Capítulo 2: hacia atrás para avanzar.


Daniel 

«No quiero vivir miedo por el resto de mis días

Busco una salida,

Que me ayude a superar las trabas que puso la vida

Y mi destino

De ahora en más voy a sentirme vivo,

Voy a sacar a flote todo lo que había escondido».

— Miedos - Emanero


La esencia del juego del rugby es fácil de entender para cualquiera sin importar su grado de inmersión en este deporte. Básicamente, se trata de avanzar hasta poder posar la pelota en la zona de marca rival, con la paradoja de que solo se puede pasar hacia atrás.

Así estoy, pasando la pelota hacia atrás para avanzar. Ojalá pudiera saltar hasta la próxima línea, tomar la pelota y correr sin mirar más allá, pero no se puede. Siempre el pasado está ahí, haciéndonos ser lo que somos y hay que entrar en él, analizarlo y atravesarlo para poder mejorar y cambiar nuestro presente.

Hay mucho en mi pasado que está ahí golpeando mi hombro para que lo mire, como el diario de Luca. Está ahí, en la mesa de luz, siempre en mi camino, cómo con un cartel de neón que dice léeme. Y quiero hacerlo, pero sé que va a doler, por eso no pude tocarlo en estos meses. Quiero estar solo para sumergirme en ese pasado, en su historia.

Si bien el diario forma parte de un pasado reciente, lo siento como muy lejano... me siento como si fuera otra persona hoy. Pero esa oscuridad está ahí, latente, y tengo que ocuparme de ella para que no vuelva a salir. No quiere volver a ser esa persona, no quiero volver a perderme.

Bajo al patio de la casa de Mateo. Necesito tomar aire, me siento abrumado y mi cabeza no para de trabajar. El encuentro con mi padre me cargo de sentimientos de mierda y los nervios por la espera de saber si estoy dentro del campus o no me tienen peor.

Al llegar, me freno en la puerta al ver a Sofía y Mateo jugar al básquet con el aro que hay empotrado en la pared. Se ríen como niños mientras Sofía intenta sacarle la pelota a Mateo, que mide más de un metro que ella. Tira de su remera y gira alrededor de su cuerpo, mientras mi amigo levanta la pelota con sus brazos. Siento nostalgia de observar la complicidad, el cariño y la tensión sexual que envuelve a esos dos. Me encantaría poder tener algo así alguna vez.

Mateo me mira y me pasa la pelota, por lo que entro en el espacio de juego picándola. Sofía corre hacia mi mientras grita

—¡Eso no vale!

Trata de bloquearme sin éxito mientras repico la pelota pasándola de una mano hacia la otra para luego girarme y devolvérsela con un pase certero a Mateo que encesta.

—Me rindo —gruñe Sofía tirándose al piso. Está agitada y roja. Celebramos con Mateo con un choque de manos. Y nos sentamos junto a ella—. No puede ser que no pueda ganarte en nada— refunfuña.

—Me ganas en muchas cosas, amor —murmura Mateo mientras se para y besa su cabeza—. Voy a buscar agua.

Me recuesto con los brazos atrás de mi cabeza y miro el cielo. Sofía hace lo mismo quedando a mi lado. Todavía por momentos se siente raro esta cercanía que fuimos ganando entre nosotros, casi una amistad. Después de todo lo que pasó solo me demuestra lo buena persona que es y lo equivocado que siempre estuve.

—Hoy vamos a salir al Imperial. ¿Querés venir con nosotros? Creo que te va a hacer bien salir un poco.

—¿Ahí no es dónde trabaja Luca?

—Sí, y hoy es noche de bandas. Toca Espécimen, la banda de su papá.

—No sé, capaz incomodo a Luca con mi presencia.

—Va a estar trabajando, no va a estar pendiente de quién está en el lugar. Además, sé que no le incomodaría. Creo que le gustaría verte.

—¿Lo crees? —giro mi cabeza algo sorprendido para mirarla, pero también con el escepticismo en mis ojos.

—Sí. No lo diría sino. Va a estar Juliana también que vino por el fin de semana para ver a Jonhy —sigue diciendo mientras se sienta y yo lo hago con ella.

—Toda gente que me odia, Sofía...

—Nadie te odia, Daniel. Ni siquiera te conocen. Además, Jonhy toca en la banda. Tampoco va a estar pendiente de quién esté. Todavía no leíste el diario de Luca, ¿no? —pregunta con el reproche en su voz.

—Estaba esperando a estar solo para empezar a leerlo. Sé que no va a ser fácil. Nada de esto está siendo fácil. —Resoplo.

—Lo sé. Pero lo estás haciendo muy bien.

—No sé. Todavía siento esa oscuridad queriendo salir, no quiero perderme otra vez.

—No te vas a perder. Y está Mateo y ahora también estoy yo para traerte de los pelos si te vas para abajo otra vez.

—No merezco tu amistad, Sofía.

—Dejá de decir eso, que lo odio. Claro que la mereces. Y mucho más. Todos merecen una segunda oportunidad. Solo dejá que te conozcan, que conozcan al verdadero Daniel.

Mateo vuelve con varias botellas de agua.

—Perdón. Me entretuve con mi mamá. —Pone sus labios para tomar sobre la botella y su voz sale como dentro de un caño—. Hoy vamos al Imperial, ¿Te dijo, Sofi? —Asiento con la cabeza—. Anda a bañarte.

—No voy a ir, Teo...

—Pero, ¿Cómo qué no? —murmura Sofía golpeando mi hombro.

—No vamos a aceptar un no —sigue Mateo acercando su botella de agua a mi cabeza.

—Ni se te ocurra —vocifero mientras me levanto del piso, cuando siento que Sofía me vierte su botella con agua helada por la cabeza y lanza una carcajada.

De un minuto a otro volvemos a ser tres niños jugando en un carnaval de agua, riendo empapados.

Suena mi teléfono y nos detenemos de golpe. Recuerdo que lo tengo en los bolsillos de mis pantalones mojados y veo a mis amigos con una mirada de asesino serial. Atiendo y escucho una voz de mujer detrás de la línea.

—Si soy Daniel —digo al teléfono alejándome un poco de los chicos que ahora vuelven a jugar con el agua—. Gracias, mañana mismo estoy ahí para firmar el reglamento de convivencia y dejar mis cosas—respondo a la mujer del otro lado de la línea y creo que mi cara se transforma porque veo a Mateo acercarse.

—¿Qué pasó? —Respiro después de meses y una sonrisa de oreja a oreja cruza mi rostro.

—Tengo habitación en el campus —contesto y siento otro poco de agua helada caer sobre mi cabeza. 


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