El pacto

La situación se vuelve cada vez más tensa, con cada palabra que sale de la boca de Darío y Román, mi desconfianza hacia ellos aumenta. No puedo evitar sentirme vulnerable y perdida en medio de sus juegos de poder y amenazas.

—Le pido excusas por el comportamiento poco caballeroso de Román —Darío arrastró una silla para posicionarse enfrente de mí— ¿Me imagino que se preguntará a qué se debe todo esto?

—Lo único que me interesa es saber si me dejarán libre —indagué con amargura—. Es lo único que me importa.

Una sonrisa curvó las comisuras de los labios de Darío, lo que hizo que rechinara los dientes.

—Comprendo que arde en deseos de regresar con los suyos—dice Darío. Se me escapó un sollozo involuntario—. No es fácil estar bajo el cruel dominio de Kavi.

—¿Quién es Kavi? —pregunté mientras apartaba una lágrima de mi rostro—. Nunca he escuchado ese nombre.

—Es el causante de que usted haya sido vendida como si fuera carne de vitrina —dijo el tipo más grande, el que se hace llamar Román— ¿Cómo que no te creo al decir que no lo conoces, acaso lo estás protegiendo? Bien podrías ser una de sus tantas putas y te tiene bien domesticada. ¿Eres una de las postulantes para ser su amante favorita o qué?

—¡Cómo se atreve, infeliz! —grité indignada— He dicho que ni siquiera conozco a ese tal... Kavi.

—No lo conoce, pero come y viste gracias a él —se mofó Román—. Y por lo que veo, usted no sale nada barata.

—¡Usted es un cerdo! —exploté, apretando los dientes.

—Y usted una puta —replicó él cortante.

Tomé el vaso de la mesa, dispuesta a destrozarle la cabeza.

—Cálmense, Lica, y suelte ese vaso —intervino Darío—. Román, cierra la boca. Nuestro enemigo es Kavi y nuestro tiempo con la dama se nos agota.

—¿Dama? —Su tono se camufló de incredulidad, con un matiz de burla que me enervó la sangre—. Ya ese título perdió credibilidad.

—¡Púdrase! —expresé lanzándole una mirada asesina al tal Román, casi sin mover los labios de tan apretados que los tenía.

Los miré con recelo. ¿Quiénes son estos tipos? ¿Qué es lo que quieren de mí?

—Necesitamos de su ayuda, sabemos que usted fue secuestrada por Kavi, un maldito hijo de puta. Estamos jugándonos nuestras vidas al hablar con usted, pero el riesgo valdrá la pena —dijo Darío con calma.

La tensión en la habitación era palpable, cada palabra de Darío y Román me llenaban de desconfianza. Tragué saliva con fuerza, tratando de mantener la compostura en medio de la confusión y el miedo que se apoderaban de mí.

—Das muchas vueltas al asunto, Darío —interrumpió Román—. Kavi no es trigo limpio, si llega a enterarse de todo este montaje, ahogará a la chica con nuestra sangre.

—Me sorprende que usted y ese tal Kavi no sean amigos —comente con malicia sin mirarlo—. Esa descripción le viene muy bien a usted.

—No sea bruja —contestó Román lanzándome una mirada despectiva—. Al final, usted es la que se llevará la peor parte, así que mejor cállase.

Darío se levantó de la silla para servirse un trago, se deshizo de su corbata y tomó asiento después de beber todo el líquido de un solo trago. Luego añadió:

—Es mejor que nos enfoquemos en lo que nos interesa. Usted fue secuestrada por Kavi, quien la trasladó a su burdel aquí en Frankfurt, donde adiestra a mujeres para prostituirlas —expuso Darío, frunciendo el ceño y tragando saliva.

Sentí que mi rostro palidecía mientras asimilaba sus palabras. Me empezó a doler tanto la cabeza que no podía hablar. Mareada y sin previo aviso, corrí al baño y vomité. Mi visión se volvió borrosa, estaba a cientos de kilómetros de mi país, dividida por un enorme océano y un continente. Mi vista se volvió borrosa. Demasiado débil para mantenerme erguida, descansé la cabeza al lado del retrete y cerré los ojos. Las lágrimas ardían tras mis párpados cerrados.

Una mano fría se posó contra mi frente sudada. Sentí elevarme del suelo cuando unas manos me tomaron del costado y me sacudí, no quería que nadie me tocara. Sentía un dolor punzante en todas partes de mi cuerpo. Me mordí el labio, pero no pude contener los sollozos al reconocer que una vez tenía los pechos al aire a causa de que se me había bajado el vestido. La persona arregló mi ropa y me tomó entre sus brazos. Abrí los ojos cuando me depositó sobre el colchón. Me limpié las lágrimas mientras era observada por Román alejarse de mí. Una mirada extraña pasó por su cara como una nube oscura.

—¿Por qué ese tal Kavi me hizo algo como esto? —sollocé, confundida.

—Es una pregunta difícil de entender, solo puedo decirte que Kavi se regocija en la podredumbre de la sangre de personas inocentes, en la suciedad pervertida de las personas enfermas como él y en la oscuridad de su corazón —expresó Darío mientras se servía otro trago. Mi corazón golpeaba contra mis costillas. ¿Cómo pueden existir personas así en este mundo? —. Kavi ha gastado mucho dinero y tiempo en mejorarte, ¿queremos saber por qué?

—No lo sé —susurré.

Román soltó una carcajada y añadió:

—Usted pasó de ser una mujer obesa y carente de atributos a una muñeca porno. Y dejé de mirarme de esa forma porque sabe que lo que te digo es la verdad.

Mis mejillas se caldearon de rabia, cómo le gusta fastidiarme el condenado. Mejor lo ignoro.

—Darío, ¿Qué es lo que desean de mí? —pregunté.

Darío suspiró, pareciendo comprender mi desconfianza.

—Todo a su tiempo, Lica—dijo, Darío, mientras hacía ademanes con sus manos—. Sabemos que proviene del Caribe, una travesía infernal supongo. Al llegar aquí, fue el mismo Kavi quien le asignó a Annuska, una de sus mejores instructoras. ¿Sabe por qué?

—No tengo ni la más remota idea—respondí.

Recordar mi secuestro hace que se me forme un nudo en la garganta.

—Mi única conclusión es que usted es especial para él—Darío saca una fotografía de su chaqueta — ¿Alguna vez lo ha visto?

Es el tipo que me besó antes de entregarme a mi comprador. Der Meister.

—Hoy lo vi por primera vez—admito arrastrando las palabras.

Un amago de sonrisa afloró en los labios de Darío.

— ¿Está segura, Lica? —indagó él.

—De que me vale mentir—gemí exasperada—. Además, no sé si lo que me dicen es verdad. Ustedes podrían estar trabajando para Kavi y me están tendiendo una trampa.

Román miró a Darío con un mohín de desagrado.

—O tal vez, estas interpretando el papel de mosquita muerta—dijo Román medio sonriendo, burlándose de mí.

— ¡Púdrase, infeliz! —Juro por dios que este tipo me está llevando al límite—. Puedo ser muchas cosas, pero nunca una mentirosa.

—Román, cierra la boca—Intervino Darío, suspirando sin ganas—. Lica, no tenemos claro cuál es el interés de Kavi en usted. Nos informaron que ha dado muchos problemas en su "reeducación". Sin embargo, con todo el riesgo que afrontamos, queremos proponerle un trato.

— ¿Un trato? —Solté una risa seca— ¿Qué es exactamente lo que quieren de mí?

—Información—respondió Darío con voz aguda. Las manos me temblaban como gelatina y mis piernas parecían estar bailando solas—. Y nada más.

—Ustedes creen que soy estúpida, esto tiene trampa—gruñí.

—Todo en la vida tiene algo de riesgo, sin embargo, está en sus manos la llave de su libertad. Nadie ha logrado escapar de las garras de Kavi y le estamos dando la oportunidad de ser la primera y tal vez quizás la única. Si usted logra obtener información sobre el paradero de una persona. —Darío se pasa la mano por la cabeza y continúa: —Román se compromete a sacarla de ese lugar para regresarla a su país.

—¿Y por qué no lo hace ahora sin tener que regresarme a ese infierno? —preguntó. La ansiedad recorrió mi cuerpo solo para asentarse en mi estómago, haciéndome sentir nauseas—. No quiero regresar a ese sitio.

El mismo presentimiento que sentí el día en que llegué a la playa, lo vuelvo a sentir ahora. Nada de esto tiene sentido, pero ¿qué opción tengo?"

—Necesitamos tiempo para sacarla de este lugar y durante ese lapso, usted recopila toda la información que pueda obtener —antes de que pudiera añadir algo más, Darío me informa—: No somos policías encubiertos, usaremos todo lo que esté a nuestro alcance, sea legal o no, para cumplir la promesa que le estamos haciendo.

—Digamos que acepto. ¿Qué tipo de información debo buscar? —pregunté, con el corazón revoloteando contra mis costillas.

—Todo lo relacionado con una chica llamada Beth —respondió Román, rascándose la nuca y mirándome con cierto recelo antes de sacar una fotografía de la parte trasera de sus vaqueros—. Era mi chica.

— ¿Quieren que investigue sobre una muerta? —curioseé con cierta incredulidad.

— ¿Quién te dijo que está muerta? —contestó Román con tanta brusquedad que me asusté.

—Usaste el verbo "era" —respondí en tono cortante. Su mandíbula se puso rígida y emanó pura rabia asesina de sus poros. —No colaboraré con usted si continúa hablándome de ese tono. Además, usted no me inspira confianza.

—Usted tampoco a mí. —Román levantó su mano señalándome —. ¿Quién me asegura que no le irá con el cuento a Kavi de nuestra reunión? Al fin y al cabo, trabajas para él.

Nos retamos con la mirada, una sonrisa destructiva barrió su rostro. Pero no me dejé amedrentar. Le sostuve la mirada, aunque esto fuese lo último que hiciera. Unirnos en contra de Kavi con la desconfianza como fundamento, dudo que todo esto tenga éxito.

—Si logro obtener alguna información, ¿cómo se las haré llegar? —pregunté como si estuviera firmando un pacto con el diablo.

—De eso no se preocupe, Lica —dijo Darío, en tono conciliador y amable—. Significa esto, que podemos contar con usted.

—No estoy muy segura —admití—. Todo esto se está descontrolando, ¿por qué no buscan a otra y me dejan libre? Les juro que no daré parte a la policía, solo quiero regresar con los míos. —Logré balbucear. Se me encogió el estómago y mi corazón se aceleró repleto de emociones. No tenía palabras que pudieran expresar lo que sentía, así que me limité a respirar hondo para no romper a llorar.

—Si fuera tan fácil como dice, le aseguro que ya estaría libre. Lica, puede confiar en nosotros —aseguró Darío—. Encontraremos la forma de ponernos en contacto con usted. Solo le pido que no hable con nadie sobre nuestro acuerdo y cuando aparezca otra oportunidad, la aprovecharemos.

Tengo mis dudas. Este día ha drenado mi capacidad de razonar y eso no es bueno a la hora de firmar tu sentencia de muerte. Darío extendió la mano, en señal de confirmación. No me quedó de otra. La estreché, jurando para mis adentros que tampoco confiaría en ellos.

— No vas a estrecharme la mano a mí también —Román hizo un puchero de lo más raro—. Después de todo lo que hemos vivido.

—Muérase —musité, conteniendo la rabia

—Estoy muerto en vida desde hace varios años —replicó él con los músculos endurecidos.

—Pues muérase de nuevo, imbécil —gruñí antes de agregar en tono apático—: Usted será más útil en el infierno que aquí.

—Ya compré mi parcela allá, solo falta acondicionarla con una foto suya, así que no se preocupe —dijo Román con ironía, luego movió sus ojos como si estuviera realizando un cálculo mental—. Debería por lo menos darme un poco de cariño, con lo cara que nos salió. Mire cómo dejó este lugar hecho un desastre por no saber contener sus impulsos.

Me mordí la lengua, aunque un millón de improperios quemaran en mi lengua. Fruncí el ceño y le hice una señal con mi dedo corazón.

—¡¿Cómo te atreves?! —exclamé y puso su dedo índice y pulgar debajo de mi barbilla y presionó lo mínimo en señal de advertencia—. Pisică (gata).

—¡No me toque! —exclamé, negando con la cabeza—. ¿Qué se supone que harán conmigo ahora?

—Vamos a regresarla con Kavi —dijo Darío, que se amasaba las sienes—. Román, llena por favor el formulario que nos entregaron. Desde que lo tengas listo, llevaremos a la dama.

—Si ella es una dama —bufó Román con ironía—, y yo soy el príncipe de Inglaterra.

Decidí ignorar su malicioso comentario. Este sentimiento de desasosiego me asfixia, pero si esta es mi única salida para volver a casa, la tomaré con los ojos cerrados. Solo espero no tener que pagar muy caro esta decisión.

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