Un cierre

"Serás una excelente madre".

Estaba a punto de arrancarme el pelo si volvía a escuchar la voz de Kavi dentro de mi cabeza. Solté un ligero suspiro al razonar que la vida era lo más parecido a un cubo de Rubik. Te pasas la vida tratando de que todo encaje y cuando logras hacerlo, ves que todo tu esfuerzo no compensa tu alegría porque esta se vuelve momentánea. Por eso vuelves a desencajarlo. Cuando vivía en Santo Domingo, anhelaba otras emociones al sentir que mi vida era tan monótona. Obtuve el cambio, y después lloraba lágrimas de sangre para que todo fuera como antes.

Debía tomar el consejo de Rosendo, de volver a mi casa y dejar todo esto atrás. Pero no puedo, necesito dar un cierre, mi propio cierre. Por eso estoy en el hospital; semanas atrás, me valí de la ayuda de Bavol para formular una versión creíble a la policía. Todo hubiese acabado si, desde el mismísimo instante, le hubiera relatado a la policía mi historia. Pero decidí contar otra, una triste, en la que el padre de mi hijo, el filántropo y hombre de negocios Kavi Liderman, perdió la vida tratando de rescatar a su novia embarazada de una banda de secuestradores.

Llegué al pabellón donde descansaban los pacientes de UCI. Tenía en manos un ramo de Tulipán Papagayo; eran hermosos. Pregunté a la enfermera dónde estaba la habitación 315; por la forma en que me miró, supe que había aceptado el sustancioso soborno. La enfermera me condujo hasta la habitación en sumo silencio.

"Hazlo por el bebé y recuerda, no existen amigos falsos, existen personas falsas que dicen ser amigos".

Entré a la habitación. Darío se encontraba en un estado bastante delicado; Kavi le cortó la garganta de extremo a extremo y por puro milagro se había salvado... hasta ahora. Fue una batalla contra el reloj cuando fue ingresado; había perdido mucha sangre y tuvieron que someterlo a una traqueotomía. Además, sobrevivió a un infarto de miocardio. Antes de venir, había hablado con el doctor Thunder; necesitaba que estuviera consciente. Darío estaba débil, entubado pero despierto. Según los doctores, sería imposible que volviera a hablar, sus cuerdas vocales estaban atrofiadas.

Le acaricié el rostro con el tulipán; cuando estuve segura de que me reconoció, dije:

— Dudaba que sobrevivieras; eres un hombre fuerte, por lo que veo —Mi corazón bombardeó más rápido y mis mejillas enrojecieron cuando mi sangre empezó a fluir con furia desde adentro—. Los doctores piensan que nunca volverás a hablar, ¿sabías eso?

Darío ni se inmutó. Así que debía jugar un poco más fuerte.

—La primera vez que te vi, pensé que abusarías de mí, pero hiciste algo peor. Fingiste ser mi amigo, sabías muy bien lo vulnerable que estaba y, aun así, continuaste jugando conmigo —espeté sin un rastro de emoción.

Darío me lanzó una mirada como diciéndome que me fuera a la mierda.

—No eres tan inteligente como pregonabas, Kavi, como siempre estuvo a un paso delante de ti —Vi cómo arrugaba las sábanas con un puño—. Tu error fue confundirlo con las hojas o el tronco, y era la maldita raíz de todo.

Su cuerpo comenzó a temblar, eso era bueno, lo tenía donde quería. Por eso, vi conveniente sacar de mi abrigo una fotografía. La coloqué justo enfrente de sus ojos.

— ¿Reconoces a esta niña? —Fruñí el ceño— ¿No sabes, verdad? —dije con una sonrisa, aunque sonó a reproche—. Se llama Gypsy, es hija de Kavi y de tu hermana Zita.

El aparato que monitoreaba su corazón empezó a pitar.

—Es mejor que te calmes, si deseas que te cuente —añadí con firmeza—. Todos los hijos de Kavi están vivos. Era verdad que se tiraba a tu novia, pero nunca la obligó a nada. Ni tampoco forzó a tu hermana, es más, ella solita se le brindó en bandeja de plata.

Respiré hondo y me incliné hacia delante.

—Kavi era un asco como persona, pero amó a sus hijos e hizo todo lo que pudo por protegerlos. Mientras estaba hospitalizada, pensé por qué nunca te lo dijo y llegué a la conclusión de que no te habría temblado el pulso en matarla solo por ser hija de Kavi.

Darío intentó decirme algo. Solté una carcajada.

—Cálmate, porque aún no he terminado. Por este mundo andarán siete niños, todos hijos de Kavi. Y como hice un jugoso trato con tu contador. Llevé a cabo algunos cambios en tu testamento. Tu hermana sería la beneficiada y como está muerta, haré llegar tu dinero a Gypsy. Ella no lo necesita, pero, aun así, lo obtendrá, el resto que lo gaste tu contador como se le dé la gana. En cuanto a tus restaurantes, no los pondré en venta. Se los regalaré a tus enemigos.

Tocaron a la puerta y el doctor Thunder hizo acto de presencia.

—Te presento al doctor Thunder, él te suministrará unas sustancias: Bromuro de Pancuronio y Cloruro de Potasio. El primero es un bloqueador que te paralizará el diafragma, impidiendo la respiración y el cloruro de potasio te despolarizará el músculo cardiaco provocándote un paro al corazón. —El cuerpo de Darío se agitó, abrió la boca, pero no salió ningún sonido. Apagué esa pequeña voz de mi conciencia que me decía que me detuviera. Si lo dejaba vivir, me buscaría y podría dañar a mi bebé—. Hasta nunca Darío, y gracias por enseñarme a no confiar en toda persona que me tienda la mano; puede que lo haga porque tiene intenciones ocultas, como tú.

Observé cómo le inyectaban las sustancias y cuando el monitor comenzó a sonar con un pitido agudo y extenso. Me alegré, su cuerpo convulsionó. El doctor Thunder comenzó a fingir que estaba tratando de revivirlo. Esa fue la señal que necesitaba para saber que mi historia con Darío había terminado.

Al salir, me encontré con la enfermera.

—Su habitación es la 325.

Sus palabras me produjeron una dolorosa presión en el pecho. Un escalofrío viajó por todo mi cuerpo. Respiré hondo, casi ahogándome con el escaso aire en mis pulmones. Este era el segundo paso que tenía que dar para que mi cierre fuese definitivo.

—Bien —respondí con frialdad—, llévame con él.

Todavía habitaba en mi corazón una mezcla de odio con tintes de resentimiento hacia Román. Pero no era tonta; no podía obviar la quemazón que recorría mi piel con solo saber que lo volvería a ver. Traté de conciliar la paz conmigo al dirigirme hacia dónde estaba Román. Visualicé a Bavol custodiando la puerta.

—Sé que está en esa habitación —dije con decisión.

—Así es —respondió Bavol.

—Tengo que verlo —añadí, manteniendo una voz firme.

— ¿Es necesario? —Preguntó con la indecisión plasmada en su rostro—. Aunque estoy de su lado, mi lealtad siempre estará con el señor Kavi. Y ese muchacho era importante para él.

— Solo quiero verlo —mentí.

Bavol hizo una breve inclinación. Abrió la puerta, dejándome pasar. Mi corazón se apretó al verlo como estaba. Los sentimientos que sentía por él me daban miedo. Dejé escapar una respiración irregular, se veía terrible. Tenía los ojos cerrados, un tubo de oxígeno conectado a su nariz. Lucía frágil, su pelo y su barba habían crecido y tenía los labios entreabiertos. Sentí que mi sonrisa se elevaba poco a poco, mientras que mis lágrimas empapaban mis pómulos. Lo toqué con suavidad en el hombro, necesitaba que estuviera despierto.

Sus ojos se abrieron en rendijas, hizo una mueca de dolor.

—Despierta, Román —susurré.

Cuando reconoció mi voz, abrió los ojos como dos farolas. Intentó hablar, puse un dedo sobre sus labios, apretó su mandíbula y logré sentir la desesperación que irradiaba a través de su cuerpo.

—Descuida, no te haré daño..., por ahora —Se quedó quieto y añadí—. Darío, te dejó el recado de que te guardaría un espacio entre él y Kavi, serán como la puta trinidad de los mal nacidos. Fallé en mis dos disparos, espero no fallar ahora.

El dolor de su traición se propagó por mis vísceras mientras el ardor me reventaba el estómago.

—Confié tanto en ti, hiciste... —las lágrimas de rabia brotaron de mis ojos y me las quité con impaciencia—. No eres más que basura para mí, Román. Te odio con todo mi ser, y eso difícilmente cambiará.

Román, me estaba mirando fijamente.

—Cuando te conocí, te lancé una botella, si hubiera sabido de tus artimañas te habría cortado la garganta ese día. Fuiste un títere de Darío y mataste a la única persona que hubiera dado todo por ti.

Una contradicción de sentimientos se apoderó de mí. La rabia de saber que nunca le importé a Román me carcomía. Ese será mi mayor secreto que reconociera que me había enamorado de él. Mi corazón se resistía a perdonarlo, y tenía que sacar un poco del dolor que llevaba dentro.

—La mujer que tanto amaste, por la cual moviste cielo y tierra por encontrarla, no era más que una cualquiera —expresé con odio—. Tu querida Beth, se revolcaba con Kavi mucho antes de que la conocieras, y te utilizó para vengarse de las infidelidades de tu mentor.

El dolor se instaló en sus ojos, ese fue mi señal para reducir su mundo a cenizas.

—Descubrí que ella anduvo por la mansión a sus anchas. Esa información al principio no me cuadraba con la imagen de damisela en apuros que me pintaste —dije con amargura—. Nunca estuvo secuestrada, huyó de ti porque no sabía si el hijo que esperaba era tuyo o de Kavi.

Saqué otra fotografía que tenía en mi abrigo.

—Ves a esta niña, se llama Choomia. Es la hija que tu damisela y de Kavi —me incliné un poco más, cometiendo el error de aspirar su olor—. Ella estuvo contigo por puro despecho, mientras vociferabas tu amor a los cuatro vientos.

Tomé una respiración profunda e inestable, el rencor que nacía desde lo más profundo de mi alma me instaba a destruirlo.

—Nunca te amó, solo fuiste parte de su espectáculo en molestar a Kavi —dije alegremente. Un escalofrío me atravesó—. Saboteaste mi libertad por una puta mentirosa, y eso nunca te lo perdonaré.

La consternación en su cara me produjo felicidad.

—Hace unos días, la policía clausuró tu negocio. Recibió ciertas denuncias de que se explotaban a menores de edad y que se vendía sustancias prohibidas. Y como tu abogado no estará para defenderte, cuando intentes querer reparar el daño, será muy tarde.

Nos miramos, comunicándonos sin palabras. Y a mí me bastó un segundo para tomar una decisión. Este sería mi golpe final.

—Kavi, en verdad te amo, aguanté todos tus desprecios porque sabía que era mejor que lo odiaras a él y no que supieras la verdad. Manchaste tus manos con su sangre, dejaste a seis niños en la orfandad. Defendiste con uñas y dientes a quienes te vieron la cara de idiota y destruiste a la persona que sí te quería.

Román apretó su mandíbula. Sé que le dolían mis palabras.

—Haré todo lo que esté a mi alcance para que vuelvas a la cárcel si logras salir de esta. Me encargaré de que alguien te respire detrás de la nuca todas las noches, maldito, bastardo. Hasta nunca, Román.

Román echó la cabeza hacia atrás intentando moverse. Entonces aproveché y le quité los aparatos que monitorean sus signos vitales y que lo ayudaban a respirar. Salí de la habitación, rogando que los doctores no pudiesen llegar a tiempo.

Arrastré a Bavol conmigo, teníamos que asistir a un funeral.

Para mi sorpresa, asistieron muchas personas al funeral. No conocía a ninguna de las personas que me ofrecían sus condolencias. Como si me importara en realidad. Después de salir del hospital, tuve que hacer una parada en el bufete de abogados que trabajaba para Kavi.

Cambió su testamento a última hora. No me dejaría nada, fue lo primero que me informaron sus abogados, pero incluyó a mi bebé. Dejó a Bavol como albacea de los niños, pero a mí me dejó su custodia. Podía manejar hasta cierto punto de sus bienes siempre que contara con la aprobación de Bavol. Casi me dio un ataque al corazón, pasé de no tener hijos a tener seis. Eso no iba a pasar. No podía manejar esa situación, era demasiado para mí.

Otra cosa que hice fue destruir la perrera y vaya sorpresa que me llevé. Algunas chicas les llegaron a gustar el trabajo y me solicitaron que las patrocinara, me negué rotundamente. Unas cuantas me comentaron que se habían enamorado de algunos clientes y estos estaban dispuestos a quedarse con ellas.

Y otras, me suplicaron que las regresaran a sus respectivos países. Eso me tomaría un poco más de tiempo, las cosas no serían tan fáciles como las pensaba. Tenía que valerme de la extorsión para conseguirles el pasaporte. Aunque les hice firmar un acuerdo de confidencialidad, eso lo hice por los niños, sería algo traumático para ellos que después qué le dijera que su padre estaba muerto, que también era un traficante de mujeres.

Con los instructores, me encargué enardecidamente de que recibieran su merecido. Tuve que pagarles por su silencio, pero pegué a una banda de delincuentes para que les dieran una tremenda paliza, tenía que verse como un asalto casual. A Espartaco, lo mandé a castrar y le corté los dedos por si acaso intentaba abusar de niñas. Era un violador y maltratador de mujeres. Ahora que se las arreglara solito. Odiaba impartir justicia, aunque la situación lo ameritaba. La tumba de Kavi, estaría custodiada de dos hermosas estatuas con forma de ángeles. Tenía en mente otro tipo de estatuas, pero Bavol se opuso categóricamente. Este entierro solo era una fachada.

Bavol, me comentó que Kavi deseaba que lo incineraran. Les llevaré las cenizas a sus hijos, pero antes iba a escupir dentro de la urna. Kavi no se merecía un entierro como este, entre miles de orquídeas blancas, un cielo azul y decenas de palomas blancas. Lo que realmente se merecía era que su cuerpo fuera tirado a una pocilga en donde sería comida de cerdos.

Entre tantas condolencias falsas e hipócritas, pensé en Darío, Annuska, Sharon, Kavi y Román... Ellos destruyeron mi vida, fueron años de maltratos y mentiras. La muerte no debería de ser su pago, dentro de las tumbas no sufrirán. Solo descansarán y no era justo. En cambio, yo, debía de aprender a sobrevivir con estas roturas en mi corazón. Dejé que el cadáver de Annuska fuera entregado a su hermana, Ashanti. En cuanto a Sharon, que la sepultara el gobierno. También asistiría al sepelio de Darío y de Román, tenía ciertos planes para sus cadáveres.

Les agradecí a las personas por haberme acompañado al sepelio del padre de mi bebé. La familia Rommel, me envió un ramillete de rosas blancas y sus más sentidas condolencias. Horas más tarde, me entregaron las cenizas de Kavi. Ni siquiera las toqué, Bavol se hizo cargo de ellas. Mañana viajaríamos a Prístina, a informarles a los niños del fallecimiento de su padre.

Bavol me comentó que Kavi fue muy explícito en que si moría, no permitiera que sus hijos lo vieran en un ataúd. Cumplí su deseo muy a mi pesar, aunque ahora veía su egoísmo en el fondo. Me tocaría ayudar a esos niños atravesar ese doloroso camino y tener que fingir que me dolía su partida.

Si pensaba que este sería mi cierre, el maldito de Kavi, se burló de mí abriendo otra puerta.

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