24. El secreto jamas contado
Sol, arena y playa julio se hacía presente y Eros aún estaba en su nuevo apartamento.
Su amor falso no es el tema del momento, se cree que están peleados pero en la compañía todo bien y todo en orden.
Sin embargo el conejito esta siendo tentado constantemente, desde aquel domingo su cuerpo y mente siguen los pasos de su amado presidente.
«Te usó y aún le andas mirando el paquete, que maldita curiosidad es la tuya» —dijo en su mente el joven secretario «Si no fuera mi jefe me lo como, malditos pensamientos que diablos voy a comer, que estoy pensando» —insistió su interior nueva vez.
—... Como seguía diciendo el contrato debe tener las pautas necesarias para que ambas partes estén satisfechas con el acuerdo ¿Me estas escuchando mi amor? —Se paró del escritorio, se acercó a su oreja y recitó dichas palabras en un tono muy lento y provocativo.
—Eso estaría genial hacerlo contigo—contestó sin estar consciente recostando su cuerpo contra el mayor.
—Por lo que veo alguien esta muy goloso en estos días, mi conejito de que clase de cosas estarían genial hacer junto a mí.
—¡Diablos no!
El ojos verdes se dio cuanta de su error tarde, su cuerpo estaba sobre el mayor y este le agarro las caderas, le dio la vuelta para quedar frente a él y un cariñito le propició.
—Mi travieso de ojos verdes, vuelve en tus cabales, te necesito fresco y productivo. Si estas goloso te comeré —enunció en su oído luego del beso.
—Donde este mi mente no estas tu. Más importante de que me perdí, si es posible dígame un resumen breve de lo que tengo que colocar en el contrato.
—Bien precioso, tu dictas y yo ejecuto.
Luego de esas palabras aquel par solo se concentró en lo importante, el trabajo. Aunque las miradas ocasionales no paraban por parte del menor.
«¿Qué tanto lo miro a este viejo sin vagina? Es que no entiendo porque diablos me parece tan sexy el maldito, o sea ni siquiera me gusta» —pensó el ojos verdes.
—Ser homo no es tan malo cariño, solo son gustos, sigo siendo un hombre, así que dejate de miradas de niña puberta, por mucho que me mires no te atraves a tocar —soltó de golpe el mayor al notar aquellas insinuaciones visuales.
—¡El que no sea homo no significa que no haya probado hacerlo con un hombre! ——gritó —Si me disculpas me largo hacer mis deberes, más tarde le entregó los documentos para que los firmes —Continuó con el mismo tono de voz y con un toque de enojo enunció aquello, antes de irse del sofocante lugar.
«¡Que! ¡Que diablos!» —gritó mentalmente el mayor, mientras que en su boca no cupo la mueca de asombro que había hecho.
Mientras que un rubio de complexión delgada y afeminada, corría por las escaleras para ir al primer piso por un café bien cargado, por haber soltado su más grande agonía de adolescente tuviera una caida debido a una pulsera con dijes de diversos colores y de apariencia de ser un producto de marca cierto individuo volvió hacer escándalos y al tomar su preciado accesorio dijo:
—Esto y más te mereces por puta. A mi nadie me quita lo es mío, y menos un hombre en tu posición, ahora está linda fractura te quitara del medio, puedo llorar por tí sin gustas el día de tu funeral.
—Maritza, tenía que ser alguien tan estúpida y tan superficial como tu, quien me haga esto —enunció Eros postrado en el suelo de penúltimo piso del cual había caído.
—Sabes porque vine por aquí, necesito que el crea que corrí mil millas solo para avisarle tu caída, es un buen plan, me aparezco y le digo la situación, lo apoyo en el proceso, incluso te llevó comida y flores y le aseguró que cambié y estoy dispuesta a ser tu amiga y cuidarte, pasaremos un buen tiempo de calidad juntos —enunció contando toda la pobre estrategia que había creado, mirando por debajo al ojos verdes, menospreciando su persona.
—Puedo ser lo que quieras pero eso no quita el hecho de que él me ama. Ten eso claro. Puedes cambiar y ser un angel pero a él le gustan los hombres. Si no es conmigo va a ser con otro, no te hagas ilusiones en esa cabeza llena de extensiones querida. Ve corre y traelo, veras que se olvida de todo y a ti te hace a un lado —argumentó victorioso, a pesar de estar postrado con dolor.
A la espera de un buen samaritano Eros trata de coger los papeles que están en el suelo, arrastrándose para que ninguno se salga de su rango. Un hombre llega y le tiende una mano, lo lleva recostado en su hombro hasta el primer piso, y allí con la ayuda de la recepción es capaz de llamar a una ambulancia.
¿Eros estará en buenas manos?
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