La mujer de todos

— ¡Rosendo! —Grité eufórica— ¡Nunca creí que te volvería a ver!

— ¡Pues claro, si andabas de zorra! — me reprochó Rosendo mientras impedía que lo abrazara. — Golosa.

—Ay Rosendo, ni que fuera Federica Peluche—me quejé.

—Eres algo peor—dijo, señalándome con dedo acusador— Sé que podrías ser muchas cosas, Lica, pero llegar a fingir tu muerte, ¿en qué rayos estabas pensando?

—No es lo que piensas, Rosendo—contesté—. Si supieras

— ¿Vas a decirme quién rayos es este hombre, Lica? —bramó Román.

Voltee para ver a Román, caminando de un lado hacia otro. Como un animal enjaulado. Me había olvidado de que él existía.

— ¿Y el hijo perdido de Chewbacca que pinta aquí, Lica? —Cuestionó, Rosendo.

No pude evitar reírme, si Rosendo supiera lo que, Román, sabía hacer con esas manos. Me estremecí de solo pensar que dejara a mi mejor amigo como dejó a, Albert, en el bosque.

—Rosendo, no seas pesado—me eché a reír.

— ¿Cómo fue que me llamaste? —Román, chasqueó con la lengua y negó con un gesto despectivo.

—No te hagas el sordo, Chewbacca—respondió Rosendo, achicando los ojos.

Román y Rosendo se midieron con la mirada.

—Date por muerto—masculló Román.

Ambos eran igual de altos. Rosendo era un poco más ancho de cuerpo, pero Román, estaba más definido. Aunque confiaba en las habilidades de mi amigo, sabía que carecía de ese instinto asesino que poseía el otro. Así que me posicioné entre los dos.

—Un momento ustedes dos—dije con voz firme—. Antes de que se vayan a los golpes, quisiera saber, ¿qué haces aquí, Rosendo?

—La pregunta hasta ofende, Lica—contestó Rosendo, maliciosamente—. No eres la única que viene a cabañas sexuales a divertirse.

Giré los ojos, bastante molesta. Tenía que resolver esto antes de que se pusiera peor.

—Fui secuestrada, Rosendo—confesé a punto de quebrarme.

—Y yo me casaré con la reina de España—replicó mi amigo.

Miré a Román, para que respaldara mis palabras. A desgana asintió, aunque eso no convenció por completo a Rosendo. Así que le conté cómo pude todo lo que había vivido hasta ahora. Mi corazón comenzó a sangrar al recordar todo mi pasado, mi respiración por momentos se cortaba cuando tenía que relatarle algunos sucesos que escondía en lo más profundo de mi mente. Era mi mecanismo de defensa para no terminar, volviéndome loca. Cuando terminé, estaba con la cara empapada de lágrimas. Entonces, por primera vez en muchos años, sentí un abrazo cálido y hogareño. Algo que me recordó quién era unos años atrás.

El mes pasado, se me ocurrió una brillante idea para impedir que cerrarán tu expediente. Llevas más de 6 años desaparecida y a tu esposo no le quedaban más opciones que darte por muerta—me informó Rosendo mientras depositaba un beso en mi frente—. Por eso me presenté desnudo en el Parque de las Luces, no sin antes llamar a todo noticiero nacional y uno internacional.

— ¿Hiciste eso? —dije anonadada.

— ¡Lica, se agota mi paciencia! —interrumpió Román.

— ¿Puedes darme un segundo, Román? —contesté arisca.

—No sabes lo que sufrí cuando recibí esa llamada, Lica, eras más que mi amiga, te consideraba mi hermana del alma—dijo Rosendo con voz entrecortada—. Me negaba a creer las miles de versiones que escuchaba de tu supuesta muerte y, cuando te vi subir las escaleras con el doble de Karl Drogo, en verdad que mi mente colapsó.

»Primero pensé que era producto del alcohol, me tomó unos minutos tomar la decisión de subir a confrontarte, en cada peldaño mi ansiedad aumentaba. Miles de preguntas batallaban en mi mente, y qué decir de mis emociones, enojo y alegría por igual. Y cuando te vi dejándote restregar contra la pared por este tipo. Ahí lo comprendí todo, te hiciste pasar por muerta para vivir la vida que siempre quisiste".

Lo miré como diciéndole: "En serio Rosendo, tú también piensas que son una puta". No tuve que pensarlo mucho, le propiné una bofetada que le giró la cara. Estaba hasta que me confundieran en algo que no era, soy una maldita víctima por el amor de dios. Román me apartó y estampó a Rosendo contra la pared. Si no actuaba rápido, estos dos se iban a dar en la madre.

— Suéltalo, Román—le dije tratando de quitarle las manos de Rosendo —. Rosendo es mi mejor amigo. No deseo que le hagas daño.

Luego, le pregunté a Rosendo: — ¿Sabes hablar alemán?

—El inglés es una lengua germánica y las palabras del alemán y del inglés a menudo siguen las mismas reglas gramaticales—dijo Rosendo mientras hacía un movimiento brusco tratando de zafarse del agarre de Román—. ¿Por qué la pregunta?

—Podrías hablar en ese idioma, por favor—le supliqué—. Nos conviene que Román, entienda lo que estamos hablando.

Afirmó, entonces le supliqué a Román que lo soltara. Después de lo que me pareció una eternidad, hizo lo que le pedí. Luego, todos mis esfuerzos para que no pelearan se fueron al retrete.

Rosendo lo golpeó en el rostro, luego intentó conectar el segundo, pero Román lo esquivó. Entonces, Román le lanzó un derechazo, se movió con rapidez para colocarse detrás, lo abrazó por la cintura. Mi amigo le lanzó un codazo, pero Román lo levantó y lo tiró al piso. Rosendo se incorporó de inmediato. Se abalanzó sobre Román, intentando elevarlo, fracasó porque Román comenzó a conectarle una serie de golpes por los costados. Entonces, mi amigo cambió de táctica y le clavó el codo en el estómago. Román bramó por el golpe. Le conectó otros golpes en las costillas y en su cara, por más que lo intentara mi amigo, no podría con él. Le dio una patada en el estómago a Rosendo, luego lo inmovilizó poniéndole el antebrazo en su garganta.

—Voy a romperte el maldito cuello—dijo Román, con un gruñido.

—Tú y cuantos más—gritó, Rosendo.

—Solo seré yo, mal nacido—le contestó Román con una risa diabólica.

Tenía que detenerlos, iban a matarse. Por eso hice, lo primero que se me ocurrió. Fingí que estaba sufriendo un aborto. Y desde que Román, me escuchó chillar y retorcerme, soltó a Rosendo y fue en mi auxilio.

— ¿Estás bien? —preguntó Román, preocupado.

—Claro que estoy bien—dije, reteniéndolo—. Hice este drama para que lo soltaras. Rosendo es amigo mío desde hace años y no deseo que le hagas daño.

—Pero de qué daño hablas, si lo tenía todo controlado—protestó Rosendo, arreglándose la camisa.

—Ya cállate, Rosendo—exploté, masajeándome las sienes—. Tenemos que salir de este antro.

No me pasó desapercibida la mirada que se echaron esos dos. Logramos salir del lugar, pero nos surgió otro problema. No teníamos un vehículo en el cual movernos. Rosendo nos sugirió que robáramos la camioneta de la mujer que lo trajo a este lugar. Al parecer su exhibicionismo lo hizo popular en las redes. Conoció a una señora que le pagó el vuelo para que la visitara en Alemania. Con lo que no contaba mi amigo era que la tipa era una maniaca sexual y llevó a este lugar como parte de su tour turístico.

Rosendo le dijo a Román que en el estacionamiento había un tipo que guardaba los vehículos. Así que mientras Román, inmovilizó al guardia de seguridad, Rosendo unió los cables para encender la camioneta. En menos de diez minutos, estábamos en la carretera.

— ¿Por qué fingiste un aborto, Lica? —susurró mi amigo.

—Estoy embarazada, Rosendo—respondí.

— ¿De Chewbacca? —preguntó Rosendo alarmado.

Román pisó el freno y casi salimos disparados.

—No te pases de listo—gruño Román, mientras volvía a encender el auto.

Le conté lo más rápido que pude mi embarazo y quien para mi pesar era el padre de mi hijo. Mi amigo me abrazó y besó dándome el consuelo que tanto necesitaba. La camioneta volvió a frenar, y si no era por Rosendo casi estampaba mi cara con el tablero.

—Amigo, aleja tus manos de ella —refunfuñó Román.

—Amigo, antes de ti estaba yo —objetó Rosendo—. Tú solo te calientas con las cenizas que dejé en Lica.

Giré los ojos con las ocurrencias de Rosendo, era por eso por lo que Rodrigo no era muy fan de él debido a sus comentarios. Mientras le contaba más detalles de mi vida a Rosendo, me olvidé por completo de Román, quien nos llevó a un complejo de casas. Nos estacionamos en frente de un edificio de dos plantas. Román se desmontó, dejándonos a varios pasos detrás. Saluda una cámara que estaba justo encima de la puerta, y esta se abrió. Me dejó entrar de primero, luego a Rosendo.

—Síganme—nos indicó—. Y vean lo que vean, guarden silencio. Su indiscreción puede causarme muchas pérdidas.

Rosendo y yo intercambiamos miradas, mientras lo seguimos. Me urgía acercarme a Román. No me gusta esa distancia en su voz. Todo estaba muy oscuro mientras íbamos caminando por el pasillo, hasta que se empezó a escuchar una serie de gemidos y gruñidos.

—¡Llegué al paraíso sin necesidad de morirme! — gritó un Rosendo eufórico.

Miré en dirección al lugar en donde tenía Rosendo fijada la vista. Había un pequeño montaje de un aula de escuela. Dos mujeres y un hombre desnudos recibían las instrucciones del director de escena, una de ellas era la tal Sharon.

—Román, regresaste—digo mientras caminaba como dios la trajo al mundo.

Lo abrazó con demasiado entusiasmo. En cambio, a mí me lanzó miradas despectivas. Como si me importara.

— ¿Por qué no haces las presentaciones?— dijo Rosendo, con la baba que le llegaba al piso por el cuerpo que claramente había pasado por el bisturí en innumerables ocasiones.

—Es una cualquiera—le susurré a mi amigo con mis fosas nasales dilatadas y mis ojos estrechados de la ira.

—¡Por Dios, Lica! —Acusó Rosendo entre risas—. Tu tono apesta a celos.

—Calumnias—rebatí.

—Si te vieras, eres una mezcla de envidia, celos y rabia—soltó Rosendo en una carcajada.

Román hizo las presentaciones y le susurró algo en el oído a Sharon. A mi amigo solo le faltaba ganas para hincarle el diente en la yugular a ella. Me crucé de brazos y me alejé un poco, temía que me cayera parte de sus babas.

—Tendré que dejarlos por unos minutos—dijo Román, juntó sus manos y se despidió como si fuera un budista—. Tengo que hacer unas cuantas llamadas.

—Voy contigo—apresuré a decir.

—Pero le pedí a Sharon que te mostrara el lugar—dijo Román jocosamente, sabía que quería molestarme.

—No hace falta—objeté.

—Yo sí quiero ver los alrededores.—Los ojos de Rosendo estaban fijos en los pechos de Sharon—. Luego los alcanzo.

—Neglijare Voi avea grijă (descuida, yo me encargo) —contestó Sharon a Román en rumano—. Frumosul meu om (Mi hombre hermoso).

—Mulțumesc prințesă (gracias, princesa) —le respondió Román.

¿Por qué se hablaban en clave Morse? Era de mal gusto que hablaran en rumano. No lo entendía, pero gracias a Kavi ya podía reconocerlo.

— ¿Por qué hablaron en rumano? —pregunté fingiendo desinterés.

—Eso vrăjitoare, (bruja) nunca lo sabrás— respondió Román mientras se palmaba los brazos.

Román me condujo hasta su oficina y me dejó sola. Caminé hasta su escritorio, su laptop estaba encendida. Tecleé varias claves: Beth y Sharon fueron las primeras que se me ocurrieron. Fallé. Probé con otras, pero todas fueron denegadas. Di un palmazo de frustración a la mesa. Sin esperanzas y toda frustrada, recordé la palabra que usa para llamarme. Tuve que buscar la traducción de cómo se escribía en rumano y tecleé: Pisică. Mi boca se abrió como un pez y amplié los ojos cuando el sistema me dio la bienvenida.

Fui directamente a su Facebook y busqué a Rodrigo. Miles de emociones y sensaciones colapsaron en mi corazón cuando vi la primera imagen de él. Ver de nuevo esos ojos de los cuales me enamoré, esas pestañas, lo recta que era su nariz, su boca...

No había subido muchas fotos, pero la última que publicó me dejó asombrada, llevé mi mano a mi boca. Apagué la laptop y me di yo misma un golpe en la frente por mi estupidez, no cerré su Facebook, así que se daría cuenta de lo que estaba haciendo, para lo que me importaba en estos momentos. Me levanté de la silla y me puse a contemplar algunas de sus fotografías. Tomé una en la que Román estaba en medio de un carnaval con varias mujeres. En otra estaba tocando una guitarra, una de él más joven, con una señora que asumí que era su abuela.

Detrás de esta, se encontraba la fotografía de una mujer sumamente hermosa. Era tanta su belleza que hasta llegué a dudar de mi sexualidad. Sin embargo, sentí una ligera impresión de que había visto esos ojos y esos labios en algún lugar. La fotografía cayó al piso cuando mi mente hizo la conexión.

—Choomia—susurré con horror—. Esta mujer era la madre de la hija de Kavi.

— ¿Qué estás haciendo? —Román me dio un susto de muerte. Me giré para verlo descansando en el marco de la puerta— ¿Estabas fisgoneando? —preguntó en un tono de incredulidad.

— ¿Ella es Beth? —pregunté, nerviosa.

—Sí, es ella— respondió, esta vez con su voz más suave. A pesar de la suavidad, no me dejé engañar—. ¿Quién te dio permiso para que tocaras mis cosas?

No iba a decirle lo que acaba de descubrir. Ahora más que nunca me urgía conseguir más información acerca de esa tal Beth. Le di la espalda, tenía que intentar sacarle información a Ixchel, ella me sacó el cuerpo enviándome con Ausencia, pero esta vez la presionaría hasta que me dijera toda la verdad, esto sería mi boleto de regreso a casa. Entonces Román cerró una vez más la distancia que nos separaba, sus fuertes brazos me envolvieron que hasta pensé que me partiría una costilla.

— ¡Ay por Dios, si parecen conejos! —Se quejó Rosendo—. O pulpos en plena pelea.

Mis mejillas me ardieron y escuché a Román exhalar con frustración. Me aparté de él y le sonreí con vergüenza a Darío. Él se veía un poco mejor, había ganado un poco de peso a pesar de que la tristeza persistía en su mirada.

—Un placer volver a verte, Lica—dijo Darío de manera afectuosa—. Lamento haberlo interrumpido, pero Kavi estará por llegar.

— ¿Qué? —chillé asustada.

—Cuando Román, me comunicó que estabas aquí, acababa de recibir una llamada de que Kavi se dirigía hacia acá—informó Darío, en voz baja.

— ¡Diablos! —Exclamó Rosendo— ¿Cómo lo supo?

—Kavi tiene sus contactos y al parecer estos dos salieron a punta de pistola del local, ¿o me equivoco? —nos cuestionó Darío, reprochando a Román con la mirada.

Recordar que Elías estaba muerto, no me sentó nada bien.

— ¿Entonces, qué haremos? —pregunté con un nudo en la garganta.

—Gracias a Dios que pude llegar a tiempo—respondió Darío. Se cruzó de brazos, sonriendo y fingiendo que se sentía cómodo con esta situación—. Les tengo una propuesta.

— ¿Cuál? —preguntó Román.

—Le diremos la verdad, pero solo a medias y con giros a nuestra conveniencia—informó Darío tocándose la nuca.

— ¿Y yo qué? —preguntó Rosendo.

— ¿Usted qué? —replicó Darío.

—Ya estoy involucrado en este rollo—Rosendo se pasó las manos por la cara—Aparte que no me gusta la idea de dejar a mi amiga embarazada con ese tal Kavi.

— ¿Estás embarazada, Lica? —preguntó, sorprendido Darío.

—Lo estoy—admití algo incómoda.

— ¿Quién es el padre de la criatura? —Preguntó Darío. No me gustó que me preguntara, era obvio deducir quién era el padre de mi hijo. Cuando le contesté, solo dijo: —Eso explica muchas cosas.

—No deseo volver con él—le supliqué con la mirada a Darío, que miró a Román, intercambiaron miradas, sabía que me harían regresar. Vi la decisión entre los dos.

—Llevas en el vientre algo que es de él, Lica—admitió, Román—. Kavi puede ser un hijo de puta, pero amaba a sus crías. Perdió hace varios años a sus tres hijos, dudo que abandone a este bebé.

Bajé la cabeza, eso no era cierto, era más, ya no eran tres, sino seis, pero esa no era una información para compartir con ellos.

—Concuerdo contigo, Román—agregó Darío—. Kavi se caracteriza por comparar las informaciones que obtiene. Miles le podrán contar, sin embargo, él solo creerá lo que le parezca más lógico.

— Mi amiga, no irá a ningún lado—demandó, Rosendo—. Denunciaremos a ese tal Kavi a la policía y regresaremos a nuestro país.

—Kavi tiene muchos amigos, y esos amigos le deben favores o son visitantes recurrentes a su burdel. Ellos poseen mucha influencia y conexiones que no tenemos. Además, el maldito tiene presencia en la iglesia y en la política y si se nos ocurre llamar a la policía, los que terminaremos arrestados seríamos nosotros, no él—le aclaró Román.

— ¿Pero quién diablos es él? —se quejó mi amigo.

—Un tipo que solo te hará un favor, si obtiene un beneficio sustancioso—intervino Darío—. Un hombre que levantó su imperio a base de alimentar los instintos más bajos del ser humano, llámese: sexo, alcohol o drogas.

—No le demos más largas a esto—dije derrotada— ¿Qué pasará ahora con Rosendo? No deseo que esto le salpique.

— ¿Qué no deseas que me salpique? —Rosendo soltó una risa seca. —Pero si estoy embarrado hasta el cuello, además mi vida corre peligro si vuelvo con la condesa Elizabeth Báthory.

—Rosendo—digo con voz lastimera—. No deseo que te hagan daño.

—Descuida, Lica—intervino Román—. Él puede quedarse conmigo.

— ¿Haciendo qué? —pregunté extrañada.

—Sí, haciendo qué, porque mis servicios son bien caros—añadió Rosendo.

—Necesito un hombre que aceite a las modelos—soltó Román en medio de una sonrisa maliciosa.

— ¡Eso sí que no! —exclamé molesta, pero Rosendo me tapó la boca.

—Soy tu hombre—dijo con una sonrisa de payaso—, soy un experto en masajes Nuru, Kathmandú, Tántricos...

Tocaron la puerta, y aproveché para apartar la mano de Rosendo de mi boca. Darío abrió la puerta, y era Sharon, vestida con una bata de seda negra.

—Y a ti preciosura te daría un masaje cuatro manos—giré los ojos antes las babosadas de mi amigo— ¿O prefieres un masaje con técnica de presión cuerpo a cuerpo?

—Das asco—mascullé molesta.

—Mira, quien habla—susurró sin borrar esa sonrisa de payaso congelada en el rostro—. Según tengo entendido, una mujer que pasa por toda esa mierda odiaría a muerte a todos los hombres del planeta, en cambio, tú, el trauma te lo quitas restregándote con la imitación del Karl Drogo.

—Mejor cierra la boca, si no quieres que le diga a Román, que termine la paliza que te estaba dando—le amenacé en voz baja.

—Ay, sí, mira cómo me orino de miedo—se burló girando los ojos.

—Vale, no tengo ningún problema— dijo Sharon con una sonrisa sensual—. Román, Kavi te espera afuera.

Darío abrió la puerta que conducía al estacionamiento, según lo planeado, Rosendo, actuaria de guardaespaldas, era quien me tenía sujetada mientras que Darío y Román nos flanqueaban. Kavi, estaba sentado sobre la capota del vehículo, con varias personas armadas hasta los dientes, al vernos comenzó a aplaudir. Forcejeé con Rosendo como habíamos acordado, logré zafarme de su agarre y cuando comencé a correr hacia Kavi, Román me interceptó, gritaba frustrada y le exigía que me liberara.

— ¿Ahora trabajas como secuestrador? —Preguntó Kavi, quien no se movió de su lugar, es más, se acomodó—. Tengo algunos encargos para ti y descuida, la paga será buena—añadió con cierta sequedad.

—Aprendí del mejor—replicó cortante Román, mientras trataba de inmovilizarme.

—Permíteme que te contradiga, si hubieras aprendido de mí, no te comportarías como un perfecto imbécil—objetó cortante.

—Román—intervino Darío—. Devuélvele a su puta.

— ¡Por Dios! ¿Darío, en verdad eres tú? —Exclamó con un brillo malicioso, brotando de la oscuridad de sus ojos—. Aprovecharé la ocasión para expresarte mis condolencias por la muerte de tu hermana, sabes, no me gustó esa grosería de tu parte en devolverme las flores que con tanto cariño te envié.

— ¡Ni se te ocurra, mal nacido, mencionar a mi hermana! —gruñó Darío, apretando los puños.

Kavi, colocó un dedo en sus labios, fingiendo pensar en algo. Luego se echó a reír de forma sarcástica.

— Sabes, Darío, Zita era una chica tan hermosa, risueña, tan llena de vida—Kavi se puso de pie y caminó hacia nosotros. No iba armado, al menos a simple vista—. La protegías demasiado, y mira cómo terminó siendo devorada por los gusanos en vez de un buen cristiano.

—Mal nacido—bramó Darío, lleno de rabia e impotencia.

Kavi se posicionó enfrente de Darío.

— ¿Cómo estará ahora? —Preguntó con arrogancia— ¿Habrá perdido ya la coloración en su piel? ¿Se habrá desprendido sus labios o estarán brotándole los gusanos por todo su cuerpo?

A Darío una vena de la sien le palpitó tanto que creía que terminaría por reventarse; le escupió en la cara a Kavi. Este sonrió ante el insulto y después le dio un derechazo a Darío que lo envió al piso.

— Tu odio y tu desaliento te llevaron a cometer ese acto tan bajo—Kavi lanzó una carcajada sin alterar su postura, sacó un pañuelo y se limpió la cara—. Como lo dijo Buda: "no me ha escupido a mí, sino a tu odio, al concepto que tienes de mí, porque no tienes el suficiente valor de enfrentarme como un hombre, y con esto tratas de humillarme. Te has escupido a ti mismo, Darío".

— ¿Dónde está Beth? —Interfirió Román—. No te devolveré esta zorra hasta que me digas dónde la tienes.

Kavi se encogió de hombros y se rió entre dientes.

— No lo sé, ¿qué clase de hombre eres Román, que no sabe del paradero de su mujer? —dijo soltando una risa diabólica—. En cambio, yo, en un par de horas, supe dónde estaba la mía.

Román apretó su mandíbula mientras Kavi le clavaba sus ojos ensombrecidos de soberbia.

— ¿Será que ella huyó y no desea volver contigo? —preguntó Kavi elevando su barbilla. Se echó a reír y ladeó la cabeza—. A lo mejor estará en los brazos de otro hombre mientras tú aquí haces el papel de cornudo.

Román me apretó el brazo cuando escuchó las palabras llenas de burlas por parte de Kavi, protesté y le mordí el antebrazo con fuerza. Los hombres de Kavi sacaron sus armas mientras me refugiaba en sus brazos.

— ¿Por qué me dejaste sola? —Le reproché golpeándolo en el pecho—. ¿Es que no te importa la vida de tu hijo? —sollocé.

Kavi apartó algunos mechones de mi pelo que me cubrían la cara. Luego me ordenó que me fuera al auto. Entrelacé mis dedos con los suyos, no quería que siguiera provocando a Román. Kavi miró por última vez a Román, lo señaló con el dedo y le dio una mirada severa. Le dimos la espalda y comenzó a tararear una canción. Román levantó del piso a Darío, antes de entrar, Kavi se giró y dijo:

—Román, todas estas acciones están impregnadas de impotencia, desesperación, pero sobre todo un aborrecimiento visceral que daña a quien lo posee— la voz de Kavi reverberó potente. Luego me acarició el vientre y me ayudó a abordar el auto. Antes de entrar, le gritó unas palabras llenas de amargura a Román—. Román, estás muy equivocado en algo, Beth, no fue solo tu mujer, fue la mujer de todos.

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