Capítulo 1: "Una muerte indolora"
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"Una muerte indolora"
—Les juro que ya no aguanto, mañana mismo voy a renunciar.
Clara, mi compañera de trabajo, se recuesta sobre la mesa sin soltar el vaso que acababa de vaciar.
—Siempre dices eso luego de cada época de exámenes —se burla Jake, y también vacía su vaso, advirtiendo que él también está agotado.
Como cada viernes por la noche, los tres profesores solteros salimos juntos a desahogarnos de la dura vida escolar.
Porque no importa qué tanto te hayas preparado en la universidad, no estás lista para lidiar con niños tan llenos de vida y complicaciones.
Le doy un pequeño sorbo a mi gaseosa ya que esta semana me ha tocado ser la conductora designada.
—Tú. —Clara se endereza y me señala.
—Aquí vamos de nuevo. —Jake exhala porque sabe lo que se viene, así que llena su vaso porque no está lo suficientemente ebrio para lidiar con lo que su compañera está por hacer.
—¿Cómo le haces para estar siempre bien? —Frunce el ceño, entre molesta y mareada ya que sus mejillas se han entintado de rojo—. No importa qué tan malo sea el día, qué tantas quejas recibas de los padres de familia, o las noches en vela revisando tareas y exámenes, siempre te ves tan... cuerda. ¿Cómo rayos lo haces? —Golpea el vaso contra la mesa.
Jake se lo quita antes de que lo rompa, algo que ya hizo antes, y tengamos que pagar por este. Y los presentes sabemos que no podemos costear otro vaso roto.
Alejo el sorbete de la boca e intercambio miradas con ambos profesores que parecen esperar mi respuesta.
—Solo pienso que es el último día que me queda de vida y lo aprovecho al máximo. —Sonrío ampliamente, luciendo mi halagada cordura.
—Sí, sí, eso ya lo has dicho antes. —Sacude la mano en el aire espantando una mosca imaginaria—. Pero quiero saber tu secreto para lucir tan bien, tan centrada.
Abro la boca para repetir mi respuesta, pero me callo en cuanto me enseña su palma.
—Por ejemplo, hoy una madre de familia te gritó en salida frente a varios estudiantes porque no le pareció justa la nota que le diste a su hijo. Y tú... tú hasta le sonreíste a la doña como si fueran amigas reencontrándose luego de no verse en días. ¿Cómo? —Me sujeta de la mano— ¿Cómo es posible que no te haya molestado? —Me jala, obligándome a inclinarme hacia ella.
Antes de que pueda siquiera pensar en qué decirle, su cabeza aterriza sobre la mesa en un golpe seco, y mi mano vuelve a ser libre.
—Parece que ya llegó a su límite. —Jake exhala con fuerza y vuelve a vaciar su vaso—. Tanto en la bebida como en la vida.
Miro a la profesora que es tan solo dos años menor que yo, y me siento un poco culpable porque no pude darle la respuesta que tanto ansía.
Soy consciente de lo duro que ha sido este periodo, hubo recortes de personal y la cantidad de quejas se han triplicado, al igual que nuestras horas de trabajo ya que hemos tenido que cubrir horarios de los profesores despedidos.
Ha sido un año complicado, lo sé muy bien, y comprendo que tanto ella como varios colegas se sientan cansados y con ganas de renunciar.
Pero aun cuando sé y entiendo todo eso, aun cuando he tenido que escuchar y solucionar un sin fin de problemas, no tengo el lujo de quejarme al respecto.
No cuando mi vida podría acabarse en cualquier momento.
Es solo cuestión de tiempo para que él me encuentre y me asesine. Siempre lo hace, tarde o temprano, pero al final logra ubicarme.
No importa qué tan lejos me vaya o cuanto intente cubrir mis rastros, no importa si cambio de identidad o de aspecto, él llega de la nada con la única tarea de asesinarme.
Las primeras veces las viví con miedo y paranoia, pero luego de mi muerte número diez decidí empezar a aprovechar el tiempo que me quedaba para sentir que al menos he tenido una buena vida.
Consideré como un hecho que él vendría a matarme, así que debía asegurarme de vivir bien hasta entonces.
Y así lo he hecho en esta vida número veinte, la cual, para mi sorpresa, conseguí llegar a cumplir los treinta. Todo un recordó en comparación a mis vidas anteriores.
Es claro que la razón por la que llegué a esta edad no se deba a que ha decidido dejarme en paz, hace mucho me rendí con esa tonta fantasía.
Jake cubre a la profesora con su chaqueta, quien se ha quedado dormida sobre la mesa.
—¿Cuándo la invitarás a salir? —le pregunto por enésima vez
Ladea su boca, entretenido de que le vuelva a hacer la misma pregunta, y agarra la botella de cerveza.
—Más adelante. —Llena su vaso—. Ya está pasando por tanto que no quiero provocarle más estrés —repite su respuesta.
Ya lleva dos años así, esperando que sea el «momento adecuado», creyendo en serio que aquel momento vaya a aparecer mágicamente.
Creyendo que tiene todo el tiempo del mundo para...
Frunzo el ceño y le quito el vaso antes de que se lo tome y enfoque su atención en mí.
—No seas idiota.
Sus cejas elevadas me dicen que no se esperaba que le dijera algo así.
—¿Acabas de decirme idiota? —En vez de mostrarse ofendido parece entretenido— ¿Tú, la profesora Miel?
Bebo su vaso como si estuviera en el desierto.
—Oye, se supone que tú nos llevarás a casa. —Me arrebata el vaso, pero demasiado tarde porque ya lo he vaciado.
—Cierra la boca y escúchame.
—Claro... ¿Te importa si lo grabo? Que los demás profesores no me lo van a creer cuando se los cuente.
—Escucha. —Me levanto de mi asiento y lo señalo— ¿Tienes idea de lo afortunado que eres? Con toda una vida por delante, muchos años para disfrutar de un romance, de conseguir un ascenso o formar una familia. Puedes envejeces junto a alguien y ver a tus sobrinos o nietos o criar animales si los hijos no son lo tuyo. Lo importante es que tienes un futuro que puedes llenar con experiencias, ¿y qué es lo que haces? Te quedas esperando «el momento adecuado» para invitar a la chica que te ha gustado por dos años. ¡Dos años!
—Está bien, ya entendí. —Se pone de pie—. Baja la voz que te están escuchando.
Aparto su mano y me subo sobre mi silla.
—¿Crees que me importa si me escuchan o me ven? —Bufo—. De todos modos voy a morir pronto. —Sonrío ante el chiste de mal gusto—. Ustedes creen que no decía en serio lo de considerar cada día como mi último día con vida, pero no tienen idea de lo serio y terrible que es.
Trata de bajarme, pero lo vuelvo a apartar.
—¿Por qué crees que no he tenido pareja desde que entré a la escuela? Mentí cuando dije que quería solo enfocarme en mi carrera, ¡yo quería un novio! Pero no puedo porque pronto moriré.
No puedo enamorarme porque cuando muera y vaya a buscarlo esa persona no me recordará.
—¿Por qué crees que solo me junto con ustedes una vez a la semana? Mentí cuando dije estar muy ocupada y rechacé los viajes o salidas porque pronto moriré.
No puedo apegarme tanto a otras personas, tener buenos o mejores amigos porque ellos tampoco me recordarán.
Y sí, puedo volver a hacerme sus amigos por segunda vez, ¿pero veinte veces?
—¿Y tú dices que quieres esperar?
Empiezo a reírme de lo nada graciosa que es mi vida.
Me esfuerzo por estar bien y ver el vaso medio lleno, en aprovechar y atesorar cada año en el que permanezco con vida. Pero hay algo que admito me resulta difícil de asimilar, y es el ver cómo personas tan buenas como Jake o Clara no aprovechan algo que yo tanto deseo: Una vida en la que no tienen que ser tan conscientes de que van a morir.
En la escuela me llaman profesora Miel porque suelo estar de buen humor y parezco tan amable y comprensiva, pero la verdad es que no soy tan buena como creen.
No saben cuánto los envidio.
Llegué a creer que, si hacía lo mejor, si me esforzaba sin quejarme podría seguir viviendo. Pensaba que si me mostraba agradecida por seguir con vida esa persona se apiadaría y no vendría a matarme.
Pero solo fue una tonta ilusión.
Exhalo y me bajo de la silla.
—Vamos, los llevaré a sus casas. —Agarro mis cosas y me dirijo a la salida.
Me da igual las miradas de los extraños que seguro me deben estar juzgando por hacer una escena. Me da igual si me tachan de loca. En un par de mis vidas anteriores sí que enloquecí. Esto no es nada en comparación.
Subo a mi auto y me abrocho el cinturón. Veo a Jake salir con Clara en su espalda y suspiro en nostalgia. Lucen tan bien juntos que en serio espero lleguen a ser pareja.
—¿Debería darles un empujón? —Apoyo la cabeza en el respaldar.
Pronto serán las vacaciones así que podría proponerles ir a la playa o a algún lugar en donde se animen a confesarse.
—Supongo que no tendrá nada de malo que haga al menos un viaje grupal. —Meto la llave y enciendo el auto— ¿Qué es lo peor que podría pasar?
—No debiste decir eso. —Algo duro me toca la sien.
Me toma solo un segundo en saber que se trata de un arma.
—Conduce. —Me empuja la cabeza con la pistola.
Dirijo la mirada hacia Jake y Clara que se encuentran a pocos metros de distancia.
—Si intentas alertarles ellos también morirán.
—No pensaba hacerlo. —Arranco el auto y acelero para alejarme lo más rápido posible—. Solo me preocupaba cómo llegarían a casa.
—Preocúpate por ti. —Vuelve a empujarme la cabeza.
Se está comportando de manera muy maleducada, lo que me resulta extraño porque él suele ser un poco más... respetuoso.
Su voz también suena diferente, aunque cabe la posibilidad de que le haya cambiado por la edad.
—Estás muy tranquila para ser alguien a quien le están apuntando con un arma. —Me empuja una vez más.
—Si vas a matarme hazlo ya, si no lo harás deja de empujarme la cabeza que me desconcentras y podría chocar.
Se ríe a modo de burla, y no estoy segura de si eso es una buena o mala noticia.
—Tienes agallas, me gusta.
—¿Quién eres? —Lo miro a través del espejo retrovisor que tengo casi adelante.
Tiene puesta una capucha y un cubre bocas, lo que me impide ver su rostro. Además, él suele venir con la cara descubierta así que esto solo confirma que se trata de otra persona.
—Mira al frente. —Y me empuja de nuevo con el arma.
Aprovecho que estamos en una calle vacía y freno de inmediato.
—Conduce —amenaza enojado.
Pues yo también lo estoy.
—Solo mátame, no entiendo por qué tengo que conducir si igual lo harás.
—No, no te mataré... no todavía.
Eso es nuevo.
El otro sujeto nunca me hizo conducir ya que parecía satisfecho con el sitio en el que nos «reuníamos».
—Ahora conduce. —Bloqueo la pistola con la mano para impedir que me vuelva a empujar la cabeza.
—No lo haré si sigues con eso, es muy molesto.
—Ja, son más parecidos de lo que creí. —Aleja su arma—. Eso lo explica.
No tengo idea de lo que quiso decir pero tampoco es que importe. Si moriré de todos modos ya deja de interesarme lo que pase en estos momentos.
—¿Cuánto más tengo que conducir?
—Hasta que yo te diga.
—No me queda mucha gasolina así que espero sea pronto.
—¿Cómo es que ya te vas a quedar sin gasolina? Apenas y has conducido por cuarenta minutos.
—Soy profesora de primaria, ¿cuánto crees que me pagan?
Exhala y guarda silencio, tal vez meditando sus opciones.
—Hay una gasolinera más adelante —propongo.
—¿Crees que soy idiota? Solo sigue conduciendo y luego ya veremos.
—Puedes atarme de manos y pies y amordazarme si tanto te preocupa que intente escapar o pedir ayuda mientras llena el tanque.
—¿Crees que traje algo para atarte o amordazarte? Yo asesino gente, no las secuestro.
—Sí, lo noté. —Reviso el panel que indica cuánta gasolina queda—. Pues piensa rápido ese «veremos» que estamos por quedarnos varados.
—¡Mierda! —Se asoma hacia adelante para comprobar que he dicho la verdad—. Estaciónate en la gasolinera. —Me golpea el hombro con el arma.
—¿No me vas a atar para que no escape?
—Si intentas algo asesinaré a los que trabajan en la gasolinera.
—Suena justo. —Desvío el camino y me detengo junto a una estación.
—No te muevas. —Sale del auto.
—No lo haré. —Me recargo sobre la ventana abierta y lo veo llenar el tanque por su cuenta.
Exhalo al recordar que recién el año pasado pude terminar de pagar el auto. Me tomó más de dos años pagarlo y ya nada de eso importa.
—¿Falta mucho para llegar al sitio al que planeas llevarme?
—¿Crees que estamos de paseo? Mete la cabeza y guarda silencio.
—¿Te gusta responder una pregunta con otra pregunta?
Se queda callado, y aunque no puedo ver su rostro adivino que está enojado. Así que meto mi cabeza y la recuesto en el respaldar.
Es más bajo del otro tipo, además de delgado. Por su actitud debe ser más joven, pero dudo sea un novato en su carrera como asesino ya que no ha flaqueado en ningún momento.
¿Será por eso que no me siento tan asustada cómo debería? Hasta diría que estoy más aliviada de que se trate de otra persona.
Aunque este cambio tampoco es buena señal, porque con el otro ya sabía lo que me esperaba, que era una bala junto en la frente. Con este no se sabe, capaz y le guste torturar gente y por eso es que me esté llevando a otro lugar en donde nadie pueda escucharme gritar.
Sin duda prefiero al otro.
—Listo. —Entra al auto—. Conduce.
Exhalo y obedezco.
No quiero ser torturada hasta morir, solo quiero morir y ya. Y quién sabe, tal vez esta sea mi muerte definitiva. Sería genial no tener que repetir de nuevo estos diez años.
—Dijiste ser profesora, ¿cómo es que terminaste involucrada con ese sujeto?
Más palabras sin sentido.
Pero como estoy siendo llevada a una tortuosa muerte no me dan ganas de responder.
—Ey, te estoy hablando.
—¿Planeas torturarme?
—¿Cómo?
—Solo quiero saber qué planeas hacer conmigo, si respondes mi pregunta yo respondo la tuya.
—¿Crees que estás en posición de negociar? —Pega la boca del arma en mi sien.
—Entonces mátame, ¿para qué esperar?
—Pareces muy ansiosa por morir. —Aparta la pistola.
—Mientras no me duela no me importa.
—Entonces te mataré de una forma muy dolorosa.
Bien, acepto la culpa, no debí ser tan honesta. Supongo que me mal acostumbré ya que no importaba lo que le dijera al otro tipo, él ignoraba lo que decía.
Si con el otro tuve incontables pesadillas, con este terminaré con un grave problema de sueño.
Realmente no quiero ser torturada hasta morir, no imagino lo doloroso que será eso.
Sujeto con más fuerza el volante en un intento por mantener la compostura. Lo que menos deseo es mostrarle alguna señal de flaqueza. Si voy a morir al menos quisiera hacerlo dignamente.
No quiero volver a morir llorando o suplicando por mi vida.
¿Qué tan triste se ha vuelto mi vida que he llegado al punto en el que mi único deseo es no fallecer de manera dolorosa?
—¿Qué quieres saber?
La única opción que tengo es ser lo más complaciente posible para ver si se le quitan las ganas de torturarme.
—Solo tengo curiosidad por cómo es que alguien como tú, una profesora de primaria, ha terminado involucrada con alguien como él.
—Voy a necesitar un poco de contexto para responderte como es debido.
—Aburrido. —Lo oigo exhalar—. Solo responde a la pregunta.
Elevo las cejas, empezando a sentir ansiedad debido a la presión por responder algo que no sé.
—Ya sabemos todo de ustedes, no tiene sentido que finjas ignorancia.
—Si ya lo saben, ¿por qué preguntas?
—Qué aburrida eres.
Me lo han dicho antes. Muchas veces.
Aprendí que mientras menos interesante sea, más sencillo resultará mantener distancia del resto. Así que sí, soy muy aburrida. Y a mucha honra.
—¿También sabes mi nombre?
Quién sabe, tal vez y se confundió de persona y por eso es que no entiendo de qué habla.
—¿Qué? ¿Vas a fingir que no eres Grecia Grey?
Menos mal no me hice muchas ilusiones al respecto.
—No... ese es mi nombre —murmuro sin ganas.
Quisiera solo morir y no tener que aguantar esta incesante espera que solo me provoca un gran malestar. La espera es lo peor.
—Entonces... —Por mi vista periférica consigo ver su capucha asomándose a mi izquierda—. ¿Cómo se conocieron?
Es un asesino muy terco.
Solo responderé de la forma más ambigua y posible hasta que se aburra. Soy buena en eso.
—En el parque.
—¿Cómo fue?
—Se le cayó un papel, se lo recogí y devolví.
—¿Y ya?
—Se fue sin decir nada y eso es todo.
—¿Solo eso?
Para decir que ya lo saben todo está siendo bastante crédulo. Así que solo estaba blofeando. Entonces puedo seguir improvisando sin problema.
—A la semana nos volvimos a encontrar en el mismo parque.
—¿Y luego?
—Nos sentamos en la misma banca y no hablamos por una hora.
—Ajá.
—Terminé de leer el libro que sostenía y le pregunté la hora.
—A.
—Se me hacía tarde para un compromiso así que me fui rápido.
Lo escucho bostezar.
—Al mes volvimos a toparnos. Era temprano por la mañana y el cielo estaba despejada, podías ver con claridad el amanecer y el hermoso cambio de colores. Las aves volaron sobre mi cabeza y escuché un par de saltamontes cerca...
—Ya cállate, me aburres.
—Pero aún no terminé la historia.
—Si dices una palabra más te disparo ahora mismo.
Asiento al comprenderlo.
—Palabra.
—¡Ah! —se desespera— ¡Te juro que te voy a...! Baja la velocidad y estaciónate frente a ese local.
Le hago caso y estaciono de manera perfecta. Se baja del auto y se acerca para quitar las llaves.
—Sal. —Me golpea la frente con la pistola.
Miro fijamente sus ojos oscuros que apenas y consigo ver debido a la poca luz que hay en la calle.
—Sal —repite y coloca bien el arma, listo para disparar.
Estoy aterrada y tengo muchas ganas de salir corriendo, pero, así como me esfuerzo por no temblar entierro aquel deseo de salir huyendo.
—Palabra.
Porque mi único escape es la muerte.
Me golpea la cara con la pistola. Siento que me palpita la mejilla y mi saliva sabe amarga.
—Sal.
Esta vez obedezco, lo que lo hace sonreír como si hubiera ganado.
—Debiste hacerme caso cuando te lo pedí amablemente.
—¿Y dejarte con las ganas de golpearme? —Cierro la puerta y escupo ya que no disfruto el sabor de la sangre.
Lo escucho reírse.
—No eres tan aburrida.
Mejor golpéame de nuevo. No, mejor no, que dolió mucho y cada vez es más difícil aguantar las lágrimas.
—Vamos. —Me empuja hacia el local abandonado.
¿Por qué me tuve que topar con un asesino masoquista? ¿No bastaba con tener que morir veinte veces, ahora también tengo que sufrir antes de perecer?
El pasillo en el que nos adentramos luce peor que su fachada exterior, y los reflectores que han dispersado por todo el camino solo hace más lúgubre el lugar. Parece que acabo de meterme en una fea película de terror.
Detesto las películas de terror y su forma de matar asustando, preferiría que lo hagan con previo aviso o al menos que no se aparezcan de la nada con...
—Muévete. —Me vuelve a empujar de esa forma tan molesta con la que me han empujado un par de niños maleducados.
Entramos a una amplia sala y su siguiente empujón es más brusco que termino cayendo de rodillas y manos. Exhalo en rendición y permanezco en esa posición ya que no tengo ganas de ver lo que me espera ahí dentro.
Unos pies se asoman a mi vista y al mirar hacia adelante me petrifico ante el enorme sujeto que me mira de un modo que me produce escalofríos. Tiene una ceja partida y su rostro está completamente cubierto por tatuajes, lo que lo hace lucir como alguien no humano.
—Eres más corriente de lo que creí. —Me sujeta de la barbilla y mueve mi cabeza de un lado a otro— ¿Qué mierda vio en ti?
Presiono los dientes en un intento por mantener la compostura y no flaquear a pesar de lo mucho que me asusta esta persona. No lo conozco y estoy segura de que si me ve llorar o sufriendo lo disfrutará como nunca.
—¿Acaso no me tienes miedo? —Se acerca unos cuántos milímetros, los suficientes para alocar mi corazón y escucharlo hasta en mis oídos.
—Estoy aterrada —digo con honestidad.
Sus ojos negros no tienen ni una pizca de brillo a pesar de todos los reflectores que no están apuntando.
—No lo parece. —Empuja mi cara y se levanta.
Exhalo de alivio por no tener que ver más ese horripilante rostro.
Noto la presencia de más personas que permanecen quietas, observándome.
¿Esto es una clase de culto? ¿Planean usarme de ofrenda?
Lo siguiente que veo es un destello y mi cuerpo cae a un lado. El dolor provocado por la patada llega en el siguiente segundo, y es aún más intenso que el anterior. Mis oídos zumban y mi cabeza retumba, además de que todo se ha vuelto borroso.
Una sola patada bastó para dejarme inmovilizada y con la pérdida parcial de los sentidos. Pero, para mi desgracia, no fue suficiente para matarme.
Si ya encontraba injusto el tener que morir tantas veces, esta muerte en particular la encuentro aún más injusta ya que además de no saber la razón tengo que soportar el dolor.
—Bienvenido, creí que no vendrías —su voz hace eco a pesar de que lo tengo a unos cuantos pasos de distancia.
Cierro los ojos para ver si así consigo acelerar mi muerte. Debo aprovechar que está distraído para morirme de una vez por todas.
Y si regreso... me iré lejos, lo más lejos posible.
Sé que ya lo he intentado antes y el resultado ha sido el mismo, pero tal vez esta vez sí lo consiga. O al menos quiero irme lo suficientemente lejos para no volver a toparme con estas personas.
—¡Planeabas traicionarme! ¡Ibas a asesinarme para usurpar mi lugar!
—Si ese hubiera sido mi plan lo habría hecho hace mucho.
Mi cuerpo de inmediato reacciona. Cada partícula de mi ser ha reconocido aquella voz que me ha torturado ya sea que estuviera despierta o dormida.
Aquella voz le pertenece a mi nada querido asesino personal.
Al final sí vino a matarme. Como que se tardó.
—Es cierto, tienes el suficiente poder para acabar conmigo sin problema, pero recuerda gracias a quién tienes todo ese poder.
¿Pueden dejar de charlar y matarme de una vez? Que el dolor está incrementando y creo que estoy por perder la conciencia.
—¿Quién es la mujer?
—¿No la reconoces?
Me agarra del cabello y levanta de ese modo, despegándome del suelo con facilidad y mucho dolor. Intento sujetarme de su mano, pero mi brazo ya que no tiene la suficiente fuerza para moverse.
—¿Qué tal ahora?
Abro los ojos y me encuentro con los de él. Su mirada fría y penetrante me ha producido cientos de pesadillas, y seguramente después de esto también soñaré con aquellos ojos que desean una sola cosa: asesinarme.
—Debiste ocultar mejor tu rastro si no querías que la encontrara.
Me suelta y quedo pegada al sucio suelo
—Estoy un poco decepcionado de que me lo hayas ocultado, pero entiendo por qué lo hiciste. Yo también mantendría en secreto tan patética debilidad.
Parpadeo varias veces y consigo aclarar un poco mi visión, lo suficiente para apreciar los pulcros zapatos que tiene puesto mi asesino. Aún en estas circunstancias ha venido bien vestido, tan elegante que parece que se dirige a una gala.
Nunca he ido a una gala, tal vez en mi próxima vida pueda asistir a una.
—Como soy un líder misericordioso te haré el favor de deshacerme de tu inútil debilidad, de esa forma será-
Mis oídos vuelven a zumbar y cierro los ojos por la incomodidad. Supongo que al fin moriré, aunque esta vez tampoco sabré la razón al menos me libraré de la tortura. Algo es algo.
—Él tiene razón, eres una debilidad —su voz se escucha demasiado cerca.
Abro los ojos y lo encuentro a pocos centímetros frente a mí. Su rostro está manchado de sangre y por el olor deduzco que lo que hay detrás de él no es algo que quiera ver.
—Una muy molesta debilidad.
—Mátame —susurro ya que me he quedado sin energías.
—Habrá un cambio de planes. —Su arma me bloquea la vista, así que cierro los ojos—. Te veo en tu siguiente vida.
No. Ya no quiero verte más. Ya no quiero seguir así.
—Te... odio...
El disparo acaba con mi vida... de nuevo.
☀●●●🅓🅞●●●☀
¡Hola!
Arrancamos con la nueva y un poco turbia historia del asesino y su debilidad e.e
No planeo ser muy descriptiva en las escenas... duras, así que esto será bastante decente y fácil de digerir :3
Encontrarán contenido extra en mi ig: haruviolette o en mi canal de difusión de whatsapp.
Día de actualización: Lunes
☀Gracias por estar aquí ☀
Vale Rie
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