzar la acera, mi primo llegó corriendo y se dio cuenta de lo que él me intentaba hacer. Estaba enojado bastante, pero no hizo nada irracional, solo solicitó un UBER y yo me quedé a dormir en su casa.

Al día siguiente mi tía me dijo que sabía lo que me pasaba, mi primo le había contado todo. Ella me aconsejó que mejor volviera a vivir con mi mamá y no regresara al colegio después del grado.

A inicios de este año, él estuvo fastidiando a mi hermana. Le preguntó repetidas veces por mí. Ella no le dijo absolutamente nada y le contó a mi hermano mayor de la situación. Ambos fueron a hablar al colegio sobre el hostigamiento que estaba ejerciendo él sobre mi hermana para que le diera información sobre mí. La rectora no quiso hacer nada al respecto y mi hermana fue inscrita en otro colegio cerca de la casa.

Él siguió enviando mensajes por todas sus cuentas fakes. Dejé de utilizar Facebook por un tiempo mientras volvía a recuperar la confianza y dejaba mi paranoia. Luego me fui a vivir a otra ciudad con mis abuelos para poder estudiar. Hace poco volví a abrir mi cuenta de Facebook, reposteé todas sus cuentas y lo bloqueé.

Aún no he podido salir a la calle sola. Me es muy difícil socializar con las personas, pero estoy en tratamiento para recuperar mi confianza y privacidad. Voy poco a poco recuperando todas esas cosas que perdí cuando él empezó a acosarme y, si la próxima vez me sucediera algo similar, no me quedaré callada como lo hice con él. No permitiré que me vuelvan a arrebatar la confianza.

Quiero que quien lea mi testimonio aprenda de este. No le deseo a nadie que pase por esta situación.

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